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EL RESTAURANTE CHIARANDA DE ÑUÑOA Y LA TRAGEDIA DE SU DUEÑO

Cena de Año Nuevo en el Chiaranda, anunciada en "La Segunda" de diciembre de 1959.

El Chiaranda estaba en avenida Irarrázaval 2501, justo en la esquina con la avenida Pedro de Valdivia, comuna de Ñuñoa. Propiedad de los hermanos ítalo-chilenos Chiaranda Cusán, llegó a instalarse en donde habían existido antes unos establecimientos de carnicerías de don Hernán H. Rivera y otros negocios antiguos. El barrio era muy diferente a como luce hoy día, sin duda, pero ya era de cierta atracción intelectual y noctámbula por la presencia de teatros, clubes y otras propuestas recreativas de aquel cuadrante, anticipando un poco lo que iba a pasar más tarde en la Plaza Ñuñoa, unas cuadras más al oriente.

El nuevo establecimiento levantó su magnificencia en la conjunción de avenidas durante la década del cuarenta. Tenía características de bar-restaurante, boîte con espectáculos en vivo y algo también de quinta de recreo aunque más bien lujosa, como muchas otras de aquellos barrios del Santiago más oriental. También contaba con una sección de cafetería y pastelería, usualmente frecuentada durante las tardes para la hora del té o la once. Su símbolo era un escudo de blasón coronado con estrellas, quizá vinculado a alguna tradición del apellido o del origen familiar que este establecimiento tomaba por nombre propio.

En aquellos mismo años cuarenta, el Chiaranda contaba incluso con un equipo de fútbol propio, el que disputaba con elencos de otros restaurantes y hoteles la Copa Asociación Deportiva Hotelera. En octubre de 1949, por ejemplo, se enfrentaba con los cuadros del Club de la Unión,  el Hotel Crillón, el Chez Henry, el Santiago y La Bahía. También llegaría a ser conocida su vecina, la Casa León, tienda de artículos electrónicos domésticos que parece haber sido la primera de su tipo en la comuna.

Con comida tipo gourmet y otras formas refinadas, el Chiaranda solía aparecer con publicidad impresa especialmente en los períodos de fiestas, como la de Año Nuevo. Para despedir el año 1951, por ejemplo, ofrecía una elegante cena compuesta por un cocktail de apertura, cornets printaniere, consomme a la Voronoff, langouste 1/2 a la Thermidor, poulet roti pommes duchesse, salade mimosa, coupe merveille y café de la marca Haití, todo por $350. Tocaría en vivo aquella noche el profesor de acordeón Francisco Flory.

Dichas cenas de Año Nuevo seguirán siendo un importante evento e ingreso para el restaurante, durante todo el resto de la década y buena parte de la siguiente. La ofrecida para recibir al año 1960 contó otra vez con media langosta, crema de ave, filete Maison P. Grisette, ensalada surtida, copa Antártica y café, ahora por $6.600.

Uno de los dueños, Vicente Chiaranda, practicaba fotografía, andinismo y era experto en triangulaciones. Había sido camarógrafo de la primera ascensión chilena al Ojos del Salado, en 1956, y fue amigo íntimo también del excéntrico director de la Asociación Nacional de Andinismo y Esquí de entonces, Sergio Moder, exmarino dedicado a la restauración de cuadros en esos años, con barba de chivo y corbata humita. Siendo joven, Moder había estado de náufrago por tres meses, abandonado en isla Navarino esperando el próximo barco que pasara por allí. Había escapado hasta aquel lugar abandonando un navío en el que iba con un contrabando por el Canal de Beagle, llevándose también la brújula cuando sospechó que sus dos cómplices planeaban traicionarlo.

Sigamos un testimonio del montañista y escalador Louis Lliboutry en el libro "El hombre que descifró los glaciares", dedicado a su vida por Marc Turrel. Lliboutry decía allí que Moder era "el personaje más extraño que he conocido en Santiago en 1951", agregando estos interesantes detalles a la historia:

Sergio y sus jóvenes amigos andinistas habían encontrado la manera de tomar el aperitivo gratuitamente: sólo debían ir al lujoso restaurante de los hermanos Chiaranda. El menor (de nombre Vicente) era aficionado al andinismo, pero su profesión no le permitía tener mucho tiempo para entrenar, le obligaba a vivir entre vapores de alcohol y humo de tabaco, y a nunca acostarse antes de las dos de la mañana.

A pesar de ello, Chiaranda logró ascender el Aconcagua al primer intento, filmando la ascensión.

Llegó a la cumbre en plena forma, con una mesa plegable, la instaló y se subió arriba para que lo filmaran. Nos presentó su film, titulado Un metro más arriba del Aconcagua.

El cruce de Irarrázaval con Pedro de Valdivia, en imágenes de 1922 del Archivo Fotográfico de Chilectra.

Aviso del Chiaranda en "La Nación" para la cena de Año Nuevo de 1952.

Otro aviso del restaurante en el diario "La Nación", junio de 1961.

El flamante Caracol Ñuñoa Centro en 1979, construido en la misma esquina donde estuvo el Chiaranda. Imagen de la prensa de la época, publicada en el grupo FB Así era Ñuñoa.

Sin embargo, la tragedia enlutaría esa tradición de veladas y diversiones en el restaurante, golpeando también sus clientes. Fue, precisamente, resultado de la afición deportiva de Vicente: la desgracia lo alcanzó en febrero de 1959, cuando se extravió durante una tormenta en la cima del monte argentino Mercedarios en la Cordillera de la Ramada, tras un retraso en el ascenso y en momentos cuando comenzaban ya el descenso. Era la primera excursión en conquistar la cumbre esta montaña, de hecho, hazaña lograda por el grupo de seis andinistas distribuidos en tres cuerdas, ese mismo día 19.

Dos de los tres extraviados de la expedición pudieron ser rescatados con vida por la Fuerza Aérea de Chile e ingresados al Hospital Militar: Ernesto Paya Beltori y Sergio Rafael Lartundo. Sin embargo, a pesar de las intensas búsquedas y de seguir haciendo noticia durante el siguiente mes, el cuerpo perdido permanecería secuestrado entre las nieves de Los Andes. Entre otras teorías, se supuso por entonces que cayó en una grieta o que quizá cometió el error de querer descender por el lado argentino, intención que ya habría manifestado en alguna ocasión anterior.

La familia del restaurante pudo sobreponerse a la pérdida y continuar con la actividad del negocio. Cuando llegó el período en que comenzaron a caer las antiguas boîtes y dancings propios de los años cincuenta, negocios tipo quinta de recreo y clubes de amplias dependencias como era el Chiaranda gozarían de algunos años más en plena vigencia. Esto, gracias al renovado interés del público despertado ahora por establecimientos que se hallaban al oriente del Gran Santiago. De hecho, no era raro escuchar en esos años que el restaurante de Ñuñoa era uno de los mejores que las visitas internacionales podían encontrar en la capital.

El Chiaranda continuó apareciendo sugerido en las guías turísticas de los años sesenta, período en que ofrece también algunas características de marisquería, con venta de ostras, choritos, angulas y otros productos marinos, además de algunas carnes y aves exóticas. Aún se destacaba en su cocina internacional las especialidades francesas e italianas, además de su patio con pérgolas y comedores de verano. Por la misma época, era visitado por escritores como Enrique Lafourcade, gran peregrino de restaurantes y centros de recreación, quien lo mencionó en alguna de sus obras.

En tanto, el cronista y bohemio imparable Tito Mundt incluía al Chiaranda en las mejores recomendaciones de su "Guía humorística de Chile", de 1967:

Si a usted le gustan los platos sabrosos y es aficionado a la buena mesa, le vamos a recomendar, sin hacer propaganda comercial de ninguna especie, algunos nombres para que elija los restaurantes de acuerdo con la nacionalidad de la comida que le apetece.

Si le gusta la comida italiana, ahí están el San Marco, Le Due Torri, la Carla, el Chiaranda y los amplios comedores del Audax Italiano, en la calle Lira.

Sin embargo, la época de bonanza iba a pasar incluso para los mejores. En 1978, comenzando la moda de las galerías comerciales con pasillos caracoles, se construyó en aquella esquina el centro Caracol Ñuñoa Centro, obra de los arquitectos Sergio Larraín García-Moreno, Ignacio Covarrubias y Jorge Swinburn. Característico del lugar que, sin embargo ha sido señalado como sospechosamente parecido al Museo Solomon Guggenheim en el East River del Bajo Manhattan, obra de Frank Lloyd Wright terminada recién en 1959.

Habiendo ocupado el edificio del caracol comercial el paño de terreno que antes fuera del restaurante, de la mencionada Casa León y otros establecimientos menores, nada fuera de la subjetividad de las memorias quedó visible para recordar al Chiaranda en aquel lugar. ♣

Comentarios

  1. notable cronica, publiquen algo sobre el crimen del drive in charles

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