Grupo de artistas bataclánicas modernas, en el diario "Las Noticias de Última Hora" del martes 13 de julio de 1954.
En otro artículo de ese sitio vimos los orígenes del espectáculo bataclánico y revisteril chileno, período situado entre 1910 y 1930. Sintetizando aquella exposición, dijimos que la primera compañía bataclánica que se recuerda fundada en Chile se había formado y presentado en los años veinte en el teatro American Cinema, cuyo edificio aún está en pie en la cuadra de Arturo Prat con Alonso de Ovalle. Sin embargo, cerramos aquel texto observando que hubo cierta baja del entusiasmo y la actividad general, aunque no total, hacia fines de aquellos años treinta y durante buena parte de la década siguiente, algo que se revirtió al promediar el mismo siglo. Es lo que queremos abordar ahora, justamente.
Durante su desarrollo en aquella primera etapa de existencia, el mismo género bataclánico y resvisteril en su versión criolla tuvo muchísima influencia e intercambio con la escena de las grandes ciudades de las artes frívolas como París, New York, Ciudad de México y Buenos Aires. Como consecuencia de esto abrirían operaciones empresas nacionales pioneras del rubro, como la Compañía de Revistas Bataclánicas de don Enrique Cóndor Venturino en el Teatro Balmaceda de la calle Artesanos, pleno territorio del mercado de La Vega Central. Más tarde, Venturino llevó su Compañía Cóndor al Teatro Caupolicán de calle San Diego. Las mismas empresas con esta clase de espectáculos se van volviendo más estables y de larga duración, además, aunque tendieron a ser un grupo en cantidad limitada durante las dos décadas siguientes en que seguirían vigentes con aquel renacer del rubro.
Cabe señalar que el tema de marras ha sido poco abordado por memorialistas y cronistas de la edad dorada de los espectáculos en Chile, quienes han preferido presentar la actividad revisteril como un continuo entre sus orígenes y su decadencia final hacia los años setenta y ochenta, sin períodos específicos o interrupciones. Parece ser, sin embargo, que hubo algo parecido a un paréntesis en donde incluso retrocedió en importancia y rentabilidad sobre todo ante la moda del cine sonoro, antes de volver a cobrar fuerza y atractivo para el público. Esto ya había sido advertido por un cronista de espectáculos quien firma A.R.M. en el periódico "Las Noticias de Última Hora" del martes 13 de julio de 1954, en el artículo "Vuelve el Ba-ta-clán: ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?":
Corrían los obscenos años con que finalizara la tercera década del siglo. La política guardaba silencio; o era solamente un rumor en privado conciliábulos. Y, como por contraste, al caer la noche florecían los espectáculos teatrales. El viejo Teatro Victoria, con sus palcos laterales ahora desaparecidos, encendía sus candilejas. Y lo mismo ocurría en el amplio Coliseo, de la calle A. Prat, donde hace unos años se realizó la más grande cacería de ratas semisalvajes; en el Carrera, de la Alameda de las Delicias, hoy Avenida Bernardo O'Higgins; en el Comedia, que mezclaba las grandes presentaciones de la Compañía Flores-Frontaura con alguna compañía de revistas nacional o extranjera. Cerrando el ciclo, en San Diego afuera, el destartalado Teatro Imperial era el lugar de cita, no solamente del sector Avenida Matta y Matadero, sino que llevaba espectadores de los más diversos barrios.
Después de aquellos años luminosos el bataclán apagó sus luces; los trajes minúsculos de las artistas se colgaron en el desván de los recuerdos. El cine invadió las salas de espectáculos y apagó los esporádicos rebrotes que trataron de resucitar las glorias de otros tiempos.
Ubicado en Arturo Prat llegando a Matta, el señalado Teatro Coliseo había vivido una primera etapa de las revistas con espectáculos como "Luz a las candilejas" y artistas como Teresa Venegas, apodada la Gato por sus ojos y movimientos. No lograría extenderse mucho en la bonanza del segundo período para el mismo género, sin embargo, porque la sala cayó pocos años después en el olvido y luego fue destruida por un incendio. El elegante Teatro Carrera, en cambio, allí en las puertas del barrio Concha y Toro con sus callejas empedradas de aspecto medieval, llevó hasta su escenario a las talentosas hermanas argentinas Vignoli: "la Olga, ligeramente entradita en carnes; y la deslumbrante Alicia, con más atributos de atracción que un panal de miel para las moscas", comenta A.R.M. Sin embargo, de todos modos se vería afectado también por el semi-apagón de los años cuarenta, pasando por períodos en los que funcionó principalmente como sala de cine.
Teatro Balmaceda de calle Artesanos. Imagen del Archivo Zig-Zag/Quimantú, publicada en el sitio Fotografía Patrimonial del Museo Histórico Nacional.
Teatro La Comedia, en Huérfanos con Morandé. Imagen publicada por "Las Últimas Noticias" (1980).
Imágenes de la compañía internacional del mago Richardine, cuando se estaba presentando en el Teatro Balmaceda. Imagen publicada en el diario "La Nación", en enero de 1945.
El empresario de espectáculos Enrique Venturino, creador de la Empresa de Espectáculos Cóndor, en su oficina del Teatro Caupolicán. Imagen de los archivos de la Biblioteca Nacional.
Avisos del Casanova en el periódico "Las Noticias de Última Hora", últimos meses de 1946.
Nota de la revista "Ecran" sobre el cierre del Casanova, en noviembre de 1949. Su dueño, Buddy Day, fundó después y en el mismo sitio al espectáculo del Bim Bam Bum, el que dio un nuevo interés por las actividades de las compañías revisteriles.
Eugenio Retes retratado hacia 1955 por el gran fotógrafo de las candilejas chilenas Alfredo Molina La Hitte, en imagen publicada por el portal Memoria Chilena.

Aspecto original que tenía el Teatro Cariola (por entonces llamado SATCH) en 1954. Se anuncia a Lucho Córdoba entre las estrellas de la ocasión. Imagen publicada por Pedro Encina en sus colecciones de Flickr "Santiago Nostálgico".
A pesar de aquel retroceso en la propuesta revisteril nacional, las compañías extranjeras continuaron llegando al país. Esto hace sospechar que, hasta cierto punto, el problema parecía ser esencialmente del medio chileno, en donde las compañías nacionales que permanecían activas resistían estoicamente y conseguían tocar aún las utilidades por modestas o cuantiosas que fueran.
Una de aquellas visitas fue la espectacular Compañía de Revistas Mágicas de Richardine (Ricardo Deben, colombiano), el "mago gris y gran hechicero" cuyo espectáculo era definido como "satánico" para impactar en la publicidad, asegurando además que había arrebatado sus poderes al mismísimo Diablo. Encontramos al equipo de variedades a principios de 1945 en el Teatro Balmaceda, cuando Venturino ya lo había vendido: se presentó allí en dos funciones, vermouth y nocturna, con impresionantes números llamados "Las mil y una noche", "El suplicio chino", "La alfombra mágica", "La caja de las sorpresas", "Los muertos viven otra vida", "La silla de los condenados a muerte", además de actos de apariciones y desapariciones. El cuerpo de bailarinas de la compañía era el de las Vírgenes del Sol y sostenían el lado más bataclánico de la misma. Parece haberle ido bastante bien a Richardine, a pesar de que ese mismo año un crítico de la revista "En Viaje" no trepidaba en declarar que el Balmaceda no era más que "un aporreado teatro" que ya iba "por una época de crisis más grave que de la guerra mundial".
Para noviembre siguiente llega al Teatro Lux de calle Huérfanos la Compañía de Revistas del Casino de Buenos Aires, contratada por la Empresa de Espectáculos Gallo. Formaban parte de la misma Therma Carló, Alba Regina, Severo Fernández, Isabelita Hernández, Jovita Luna, Dianna Maggi, el cantante Alberto Castillo y los bailarines Teresa Padrón y Raúl Dubois, entre varios otros. El propio Lux tendría una compañía con su nombre a partir del año 1946: debutó a fines de octubre con la revista "Estampas, estampillas y estampido" de Antonio Prat y Carlos Cariola, más la música del maestro Manuel Contardo. Ya en enero de 1947 la Compañía de Revistas Fu-Manchú (suponemos que era la del David T. Bamberg, ilusionista británico) sorprendía al público chileno en el Teatro Santa Lucía de la Alameda, casi enfrente del cerro, también con sus fantasías de magia oriental.
Influencia vital tendrían en la persistencia y el resurgimiento del género personajes locales como el mencionado Cóndor Venturino: tras dejar la popular sala de calle Artesanos y comprar el Teatro Caupolicán de calle San Diego, dedicó este coliseo a todas las disciplinas artísticas imaginables como revistas, circo, lucha libre cachacascán, boxeo, conciertos, etc. El empresario y sus revistas eran las que, de alguna manera, habían ayudado a mantener ardiendo el fuego de los espectáculos frívolos en aquellos años opacos para el mismo rubro, evitando así que se cortara la cadena profesional. En la primavera de 1942, por ejemplo, Venturino había llevado al Caupolicán el espectáculo de la Lecuona Cuban Boys, sensacional orquesta llegada a Chile con los auspicios del gobierno cubano de Fulgencio Batista y a través de la propia Empresa Chilena Cóndor.
A mayor abundamiento, con las atractivas presentaciones de la Lecuona Cuban Boys organizadas por Venturino una parrilla artística con alcances de festival fue conformada para la ocasión en ese mes de noviembre. El programa incluyó a los Bailarines Soviéticos Basilieff Gedisman, las 30 integrantes del Ballet Metropolitano y la Compañía de Revistas Modernas, esta última presentando obras del dramaturgo Carlos Cariola. En tales revistas estuvieron ídolos del momento como la brasileña Diana Alvadado, las chilenas Diana Reyes y Olimpia Le Roy, el cantante Raúl Gardy con sus guitarristas, el violinista polaco Stephan Terzt y los actores Alejandro Lira, Alberto Mery, Olga Donoso y Juan Farías, entre otros artistas.
En tanto, el viejo Balmaceda no dejaría de ofrecer espectáculos revisteriles, a pesar de haber experimentado una evidente inestabilidad en sus direcciones y de la que ya hemos hablado en un artículo dedicado al mismo teatro. Tanto el Balmaceda como el Caupolicán fueron escenario, además, para la Compañía de Revistas Luces del Puerto, recientemente fundada en Valparaíso, y también de la Compañía de Revistas Modernas. Por entonces el teatro de Artesanos seguía siendo casa de la Compañía de Revistas Teatro Balmaceda, sin embargo, la que había pasado a ser dirigida por el actor Adolfo Gallardo, considerado por muchos como el primer chansonnier chileno. Su apellido y el de creadores como Retes o Cariola transitan por casi toda la edad de apogeo del bataclán y la revista nacionales, de hecho.
Ya en noviembre de 1945, Gallardo y su compañía presentaron allí también "La casa de los fantasmas", con decorados diseñados por el coreógrafo chileno Arturo Lorenz. Estuvieron en estas funciones la pareja de bailes acrobáticos Irenne y George, el dúo Gloria y Betty, el chansonnier Joel Nejarano, Amparito Baier, Lisette Lyon, la cantante Anita Beltrán, el cómico y actor Gabriel Araya, más los actores Dora Barahona, Carmencita Cruz y el mismo Gallardo, junto a la eximia Orquesta de Manuel Contardo. Eran estas las señales, tal vez, de que el resurgir del medio revisteril ya venía en camino.
Blanquita Amaro y su Orquesta Tropical en el Teatro Coliseo. Aviso para la presentación del 15 de septiembre de 1951.
Las Mulatas de Fuego en una obra de Retes del Bim Bam Bum, a fines de junio de 1953, diario "La Nación".
Algunos de los primeros avisos publicitarios para el Bim Bam Bum en "La Nación", año 1953 (izquierda) y 1959 (derecha).
Xenia Monty, gran vedette francesa que llegó a Chile desde el célebre Follies Bergére de París al Teatro Ópera. La fotografía debe haber sido tomada entre 1953 y 1960 por Alfredo Molina La Hitte. Fuente imagen: Exposición DIBAM en Metro Santa Lucía, agosto-septiembre 2011.
Una de las últimas obras de la temporada de 1957 del Picaresque en el Teatro Cousiño, antes de emigrar al Teatro Princesa de Recoleta. Imagen publicada en "La Nación" a fines de agosto de aquel año.
La compañía de revistas que se presentaba en el Teatro Princesa de avenida Recoleta antes de llegar a instalarse allí el espectáculo del Picaresque, en el diario "La Nación" del sábado 24 de agosto de 1957.
Vista nocturna del barrio de calle Huérfanos esquina Estado, en el "Broadway Santiaguino". Se observa el luminoso del Teatro Astor y, más atrás, el Teatro Opera de la compañía Bim Bam Bum. Imagen publicada en el sitio Música Popular de Chile.
En tanto, además de las compañías que resistían en el medio como la Cóndor, pequeñas troupes hacían lo mismo desde su propia proporción de participaciones en el mercado de los espectáculos chilenos, como la Compañía Nacional de Revistas Carrousel, que por entonces hacía sus presentaciones en el ya casi exhausto Teatro Coliseo. Su debut allí fue en octubre de 1946 con la revista "Cuidado con los faroles", obra humorística que satirizaba con los momentos políticos complejos que se vivían por entonces, además de ofrecer unas representaciones especiales que se llamaban "Acuarelas santiaguinas", de corte más artístico.
El descrito escenario todavía un tanto desalentador y de adaptación para lo que sería la nueva escena nacional se mantuvo hasta más o menos 1950, entonces, con algunas cuantas experiencias exitosas rompiendo la idea de una mala racha o dando luz a los espíritus más pesimistas. Osvaldo Muñoz Romero, el periodista de espectáculos Rakatán, hace una síntesis de las principales compañías surgidas en el prolífico segundo período revisteril chileno en su obra "¡Buenas noches, Santiago!", con lo que confirma que esta fue su mejor etapa, aunque también limitada en el número de empresas de actividad constante:
Después de la Cía. de Revistas del T. "Balmaceda" de Enrique Venturino, que funcionó entre 1935-1942, sólo media docena han sido las más importantes Compañías frívolas que ha tenido la capital, a partir de los años 40. La primera de ellas fue el "Burlesque" en la Av. 10 de Julio frente a Madrid. Perteneció a la familia Arab y su Administrador fue Ernesto Sottolicchio. Luego este mismo creó la Cía. "Picaresque" el 27 de agosto de 1953 que empezó a funcionar en el viejo Teatro "Cousiño" en la calle San Ignacio 1249. El mismo Sottolicchio fundó también la Cía. "Broadway" en el Teatro "Imperial" en la calle San Diego con la cual hizo giras por Perú y Ecuador.
En el año de 1953 se presenta también en el Teatro Imperial, de calle San Diego 1342, la llamada Compañía de Revistas Picarescas (no confundir con el Picaresque), con las obras "Santiago alegre" y después "El vestido de Eva", original de Eugenio Retes, en dos funciones de día y de noche a fines de un cálido enero. Con un elenco de destacadas vedettes como Magda Camori, Eva González e Iris Marín, además de Retes actuaban allí Alejandro Lira y el humorista Manolo González. Otros artistas de estas revistas eran la entonces cantante melódica Gladys Ocampo, la bailarina de danza española Carmen del Campo y un ballet de diez hermosas muchachas.
No siempre desde el modelo de las compañías de variedades, un aporte parecido venía haciendo desde hacía años al mundo del espectáculo el ex dueño del mítico cabaret Zeppelin de calle Bandera, Humberto Negro Tobar, fundador de los tres Tap Room de Santiago Centro y quien ofició también como productor de artistas. Para qué extenderse, además, con el aporte del uruguayo Buddy Day en el medio, creando boîtes como la África de calle Moneda y, después, el club Casanova del Teatro Ópera, que en esos mismos años cuarenta vino a ser una suerte de ensayo para lo que se venía con la compañía Bim Bam Bum a partir de 1952 y en la misma sala ubicada en el corazón del barrio bohemio y teatral conocido como el "Broadway santiaguino".
Vendrían también exitosos períodos para compañías activas como la Tro-Lo-Ló, instalada el el flamante Teatro Roma de calle San Diego, único de su tiempo con una pasarela de cristal luminosa y tecnicolor, en 1954; el mencionado Burlesque, con sede en el Teatro Diez de Julio, semillero de varios artistas de aquel tiempo; el Humoresque, nacido realmente en el Teatro Alameda y luego emigrado al Cousiño cuando se fue de allí el Picaresque; la Rum-Bam-Bú en el Teatro Coliseo, con temporadas también en el Balmaceda y el Estadio Chile; la Romería, en el mismo Teatro Coliseo, ya en sus últimos tiempos de lucimiento; la Ra-Ta-Plán, con la mexicana Amalia Aguilar en salas como el Caupolicán y el Gran Avenida; y, por supuesto, la plenitud con el Bim Bam Bum del maestro Day, en el Teatro Ópera de Huérfanos. Después vendrán experiencias como la Compañía de Revistas de Lucho Barra, debutando en el Teatro Cariola, aunque sólo nombramos a las principales compañías de aquel tramo histórico.
Ese mismo año, más exactamente el viernes 24 de septiembre, en el Teatro Avenida Matta de la vía del mismo nombre debutaba la nueva Compañía de Revistas Moulin Rouge, presentándose con la obra "Polvos de estrellas". Esta revista, original del consagrado Mario Cánepa, incluía a artistas como Yolanda Parolo y Violeta Stoll. Participaban del espectáculo el grupo Speakers Bros., la Orquesta de Lorenzo d'Acosta y vedettes como Raquel Michell, Nancy Santander y Marta Flores. Una de las principales figuras de esta compañía era el actor Raúl Latorre.
Más relacionadas ya con el concepto de la revista de espectáculos que con el bataclán, término que sonaba clásico y hasta peyorativo a esas alturas, no había enormes diferencia de la nueva ola con la más clásica del género, al punto de que muchos de sus protagonistas eran los mismos. No obstante, sí se puede advertir que la segunda etapa tuvo ciertos tintes más pícaros y audaces, incluyendo los strip-tease y bailarinas nudistas. Hubo otros elementos que se mantuvieron pero con nuevo aspecto, además: "La pequeña trusa de otros tiempos -agrega el misterioso A.R.M.-, que mostraba las líneas afrodisíacas de las bailarinas y hacía salir los ojos de las órbitas de los caballeros de cincuenta años para arriba que ocupaban las primeras filas, se ha cambiado ahora por algo semejante que se llama 'bikini'".
Adolfo Gallardo en anuncio de sus presentaciones en el Teatro Avenida de La Paz, Bolivia, en el periódico "El Diario" del sábado 26 de abril de 1952. Además de ser identificado como primer chanssonier chileno, tuvo mucha participación en las primeras compañías fundadas o visitantes del país.
La Compañía de Vodevil Leguía-Códoba en el Teatro Lux de calle Huérfanos, hacia mediados de 1954. Aviso publicado en el diario "Las Noticias de Última Hora".
Compañía de Revistas Ra-Ta-Plán en los teatros Caupolicán y Gran Avenida, en diciembre de 1954, con Amalia Aguilar como estrella principal. Avisos publicados en el diario "La Nación".
Un colorido y espectacular "final de fiestas" para una función del "Bim Bam Bum". Imagen publicada por la revista "En Viaje".
Cierre de un espectáculo del Bim Bam Bum en el Teatro Ópera, con parte de la platea a la vista. Imagen del Fondo Julio Bustamante, publicada en el sitio Cultura Digital de la Universidad Diego Portales.
Fachada y estrellas de la cartelera del Teatro Picaresque (ex Princesa) de avenida Recoleta. Fuente imagen: FB banda Conmoción.
Retrato de don Carlos Cariola, en la Sala de los Presidentes de la SATCH, en el actualmente llamado Teatro Cariola.
Otra característica que se mantuvo desde el viejo bataclán, en gran parte por las deficiencias y atrasos en la profesionalización del medio revisteril chileno, fue el apoyarse para los roles protagónicos en artistas extranjeros, principalmente. Para el caso de las damas, por ejemplo, muchas de ellas fueron traídas desde la escena de Buenos Aires, mientras que las chilenas quedaban en el cuerpo de baile o coro, aún aprendiendo. También persistía una tendencia casi abusiva a adoptar nombres artísticos que evocaban a París o a Broadway, otra importación desde el ambiente revisteril argentino según parece, pero fomentada muy en especial por los productores locales de estrellas y espectáculos. Aunque ya habían aparecido compañías netamente chilenas a esas alturas, algunas extranjeras incluso se reclutaban completas en los equipos de teatro frívolo de Santiago.
Si bien la demanda de figuras artísticas era alta, la falta de buenos teatros disponibles muchas veces representó otra traba para el buen desarrollo del medio, cosa también heredada desde la primera etapa de las artes revisteriles. Rakatán continúa describiendo así a las compañías que señalan al nuevo tramo histórico en la escena artística santiaguina:
Ese mismo año -una cálida noche de febrero de 1953-, Buddy Day echó a andar la Cía. "Bim-Bam-Bum" en el Teatro "Ópera", donde antes había funcionado la Boite "Casanova". Su primera Vedette, fue la francesa Xenia Monty que se había quedado en Chile, luego de haber venido como primera figura del "Folies Bergere". Su primer elenco cómico lo formaron Eugenio Retes, Iris del Valle, Gabriel Araya y Eduardo Gamboa. Su primer coreógrafo fue Oscar Happel y su primer director de orquesta, el pianista Eugenio González.
Suman centenas las figuras y Conjuntos que lograron llenar esa sala en sus años dorados. Entre muchos otros: "Las Mulatas de Fuego", "El Ballet Azul", la Coccinelle, Nélida Lobato, Blanquita Amaro y Lydia Scotty.
La Cía. "Humoresque fue creada por Selim Zacur en su Teatro "Cousiño", cuando el Picaresque decidió irse con camas y petacas al Teatro "Princesa" de la Av. Recoleta.
Por esos años funcionó también la Compañía "Pigalle" en el T. "Imperial" bajo dirección de su creador Julio Tapia, quien se especializó en traer al país Orquestas Típicas Argentinas, como las de Alfredo De Ángelis, Miguel Caló, Aníbal Troilo y Argentino Ledesma, quien recién aparecía en el mundo tangómano.
Vimos que el Picaresque, que inició su vida en el Teatro Cousiño, pasó al Princesa de Recoleta. Esto sucedió hacia inicios de 1958. Sin embargo, hasta entonces se había estado presentado en el mismo teatro recoletano otra firma artística llamada Compañía de Revistas Bataclánicas Teatro Princesa, en la que en agosto de 1957 tenía por números a artistas como el Cuarteto Llaima, la cantante de rancheras Guadalupe del Carmen y otras figuras como el guitarrista español Julián Benito, el Trío Sevilla (traídos desde Madrid), el comediante Pepe Olivares, el "Pa'trás, Pa'elante" Mario Rebolledo, Olguita Villanueva y otros más en la revista titulada "A Santiago los boletos", original de Alejo López. También estaban allí vedettes como Nancy Santander y Gaby Nelson, un sensual ballet de 30 muchachas y la Orquesta de Jazz de Rafael Hermosilla.
No menos relevante fue la compañía de vodevil de la pareja artística y sentimental de Olvido Leguía y Lucho Córdoba, dos de los personajes más importantes del mismo ambiente y quienes se venían presentando juntos desde los años treinta. Con memorables temporadas en el Teatro Imperio, pudieron acomodarse perfectamente a esta nueva etapa de las revistas chilenas y seguir activos en los años cincuenta en el Lux, el SATCH y otras salas. La mencionada Compañía de Revistas de Lucho Barra, en cambio, fue posterior a aquel período medular. Su debut fue en el Teatro Cariola a fines de mayo de 1961, cuando la sala llevaba poco de dejar su antiguo nombre de Teatro SATCH. Fue, por lo tanto, una de las últimas compañías de la edad dorada de la bohemia y espectáculo nacionales, en la que comenzaron presentando la ya comentada revista de López "A Santiago los boletos", donde estuvo la vedette brasileña Marly Marley, ex integrante del conjunto artístico de Walter Pinto. También fueron parte de esos inicios la vedette argentina Milita Brandón, la cantante española Maleni Torres, la vedette chilena Adriana Salvo y los actores Gerardo Grez, Lucy Star y Guillermo Bravo Jr., junto a Barra y López.
A pesar de todo, sólo cuatro o cinco revistas principales quedaban plenamente activas en esos mismos momentos en Santiago, como el Humoresque del Cousiño, el consagrado Bim Bam Bum de Ópera y el Picaresque del Princesa. Más abajo habían ido quedando otras compañías menores, muchas de ellas incapaces de acomodarse en la competencia y las exigencias del medio. Algunas grandes del pasado, como el Burlesque, en cambio aparecían y desaparecían de la cartelera desde mediados de la década del cincuenta, más o menos, por lo que ya no parecían gozar de la estabilidad de antaño. Desde 1955 o 1956, además, se incorporaron propuestas más doctas y teatrales como la Compañía de Revistas Musicales del Teatro Pacífico, en calle Bandera casi Huérfanos. Por su lado, el Pigalle del Teatro Imperial ya tenía popularidad desde fines de la década del cincuenta cuanto menos, llegando a formar parte de su elenco figuras como la vedette Carolina Ubilla, del famoso clan artístico con este apellido, y más tarde la comediante Paty Cofré. Muy atrás había ido quedando también el concepto del bataclán y lo bataclánico, oficialmente con muy poco uso en esos momentos.
Aquellos años coincidieron con el alejamiento de algunas figuras que habían sido vitales en la historia del género revisteril chileno, desde sus inicios. Así sucedió con la voluminosa actriz cómica Olga Donoso, apodada la Mae West Chilena en sus tiempos en el Teatro Balmaceda, fallecida prematuramente hacia fines del año 1952. Triste fue también el caso de la gran actriz Blanca Arce, quien por inexplicable razón cayó en olvido y pobreza en aquel período, tras medio siglo dedicada a las tablas y radios, debiendo ser asistida por sus colegas con un espectáculo a beneficio en el Teatro Maipo de San Pablo 4251, en la noche del 29 de mayo de 1963.
En cierta forma, entonces, los cerca de 20 años del género revisteril tras su renacer a partir del medio siglo, estaban condenados a irse apagando otra vez a pesar de que aún quedaba vida a compañías como las nombradas. Estas permanecieron acaparando la mayor cantidad de shows del género disponibles para el público de entonces en un negocio que, de todos modos, tendría tarde o temprano su definitiva fecha de caducidad. ♣
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