♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣

UNA CONSTELACIÓN EN LA CONFITERÍA LUCERNA

Fachada del Lucerna en la calle Ahumada hacia 1930-1935. Imagen publicada por el grupo FB Fotografía Histórica de Chile.

Por cerca de un cuarto de siglo el restaurante, café y centro bailable Lucerna estuvo escribiendo uno de los más recordados capítulos de la diversión en el centro de Santiago, específicamente en calle Ahumada 262 llegando a Huérfanos, muy cerca del elegante Hotel Crillón y enfrente de la palaciega casa central del Banco de Chile. De acuerdo a Osvaldo Muñoz, Rakatán, en "¡Buenas noches, Santiago!", fue la confitería con orquesta y variedades más importante de su época. Con su nombre evocando a la ciudad suiza, había nacido en el agitado año de 1925 aunque en la dirección inicial de Ahumada 264, donde había estado antes el Almacén Óptico del Instituto Rotter. Una constelación de estrellas artísticas iba a pasar por este famoso centro de espectáculos en los casi 25 años restantes.

El periodista y escritor Hugo Silva redactó algo al respecto en una crónica del diario "La Nación" ("El tiempo del Lucerna", domingo 23 de enero de 1949), en donde plantea que el negocio llegó al lugar como una especie de relevo en la popularidad que tuvo en la capital la antigua confitería Palet. De acuerdo a su texto, esta ya "agonizaba cuando el Lucerna respiraba a pleno pulmón el aire del tiempo nuevo, el suyo". A diferencia de Oreste Plath en "El Santiago que se fue", sin embargo, Silva asegura que quien abrió el Lucerna fue un comerciante de origen vasco y francés:

Su primitivo dueño era don Pedro Argendegui, un vasco francés bajito, pero recio, de mejillas secas y sonrosadas. Supo darle un aire distinto a la combinación de café y confitería. Se las arregló de modo que su establecimiento fuera en el día algo apropiado para familias, para novios acompañados de la mamá, y en la noche lugar en que se sintieran bien los noctámbulos impenitentes, que era como se llamaba entonces a las raras personas que en vez de irse a acostar después del teatro, incurrían en la calaverada de ir a tomar chocolate, o una malta, en el mismo sitio y a la misma hora que los cómicos y las tiples lo hacían.

Silva recuerda también algunas de las primeras anécdotas sucedidas en el establecimiento y de las que quedó registro gracias a él, justamente, salvándose así de las nieblas negras del olvido:

Una noche llegó por allí un grupo de gente que hablaba y reía en voz alta, en contraste con el cuchicheo a que los parroquianos se sentían obligados. Eran los sobrevivientes de un banquete de "intelectuales de ambos sexos" en honor del charlista español Federico García Sanchis. La orquesta, encaramada al fondo en una especie de palco elevado, tocaba en esos instantes un paso doble, y algunos de los que llegaban, entusiasmados, buscaban pareja y se pusieron a seguir los compases bravucones en un pequeño espacio despejado de mesas. Antes de medio minuto, don Pedro Argendegui, desde la puerta de entrada, le hizo a la orquesta un gesto severo, y la música cesó. Al día siguiente, en LA NACIÓN, publiqué yo una croniquilla en que a propósito de este incidente hablaba de la tristeza chilena y del cuidado que poníamos en cultivarla. Hubo a raíz de eso una entrevista de don Pedro con nuestro Director, y al poco tiempo el Lucerna inauguraba con gran despliegue de propaganda e invitaciones, una pista de baile. Para que tal cosa llegara a ser posible, dos revoluciones habían sucedido en pocos meses y una constitución nuevecita regía el país. Don Emiliano Figueroa había iniciado su precaria administración, y en el Lucerna, después del chocolate y el baile, en algunas mesas las vigilias se prolongaban hasta la madrugada. Se bebía whisky y se hablaba en voz baja, con muchos guiños y claves y suspensivos misteriosos en el fraseo. Había un ambiente de conspiración. Alguno le dijo una vez a un asiduo contertulio, que poco tiempo después fue Ministro:

-Usted viene aquí muy seguido.

-¿Seguido? ¡Y cómo no! ¿No ve esos sujetos sentados en la mesa cerca de la entrada? Son agentes de pesquisas, y no me dejan a sol ni a sombra.

Como era obvio que sucedería, aquel rasgo de lugar para complicidades se hizo irresistible a escritores, poetas, periodistas y otros intelectuales. Exponentes de distintas generaciones de las letras nacionales lo conocerán, en consecuencia, entre ellos Jenaro Prieto, Daniel de la Vega, Luis Alberto Sánchez, Manuel Vega, Manuel Rojas, Francisco Coloane, Alfonso Calderón, Osvaldo Rakatán Muñoz, etc. En "Alberto Rojas Jiménez se paseaba por el alba", Plath incluye como recopilador un artículo de Coloane recordando al homenajeado en el título: "Un recuerdo de Navidad con Alberto Rojas Jiménez". Dice allí el autor de "Cabo de Hornos" que en el establecimiento había garzones políglotas en diciembre de 1930, sólo un lustro antes del triste y prematuro fallecimiento de Rojas Jiménez, con quien fue este encuentro:

Su dueño, vasco-francés, tenía garzones que hablaban otros idiomas. Ya iban a cerrarlo cuando pasé a tomar mi último trago de cola de mono y encuentro a un hombre solitario en la mesa. Me hizo un gesto invitándome y luego llamó a un garzón en francés o en alemán, no lo recuerdo. Me senté y bebimos por su cuenta una botella de cola de mono. "¡La última!", nos advirtió el mozo. Mi anfitrión le pidió dinero para pagarla. El mozo se lo facilitó y le prestó algo más. Salimos. Era un hombre mayor que yo, de mediana estatura, rostro oliváceo, más bien una cada azul como las luces del Lucerna, y unos ojos profundos. En la calle tenía un andar de torero. Pasos y pases teníamos que dar para seguir hacia la calle San Pablo y atravesar los puentes del Mapocho. En la otra orilla nos encaletamos en la cantina El Huaso, quedaba frente a la entrada principal del Mercado de la Vega Central (...) Del Lucerna de la calle Ahumada a la cantina El Huaso en la orilla norte del Mapocho, para Alberto Rojas Jiménez, seguramente fue como ir bajo los "viejos puentes de París".

Rakatán reproduce también un testimonio de don Miguel Fuentes, quien en mayo de 1976 había cumplido cuarenta años como como garzón y maître de reputados establecimientos como el Hotel Carrera de Santiago Centro, el Rosedal de Gran Avenida y el Hotel Guaraní en Paraguay. Decía el entrevistado allí que el Lucerna había sido dirigido por "don Pedro Aguindegui, quien le dio la fama que tuvo en sus tiempos de gloria". El autor asegura, además, que en sus años de moda el negocio sólo tenía por competidor al Patio Andaluz, con su sótano ubicado en el Portal Bulnes enfrente de la Plaza de Armas.

Inicio de los aperitivos matinales en el Lucerna, con la presentación de la orquesta Jazz Band de Negros Cubanos, en aviso publicado en "La Nación" del viernes 1 de abril de 1927.

Reapertura del remodelado Lucerna, anunciado en "La Nación" el 25 de julio de 1928.

Postal fotográfica reseñada como calle Compañía hacia 1930, aunque el cartel del Lucerna a la derecha y el edificio del Banco de Chile enfrente delatan que se trata de Ahumada. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.

El Profesor Topaze en el Lucerna. Caricatura de la revista de sátira política "Topaze", año 1933.

Edificio del Banco de Chile y, enfrente, el cartel del Lucerna, en los años treinta. Imagen publicada en el grupo FB Fotografías Históricas de Chile.

El Lucerna publicitado en el "Diario Ilustrado", en el otoño de 1935. Aviso dirigido a la colonia inglesa en Chile.

Armando Méndez Carrasco, por su lado, añade en "Chicago chico" que el café tenía "una orquesta de jazz comercial, tipo straight" y que esta "ejecutaba -con alguna pedantería- aires de Chicago y New Orleans". Este autor confirma también que la mayoría de los parroquianos del local de Ahumada eran "muchachas y jovenzuelos, gente soñadora, todos atraídos por el signo majestuoso del salón", seguramente atraídos por el baile y sus complementos. Además, sabemos que cuando comenzaron a ofrecerse los primeros aperitivos matinales del Lucerna el viernes 1 de abril de 1926, el servicio se inauguró con una presentación especial de la alegre orquesta Jazz Band de Negros Cubanos.

No mucho después daría inicio a los llamados aperitifs-concerts permanentes, idea que parece haber sido tomada del Tea Room de las tiendas Gath y Chaves, en Estado con Huérfanos. Este servicio partió el miércoles 15 de septiembre de 1926, para ser más exactos, con una ceremonia en donde amenizó la música del maestro Ernesto Guzmán y su orquesta. Sin embargo, la primera temporada de estas reuniones de moda se fijarían para los jueves y los domingos, desde allí en adelante. El  aperitif-concert iba de 11:00 a 13:00 horas y, al final de las mismas, con el tiempo se haría costumbre que fuera obsequiado a algún afortunado entre los asistentes al evento un valioso montón de seda. El segundo premio era una botella de champaña de la Marquise de Sevigne, comenta Plath.

Sin embargo, tras una intensa primera modernización y remodelación del local de Ahumada, se realizaría una gran reapertura del establecimiento a las 16 horas del miércoles 25 de julio de 1928. "El local fue reformado de manera moderna, casi futurista, y hubo en el tablado temporadas radianes", escribió Silva. Apuntando a un público más amplio, entonces, fue abierto otra vez con dos orquestas y hasta las 2 de la mañana. Un pequeño pero contundente inserto en el diario "La Nación" de ese mismo día informaba en forma bastante extendida sobre tal reapertura, dejando pocas posibles preguntas:

Sólo conservando su nombre, ya que los trabajos de reparaciones y modificación del gran salón de té de la calle Ahumada 264, han cambiado totalmente su aspecto, se ofrece nuevamente al público de nuestra capital un elegante centro de reunión que ha de contar y asegurarse rápidamente el favor de sus habitués por sus excepcionales condiciones de confort, esmerado servicio y atención personal de sus propietarios, ampliamente conocidos en todos los círculos por su participación destacada en todos los establecimientos de esta naturaleza con que ha contado la capital.

No pueden ser más favorable, pues, los auspicios bajo los cuales reabre sus puertas el "LUCERNA", que ofrecerá servicio matinal de aperitivos, té y vermouth en la tarde, permaneciendo abierto hasta después de la salida de los teatros. Coincidirá este servicio con la pronta iniciación de la temporada lírica oficial, por lo que las reuniones que se sigan en este "rendez-vous" han de alcanzar brillantes proporciones. Dos orquestas, de conocidos profesores tendrán a su cargo los programas musicales de la mañana, tarde y noche, con todo lo que tendrá este salón, especiales caracteres de entusiasmo y animación.

No dudamos que nuestra capital ha de recibir con especial agrado la noticia de la reapertura del "Lucerna", pudiendo contar con un salón de té con todos los adelantos de sus congéneres de Buenos Aires y grandes capitales.

A la sazón, el Lucerna ya estaba en manos de la sociedad Tejero, Harguindeguy y Cía. La versión reportada por Silva es que el señor Argendegui, "fatigado y millonario", había traspasado la propiedad para irse fuera de Chile, al parecer a Buenos Aires. De acuerdo a Plath su principal propietario había sido uno de estos nuevos socios, don Pedro Harguindeguy, de origen francés, cuyo nombre en solitario encontramos también en la publicidad del local entre fines de los treinta y principios de los cuarenta, aproximadamente. Harguindeguy es a quien señalara Plath como aquel que abrió el negocio, dato que nos merece dudas con todo lo expuesto, correspondiendo sí a un "señor de estampa caballeresca, de suaves maneras" quien había estado relacionado además con el mencionado Tea Room de Gath y Chaves.

Completando la descripción del establecimiento, el hombre de teatros Rafael Frontaura dice en sus bohemias memorias tituladas "Trasnochadas" que el Lucerna  era un local completo y con todo lo necesario para la diversión. En efecto, en los tiempos de Harguindeguy ya ostentaba lo que taxativamente señala el memorialista como:

...pastelería y dulcería, bar y "sandwichería", orquesta y números de variedades, pista de baile, salones para banquetes y fiestas, servicio especial de once, desayuno, almuerzo y cena, aperitivos danzantes y contribución a la vida nocturna con sus puertas abiertas hasta altas horas.

En 1930 tuvo lugar otra refacción del local con su respectiva reapertura, hacia mitad del año, ofreciendo desde ahora también sus variados productos de repostería y fiambrería, además de las cada vez mejores actividades artísticas. Algunas fuentes confunden este nuevo inicio con la primera puesta en marcha del establecimiento, curiosamente, a veces indicando incluso a 1932 como su debut, seguramente porque ese año volvió a ser mejorado y reabierto hacia el mes de junio. Lo cierto es que, desde aquel momento, la cartelera y la caja registradora sólo muestran un crecimiento sostenido. Su gran cartel luminoso con el nombre en letras art nouveau dispuestas verticalmente era uno de los principales y más característicos del costado poniente de Ahumada en esos años. Muchas despedidas de solteros, celebraciones de bodas, homenajes y recepciones se realizarán en esos años allí, además.

Por su parte, Hernán Millas recuerda en "Habráse visto" cómo en el contexto de la revolución civilista que puso fin al breve mandato de Carlos Dávila en septiembre de 1932, tras la fallida y efímera República Socialista, el sentimiento antimilitarista que había cundido en parte de la sociedad chilena llegó hasta las mesas del Lucerna. Fue así cómo, luego de que un oficial presente en el salón con su esposa fuese abucheado por la multitud -hastiada de tantos cuartelazos y asonadas- hasta que debió abandonarlo, se distribuyó una circular interna en los cuarteles prohibiendo el uso de uniformes afuera  de las unidades.

Tratando de rastrear aquel incidente, sin embargo, encontramos noticias de prensa confirmando que fue peor: justo en la medianoche que daba inicio al domingo 18 de septiembre, sucedió que la orquesta comenzó a tocar allí la Canción Nacional recibiendo así a las Fiestas Patrias, pero algunos de los presentes lanzaron proclamas contra el Ejército y provocaron a algunos oficiales presentes, desatándose una gresca en donde volaron vasos y botellas. Algunos uniformados incluso se pararon en el acceso impidiendo salir al público y lanzaron tiros al aire para tratar de detener a la muchedumbre, mientras grupos de transeúntes avivaban los enconos desde afuera. Sólo la intervención de Carabineros de Chile, al mando del teniente Carlos Toledo, pudo devolver la calma en la tensa situación, aunque en la refriega había resultado herido el teniente de Ejército don Germán Otto Müller, quien terminó hospitalizado en la Asistencia Pública.

Ya en 1934 el Lucerna aparecía en sencillos avisos de prensa ofreciendo sus ofertas en "helados de todas las clases, tortas, pasteles, cassattas, canapés, sándwichs, petit-fours", además de "chocolates finos e importados y frutas frescas", más "entradas surtidas" con un "etc., etc." como remate. Sus bailables eran transmitidos poco después por la Radio Aliviol, CE-138, y un experto europeo había sido contratado en la casa para nuevas delicias como la crema oriental pagoda, la charlotte Saint Marceau y los panachés, según su publicidad a fines del año siguiente. Plath indica que Harguindeguy siempre buscaba darle al Lucerna aquel preciso sello de diversión que conoció en el Tea Room de Gath y Chaves, que debemos suponer del todo consumada con las completas remodelaciones:

El local tenía forma circular y en las orillas de la pista estaban las mesas. Esta disposición era siempre motivo de comparaciones, a unos les recordaba la pista de un circo y a otros que simulaba un viaje en coche-comedor entre Santiago y el puerto de Valparaíso, lo que hizo decir a Marta Brunet que se podía trillar a yeguas, y a un periodista uruguayo, Hugo Riccaldoni, que le parecía un carrusel detenido. En su confitería se servía a mediodía las medialunas de ave y una copita de vino añejo, lo que era un hábito de las santiaguinas.

En la mencionada obra recopilatoria de Plath para Rojas Jiménez, se incluye además un texto que el joven y trágico literato escribió mencionando al café, crónica titulada "La muerte de Huérfanos Streeet" en el diario "La República" de Valdivia, del viernes 16 de junio de 1933:

La puerta del Lucerna abrigaba bajo su amplia marquesina a los más característicos de los jovencitos de la capital. Las polainas rosadas, las cabezas engominadas que recuerdan el vientre de las mandolinas, las corbatas más inverosímiles y el único bigote comparable al de Adolfo Mejou que existe en Santiago, se ofrecían a las miradas admiradas de las santiaguinas en ese lugar que era el auténtico escaparate de la gomosería metropolitana.

Para mediados de la misma década eran muy concurridos sus horarios de once y almuerzo, mientras que las veladas se extendían ya hasta las 3 de la mañana. El conjunto musical de los bailables era presentado como "la mejor orquesta de jazz de diez profesores", en esos momentos. También en el otoño de ese año su publicidad impresa en periódicos ofrecía toda clase de delicias a la colonia británica en Chile, con los siguientes productos:

Tortas, Postres, Pasteles, Petits fours, Chocolates, Sandwichs, Mantequilla Cunaco de Arriagorriaga, Té Indian y Orange, Café Mezcla Especial, Caviar Romanoff, Queso Suizo Gruyere, Paté de Foie Gras, Amieux Fréres, Sardinas Curbera, Salmón Morton, Pavos asados, etc.

En otro aspecto, durante las mañanas de los domingos se hacían desayunos infantiles desde las 11:30 horas, en los que estuvieron artistas como el querido tony Fosforito hacia el mes de mayo de 1935. Al final de estos encuentros había rifas y otras premiaciones. Para octubre de ese año estaban en las matinées infantiles el Conjunto Orquestal de las Damas Vienesas, de 12 a 13 horas, además del Profesor Verdi y sus perritos amaestrados.

El tony Fosforito en los desayunos infantiles dominicales del Lucerna. Aviso publicado en "El Mercurio" de mayo de 1935.

Alfred Rode en el Lucerna. Aviso del diario "La Nación" del 19 de abril de 1938.

La Orquesta de Damas Vienesas en una fiesta infantil del café Lucerna. Aviso publicado en "La Nación" a inicios de octubre de 1938.

Aviso del Lucerna en "Las Últimas Noticias" del 1 de agosto de 1940. Informa del especialista extranjero que ha sido contratado para la cocina.

Gran Concurso de Valses y Csárdás en el salón del Lucerna, en junio de 1941. Imagen publicada en el diario "La Nación".

Almuerzo de la Asociación de Farmacéuticos de Santiago en el salón de recepciones del Lucerna. Imagen publicada en "La Nación" del 31 de octubre de 1941.

El extraordinario artista francés Alfred Rode llega como número al café hacia inicios del otoño de 1938, justificando con ello un gran cambio de la parrilla musical en las horas del té y de la noche. Ese año estuvo en las matinées infantiles la orquesta de jazz Don Roy's Swingers, además. Por entonces el establecimiento ya era conocido también por sus excelentes servicios de banquetería, recepciones, fiestas íntimas "con vajilla de lujo" y "pavos asados en todos tamaños", según leemos en su publicidad de junio de 1939 en los preparativos del día de San Antonio de Padua. Salta a la vista que se trataba de un establecimiento con una propuesta culinaria de mucha elegancia y refinamiento, todavía bajo el fuerte influjo de la cocina francesa sobre la gastronomía criolla:

Para estas grandes fiestas cumplimos con el deber de ofrecer las siguientes mercaderías:

Los más exquisitos Postres, Bombas heladas, Boscuits Montblanc, Charlotta San Marceau, Tortas especiales para regalos, Canastillos de frutas, Pasteles finos, Bombones especiales.

Completo surtido de canapés decorados, Langostas a la Parisienne, Huevos con caviar, Paté Foie Gras y en Jalea.

Estuvo en aquel período el actor y cantante Hugo del Carril, quien llegó a cantar por un sueldo de 10 mil pesos aunque después vio reducido su salario a la mitad, cuando los encargados se dieron cuenta de que los astros en general atraían público principalmente en su primera presentación, pero iba disminuyendo en los días que seguían. A pesar de esto, su temporada allí fue de gran concurrencia, y Plath señala que, durante las noches bailables, dominaban el ambiente también de "los números de música y canto, como presentaciones de prestidigitadores y telépatas". El Lucerna fue también la sede social del Club Radical durante algunos años.

Entre otras orquestas del período estuvo el grupo Los Estudiantes Rítmicos dirigidos por Pepe Goles, el autor de "La macha del pollo". Se tocaban además temas de Donato Román Heitman y Fernando Lecaros, y sonaron los tangos del veterano bandoneonista ítalo-argentino Antonio Scatasso, así como la rumba del consagrado conjunto Lecuona Cuban Boys. En el otoño de 1939 había estado "la voz de oro" Roberto Díaz, artista de la RCA Victor con canciones de folclore argentino. Hacia fines de septiembre ya tenían en cartelera al conjunto de bailarines de salón y fantasía del Trío Droste, quienes venían llegando de una estupenda temporada en el Casino Urca que funcionó por entonces en el ex Hotel Balneario de Río de Janeiro. Al comenzar abril de 1941 debutaría allí también el maestro Isidro Benítez y su Gran Orquesta, en la hora del té. Posteriormente estaba la Orquesta de Jaime Ceitel en el escenario, todavía a cargo del jazz melódico para la hora del té en diciembre del año siguiente.

En esos momentos, los escritores y cronistas se reunían también en la salida del café o cruzaban hasta las escalinatas de acceso al magnífico edificio del Banco de Chile, hacia el mediodía y para "departir alegremente con una doble intención" anota Plath, asegurando que esa era la mejor hora del centro de la capital, misma en "donde la santiaguina se lucía". "No faltaban los chascarros, chistes, cuentos políticos y literarios", comenta el autor, agregando que, a veces, se veía a todos los presentes en silencio y atentos a la conversación que hacía uno: "Estaban como en exhibición, los que fueron llamados escritores del Banco o de la calle Ahumada". Iniciando las temporadas de conciertos de jazz y ritmos típicos, el Lucerna solía tener incluso algunas participaciones en las Fiestas de la Primavera, especialmente en las llamadas Veladas Bufas de los estudiantes.

Convertido ya en uno de los más prestigiosos centros de espectáculos de todo Santiago, su salón de recepciones fue el lugar de homenaje y fiesta onomástica para la señora Cora Cid por sus colegas de la Asamblea Radical Femenina, en agosto de 1940. Posteriormente, a mediados de 1941, se realizó allí un Gran Concurso de Valses y Csárdás organizado por el diario "La Nación" y el Teatro Metro. Durante cuatro días los concurrentes al salón del café pudieron disfrutar de las melodías húngaras. A fines de octubre tocó celebrar en el salón a la Asociación de Farmacéuticos de Santiago, además. Más tarde, la animación de las reuniones musicales del maestro Benítez estaba en manos del argentino Henry Wilson, quien permaneció en el Lucerna hasta mediados de 1942, más o menos. Fue uno de los escenarios de debut del Trío Moll, integrado por la argentina Irma Moll, su marido español Luis Agudiez y el también hispano Jorge Téllez, grupo fundado tras la disolución de la Compañía de Comedias Velasco de la que habían sido parte.

En agosto de 1942, fue ofrecida allí una fiesta por los comediantes Lucho Córdova y Olvido Leguía, la pareja humorística del momento. Esto se hizo celebrando el estreno de la obra "Un hombre en la calle". Entre los invitados de la reunión estuvieron personajes del teatro, las letras y las candilejas como Carlos Vattier, Jorge Coke Délano, Santiago Ontañón, María Romero, María Isabel del Campo, Malú Gatica y Patricio Kaulen. Gamelín Guerra, autor de  “En Mejillones yo tuve un amor”, también solía aparecerse en el café paseando sus artes. El ventrílocuo Aguidiez con su muñeco don Pánfilo haría lo propio hacia aquella década.

Para fines de abril y principios de mayo de 1943 causa sensación en el lugar el ballet internacional de Los Gitanillos, con fantasías de danza andaluza. Pepe Duarte actuaba y animaba en esos días, y las presentaciones de la hora del té iban con la actriz de radioteatro Luchita Botto, siendo transmitidas por Radio La Americana, CB-130. Poco después, el 5 de junio, Luchita fue homenajeada con un espectáculo en su beneficio en el Teatro Baquedano, cuando se preparaba para viajar a Buenos Aires. En agosto la Asociación de Propietarios de Caballos de Carrera eligió el sitio para su gran almuerzo de confraternidad en honor al ministro de Hacienda, don Guillermo del Pedregal, quien acababa de ser designado Director del Club Hípico, concurriendo importantes personalidades públicas al evento.

Pero para la tarde del lunes 3 de  julio de 1944 habrá polémica otra vez: se anuncia la despedida del talentoso conjunto español Los Bocheros en el Lucerna, y la concurrencia del día fue enorme, con lleno total. Sin embargo, cuando terminaba el espectáculo de la hora del té, hacia las 18:15 horas, subió un encargado de producción al escenario informando que Los Bocheros no llegarían, ya que habían tenido un compromiso en Valparaíso. Las protestas no tardaron en sonar y la gente se retiró sintiéndose estafada, llegando después la denuncia a algunos medios como la revista de espectáculos "Ecran". A pesar del desencuentro con su público, relucirá en el Lucerna después la figura del pianista, cantante y actor argentino Charlo (Carlos José Pérez), llenando de tango aquel salón y los estudios de Radio Sociedad Nacional de Minería, en la que fue su primera aparición en alguna estación radial chilena.

Sin embargo, una desagradable sorpresa afectaría al negocio poco más tarde: fue clausurado por desobedecer las órdenes de Comisario General de Subsistencia y Precios, supuestamente por un cobro abusivo en la cuenta de una once, según averiguó extraoficialmente un reportero de "Ecran". A pesar de que el dueño devolvió el dinero señalando que había un error en la cifra, el cliente de todos modos habría cursado una demanda y el café acabó castigado. Pudo reabrir después de cinco días de cierre forzado, el 30 de octubre de 1944, superando así el primero de los problemas de este tipo que se le presentarían en su última etapa de vida.

El escenario fue desde ese momento para los cantantes tropicales Margarita Lecuona y Pepe Armil, quienes se presentaron con Mónica Valdés. Después correspondió turno en la cartelera al barítono colombiano Carlos Ramírez, contratado también en Radio Corporación. Del mismo modo, estuvo en cartelera la cantante lírica Lily Marbel, tras su fructífero paso por las radios Yungay, Del Pacífico, Cooperativa Vitalicia y Prat.

Ya en noviembre, en las horas del té y de los shows debuts, se presentan los cómicos excéntricos mexicanos Leandro y Celia. El programa de variedades incluía a la bailarina española Anita del Río, la "novia del tango" argentino-mexicana Rosita Quintana, la cantante hispana  Lya Zabay y la sensacional orquesta de Jasha Fridman y sus Gitanos, con el cantante Raúl Videla. Poco después, en diciembre, se anunciaban las presentaciones de lo que llamó "el acontecimiento social del año", con el entonces joven y famoso director musical y pianista de jazz argentino Ken Hamilton (Bernardo Noriega) y su orquesta. Iban a escena también la cantante estadounidense Peggy Sanders y el bolerista colombiano Bob Toledo, en el aperitif-danzant de 19 a 21 horas. Vino el cantor mexicano Juan Arvizú, además.

En aquel minuto el Lucerna era uno de los pocos grandes espectáculos de la tarde que quedaban en Santiago Centro, junto con el Sótano de la Quintrala que estaba en Agustinas llegando a Estado. Esto explica la lealtad que seguían teniéndole los intelectuales y hombres públicos, por algo tan utilitario como emocional. De acuerdo a Silva, se tornaron clientes habituales del café en aquellos años personajes como Pablo Ramírez Rodríguez, ex ministro de Agricultura y Educación de Carlos Ibáñez del Campo y al día ministro de Hacienda del gobierno de Juan Antonio Ríos. Acudía al lugar para "despejar un poco la cabeza cambiando epigramas con los amigos", dice el cronista:

Entre estos, casi nunca faltaba un viejo estrafalario, con pinta de Don Quijote, al que todos llamaban "El Gobernador", porque lo era en realidad, de un departamento lejano, pero con perenne licencia en Santiago. Era un hípico recalcitrante, liberal de vieja cepa y discutidor impenitente. Llevaba lentes de resorte, un abrigo negro muy raído y una dignidad inconmensurable. Su misión consistía en contradecir a Pablo Ramírez en todo, de una manera acerba y agresiva. Para Pablo, era aquello como una gimnasia mental, que le servía para mantenerse en forma.

El mismo autor observa que muchos otros cafés intentaron competir o imitar al Lucerna en aquel momento, sin lograr destronarlo. "Había noches en que Lucerna era, además, un verdadero muestrario de celebridades del teatro y la intelectualidad locales", quienes iban hasta allá para "posar, a tomar chocolate en público", incluyendo actores, críticos, poetas y pintores. "Mas que a ver los números, a que los vieran a ellos, a que desde las mesas vecinas se apreciara su gracejo, su figura y su genialidad", sentencia Silva.

En cuanto a la intensa agenda de eventos sociales, nos encontramos con que el Lucerna fue el lugar escogido para nuevos banquetes y homenajes como el recibido por don Alfredo Estrada Merino para don Jorge Beeche Calderón, a mediados de mayo de 1942, cuando este fue elegido presidente de la Línea Aérea Nacional, LAN Chile. Al encuentro asistieron los diputados Pelegrín Meza Loyola y Jorge Rivera Vicuña, el regidor de la ciudad don Santiago Poblete y la escritora uruguaya Blanca Luz Brum, entre otros.

El espectáculo mantuvo su nivel, en tanto, y un mes después la hermosa bailarina y actriz española Marisa Cobián se está presentando en la confitería. Sin embargo, a inicios de 1943 la fuerte disputa entre los restaurantes de Santiago Centro llevó a que el Lucerna incorporara la opción de cubierto fijo de comida, más económico y rápido al estilo de las colaciones y almuerzos ejecutivos, aunque según sus avisos era para complacer "numerosos pedidos de nuestro clientes". Poco después estaba en su escenario cantante, tanguero y actor rosarino Agustín Irusta, confirmando que el empeño por mostrar buenos shows se conservaba íntegro. Bien evaluada fue también Chichita Gladys, otra de las importaciones desde la escena platense.

Manifestaciones en el Lucerna, informadas en las páginas sociales del diario "La Nación" del 17 de abril de 1942.

El grupo Los Quincheros en las mesas del Lucerna, antes de una presentación. Imagen publicada por la revista "Ecran" de julio de 1944.

La cuadra de Ahumada en donde estaba el Lucerna hacia los últimos años de existencia del café, probablemente cerca de 1945. Fuente imagen: grupo FB Fotografías Históricas de Chile.

El escritor Manuel Rojas con una gran cantidad de colegas y amigos en el salón del café Lucerna, hacia 1947. Imagen e información del Archivo del Escritor, publicada por Memoria Chilena.

Imágenes del incendio del Lucerna del 21 de enero de 1949, visto desde el cerro Santa Lucía y desde la propia calle Ahumada. Imágenes publicadas al día siguiente en el diario "La Nación".

El incendio del Lucerna en 1949. Fuente imagen base: grupo FB Mis Fotos Antiguas y Recuerdos.

Un acierto de 1945 fue reclutar a la artista del cine argentino Elisa Labardén como nueva maestra de ceremonias, siendo aplaudida por los críticos. Aparecían por entonces en el escenario, hacia fines del invierno, Margarita Lecuona, el Tío Moreno y el cantante melódico argentino Jorge del Prado. Dos eran los conjuntos bailables: la Orquesta de Stephan Tertz y la Orquesta Típica de Héctor Presas. Ya en la primavera Meche Videla hará una pausa en sus actividades radiales para reincorporarse como cantante del Lucerna, en donde había estado también durante el año anterior. Renuente a las zalamerías, "Ecran" hacía la siguiente crítica sobre las presentaciones que por entonces estaban realizando allí también Los Quincheros, en su edición de inicios de octubre:

Sí; la verdad es que confrontando a este conocido conjunto con el público, ambos están en franco desacuerdo. Asistimos a una de las presentaciones nocturnas de "Los Quincheros", en el Lucerna, y una vez más llegamos al convencimiento de que la música chilena, que ellos cultivan con bastante propiedad, encuentra muy buena acogida entre el heterogéneo público que puebla este recinto. También hemos comprendido que es un error incalificable tratar de abordar con igual dominio otros géneros populares extranjeros. Esa noche, sin ir más lejos, interpretaron una "guaracha", un bolero y dos estilos chilenos. Al final, hubo que satisfacer, sin embargo, a los asistentes, quienes pedían a gritos motivos nuestros, especialmente "Abran Quincha". El bolero y la guaracha, y los más de los chistes de Hernán Velasco, pasaron inadvertidos.

Entre los artistas más recordados estuvo también Esther Soré, la célebre Negra Linda. En una ocasión hacia fines de aquel año, incluso debió subir al escenario por presión del público: había asistido al Lucerna como cliente, junto su novio y su madre después de un matrimonio, pero cuando comenzó a ser reconocida por los presentes aquella Nochebuena de 1945 todos empezaron a pedir que cantara. Ella accedió y sin problemas, con una tonada acompañada por la orquesta sacando aplausos y felicitaciones. Sin embargo, el respetable no quedó conforme y pidió una segunda y tercera canción, mientras su mesa era colmada de bombones, flores y champaña que regaló el mismo público como agradecimiento. La anécdota está descrita en la primera "Ecran" del año siguiente.

Luego, vendrá el debut de la cantante española pero argentina por adopción, Tania (Ana Luciano Divis), quien hizo presentaciones también en Radio Prat. No mucho después tocará el cimbal el diestro músico Constantin Viadescu. Para abril de 1946 el escenario pertenece a un completo espectáculo artístico en donde están Ricardo Pimentel, Alicia Crestp, Pablo Cid y la Orquesta Típica de Claussi. Pimentel, quien procedía de Radio Belgrano en Buenos Aires, ya había tenido un estupendo desempeño allí en el año anterior: se presentaba cantando canciones criollas argentinas acompañado de dos excelentes guitarristas, además de demostrarse buen imitador y parodista. Por entonces, el representante de la empresa Interamerican, Guido Mérico, había llegado a un acuerdo con el Lucerna que le permitió negociar, además de Pimentel, con artistas como Pablo Palitos, Lolita Torres, Manuel de Mozos, Daniel Adamo, el dúo de baile español Teresa y Luisito, Carmen Miranda, Deana Dubrin, Mapy Cortés, Elvira Ríos y Sofía Álvarez.

Otros de aquel período fueron el barítono Mario Arancibia, cantante de Radio Sociedad Nacional de Minería; el exitoso bolerista argentino Leo Marini, uno de los principales astros del año 1946; el canzonetista italiano Nino Tibi, con presentaciones también en Radio Cooperativa Vitalicia y Nuevo Mundo; y Elvira Ríos, cantante del Tabaris de Buenos Aires. Más tarde, se asoma en la misma cartelera el nombre del cantante italiano Carlo Buti, en diciembre de 1946, subiendo sólo unas horas después de haberse presentado en forma extraordinaria en el Teatro Real, el martes 12. Estuvieron en el show el humorista y animador Monicaco (Luis Rojas Müller) y la bailarina de ritmos españoles Carmencita Villa, quien hacía su debut en el café. Debutaría por aquel entonces en el lugar el cantante talquino Francisco Gómez Ortíz, más conocido como Pepe Lucerna, quien era también artista del Tap Room de calle Estado, el club Casanova del Teatro Ópera en Ahumada y de Radio Minería.

El 1 de febrero de 1946 se realizó en el Lucerna un gran cocktail del Comité Pro-Defensa del dirigente nacionalista Tancredo Pinochet Le-Brun y del Consejo de la Caja de Previsión de Empleados  Particulares, con asistencia de autoridades y representantes políticos. El tradicional banquete de cierre de la Sociedad Nacional de Bellas Artes se celebró en el mismo local, ya hacia fines de año. Sin embargo, esos últimos tiempos no fueron tan relucientes para el negocio, sumido en una competencia feroz y el envejecimiento de su otrora público juvenil e intelectual, si bien su cartelera del verano de 1947 había incorporado a figuras como la cancionista ecuatoriana Lolita Naranjo, al barítono español Antonio Curtis y al llamado "actor de la poesía" Silvio Juvesi.

Blandiendo espadas en contra de las dificultades, en mayo aparece el joven ventrílocuo uruguayo Pinocho (Juan Carlos Mareco) en el Lucerna. Más cerca del fin de año llegan también el dúo de cantantes colombianos Fortich y Valencia (Gustavo Fortiche y Roberto Valencia), artistas de RCA Victor quienes harán presentaciones además en las Radios Minería y Corporación antes de emigrar a Buenos Aires, contratados ahora por Radio El Mundo... Sin embargo, se venían nuevos problemas.

En noviembre de ese año encontramos en la prensa otra orden de clausura e investigación contra le local, de nuevo por la inclemente Comisaría General de Subsistencias y Precios. Las severas sanciones iban ahora por el expendio y la manipulación de los alimentos en el local. A pesar de todo y cumplidos los días de cierre forzoso, volvió a entrar en actividad y siguió dando la pelea en la céntrica cuadra de Ahumada. Se presentan artistas como Fernández Valencia, quien puso de moda las guarachas e hizo apariciones en Radio Corporación. Poco después, el espectáculo principal allí es del mencionado cantante Raúl Videla con la pareja de bailarines Carmencita Ruiz y Paco Mairena, quien ya se perfilaba como uno de los grandes coreógrafos del ambiente artístico.

Habían estado en los anuncios también artistas como Myria Silva, conocida como "la reina de la guaracha", y regresa el comediante nacional Monicaco. Tocaba a la sazón en los bailables la orquesta del maestro Carlos Salas. Julio es el turno al trío de cantantes e instrumentistas portugesas Las Hermanas Meireles, quienes venían de presentarse en Portugal, Brasil, España y Argentina, entre otros países. Tras su debut en Radio Sociedad Nacional de Minería fueron la gran atracción del Lucerna durante aquel período. Y, hacia esos mismos meses de 1948, se había incorporado al espectáculo la cantante y actriz chilena de cine y teatro Leda Vial, quien acababa de aparecer en el filme "Mis espuelas de plata" de José Bohr, rol por el que fue cruelmente criticada desde la revista "Ercilla" a inicios de junio por Hernán Millas, diciendo: "En un país que se precia de la belleza de sus mujeres, su tipo es una contrapropaganda", calificando así su aparición como "desacertada". Ahora, Leda estaba como lady-crooner en la orquesta de Salas y también en la del director Bernardo Lacasia, ambas en el café Ahumada.

Subía al escenario durante aquellos días el bolerista Rodolfo Cueto, quizá en su mejor momento profesional. Ya más cerca de fin de año vemos también el nombre del cantante Hernán Pelayo, el barítono más joven de América en esos momentos según su carta de presentación, quien fue contratado para animar los espectáculos de la casa. Poco después tiene ocasión uno de los últimos eventos sociales importantes realizados en el Lucerna: la despedida de las Meireles y su familia, tras la larga temporada hecha en Chile. La revista "Ecran" informaba así aquel evento en su edición del sábado 8 de enero de 1949, acompañado de una imagen fotográfica:

Las Hermanas Meireles, que durante mucho tiempo estuvieron cosechando aplausos del público chileno, partieron hace poco a Portugal, su patria. Los propietarios de la Confitería Lucerna despidieron a la familia Meireles, la noche antes de su partida. Aquí aparecen Cidalia, Milita y Rosario Meireles; José Meireles y Augusta de Meireles; el doctor J. Figueroa, Santiago Mello, Luis Morchio, Miguel Solari y Esteban Bacigalupo.

Sin embargo, todo acabaría abruptamente para el Lucerna pocos días después, con un voraz incendio sucedido el viernes 21 de enero, no el martes 25 como informan erróneamente y a casi coro la mayoría de las fuentes y reseñas sobre la confitería. Al parecer, esta última confusión se debe a otro siniestro ocurrido ese día en Morandé 470 y que destruyó las oficinas del periódico "The Pacific Mail", aunque con menos desastre que el caso anterior. Este era el tercer gran incendio de Santiago en menos de 15 días, de hecho.

El fuego en el Lucerna comenzó con la inflamación accidental de un depósito de cera, específicamente de un tarro en el segundo piso del edificio, cuando un operador se preparaba para las labores de limpieza en ese nivel, desatándose rápidamente las llamas y haciendo que el empleado entrara en pánico y huyera. En minutos se levantó una humareda que pudo ser vista desde casi toda la ciudad de entonces. Era una tarde calurosa en la que se encontraban cerca de 20 personas como clientes en el local, además, todas ellas sirviéndose refrescos. Al oír los gritos advirtiendo del fuego escaparon, aunque una anciana, llamada Clementina Zamorano y quien en esos momento se servía tranquilamente una copa de helado, sufrió un súbito ataque de pánico o desmayo, debiendo ser rescatada arrastrándola en la misma silla donde estaba sentada.

Trece compañías de bomberos corrieron a combatir el infierno desatado en Ahumada, pero se encontraron con un terrible problema: la escasez de agua y la falta de presión en los grifos. El caos y la angustia fueron tremendos, imposibilitando la labor de los 450 voluntarios que lucharon con el fuego durante largo rato, resultado tres de ellos heridos. Los daños provocados por el desastre se contabilizaron en unos 65 millones de pesos, alcanzando también a las tiendas Falabella en el 242 de Ahumada por lo que después lanzó lo que quedaba de sus existencias en liquidación. Otros locales también fueron alcanzados por las llamas en ese tramo de la calle y a la vuelta de la cuadra,  como la fuente de soda Huérfanos del 1042 en la calle del mismo nombre. Quedó al descubierto, de paso, tanto la falta de preparación del personal del Lucerna ante las emergencias como el hecho de que algunos mozos se veían obligados a ejercer labores de aseo en el mismo negocio, caso de aquel que desató accidentalmente el caos.

No todos lamentaron la muerte del viejo y cada vez más olvidado café a esas alturas, sin embargo, como el incorregible Joaquín Edwards Bello. El escritor decía con sorna a los pocos días y con apatía, en una de sus columnas: "El Lucerna no evocada nada para mí. No podría construir una crónica necrológica sobre algo que no conozco y que vi por fuera en un local transformado sin cesar", definiéndolo además como carente de tradición.

En el lugar donde estuvo el Lucerna se construyó e inauguró hacia mediados de la década siguiente el Edificio Pasaje Roberto Mac-Clure, que con su nombre recuerda a quien había sido propietario del anterior inmueble allí siniestrado. Salvo por su zócalo, tiene líneas claramente más modernas y sencillas que el resto de la arquitectura por ese lado de la cuadra. Este lugar fue conocido en los años ochenta porque albergó a una de las más populares casas de videojuegos tipo arcade de su época: Delta 15, hacia el lugar de la cuadra en donde había estado el Lucerna, coincidentemente. Esto era casi enfrente del lugar en las gradas del Banco de Chile, esas en donde ya no se sentaban escritores jóvenes para aquel entonces, sino que se instalaban artistas humorísticos callejeros como Les Roteques y, más tarde, Los Atletas de la Risa.

Desde antes del incendio en Ahumada había aparecido ya un nuevo Lucerna en la dirección de avenida Independencia 2031. Presentado como restaurante y atendido por su propio dueño, en pequeños avisos económicos publicados ya abril de 1945 se ofrecía para comer bien "a un paso del Hipódromo Chile". Lo encontramos después en el 2032 de la misma avenida, a principios de los cincuenta, y luego 2047 casi llegando a la Plaza Chacabuco. Alojó allí en un caserón de ladrillos que aún existe, lugar con sus propios claros y oscuros que, si bien funcionó también como restaurante, boîte y dancing club, difícilmente habría tenido algo que ofrecer recordando al esplendoroso pasado del café de Ahumada, cuya brillante y cálida constelación se apagó entre llamas de aquella tarde de 1949, paradójicamente. ♣

Comentarios

♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣