Salón bailable Acapulco, presentado en publicidad de "Las Últimas Noticias" del sábado 13 de enero de 1979. Fue el establecimiento que tomó la posta de Las Rosas en Blanco Encalada con Bascuñán Guerrero.
Ya hemos contado acá la vertiginosa historia de la boîte y hostería Las Rosas, conocida también como La Rosa, cuyo salón bailable con orquestas en vivo existió desde mediados del siglo XX en los altos de avenida Blanco Encalada 2785 esquina con Bascuñán Guerrero, en el entonces inquieto y recreativo barrio del Club Hípico de Santiago. Los drásticos cambios experimentados en los años setenta y quizá también las dificultades para las trasnochadas llevaron a que el establecimiento fuera vendido, finalmente. Los nuevos dueños lo rebautizaron Acapulco, iniciando así una última gran vida para este mismo salón desde fines de 1978, si bien conservaría mucho del estilo y la orientación del negocio anterior.
Siempre contagiado de la bohemia, entonces, además del público y el propio ambiente que había crecido en esos barrios alrededor de la ciudadela ecuestre, el Acapulco también continuó con la fórmula de los dancing clubs que había dado renombre a Las Rosas, ofreciéndose así en el modo de un restaurante musical y con encuentros bailables durante las noches. Una agenda de espectáculos de variedades se presentaba allí en cada temporada, además, en un sincero esfuerzo por mantener la tradición artística de los antiguos night clubs, cabarets y boîtes que reinaron por casi 50 años en el mercado de la entretención y en el modus vivendi nocturno.
Para tales propósitos, el nuevo establecimiento se armó de un brillante equipo de artistas y humoristas provenientes de la actividad revisteril que por entonces ya estaba experimentando problemas para su continuidad, como el Picaresque, el Humoresque y el Bim Bam Bum. "A 100 metros del Club Hípico" enfatizaba su publicidad explotando aquella ubicación cercana al recinto favorito de los apostadores capitalinos. Con precios razonables, sus ofertas durante las fiestas nocturnas incluían la famosa linterna con cuatro pilas, es decir, la botella de pisco con cuatro bebidas colas, además de una oferta más grande de dos botellas de pisco y seis bebidas. Los hambrientos podían solicitar en la casa una delicadeza llamada cazuela de champagne, mientras que para los ataques severos de hambre estaba una económica pero enjundiosa canasta con medio pollo asado y papas fritas.
Empleados, trabajadores particulares, grupos de amigos y parejas eran el principal público del Acapulco en cada velada, desde que abría los espectáculos a las 20 horas de todos los martes a domingos. Solamente los lunes podían dormir allí los pollos. El ambiente un tanto pecaminoso que todavía quedaba en los alrededores de esas cuadras a inicios de los ochenta también buscaba acogida a veces en este sitio, dada la gran cantidad de público masculino y compañeros de trabajo que asistían a aquel segundo piso al concluir sus respectivas jornadas.
Entre los primeros artistas del Acapulco aparecen anunciados en la publicidad Arturo Muñoz, ex cantante del grupo santiaguino Punto Seis, fundado y dirigido por el joven Carlos Baeza hasta su trágica muerte en 1976, producto de un accidente. Aunque la banda continuó trabajando, Muñoz lo hizo en solitario cantando por entonces una canción romántica de la agrupación llamada "Chiquilina", la que había salido de estudio en 1973 con su muy característica instrumentación de órgano digital y guitarra eléctrica con punteos etéreos. Allí había debutado ya en el verano de 1979, además, el conjunto Combo Caravana, agrupación con la voz de Carlos Peña. Los bailables eran animados por la Sonora Copacabana, excelentes artistas del entonces famoso sello Sol de América, gran fomento a la cumbia y música tropical en Chile.
El público del Club Hípico de Santiago fue proveedor de clientela para la Hostería Las Rosas y después para el Acapulco, cuando llegó hasta el mismo local. Fotografía de la Imprenta Turismo, años treinta, publicada en el sitio de la Biblioteca Nacional Digital.
Hostería La Rosa (o Las Rosas) publicitada en el diario "Las Noticias de Última Hora", a inicios de mayo de 1956. Ocupó el salón del segundo piso hasta los años setenta, correspondiendo después al Acapulco.
Publicidad para el Acapulco en marzo de 1980, en el suplemento "Estreno" del diario "La Tercera". Se anuncia una presentación exclusiva del cantante chileno Pedro Messone.
Vista del edificio de Blanco Encalada con Bascuñán Guerrero en donde estuvo la Hostería Las Rosas y el Acapulco, en el segundo piso (el lugar de las ventanas clausuradas, y el acceso era por atrás del paradero de locomoción colectiva que alcanza a verse). Imagen del año 2015, tomada de Google Street View.
El humor, en tanto, fue confiado a pesos pesados de las revistas nacionales: Daniel Vilches, Lucho Barra y Marianela Olivares, con amplia experiencia en los escenarios y presentándose ya por entonces como Los Académicos de la Lengua. Se transitaba aún por los primeros años de actividad de esta exitoso y divertido colectivo creativo que, dirigido siempre por el celebérrimo Vilches, además de sus presentaciones en teatros produjo un par de cassettes de la época con sus rutinas, muy conocidas por lo subida de tono y su lenguaje procaz. De ahí el nombre del espectáculo, además, parodiado a la academia española.
También estuvo en el club la showoman Maritza, quien solía salir a escena acompañada por un cuerpo de hermosas bailarinas del establecimiento conocido como Ballet Acapulco. Este equipo femenino no era la única atracción tributando al dios Eros allí: uno de sus primeros números nudistas lo tomó una chica quien se presentaba como Chirly, protagonizando el llamado "Topless Hawaiiano" con música al estilo y estética tiki, como podrá adivinarse. El otro número notable era de Maggi Star en esos mismos días, con un sensual pero atrevido baile afro. "Veranee en Acapulco con 20 hermosas chicas", sugería la publicidad de aquellos tiempos inaugurales. Mucho más vestida debió estar, sin embargo, la anfitriona y maestra de ceremonias de la casa: la encantadora Susana de Herrera, quien solía animar paseando de mesa en mesa.
Llevando ya unos meses en operaciones tomó la dirección artística y la animación principal de las veladas bailables un tal Tony Rey (no confundir con Patricio Zúñiga, maestro cumbiero quien había tomado ya el nombre artístico Tomy Rey desde mediados de los sesenta). En momentos de relativa permisividad pudieron hacerse presentaciones de amanecida, además, especialmente las noches del viernes al sábado y con grandes artistas, algunas empezando con el show a las 1:45 horas de la noche. En marzo de 1980, por ejemplo, se presentó en ese horario de madrugada el cantante nacional Pedro Messone, estando en cartelera también la cantante negra Subilú y la escultural bailarina tropical Maryliana King.
El Acapulco había comenzado a presentarse también como
salón internacional de bailes, con orientación ya no sólo para el público del
barrio hípico, sino también para visitantes extranjeros estacionados en Santiago. Lamentablemente, no
contaría muchos años de vida, debiendo abandonar el lugar ya en
tiempos en que era irreversible el retroceso de la vieja bohemia santiaguina de la que provenía y entre la que aún intentaba sobrevivir aferrado como náufrago a la tabla que flota. En
cierta forma, de hecho, el Acapulco había sido un último y valiente intento por mantener vivo el
espíritu de la anterior Hostería Las Rosas, desafiando los tiempos en inevitable cambio y al propio
destino de la recreación popular.
El sencillo inmueble que ocupaba permaneció resistiendo al envejecimiento y la decadencia, evadiendo el mayor tiempo que pudo al espectro de la obsolescencia. Su salón al final de las escaleras albergaría a otros negocios para la diversión humana, como fueron el pub Al Blanco y el centro de eventos y discoteca Club Nova, pero nunca volvió a relucir como antes. Existieron varios otros establecimientos tipo restaurantes y cafés en su zócalo, además, pero todo acabó para el edificio en 2020, cuando fue completamente demolido. ♣
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