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EL HOTEL CRILLÓN, CON SUS DICHAS Y SUS TRAGEDIAS

Edificio del Hotel Crillón hacia 1920-1930, en "Santiago 1900", publicación del Museo Histórico Nacional.

El Edificio Larraín, en Agustinas 1035 esquina con Ahumada, albergó por décadas a uno de los mejores hoteles y centros de reunión social de Santiago: el Hotel Crillón, sede de memorables encuentros, visitas ilustres y gran parte de la propia historia de la ciudad.

Diseñado por los arquitectos Alberto Siegel y Augusto Geiger, con estilo neoclásico y toques de modernismo, el edificio comenzó a ser construido en 1914 y entregado parcialmente en 1917 a los Larraín García-Moreno. Ocupó el lugar en donde antes tuvo residencia de don Raimundo Larraín, casa desaparecida tras un voraz incendio que, además, redujo a cenizas su fastuosa colección bibliotecaria, según Carlos Larraín de Castro en “La familia Larraín”. Arturo Alessandri Palma también arrendó esa propiedad durante un período de su vida.

El nuevo edificio fue concluido en 1919 para ser morada familiar aunque, a pesar de la fastuosa inversión, los Larraín lo habitaron por pocos años. En 1925, fue refaccionado y convertido en galerías comerciales, aunque mantuvo siempre la elegancia que aún luce en él: decoración de su fachada, faroles adosados en muros adentro y afuera, ascensores antiguos, escaleras de mármol con pasamanos en sus interiores, alfombras, cortinas y tapices. Y así, a las suntuosas dependencias llegó a instalarse el Hotel Savoy, después renombrado como Hotel Crillón, identidad que iba a ser la definitiva del palacete con su logotipo de escudo cruzado por franjas diagonales. Hoy, el formidable inmueble con pasajes interiores y otro entre las arcadas de su zócalo es llamado Edificio Crillón, por la impronta que dejó el hotel.

Uno de sus primeros dueños fue don Jorge Kuppenheim, empresario de origen francés. El influjo afrancesado se notaba no sólo en la arquitectura y el nombre evocando al hotel de los Campos Elíseos: también estaba en su cocina, su fina decoración interior y hasta en los pulcros uniformes del personal, cuyo jefe de área fue por largo tiempo don Humberto Ariztía González. Agrega Plath al tema:

Por el año 1932 las puertas de sus salones estaban destinadas especialmente a recepciones, pero otros permitían la conversación de carácter íntimo. Poseía todas las comodidades del más moderno hotel. Sus departamentos, elegantes y agradables, tenían una preferente atención por un cuerpo de camareras expertas. Llegó a contar con personal compuesto de trescientas personas.

El apogeo del Crillón en Santiago comenzó en esos años treinta y se mantuvo hasta cerca de promediar la centuria, en una cuadra de gran atractivo comercial y recreativo para los santiaguinos, por cierto. Su vecina inmediata era la Librería Salvat, de don Luis Salvat, amigo de Joaquín Edwards Bello, un frecuente visitante de este negocio y del mismo hotel. Esta proximidad permitía interesantes tertulias en las que participaban intelectuales como Guillermo Feliú Cruz y Ricardo Larcham. Plath describe también una anécdota sucedida allí:

En una ocasión, estando en fila de la vereda de la librería, pasó una señora muy guapa luciendo un hermoso busto, más bien destacado, y Latcham estimó decir para el grupo “qué lindas tetas”. La señora alcanzó a escuchar y volviendo el rostro le dijo: “¡Grosero!”. Y Latcham, rápidamente se excusó. “No señora, esteta”.

En el período, Edwards Bello también escribió su exitoso libro “La chica del Crillón”, supuestamente en el mismo hotel. Publicado en 1935, después fue llevado al cine por Jorge Coke Délano aunque con magros resultados, en 1941, tanto así que las críticas acabaron enemistando al director con el escritor del libro.

Desde que habían comenzado a venir a Chile visitas ilustres de la industria de Hollywood, alojaron en el Crillón figuras como los actores galanes Gary Cooper y Clark Gable, desatando una euforia popular cuando la muchedumbre se concentró afuera del hotel deseosa de poder verlos en persona. Se contaba que algunas muchachas lograron romper el cerco e invadieron el edificio robando una valija de ropa con el logo de la Metro Goldwyn Mayer al creer que era de Gable, cuando en realidad era de un acompañante. También estuvo allí la bailarina Josephine Baker, el electo de la Ópera China, el comediante Mario Morento Cantinflas y el astro mexicano José Mojica, antes de convertirse al sacerdocio. El presidente Dwight Eisenhower comió y durmió en el mismo hotel. Plath menciona a otros ilustres visitantes del lugar en “El Santiago que se fue”.

El edificio del Hotel Crillón. Imagen de "El Mercurio" del 14 enero 1996, publicada en Memoria Chilena.

Dinner Danzant en los salones del Crillón, años veinte. De los archivos del Museo Histórico Nacional. Publicada en el sitio Fotografía Patrimonial.

El chef Carlos Araneda y los cocineros del Crillón, en fotografía de Carlos Tapia en 1972, Archivo Zig-Zag/Quimantú del Museo Histórico Nacional. Publicada en el sitio Fotografía Patrimonial.

Publicidad antigua y símbolo corporativo del Hotel Crillón en un impreso. Imágenes publicadas por el coleccionista de fotografía histórica Pedro Encina, álbumes de Santiago Nostálgico.

Sin embargo, no todo fue alegría. Una primera situación trágica tendrá lugar en el Crillón pocos años después, desatando un extraño sino o sed de sangre que, a su vez, se verá complacido cinco lustros más tarde, al fallar el primer intento.

Sucedía que la escritora María Luisa Bombal había decidido volver desde Argentina a Chile en 1940, cuando concluyó su trabajo “Mar, cielo y tierra”. Estando ya en Santiago, su obra “La amortajada” fue publicada por Nascimento y, en 1941 recibió su primera congratulación: el Premio a la Novela de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Sin embargo, el buitre de la desgracia había vuelto a poner la sombra de sus alas sobre su desventurada vida, con un controvertido acontecimiento que condenó su destino y clavó, definitivamente, la estaca de la desdicha en su vida, desde aquel instante y para siempre. Volver hasta su país la había puesto de frente, otra vez, con los dolores de un espíritu roto y hasta un intento de suicidio.

María Luisa no soportaba estar en la misma ciudad en donde moraba también el hombre que no había dejado de amar en todos esos años: Eulogio Sánchez Errázuriz, uno de los pioneros de la aviación civil chilena. Sus intentos por empezar nuevas relaciones para olvidar a Sánchez, no prosperaron. Torturada por el calvario de Santiago y por el amor no correspondido, Bombal cayó en hondas depresiones y adquirió un arma. Pésima combinación… El 21 de enero de 1941, aún enamorada hasta la perdición, se estrella con una postal de horror: ve a Eulogio saliendo del Hotel Crillón, y corre a encararlo. Para peor, él no la reconoce de inmediato, pues han pasado ocho años sin verla. La escritora pierde el juicio y descarga tiros de su arma contra él, logrando dar uno en el brazo del atacado.

Tras rozar la muerte, Sánchez se recupera y exime de todos los cargos a su ex amada. El escándalo es mayúsculo en la sociedad santiaguina y los tribunales de justicia toman en consideración su gesto, logrando zafarse del cargo de intento de homicidio. Ella pasó algunos meses por la correccional, perdida en sus sueños, en sus descripciones oníricas, ahora convertidas en pesadillas. Una vez libre, intentó escapar de sus tormentos viajando hasta los Estados Unidos. Sánchez, por su lado, contrajo matrimonio pero enviudó: el cáncer le arrebató a su mujer. Más tarde, él mismo murió en un accidente aéreo, y su nombre hoy está en el Aeródromo de Tobalaba como homenaje. “Me arruinó la vida, pero nunca pude olvidarlo”, confesará María Luisa sobre su amor imposible, por el resto de su tempestuosa vida.

No fue la única huella de mujeres trágicas allí en el hotel: la desgracia volvió casi ocho años exactos después del grave desvarío de la escritora Bombal, cuando la actriz austríaca residente en Chile, Nora Gregor, tras una velada en el restaurante del lugar, falleció el 20 de enero de 1949 en extrañas circunstancias, en su propio cuarto dentro del Crillón.

En otro aspecto, por aquellos años la cocina y el bar del Crillón eran de los servicios más reputados de la ciudad, visitados a diario incluso por personalidades, políticos e intelectuales. Así lo recuerda Plath:

Sus comedores cerrados, amplios y bellamente decorados, como los comedores de verano hacían famosos los almuerzos y comidas, como el mejor y más agradable encuentro. Se servían los exquisitos platos de la cocina francesa e internacional. Los gourmets, una vez a la semana, gozaban de faisán y en la temporada de verano, de venado. Uno de sus chef fue Carlos Aranda, quien llevó la cocina típica a centros europeos y cocinó para el presidente Eisenhower e hizo comer un mariscal a Cantinflas. Sus servicios a la hora del cóctel, del aperitivo, le daban un tono a este hotel. Su salón de té de fina vajilla tuvo un volumen de asistentes que excedía las seiscientas personas.

Sabiendo que su carta tenía innumerables exclusividades y preparaciones únicas basadas en recetas francesas, algunas con nombres dados en el propio local o con el apellido Crillón para reforzar su pertenencia, el hotel hizo publicar el manual “Famosas recetas” de 1951, que incluía cocina, repostería y coctelería.

Plath recuerda también una reunión de la que formó parte, realizada en el Crillón a propósito de la visita del novelista e hispanista estadounidense Waldo Frank, a la que asistieron el director de la revista “Hoy”, Ismael Edwards Matte, el director de “Babel” Enrique Espinoza, los poetas Jerónimo Lagos Lisboa, Chela Reyes, Patricia Morgan, Blanca Luz Brum, Victoria Barrios, los novelistas Luis Durand, Pepita Turina (esposa de Plath), Efraín Szmulewicz, Benedicto Chuaqui, la periodista Lenka Franulic, el abogado Francisco Walker Linares, el ensayista peruano Luis Alberto Sánchez y la investigadora Magda Arce quien, junto a Manuel Rojas, acompañó a Frank en su gira al sur del país. En la ocasión estuvo también el impresor voluntario José W. Gallay, gran fomentador del trabajo de otros autores.

En “Los cafés literarios en Chile”, Peña Muñoz comenta sobre el cómodo salón de té y café, muy atractivo para los literatos nacionales y extranjeros:

El salón de té del Crillón, con sus amplios aposentos alfombrados y sus comedores de verano adornados con palmas, fue famoso por reunir permanentemente a intelectuales, artistas y “gente de sociedad” en un ambiente de gran esplendor.

Aquí se dieron cita poetas y escritores, intelectuales y gente de teatro. Los presidentes de Chile -que en esos tiempos paseaban por el centro en amplia camaradería con la gente- solían venir aquí a disfrutar del refinado servicio a la hora del aperitivo. Los mozos vestidos de impecable frac de color gris deslizaban carritos con pasteles en medio de espejos, grandes lámparas de lágrimas, gobelinos y tapicería belga.

En esa misma sala se realizaron eventos de buena categoría, como un té de homenaje al famoso explorador Hermann Alexander Graf​ Keyserling, en septiembre de 1929 durante su estadía en el país. Era el mismo período en que el conde y filósofo germano quedó espantado con las escenas de violencia y borrachera que presenció durante las Fiestas Patrias en Chile.

El 14 de abril de 1955, sin embargo, el sino de desgracia volvió a tocar las puertas del hotel. La semejanza de este acaso con el de María Luisa Bombal llega a ser arcana, pero esta vez sin permitir escape a su víctima…

La escritora y crítico literaria María Carolina Geel (Georgina Silva Jiménez), con cerca de 40 años y un estupendo currículo elogiado hasta por el exigente Alone (Hernán Díaz Arrieta), llegó a uno de aquellos salones de té del Crillón y descargó irracionalmente un arma contra su sorprendido ex amante, Roberto Pumarino Valenzuela, provocando pánico entre los presentes y dejando para la posteridad una terrible última imagen fotográfica de la víctima: caído muerto en el suelo, junto a su silla y mesa, estilando sangre. Geel fue detenida y condenada a tres años de cárcel, mientras el medio literario no salía del shock. Nunca confesó claramente sus motivaciones, pero se daba por hecho que era por celos y despecho. Su estadía tras las rejas la aprovechó para escribir la novela “Cárcel de mujeres”, en donde mezcló la ficción con sus vivencias personales en el recinto penitenciario.

Un tiempo después, amigos y colegas de Geel consideraron apropiado pedir clemencia, canalizando este ruego a través de la poetisa Gabriela Mistral, la que escribió desde Nueva York al entonces presidente Carlos Ibáñez del Campo, solicitando el perdón: “respetuosamente suplicamos a V.E. indulto cabal para María Carolina Geel que deseamos las mujeres hispanoamericanas. Será esta, una gracia inolvidable para todas nosotras”. El mandatario accedió en septiembre de 1956, tras responder la petición de la siguiente manera, transcrita por Plath:

Respetada Gabriela. He vacilado un tanto en la fórmula cómo dirigirme a mi ilustrada compatriota. Pero, sus admirables libros crean una familiaridad que permite un trato tan directo. Sepa, mi estimada amiga, que en el mismo momento en que usted formuló su petición, este era un hecho atendido y resuelto. Es de enorme magnitud, Gabriela, lo que Ud. ha realizado por Chile, por lo que sería imposible que el Presidente de la República no escuchara la súplica nacida del corazón de nuestra querida escritora. Considere, pues, ya indultada a María Carolina Geel.

La escritora devenida en homicida salió del presidio, intentando retomar sus labores en los medios y la crítica al poco tiempo. Sin embargo, a pesar del éxito que alcanzó “Cárcel de mujeres” y otras publicaciones posteriores, Geel fue opacándose hasta desaparecer de la atención pública. Moriría con su cordura alterada y afectada por el mal de Alzheimer, cerca de los 82 años.

En tanto, el negocio del hotel fue comprado a la familia Kuppenheim por una sociedad formada por los hermanos Fernando y Pablo Sahli junto a su madre Berta Natermann, durante los años sesenta. Su actividad ya no era tan próspera como antes, pues habían aparecido muchos nuevos centros de reunión social y la hotelería venía siendo dominada desde hacía un par de décadas por el lujoso Hotel Carrera, el más grande y completo de los que tenía por entonces la ciudad. El Crillón sería remodelado y mejorado bajo la nueva administración, pero mantuvo siempre su aire clásico con pianista tocando en el salón, sus tardes de té y la realización de varios encuentros sociales. Incluso se llegaron a realizar en él reuniones empresariales, ruedas de prensa y el concurso Miss Chile para Miss Mundo.

A pesar de los esfuerzos, el hotel cesó operaciones entre 1977 y 1978, cuando sus servicios ya estaban en decadencia. El edificio fue remodelado y convertido en tiendas y la Galería Crillón, cuando comenzaban a ponerse de moda los caracoles y primero centros comerciales, antes de ser desplazados por los más ostentosos malls. Su interior pasó a ser ocupado como sede bancaria, hoy por tiendas comerciales. El exterior se ha mantenido muy fiel al pasado, a pesar de los cambios. Una placa del Instituto de Conmemoración Histórica de Chile y de la Ilustre Municipalidad de Santiago remarca su valor patrimonial, justo en la esquina.

Hallándose en manos de la familia Cousiño, el pasaje posterior del ex hotel fue modificado varias veces para acoger puestos de comercio, y en algún momento se retiró la hermosa estatua de Auriga de Delfos que estaba ubicada cerca de la salida hacia Agustinas, para convertir ese espacio en otro local. En 2005, tras ser sometido a una gran renovación interior por el arquitecto Miguel Molinari, pasó a ser sede de la multitienda Ripley, con una inversión de diez millones de dólares. El edificio recibió también la categoría de Inmueble de Conservación Histórica.

Comentarios

  1. José Miguel ulloa machuca. Tengo el orgullo de haberme iniciado en mi profesión de cocina en elCrillon el año 1964 llegando a ser maestro de cocina partícipe ganador de concursos,dirigente del sindicato del Arte culinario hasta el año 1974.en los años en que estuve el hotel era el más elegante,hermoso y fino sus elegantes salones cubierto de plata finísimo platos del salón Francesco sus paredes de madera negra sillas de palo de rosa ,la galería del segundo piso con sus estatuas y pinturas ,la dama del velo en mármol,donde estará?. Escaleras de mármol pasamanos de bronce en su entrada principal los majestuosos jarrones de la dinastía ming.y en lo mío la cocina a carbonato de piedra ,imponente, sus ollascuadradas y mágicas

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  2. Hola, qué buena su descripción, muy vívida. Se nota que le gustaba mucho su trabajo en ese lugar.

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  3. Mi padre trabajó en el hotel, el falleció muy joven...pero él nos llevaba a las fiestas de fin de año. Hermosos recuerdos!!!

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  4. Mis padres se casaron y festejaron en este legendario Hotel en Diciembre de 1951, evento siempre presente en los álbumes fotográficos familiares.

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