Mino Valdés en el suplemento de espectáculos "Estreno" del diario "La Tercera", en julio de 1976.
Fueron muchas las mañanas, tardes y noches que llenó de risas el señor del humor, Mino Valdés, junto a su Alegre Compañía... Muchas, enfrente y detrás de las cámaras, dando forma a una de las más exitosas agrupaciones humorísticas de la revista y la televisión chilena, de esas que vinieron a ser herederas de la época del teatro de variedades y los espectáculos en las que se gestaron profesionalmente sus integrantes; esas con grandes shows populares y elogiadas vedettes de la época.
Como puede recordarse, pasados los días de mayor prosperidad para el género y tras haber transitado por los principales escenarios de la época, el elenco de Valdés pudo consolidar una segunda etapa profesional manteniendo su actividad con bloques de humor en los más conocidos programas televisivos de su tiempo, como el "Festival de la 1" de Televisión Nacional y "Sábados Gigantes" de Canal 13, por entonces perteneciente a la Universidad Católica de Chile. El nombre del comediante quedó asociado, por estas razones, a todos esos grandes humoristas de la generación romántica de las candilejas nacionales y sus sobrevivientes: Manolo González, Eduardo Thompson, Gilberto Guzmán, Jorge Franco, Tato Cifuentes y Tatín, Carlos Helo, Canuto Valencia, Jorge Cruz, Jota Zeta, Lucho Navarro, Eduardo Aránguiz y Helvecia Viera, sólo por nombrar algunos. La mayoría de ellos trabajaron con Mino, de hecho, incluso formando parte de su Alegre Compañía.
Aníbal Benjamín Mella Valdés, el nombre detrás del nombre artístico, siempre fue
hombre de escenarios a pesar de haber estudiado comercio y electricidad. Nacido en en 1929 en la comuna de Puente Alto, dentro de una familia sin actores ni humoristas, y habitante de los barrios de Gran Avenida, descubrió sus talentos en los tempranos tiempos de estudios en la
escuela San Ignacio, el Liceo Barros Borgoño y la Universidad Popular Juan Enrique Concha de calle Santa Elvira, creada para que obreros y empleados completaran su educación. Optó también por el canto y la guitarra, artes en las que se lucía
con bastante destreza y envidiable dominio. "¡Se armaban unas fiestocas! ¡Y todavía ser arman! Mi padre tiene registro de tenor y toca guitarra y violín. Mis hermanos cantan, mis sobrinos también y hasta hemos formado coros", decía a Raúl Rojas cuando era entrevistado para el suplemento de espectáculos "Estreno", del diario "La Tercera" del sábado 17 de julio de 1976.
Antes había querido ser galán en las actuaciones, sin embargo, como un artista serio: en los actos cívicos y fiestas escolares se ofrecía para interpretar papeles como los de héroes nacionales o abuelos, además de recitar y cantar. Con sus amigos, ya más crecido, comenzó a visitar después la intensa bohemia de Gran Avenida, especialmente en el sector Lo Ovalle, y fue allí, en 1950 a sus veinte años, en donde conoció al maestro musical Armando Bonansco, quien lo invitó a cantar una noche en el célebre Parque o Gran Quinta de Recreo El Rosedal. Lo hizo tan bien que el director de orquestas volvería a llamarlo para que ensayara y cantara con él. "No me pagaban ni cobre, porque era aficionado, pero me exigían como profesional", reconocía en la mencionada entrevista. Mino subió, de esta manera casi aficionada, a los mismos escenarios de la quinta en donde actuaron artistas con la talla del Dúo Rey-Silva, Pérez Prado con sus músicos y la orquestas del maestro Porfirio Díaz.
Casi accidentalmente había pasado de la actuación amateur a la música, pero aún faltaba para apuntalarse. En el ambiente pudo conocer al Negro Olmos, otro director de orquestas quien se interesó en su talento y lo reclutó como cantante de la suya. No mucho después fundó el grupo Los Pedros integrado por él junto a Pedro Cerda, Pedro Pizarro y Pedro Varas (de ahí el nombre), actuando en la Quinta de Recreo Chile-Italia de esos mismos vecindarios de Gran Avenida.
En el período conoció a muchos personajes del espectáculo, entre ellos el comediante Lucho Córdoba, quien asistía con frecuencia a la quinta. Cruza amistad también con el actor cómico Fernando Videla Carvallo, más conocido por sus apellidos, quien lo invitó a cantar en la gira que hacía con su entonces famosa carpa artística. "Recorrimos todo el país durante dos años. Todavía me duelen los trenes de tercera, la calamina del norte y las micros viejas. Hay mucha gente que dejó los riñones en esas giras", reflexionaba años después al entrevistador de "Estreno". Sin embargo, comenzó a notar en esta aventura que sus actuaciones y papeles serios no eran acogidos por el público con tanto entusiasmo como el que esperaba, siéndole esquivo el éxito: "Cantaba unos tangos tristísimos y ponía cara de pantruca, porque pensaba que los cantantes de tangos tenían que ser pálidos y tristes".
Buscando nuevas fórmulas para resolver la situación, un día se puso a cantar ante el respetable la milonga cómica llamada "El divorcio". Pero esta vez lo hizo de manera diferente: gesticulaba y se sacudía histriónicamente en el escenario, sacando risas y un aplauso general al terminar aquella melodía de Luis Sebastián Addesso con letra de Raúl Hormaza:
En el reparto de bienes
también haremos justicia.
Yo me encargo de la guita
Usted de los pagarés.
Y atenti batirle al juez
que vivo a fuerza de embrollo,
porque te encajo otro bollo
que no te casá otra vez.
Alguien cercano le sugirió que perfilara y mantuviera aquel estilo cómico en escena. En un nuevo giro de vida, entonces, desde la música pasaba ahora humor, rubro en donde se erigiría como uno de los actores cómicos más importantes de la historia del espectáculo chileno moderno. Así las cosas, al día siguiente comenzó a estudiar nuevas canciones cómicas y chistes para intercalarlos entre una y otra, logrando gran aceptación de sus rutinas. Vinieron de este modo sus primera giras como protagonista de los shows y también los contratos, dejando las puertas abiertas a nuevas experiencias en las noches bohemias de orquestas y bailables actuando profesionalmente en otros importantes centros de recreación y espectáculos.
Valdés seguiría cantando en vivo en ese período mientras fusionaba sus presentaciones de tangos y milongas con la provocación de risas. Empero, al igual que harán después artistas como Felo (Rafael
Verdugo Bobadilla) o el dúo Los Indolatinos (Luis Córdoba y Juan González), su natural señorío humorístico iba
a imponerse por sí solo en sus presentaciones musicales definiendo la esencia de su carrera. Él mismo admitía haber tenido una excelente escuela de humor gracias a personajes como Eugenio Retes, Gabriel Araya, Sergio Feito y Eduardo Aránguiz. Recorrería todo el país en esta definitiva etapa y también los tres países vecinos.
Con otra actriz cómica de la época, Katty Véliz, formó el "dúo excéntrico y musical" Mino y Katty, con ella como "bandejera" de los chistes y Mino con disfraces de lo más variados (gaucho, huaso, roto, torero, cholo, etc), tocando instrumentos de cuerdas como parte de la rutina. Fueron sorpresivamente contratados por la Compañía de Revistas Bim Bam Bum del Teatro Ópera en 1962. "No me conocía nadie", decía él con modestia después, pero la recomendación al director del espectáculo y dueño de la sala, Buddy Day, se la había hecho el reputado humorista Manolo González, así que era una apuesta confiable. Cuando Day lo citó en su oficina y llegaron rápidamente a un acuerdo, este le diría: "Ud. va a ser el primer jetón que entra a mi teatro y no sé exactamente qué es lo que hace". Mino y Katty se presentaron así en dos revistas seguidas y regresaron cinco veces más al espectáculo. Incluso se les acabaron los chistes y las canciones, obligándolo a componer nuevo material, además de perfeccionarse aprendiendo guitarra, banjo, acordeón, armónica y charango. Con este último subía en algunas rutinas tocando música andina mientras se hacía pasar por boliviano o el inconfundible tema central del filme "Zorba, el griego", hacia mediados de los sesenta.
Del esfuerzo de Mino surgió también la revista "Poca bola con la bola", estrenada en el mismo Bim Bam Bum. Redobló así su éxito al presentarse con Katty en lugares como el festival de homenaje a los compositores Rafael Peralta y Hugo Ramírez en el Teatro Caupolicán en 1964, poco después en las Veladas Bufas de la Fiesta de la Primavera, más tarde en la boîte Manhattan de Arica en 1967 y en el Café Checo de Valparaíso hacia fines del mismo año. Cuatro años estuvo también en la Posada Tarapacá, epicentro de la diversión santiaguina en el barrio República. La propuesta del dúo era muy parecida a la Los Caporales, según se lee en la prensa de la época, pero a pesar de la recepción duró hasta 1970, cuando Mino fue contratado por el llamado Gordito de la Noche, el empresario Jorge Valdivia Figueroa, para que se hiciera cargo de la compañía de revistas del Teatro Avenida de Valparaíso, poco después de haber concluido sus presentaciones en la Posada Tarapacá. Cuando terminó su misión en el puerto volvió a Santiago para integrarse a la compañía del Teatro Humoresque.
En el medio bohemio el artista ya había tenido bastante tiempo para continuar aprendiendo del difícil oficio de hacer reír, a través de grandes referentes como Chito Morales, Pepe Harold, Romilio Romo y otros integrantes de las primeras generaciones del teatro revisteril moderno en Chile, quienes también actuaron en El Rosedal, el Humoresque y varios de los otros famosos establecimientos conocidos por Mino. Como era previsible, entonces, su entrada de lleno en el humor revisteril ya en calidad de director de compañías iba a ser tan exitosa que no sólo optó por convertirla en su principal actividad profesional, sino que, al larga, también lo hizo asumiendo una posición de liderazgo dentro de todo el género, al decidir armar sus propios grupos de trabajo con los que se mantuvo en acción hasta el final de sus días.
A la izquierda, imagen de los inicios de Valdés como cantante y músico. A la derecha, con su esposa Mónica Val. Fuente imágenes: archivo de noticias de Chilevisión.
Revista "Sexacionalíssima" de la compañía Humoresque, en aviso del diario "La Tercera" en marzo de 1974. Entre otros artistas aparecen los comediantes Mino Valdés, Eduardo Thompson, Paty Cofré (Jofré) y Jorge Cruz, además del tanguista Carlos Vásquez, la vedette Bibi Ubilla y Wilde con su muñeco Paquito.

Mino Valdés, Mónica Val y Nelsón Soza como el trío humorístico La Banda, en el suplemento "Estreno" del diario "La Tercera", hacia fines de mayo de 1976.
Mino Valdés y Chico Azúa en una rutina conocida como "El Padrino", parodia del filme homónimo. Fuente imagen: Página Facebook de Chicho Azúa.
Imágenes de Mino Valdés en el suplemento de espectáculos "Estreno" del diario "La Tercera", en julio de 1976.
El equipo de grandes humoristas y comediantes de la Alegre Compañía, de izquierda a derecha: Daniel Vilches, Gilberto Guzmán, Mónica Val, Mino Valdés, Ernest Ruiz y Eduardo Thompson. Fuente imagen: diario "El Mercurio".
Imágenes de la Compañía de Valdés actuando en la sección humorística "El Hospital", de "El Festival de La 1" en 1984. Se ven Mónica Val, Mino Valdés (con peluca), Ernesto Ruiz, Eduardo Thompson y Daniel Vilches. Fuente imagen: archivos de TVN.
Valdés iría llevando alegría por los principales salones bailables y teatros nocturnos de su tiempo, y luego haría lo propio por los canales de televisión chilena. Hizo buena parte de esta favorable etapa en Valparaíso, además, paseando después sus rutinas en los famosos shows del Picaresque del empresario Ernesto Sottolichio, otro adalid de las noches perdidas del antiguo Santiago.
A mayor abundamiento, la llamada Compañía Picaresque que se convertiría en uno de más valiosos hitos en las noches de plata chilenas, se había iniciado en el Teatro Cousiño de calle San Ignacio, cerca del Parque O’Higgins (antes llamado Cousiño). Empero, después se trasladó hasta el Teatro Princesa de Recoleta muy cerca del barrio comercial, el que acabó siendo llamado Teatro Picaresque. La decisión de Sottolichio fue aprovechada por otro empresario de espectáculos y al parecer ex socio suyo en el Cousiño, don Salim Zacur, quien decidió instalar allá a la mencionada compañía Humoresque, asentándola en el mismo teatro vecino al parque y escribiendo su propia aventura en el lugar.
Dijimos que Valdés también se presentaba en el Humoresque, haciéndolo con otros artistas como Eduardo Thompson, Paty Cofré y Jorge Cruz, así como en la entonces célebre boîte Lucifer, sin contar la cantidad de giras que lo llevaron por todo el país durante esos años. En la sala de Recoleta, en tanto, la cartelera se vería repleta de nombres que después serán famosos en los segmentos humorísticos de la televisión de los años setenta y ochenta, incluyendo al propio Valdés y sus compañeros de trabajo. Los shows a veces tenían mucha interacción espontánea con el público (para bien o para mal), curiosamente, dejando de manifiesto los rasgos categóricamente populares de su propuesta.
Con aquella conocida compañía de Sottolichio, el comediante recorrió nuevamente el país realizando presentaciones con regularidad y abarcando largas temporadas con sus shows que mezclaban el teatro de humor con el café-concert. Como muchos artistas del rubro que tocaron el éxito en aquel período también se vinculó al ambiente de otros célebres espectáculos, como los relacionados con el Bim Bam Bum y las mencionadas primeras ofertas televisivas que se hicieron a aquellas compañías. Sin embargo, el alma emprendedora y líder también latía al interior de Mino, creando más programas propios, armando nuevos elencos, escribiendo libretos que él mismo dirigía y reclutando en ellos a maestros del género como Daniel Vilches, con quien trabajó por otros 14 años consecutivos. La etapa más próspera de su carrera artística había comenzado.
Actuando en sus rutinas cómicas, y como también sucedería con sus colegas Guillermo Bruce y Chicho Azúa, Mino se especializó en el mencionado rol de “bandejero” o “servidor”, aunque no como exclusividad: era, entonces, el humorista de apariencia más serio y que, en la actuación, dejaba armada una situación para que el otro actor la remate con un chiste. También tomó papeles protagónicos y como cómico propiamente tal, consumando las situaciones de risa con sus líneas del libreto. Decían sus colegas que llegó a ser uno de los humoristas más solicitados de aquellos años, tanto por los espectáculos en teatros bohemios como por contrataciones particulares. Por su fuera poco, probó en la actuación cinematográfica aunque en filmes con pocos resultados resultados comerciales, como "Un chileno en España" de José Bohr (1962), "Más allá de Pipilco" de Tito Davison (1965) y "Sonrisas para Chile" nuevamente de Bohr (1970).
Se recuerda Mino, además de su rectitud profesional, que era sumamente diestro
en la improvisación, recurso que sólo los humoristas considerados más
sagaces son capaces de controlar y ofrecer exitosamente en sus presentaciones.
Alto, elegante, conservando los modales casi de maestro tanguero argentino como en sus
inicios, luciendo siempre su característico bigote, también fue descrito por
sus camaradas de camerino como un hombre de gran inteligencia y compañerismo, muy
solidario con otros artistas que se iniciaban entre aquellos engranes, por lo que
resultaba ser muy querido y respetado en el medio. No se exagera al creer que debió haberse tratado de uno
de los comediantes más estimados del ambiente, sin duda.
Ya en una época de transición del género al comenzar su crepúsculo en los teatros, las incursiones en televisión de Mino Valdés fueron notables, siempre con colegas como Vilches, el Fatiga Guzmán, el Tetera Thompson y el Tufo Ruiz, formando parte de lo que iba a ser la Alegre Compañía con su nombre. Curiosamente, todos los hombres del elenco eran escasamente agraciados, algo que contrastaba con la belleza juvenil y despampanante de Mónica Val, la integrante femenina y pareja de Mino. Otras veces, eran acompañados por figuras como Bruce, Chicho Azúa, Paty Cofré, el Negro Joselo y el entonces joven Córdova de Los Indolatinos, dúo humorístico que confesó en alguna ocasión las deudas de gratitud que tuvieron con Valdés, cuando él creyó en la propuesta artística de los entonces debutantes y los llevó a los escenarios donde trabajaba.
Su gran éxito televisivo comienza hacia el convulsionado año de 1973, en un segmento humorístico de su autoría llamado "Los del Bloque F.C.", que empezó en el antiguo "Sábados Gigantes". Mino hacía el papel de un egocéntrico entrenador argentino (o eso aparentaba ser) quien intentaba sacar adelante al jocoso equipo de peloteros de barrio fracasados (el fútbol club). Fue una de sus mejores creaciones, que le permitió trasladar raudamente su popularidad desde el mundo de la revista hasta los medios masivos, aunque Valdés lo liquidaría más tarde tras la muerte del gran comediante clásico Harold, veterano actor español que había formado parte original del elenco. Aún así, creó otros aplaudidos espacios de humor posteriores, como "El Hotel" y "El Boulevard".
También en los orígenes de lo que iba a ser la Alegre Compañía de Mino Valdés, el comediante formó un trío artístico llamado La Banda, con importantes presentaciones revisteriles hacia 1976 en clubes como la boîte Lucifer y cuando aún actuaba en el programa "Los del Bloque F.C.". Los otros dos integrantes eran Nelson Soza y, por supuesto, la agraciada Mónica, por la que Mino no ocultaba admiración. Había sido en ese reino de comedia y espectáculos que conoció a esta hermosa showoman quien sería el amor de su vida, pues la versátil y hermosa muchacha pasó a formar parte indivisible de su vida profesional y destacó por virtudes de bailarina, cantante y actriz, enfrentando con gran éxito la caricatura de la mujer decorativa que los críticos de estos espectáculos visualizaban del rol femenino en esta clase de revistas. Ambos enamorados contraerían matrimonio hacia 1978, trabajando, viviendo y prácticamente haciendo cada instante de su vida juntos, lo que los volvió una de las parejas más apreciadas y estables del medio.
Poco tiempo después del exitoso debut de La Banda, Mino estaba trabajando con su equipo también para la estación de Televisión Nacional de Chile, a la que llegó después de algunas diferencias de la administración de Canal 13 con sus libretos. Según parece, había sido un desafío extremadamente difícil para los directores y libretistas de aquellos años la adaptación de los pícaros contenidos del teatro de humor adulto para la televisión familiar, por lo que las dificultades y desacuerdos se sentían. En las revistas había holgura para las expresiones subidas de tono y los contenidos "pasados para la punta", pero Valdés admitió que recurría a estos recursos por su eficacia y efectividad siempre y cuando salieran graciosos, pues consideraba que abusar de ellos hacía "perder la idea del personaje que interpreta". Por esta razón ponía sus límites, tanto en las presentaciones que hacía en el popular Teatro Cousiño como en el copetudo Club de la Unión, y ni hablar de la pacata televisión de entonces. Como señor de las risas, criticó también al Bim Bam Bum cuando este optó por seguir el modelo de espectáculo musical más que el de revistas frívolas con las que había nacido; y a sus ex casas del Picaresque y Humoresque cuando bajaron la calidad de sus revistas y artistas.
La creatividad del artista era tan prolífica en aquellos años que a veces componía e inventaba chistes durmiendo: soñaba que lo hacía y, al despertar, tomaba nota para incluirla en sus libretos. Mónica incluso aseguraba que lo escuchaba reírse o cantar mientras estaba durmiendo. De esa manera, su Alegre Compañía se presentaría siempre con material fresco y buena acogida en el recordado "Festival de la 1", conducido por su amigo Enrique Maluenda. Con una astucia única para enfrentar las restricciones del horario, sus pesentaciones allí mezclaron la señalada picardía de sus antiguas rutinas y otras inspiradas en los buenos años revisteriles, con los libretos más novedosos y apropiados para aquel segmento familiar del día, aunque a veces de forma bastante temeraria. Se recuerdan especialmente de esta época los sketches de "El Hospital" y "La Clínica", hacia 1984, en donde dio rienda suelta a su instinto de burla e ironía, además de demostrarse como un gran observador de la sociedad chilena, sobre cuyos comportamientos, idiosincrasia y problemas sociales construía las historias graciosas.
En Canal 13, en cambio, donde la condición de estación bajo administración religiosa prácticamente hacía imposible por entonces los chistes en excesivo doble sentido, Mino había creado otros segmentos de sketches inolvidables para el mismo programa "Sábados Gigantes", como los espacios "La Cárcel", "La Comisaría" y "El Restaurant". Había regresando a este canal hacia el año 1986, pero ahora metiendo sutilmente una carga de humor político y social en los argumentos, incapaz de abstraerse del momento histórico y a pesar de que Mino no se identificaba especialmente como opositor del régimen, según se contaba en el medio. Aquel último segmento sería rebautizado informalmente después como "El Restaurant de la Abeja Maya", aludiendo a la famosa caricatura infantil japonesa de esos años y que era el mote del personaje interpretado por Thompson.
Mónica Val y Mino Valdés en el suplemento "Estreno" del diario "La Tercera", julio de 1976, vestidos para el scketch "El hospital".
Elenco de "Los del Bloque F.C.". De izquierda a derecha: el Negro Joselo, El Tufo Ruiz, Mónica Val, Daniel Vilches (parodiando al futbolista Carlos Caszely), Eduardo Thompson y Mino Valdés. Fuente imagen: diario "La Tercera", noviembre de 1988.
Formando parte del nuevo equipo de humor de TVN, en imagen publicada por el suplemento "Estreno" del diario "La Tercera", en marzo de 1983.
Mino Valdés, el gran comediante, en imagen publicada por el diario La Tercera, noviembre de 1988.
Recuerdo de uno de los varios encuentros entre Enrique Maluenda y Mino Valdés, dos señores de la televisión, en una entrevista. Fuente imagen: diario "Las Últimas Noticias", noviembre de 1988.
Fachada del Teatro Picaresque, ex Princesa, en avenida Recoleta 345, con la cartelera de su última época de actividad en los ochenta. Imagen de los archivos del periódico "Fortín Mapocho".
El cortejo que acompañó a Mino Valdés a su última morada. Al frente, el padre Suárez, la viuda Mónica Val y Eduardo Thompson (Fuente imagen: diario "Las Últimas Noticias" de noviembre de 1988).
Mino también vivió amarguras, por supuesto: ese mismo año vio cerrarse para siempre al Teatro Ópera, terminando así lo que quedaba de la época de oro del Bim Bam Bum, que señalará en la historia el período final de la revista humorística chilena. La misma suerte corrió la sala del Picaresque, también ligada a su carrera y desde los tiempos del despegue. Fueron grandes golpes para la comunidad de comediantes y actores de espectáculos en el país, por supuesto. A pesar de todo, el prócer del humor seguía siendo un hombre alegre, optimista, al que gustaba conversar, quedarse después de las funciones charlando con colegas y personal, o cocinar en casa recetas como tales como las masas italianas y buenas carnes que aprendió de su amigo Carlitos d'Arci. Su hogar era caótico, por cierto, con papeles por todas partes delatando su intensa actividad como escritor de libretos, además de dibujante y decorador. También tenía allí varios baúles de ropa con pelucas, ponchos, disfraces, sombreros, paraguas, smokings, bastones, disfraces, etc. Había armado también un taller eléctrico propio en donde resolvía todos los desperfectos de artefactos de su casa o de sus amigos, además de tornarse un buen mecánico de automóviles tras comprar un Oldsmobile 1952 y meterse a desarmar y rearmar en el motor.
Sin embargo, una bomba dejada en su cuerpo por los planos de la biología estaba oculta y lista para comenzar a manifestarse. En aquellos años Mino sufrió un preinfarto que puso en alertas a la familia y los amigos, por lo que, desde ese momento, se sometería puntillosamente a un tratamiento permanente de medicamentos para tratar la arritmia. Estas precauciones harían despejar el susto, pero no tenía cómo adivinar aún que sería ese mismo gran corazón el que lo llevaría a la tumba. Su esposa también sufrió una complicada enfermedad en el verano siguiente, la que afortunadamente pudo superar apoyada lealmente por su marido y llegar el hogar de nuevas expectativas.
Era noviembre de 1988... En esos momentos, el humorista y su amada esposa habían sido padres de una bella niña, Valeria, hacía sólo seis años... A pesar de todo, resultaba ser un buen momento para los grandes humoristas chilenos salidos de las desaparecidas revistas de antaño. Salvo por la cancelación de "El Festival de la 1", unos meses antes, otros programas de televisión estaban en un tránsito favorable y los bloques de humor seguían siendo necesarios, manteniendo el trabajo de muchos de aquellos cracks provenientes del teatro cómico y de variedades. Las compañías estaban activas: Bruce, Thompson, Franco y sus vedettes presentaban "Curvas, Viña, Risas"; y debutaría hacia entonces un joven y delgado Ernesto Belloni con su propia exitosa revista titulada "Los años dorados de la tía Carlina", el que duraría cerca de 15 años más en cartelera.
Valdés, en tanto, a la sazón realizaba con Mónica una gira en "El festival de la risa", con la compañía del “académico de la lengua” Vilches y otros veteranos. Tenían grandes planes para el verano y, por esos mismos días, se realizaba también la actividad promocional de la próxima Teletón, en la que se tenía contemplada la participación de varios cómicos de la Alegre Compañía. Venciendo las dificultades, en fin, aún quedaba bonanza para los que alcanzaron a consagrarse en el género y para el consecuente buen ánimo de sus sobrevivientes de la generación dorada de las candilejas chilenas... Sin embargo, iba a suceder lo impensado: la tragedia impredecible que acecha siempre a los caminos del hombre, en este caso conmocionando también a todo el ambiente artístico nacional.
El lunes 7 de noviembre el elenco de "El festival de la risa" llegó a la ciudad de Talca y realizó allí una encomiada presentación más. Mino no había tenido problemas con su corazón desde el mencionado incidente ocurrido dos años antes, siguiendo con cuidado su tratamiento de fármacos y el buen estado le había acompañado ya por las otras presentaciones previas realizadas en Rancagua, Curicó, Concepción y Lebu en sólo cuatro días; al siguiente debían partir a Chillán. Alojaron en el Hotel Claris, en donde Valdés pudo ver por televisión la histórica pelea de boxeo internacional entre los púgiles Sugar Ray Leonard y Donny Lalonde. Concluido el combate entre los campeones, se retiró tranquilamente a su habitación hacia las dos y media de la mañana del recién iniciado día martes 8.
Estaba calmo en ese trayecto, con nada que hiciera prever algo negativo, cuando un rayo fulminante atacó su pecho. Fue tan veloz e inesperado que nadie alcanzó a hacer algo, ante la desesperación de Mónica que lo viera desplomarse en medio de una súbita tos sofocante. Al llegar al hospital de la ciudad, Mino ya se encontraba fallecido.
El mundo del espectáculo y el público en general quedaron en shock al conocerse la trágica noticia. Muchos talquinos fueron espontáneamente al lugar donde estaba su cuerpo, conmovidos por lo ocurrido y esperando la información que entregaba el médico José Ibieta, quien realizó los exámenes de rigor. Pero ya no había duda ni esperanza: Mino Valdés había fallecido... Tenía 59 años, 35 de ellos enteramente dedicados a los escenarios. Los restos del humorista y director fueron llevados en un carruaje hasta la Funeraria Urrutia en la ciudad de su último aliento, y desde allí partieron a Santiago, donde sus habitantes se enteraban de la tragedia en la mañana siguiente y de camino a sus quehaceres, gracias a noticiarios radiales y matinales televisivos.
Los multitudinarios funerales fueron de enorme tristeza el día 9. Su velatorio y en misa de despedida se realizaron cerca del lugar de residencia de la pareja, en la Parroquia Santo Cura de Ars de calle Carmen Mena cerca de Gran Avenida, en San Miguel, dirigida por el padre Juan Suárez Campos, conocido como el Capellán de los Artistas. Un inmenso cortejo de más de mil personas lo acompañó hasta su morada final y la caravana pasó lentamente frente a la casa del propio fallecido, en donde su hijita Valeria pudo hacer un gesto de despedida desde el jardín. La caravana estuvo integrada por Mónica, que se veía profundamente afectada, más sus amigos y compañeros de toda la vida: Helo, Vilches, Guzmán, Ruiz, Sottolichio, Platón Humor, Marco Aurelio, Enrique Maluenda, Zalo Reyes, Pepe Tapia, María Valdés, Horacio Saavedra, Tatiana Merino, Jorge Romero Firulete, Isabel Ubilla, Alejo Álvarez y Jorge Boudón, entre muchos otros. Perdiéndose ya su ataúd por una bóveda del Cementerio Metropolitano fue despedido con un último gran aplauso.
"Sin Mino Valdés, la risa se nubló" publicaría con gran congoja una revista de espectáculos, el viernes siguiente. Y la verdad es que quizá nunca volvió a existir en la televisión una figura con la magia, la camaradería y las capacidades de Mino Valdés, el actor, director y libretista amigo de todos, eje magnético de unión y prestigio dentro del gremio.
Vilches se dedicó por entero a su propia compañía en los años siguientes, manteniendo heroicamente el género de la revista vivo y trabajando con muchos de aquellos veteranos del humor. Empero, los viejos estandartes comenzaban a partir tras hacerlo el gran señor del humor: a Valdés le siguieron al más allá otras leyendas como el Chico Aránguiz, Platón Humor, Franco, Thompson, Helvecia Viera, Helo, Azúa y otros que también dejaron huellas imborrables en la historia de los escenarios de las noches santiaguinas. Su viuda Mónica Val, en tanto, continuó en esas mismas artes como cantante de rancheras, baladas, valses, boleros y canciones populares, ostentando aún su gran voz y su desplante escénico. Muchas musas posteriores del espectáculo han ocupando un rol del que ella fuera más bien pionera en el esquema general del humor teatral y televisivo, pero tal vez ninguna haya conseguido alcanzarla en variedad y multiplicidad de oficio.
Valdés decía ser un hombre alegre y feliz de la vida, nunca permitiéndose estar triste o amargado. Una frase muy usada por él durante su ejemplar trayectoria fue recordada en la despedida y como corolario de toda aquella existencia endulzando al alma nacional: "Amigos míos, el show debe continuar. Paso a la risa y a la alegría". ♣
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