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FAR WEST TOWN DE LAS CONDES: LA LEYENDA DEL VIEJO OESTE EN LAS FALDAS ANDINAS

Publicidad para el Far West publicada sus años de debut. Fuente imagen: diario "El Mercurio".

El Far West de Las Condes, conocido más formalmente como el Far West Town, debió ser el primer parque temático permanente de diversiones en Chile, en este caso dedicado a la epopeya del mítico Lejano Oeste de los Estados Unidos conforme se cristalizó como referente transcultural más que histórico, a través de las películas de cowboys de Hollywood y las del cine italiano, además de las representaciones en circos y comparsas de espectáculos.

El parque estaba cerca de la Plaza San Enrique hacia el final de la avenida Las Condes, por el sector en donde está ahora la avenida y las villas llamadas Quinchamalí, barrio residencial que no guardó ningún recuerdo de su pasado evocando a los vaqueros, los salones de juegos, los ejecutados en la horca, los duelos a tiros y llegada de la justicia de la mano de un sheriff. El público se volcaba al lugar conmovido con la novedad de ver una película del Lejano Oeste en vivo y con cuidadosas puestas en escena por actores representadas cada media hora en su mejor momento, todo en un ambiente y espectáculo pensado para público familiar, en las puertas de la precordillera andina.

El lugar principal del parque era una ancha calle con plaza seca o patio rodeado por establecimientos de fantasía, a ambos lados y construidos cuidadosamente representando los que realmente existían en los poblados de trabajadores de la fiebre del oro de los Estados Unidos, con el infaltable saloon llamado Jesse James, la cárcel, la iglesia, el banco, el edificio del alguacil, el correo, el almacén Hucke & Sons y el General Store, junto a todo lo necesario para simular que se trataba de un auténtico poblado del desierto norteamericano. Resultaba en una bien lograda épica, abundante en carpintería y trabajo de ambientación. Los carteles para cada establecimiento, por supuesto, estaban inscritos en inglés.

Otros espacios en los contornos del pueblo, como los claros entre matorrales, estaban destinados también a puestas en escena como disparos entre forajidos y choques con pieles rojas, además de un falso cementerio. También había una representación de una aldea indígena vecina al poblado, con las típicas carpas tipis. En términos generales, aquel lugar no era muy diferente de parques con similar temática existentes en los propios Estados Unidos, de hecho, recreando aquel período histórico, aunque en este caso a los pies del paisaje cordillerano y con los cercanos cerros de fondo.

En los buenos días, llegaban al parque unas 3.000 personas. La gente se concentraba en las pequeñas lomas para mirar los rituales y danzas indias, y en los aleros de los edificios para ver las simulaciones de enfrentamientos armados, los célebres duelos de forajidos. Por las ropas de los actores, claramente se advierte que ya estaban siendo influidos por los personajes de los mal llamados spaghetti westerns, especialmente por los personajes que encarnara el actor Clint Eastwood para producciones como “El bueno, el malo y el feo” o “Por unos cuantos dólares más”, ambas de los años sesenta. Otros eran caracterizados como mexicanos o soldados, y los jefes indios lucían incluso los sofisticados penachos de plumas como tocado.

El origen de la idea y la propiedad del Far West Town fue del atleta y hombre de espectáculos Sergio Guzmán Lira, quien había creado ya un club atlético llamado Siuoux. Don Sergio trabajaba también como escenógrafo de los eventos deportivos y artísticos complementarios al antiguo Clásico Universitario del fútbol entre los equipos de la Universidad de Chile y la Universidad Católica. Dirigido por el guionista teatral y productor Luis Cannobbio e inaugurado el 4 de diciembre de 1969, el pueblo de fantasía ocupaba un terreno en donde había funcionado hasta el año anterior un club de huasos, al final de la avenida Las Condes 14459 y aproximándose al inicio del Camino a Farellones. El Far West Town fue ampliamente promocionado por la prensa de aquellos días. “Deje su automóvil en un estacionamiento de este siglo y retroceda 100 años”, decía una nota del diario “El Mercurio”.

La gran época del Far West chileno comenzó de inmediato, con la novedad misma, cuando su acceso era libre en las semanas y pagado por una pequeña suma en los fines de semana. Las presentaciones y recreaciones estaban a cargo del libretista Ignacio Aliaga Straube, multidisciplonario autor de libros, abogado, profesor, atleta y actor de una compañía de mimos de Alejandro Jodorowsky, entre muchas otras cosas. De hecho, don Ignacio era presidente de LAN Chile mientras realizaba aquellos trabajos como guionista, además de haber sido uno de los impulsores de la fundación del mismo parque de entretención.

El centro del pueblo de fantasía, con las tiendas y el saloon, atrás. Fuente imagen: Twitter de Alberto Sironvalle.

Una representación en la que aparecen en escena el anciano del pueblo y el sheriff, entre otros. Fuente imagen: video "Far West" del canal Youtube de Rodolfo Sánchez Vergara.

Actores apareciendo como indios pieles rojas. Fotografía de revista "Vea" en enero de 1973, publicada por el sitio de la revista "Bifurcaciones".

También fue un aporte fundacional el actor Pedro Dubó, que se unión a los planes con una compañía propia de actores, y su colega Renato Anrique no sólo formó parte del cuerpo de actores, sino que inició la tarea de la confección de los trajes, especialmente los de pieles rojas, los cowboys y la aldea india, como revelaba en un microdocumental titulado “Far West Town Las Condes: El Reencuentro”, de producciones TvOn Chile de Viña del Mar (programa “La Línea del Tiempo”, 2018).

El parque pudo ser constituido tras grandes esfuerzos previos, inspirado principalmente en funciones de este tipo que se ofrecían en Disneyland de Anaheim, California. Era una experiencia especialmente interesante para niños y público joven seducido con los clichés de aquel género cinematográfico, a pesar de lo retirado que quedaba el complejo con respecto al resto de la ciudad, uno de los escollos que debió sortear durante toda su existencia.

El rasgo teatral estuvo muy marcado en toda la vida de esta feria permanente, mucho más allá de las meras actuaciones y escenografías. En aquellas inmensas instalaciones, los actores realizaban las consabidas rutinas infaltables en los filmes de vaqueros: disparos entre bandas de pistoleros, mujeres corriendo desde o hasta las cantinas levantando sus gruesos vestidos, ataques de indios sioux, danzas rituales comanches, el tren minero, asaltos de diligencias, bandas intentando rescatar a un compañero desde la cárcel, músicos tocando piano en la taberna, jugadores de póker, caballos amarrados afuera de las casas de diversión, la estación del ferrocarril, whisky, cerveza en jarra, etc. Los niños tenían algunas actividades especialmente concebidas para ellos, además. Y al final de cada función, debían darse el tiempo también para las fotografías y los autógrafos.

Uno de los disfrazados en aquel período actuaba interpretando al bandido Kid Joe, que era de los personajes más conocidos y con fama de malvados en el parque. En la prensa de la época, el actor fue identificado en realidad como Raúl Sánchez Mesa, sastre dedicado a participar como extra y quien siempre siguió siendo llamado como su personaje, según revela su nieta Scarlett Sánchez en un pequeño video homenaje que hizo para él tras su muerte, disponible en redes sociales. Jorge Morales, en tanto, comenzó a interpretar allí desde muy joven el papel de piel roja, iniciándose en el oficio del espectáculo en donde sería también un actor cómico de los espectáculos Humoresque y Picaresque, en los últimos años de la edad de oro de la bohemia revisteril chilena. Y un personaje llamado Larry Morgan, dueño del saloon del pueblo, era interpretado por el posterior actor teatral y televisivo Ernesto Gutiérrez.

Por otro lado, una chica que simulaba ser la niña buena del poblado, una tal Susy Bedfort, era la modelo y actriz Eliza Soraire, mientras que el sheriff local era César Rojas, estudiante de artesanía del DUOC. Otros personajes podían ser el señor millonario con sombrero de copa, el soldado, el sacerdote, el cantinero, el loco del pueblo, el anciano de barbas blancas, el preso asomado por la ventana con barrotes de su calabozo y todos los clichés de los filmes de este tipo. Hasta personajes antológicos del cine como El Zorro fueron metidos en los shows.

Los que actuaban como muertos, en tanto, eran recogidos y metidos en sus cajones por el dueño de la funeraria, siempre ocupado, interpretado por el actor Ricardo Quezada, quien también encarnó al Zorro en algún período. Al mismo tiempo, el bonachón Johnny, el “jovencito” que hacía de héroe en varias de las performances del parque, era realmente el estudiante de arquitectura Ignacio Aliaga, hijo de Aliaga Straube.

Los actores más acrobáticos y menos frugales para sus audacias en escena, realizaban incluso caídas desde los techos o rodaban por escaleras fingiendo haber sido alcanzados por las balas, cuidadosamente instruidos por maestros del oficio como algunos luchadores del clásico Cachacascán y luego de los Titanes del Ring, quienes realizaban clases de instrucción. Algunas escenas de duelos, por ejemplo, se ejecutaban imitando célebres escenas del cine, y los efectos especiales incluían explosiones. En tanto, el oficial del Cuadro Verde de Carabineros de Chile, Jimmy Garrido, enseñaba a los actores el manejo de los caballos y la montura. También recibieron lecciones en uso de armas, látigos, cuchillos y otros instrumentos. Se buscaba la perfección en todo, alejando así el fantasma de lo burdo y lo caricaturesco que siempre amenaza a las representaciones históricas.

El Far West Town presentaba sus constantes shows anunciados por altavoces, escondidos entre las fachadas de los edificios. Eso durante las tardes, porque después la cantina adquiría características reales en las noches, volviéndose una divertida boîte de salón temático en que había shows en vivo de música popular y country, mientras se bebía algún trago de la barra. En el espectáculo nocturno, además, hubo una época en que el papel del sheriff lo hacía el animador Enrique Maluenda.

La tienda principal del pueblo también era verdadera: allí se podían llevar recuerdos, postales y camisetas alusivas al parque. Y a pesar de lo agringado del ambiente, había eventos especiales en él para períodos especiales de celebraciones, como las Fiestas Patrias y las Navidades.

Actividad de los niños con indios pieles rojas. Fotografía de revista "Vea" en enero de 1973, publicada por el sitio de la revista "Bifurcaciones".

Uno de los famosos enfrentamientos que se representaban en el poblado de fantasía. Fotografía de revista "Vea" en enero de 1973, publicada por el sitio de la revista "Bifurcaciones".

Avisos de la fiesta de Año Nuevo 1978 en el cabaret y discoteca del Far West, publicados en el diario "La Segunda" de diciembre de 1977.

Todo estaba al servicio de la recreación en el Far West: barriles, bebederos, fardos de paja, armas de utilería, carretas estacionadas en la calle polvorienta, carteles con los retratos del “se busca”, una horca falsa para ejecuciones y las vestimentas e indumentarias de época. La idea era hacer sentir al visitante en la experiencia y en los acontecimientos que allí se recreaban. Con frecuencia, además, los actores involucraban al público en las escenas, especialmente a los más pequeños, y un paseo en tren por un circuito dentro del mismo complejo era “asaltado” por indios o cuatreros a caballo.

Varios programas de televisión, documentales o seriales se grabaron en los escenarios del parque, incluidos algunos sketches de programas de humor, infinidad de comerciales (nacionales y extranjeros) y hasta teleseries, incluida una de Arturo Moya Grau. Muchos actores de importancia, locutores, animadores y estrellas internacionales visitaron el Far West Town y compartieron momentos con sus muchos trabajadores allí.

Un cambio importante afectará al parque, sin embargo, cuando gran parte de sus cerca de 500 trabajadores solicitaron la intervención del recientemente asumido gobierno de la Unidad Popular, por desacuerdos con la administración y denuncias de incumplimientos en el pago de sus imposiciones. No sin polémica, entonces, el Far West Town pasó a convertirse en la que parece haber sido la primera empresa intervenida durante la presidencia de Salvador Allende.

Lamentablemente y a pesar de las expectativas, la administración estatal en aquel rubro que aún resultaba novedoso y poco explorado en el país, sumada a la crisis desencadenada en aquellos años, obraron en contra de la actividad del Far West Town y este comenzó a hundirse como oferta recreativa, perdiendo rápidamente la energía y el público que había tenido hasta hacía poco. De esta manera, se lo puso en remate el 12 de noviembre de 1972, siendo adquirido por el empresario Rodolfo Jenschke, quien invirtió en juegos infantiles y ampliaciones, reabriéndolo el 24 de diciembre. Incluso se propuso "construir una mina que en vez de metal dará turrón a los niños-mineros", según adelantaba a la revista "Vea" del 25 de enero de 1973. También anunció la creación de una brigada de indios-guías conformada por alumnos del Colegio Salesianos, facilitándoles con este empleo el poder reunir fondos para sus viajes de estudio.

Sin embargo, otra vez las esperanzas fueron mayores que los resultados: si bien el Golpe Militar de 1973 no impidió que el lugar siguiera funcionando y siendo modificado con adiciones para el público, como un paseo en canoas por un canal de mansas aguas, la moda de las películas de vaqueros iba quedando cada vez más atrás y se volvía menos interesante para la sociedad chilena. Hubo varios intentos por reponer la buena actividad del parque temático durante aquella década, con períodos de mediano éxito y otros de caídas. Muchas familias se conformaban con ir a verlo solamente una o dos veces, además: en muchos sentidos, pues, su propuesta era como la de una obra de teatro o cinematográfica, que perdía gran parte del factor de lo novedoso una vez que ya se había asistido a la misma.

A pesar de tener tanto en contra, el parque experimentó un repunte engañoso hacia la mitad de los años setenta, tal vez por la reducción de otras opciones de recreación. Sin embargo, la decadencia volvió a sus calles polvorientas y, de todos modos, se decidió su cierre y venta a fines de aquella década, desapareciendo por completo con la siguiente. Esto sucedió ante la indiferencia de muchos santiaguinos al conocer la noticia, por reportajes de televisión. Gran parte de sus utilerías y materiales de los edificios de fantasía fueron rematados, entonces, y el lugar se urbanizó quedando convertido en la linda villa residencial Quinchamalí que es ahora.

Aprovechando la carga de nostalgia, sin embargo, se montó un show similar llamado "Far West" en el cercano Parque de Entretenciones Mampato de Lo Barnechea. Tenía otro pueblito con cantina, hotel, correo, carpas pieles rojas y actores caracterizados para las representaciones de duelos, combates entre bandoleros e indios, asaltos al tren de los visitantes y actos parecidos. Empero, siendo mucho más pequeño y modesto que el anterior, también acabaría extinto y yéndose con el género western del cine. El humorista Ernesto Belloni (Che Copete) rodó en esas instalaciones el video-comedia "El Vengador del Hoyo" de 1992, ambientado en un imaginario pueblo llamado El Hoyo City que correspondía a aquel dentro de los juegos Mampato.

Aunque se intentaron ciertas experiencias tibiamente parecidas en algunas otras localidades, nunca hubo otro parque del tipo Far West Town ni con sus dimensiones en Chile. Lo más parecido fue, quizá, el llamado Parque Tierra de Aventuras, que existía atrás de la actual Academia de Bomberos en la Autopista del Sol y por el contorno del río Mapocho poco antes de desaguar sobre el Maipo, que incluía entre sus escenografías una aldea piel roja y un pequeño pueblito vaquero, desaparecidos también hacia mediados de los ochenta o poco después.

De esa forma, del encantador Far West Town que alguna vez llenó de disparos de salva y galopes polvorosos aquellos territorios altos de Las Condes, nunca más se supo. ♣

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