De izquierda a derecha: Arlequín dibujado por Nicolás Bonnart (en "Recueil des modes de la cour de France", siglo XVIII); retrato de un bufón por William Merritt Chase ("El bufón de la corte", siglo XIX); ilustración de Polichinela por Michel Levy Freres (en "Masques et bouffons", siglo XIX).
Ya hemos dado espacio acá a la historia de la actividad circense chilena y sus personajes símbolos como tonis y payasos, además de la importancia que tuvieron en el mismo ambiente las pantomimas o representaciones histriónicas y gesticulares, aportando a la estructura funcional y tradicional que adoptaron en el país los genuinos circos criollos. Sin embargo, siendo el mundo de payaso todavía nuestro eje central en esto, se hace justo profundizar también en sus raíces más remotas, ya que estas formas artísticas llegaron a tener miles de años de desarrollo con tradiciones remontadas al mismísimo Mundo Antiguo y que, sin embargo, se reflejan también en el resultado final de los artistas payasescos, en todas sus variedades.
Es dato conocido el que los payasos ya existían en Egipto por el año 2.500 antes de Cristo, pasando después a equipos de artistas que se presentaban en forma andariega por Grecia, Roma y hasta China. Muy relacionados con lo que se conocerá como bufones, arlequines y mimos, los payasos también podían cumplir con roles de crítica social, burla y hasta alcances religiosos, simulando ser torpe, ingenuo, infantil o ridículo para sacar risas con sus presentaciones. Entre sus ancestros más distantes está el tonto rústico del teatro greco-romano, personaje antecesor también del bufón y que adoptada características palurdas o con ingenuidades de niños en su presentaciones. Más tarde, los actores comediantes barrocos de estilos que serían llamados con el tiempo de payasos, graciosos y caricatos, hacia el siglo XVI ya estaban expandidos por toda Europa y eran tan requeridos por reyes, para divertir a sus cercanos, como por taberneros, para alegrar a su público.
En tanto, durante la Edad Media la commedia dell'arte italiana había transformado a los tontos rústicos en los zanni, traducible como criado o siervo, una de las tres categorías de la comedia junto a los vecchi o amos y los innamorati o enamorados. Los zanni vestían de color blanco, en sus inicios, pero irían adoptando trajes a rayas, rombos o parches más coloridos, precursores de la especialidad después llamada pagliaccio y correspondiente con el payaso actual. De dicho grupo de personajes surgen algunos inolvidables y más o menos parecidos en algunas características de humor, como Arlequín, Brighella o Scapino, este último tomado por Molière para publicar en Francia su comedia "Les fourberies de Scapin", estrenada en 1671. El carácter circense que los define hasta la actualidad comienza a gestarse en el siglo XVIII, cuando los artistas relacionados se integran a las varietés de las compañías de volatines, antecesoras de los circos de carpa. Uno de los primeros payasos separados ya del arte teatral y convertido en número de espectáculo cómico fue el inglés Joseph Joey Grimaldi, quien a principios del siglo XIX se presentaba en la forma que se ha vuelto tradicional entre tales artistas, además de maquillado y vestido en forma extraña. Su influencia fue tal que los payasos arlequinados fueron llamados por largo tiempo joeys.
Como se observa, el origen y desarrollo de los payasos desde el Viejo Mundo está en los mismos antecedentes de las artes teatrales y espectáculos doctas o populares, entonces, entrecruzándose con otros roles de artistas humorísticos. También forma parte de una categoría especial de artistas clásicos y cómicos, generalmente ligados a actividades y círculos cortesanos, que existieron en diferentes épocas y sociedades europeas, llegando a acusar algunas influencias entre sí. Muchos de los rasgos y conceptos en que se mueven los payasos modernos provienen de estos oficios pertenecientes a la misma familia de las artes de la comicidad.
Dicho lo anterior, vemos que entre los principales exponentes de tales disciplinas que pueden haber dejado huellas en el oficio de los payasos modernos y del artista cómico en general, están los siguientes:
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MIMOS: Si bien el concepto se ha definido en tiempos relativamente modernos con artistas de pantomimas como el mencionado inglés Grimaldi, a inicios del sigo XIX, se trata antiguos artistas remontados al teatro y los actores imitadores de la Antigua Grecia, asociados a las rutinas silenciosas o de pantomimas con ausencia verbal y empleo de la mímica y el recurso histriónico como principal acción. Los primeros comediógrafos griegos que crearon rutinas para el mimos serían Epicarmo de Cos y Sofrón de Siracusa, en el siglo V antes de Cristo. Por entonces podían representarse en comedia o tragedia, aunque no siempre contaron con la admiración de los soberanos cuando llegaron a Roma, siendo incluso desterrados por el emperador Trajano. Ya en la Edad Media se incorporaron a la commedia dell'arte italiana y representados por bufones y Pierrots. Los mimos también fueron influyentes a inicios del siglo XX en actores del cine mudo como Buster Keaton, Harold Lloyd y Charles Chaplin, astros quienes, a su vez, se hacen inspiración para muchos payasos modernos. Su maquillaje característico, tan bien ofrecido por el maestro Marcel Marceau, conecta al mimo directamente con los clows cara blancas, además, apareciendo incluso mimos bailarines o instrumentistas El estilo mímico surgido del teatro artístico italiano y francés se considera la base del lenguaje corporal de los actuales payasos, especialmente el más flexible y circense desarrollado después por el mimo Jacques Lecoq. Los ingleses hicieron un gran aporte, sin embargo, con la creación de la arlequinada y el teatro de pantomimas en espectáculos de los teatros Royal, Real de Drury Lane y otros.
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BUFONES: Se trataba de los personajes encargados especialmente de hacer reír a las autoridades reales con sus bromas, chistes e intervenciones ingeniosas, aunque también podían tocar música, hacer pantomimas, acrobacias y otros recursos. Los bufones británicos empleaban además un báculo con una pequeña cabeza imitando la suya y que hoy se retrata en cartas joker del naipe inglés, lo que los ubica también en el oficio de los títeres. El bufón podía ser hombre, mujer, niño, enano, personas con deformidades, rasgos grotescos e incluso discapacidades o alteraciones mentales que los hicieran divertidos. Proviniendo su nombre del italiano Buffone y Buffo, este rol se remonta a personajes del antiguo Egipto y Fenicia, particularmente en el culto a la deidad femenina Bes, por lo que su función tenía entonces cierto alcance sacro. En Grecia se fundían con la labor de los juglares, representando obras teatrales y fábulas en Atenas, algo que se imitó en Roma asumiendo el papel personas deformes como Licino, un diminuto hombre de medio metro quien habría sido bufón del emperador Augusto. Ya adoptado en el resto de Europa estos artistas comenzaron a servir como comediantes permanentes y a vestir con ropas extrañas o ridículas, además de llevar sombreros, bastones y otros artículos en el mismo tono burlón, siendo casi una especie de contraparte de la solemnidad del rey o príncipe en cuya corte y salones se presentaba. La imagen más conocida del bufón en el imaginario colectivo es con un gorro de picos con cascabeles en las puntas, posible parodia de la corona real, pero la verdad es que se usaron diferentes atuendos de este tipo entre los bufones todavía en el siglo XIX.
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ARLEQUINES: Fueron e los personajes graciosos más populares en la Edad Media, y acabaron relacionándose con la commedia dell'arte italiana del siglo XVI, en donde eran zanni o criados. El Italia fue llamado originalmente Arlecchino, pasando después a Francia. Su nombre provendría de Hellekin, una advocación tipo sátiro del dios escandinavo Odín. Arlequín o Arlequino era un papel específico en esas comedias y solía aparecer en escena acompañado de su amigo Brighella: ambos conformaban la base de la dupla similar a la usada después por los payasos en los circos, en la que uno hacía de "tonto" y el otro de "astuto", cualidades de Arlequín y Brighella, respectivamente. Con el tiempo se iría perdiendo la dualidad complementaria, sin embargo, pues Arlequín se fue volviendo a veces más inteligente o más grosero. También solía aparecer un personaje femenino llamado Colombina, bella, sensual y pícara. En general, el Arlequín como categoría artística o tipo se representaba como un mendigo con ropas bufonescas y carnavalescas pero hechas de retazos y rombos, con algunos rasgos andróginos, gorro tipo bonete, boina o con puntas y cascabeles también al estilo del bufón, más una máscara o maquillaje con ciertos atributos de diablo. En Chile las representaciones de arlequines fueron muy frecuentes en los carnavales, fiestas de estudiantes y manifestaciones artísticas.
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PIERROTS: Corresponde en sus inicios a otro de los más famosos personajes de la comedia italiana relacionado con los papeles que desde el siglo XVI se valían de una máscara llamada Pierotto o Pedrolino. Entre los principales artistas que encarnaron a Pierrot estuvieron Fabio Antonio Sticotti, su hijo Antonio-Jean Sticotti y Giuseppe Giratoni de la Compañía Gelosi, ya en la siguiente centuria. Pasó después a los espectáculos de Alemania y Francia en donde destacó en el rol el actor Jean-Gaspard Deburau, dándole los rasgos que serían más universales para las representaciones de Pierrot esta vez como categoría general: personajes silenciosos, de cara blanca, con vestimentas holgadas y un cuello o gorguera de lechuguilla. El Pierrot y su versión femenina Pierrette fueron muy conocido entre los gustos de las élites chilenas del siglo XIX y principios del XX, apareciendo incluso en bailes de máscaras o fiestas de disfraces como la organizada por la familia de don Enrique Concha Toro y doña Teresa Cazotte en su desaparecido palacio de la Alameda de las Delicias, a mediados de octubre de 1912. Su influencia se hace muy clara en el aspecto y actuación de los mimos modernos y los clowns caras blancas, además.
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POLICHINELAS: Otro de los zanni de la comedia del arte italiana que logró popularidad internacional, originalmente llamado Pulcinella y relacionado también con el ballet del mismo nombre de Igor Stravinsky en el siglo XVIII. No hay claridad sobre el origen del nombre, sin embargo: entre otras teorías, se cree que derivaba de paolocinelli para referirse al comediante napolitano Paolo Cinelli, del siglo XVI. Astuto, andariego y trabajando en diferentes oficios, ya aparece en Francia en la siguiente centuria con el nombre Polichinelle, también representando a la plebe y vestido de forma extravagante, con sobrero alto y de alas levantadas que, más tarde, el actor italiano Antonio Petito reemplazó en el siglo XIX por un elegante bonete prolado, posible antecedente de le traje que usarán los cara blanca. Petito fue el más famoso intérprete del personaje, llegando a ser llamado el Rey de los Polichinelas. Lo seguiría en la misma fama el napolitano Eduardo Scarpetta y, ya en el siglo XX, su hijo Eduardo de Filippo. El personaje Polichinela está directamente relacionado, además, con el origen de la clásica representación del títere español Don Cristóbal Polichinela, que fue muy conocido en Chile en el siglo XIX y hasta entretenía a los soldados chilenos de la Guerra del Pacífico en las funciones de los campamentos. Incluso existió una revista chilena de sátira política llamada "Don Cristóbal", por lo mismo, hacia los albores de la Guerra Civil de 1891.
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MURGAS: Posiblemente derivadas de las desordenadas y carnavalescas fiestas romanas de las saturnales, se desarrolló como un género teatral-musical en equipo en países como Italia y España, emigrando después a América Latina, especialmente en las fiestas de carnavales, celebraciones públicas, eventos deportivos y fiestas patronales. Se caracteriza por sus cantos jocosos en coro y con integrantes vestidos de forma absurda, combinando elementos carnavalescos con los de bufones y arlequines, además de maquillajes coloridos e instrumentos varios. Originalmente, las murgas habrían sido grupos de artistas callejeros surgidos en el puerto de Cádiz y emigrados después a Badajoz. Sus formas más modernas llegaron a Sudamérica en tiempos muy tardíos, a inicios del siglo XX con una compañía de zarzuelas llegada a Montevideo. Sin embargo, es presumible que ya hayan influido desde mucho antes en el estilo de comparsas de payasos y orquestas humorísticas de músicos quienes se presentaban cantando letras satíricas o pícaras y que ya eran conocidos en el continente americano y sus carnavales. Las murgas están relacionadas también con las Chirigotas, agrupaciones corales e instrumentales españolas que pasean por las calles cantando letras divertidas durante el carnaval, especialmente el de Cádiz, con trajes exagerados o ridículos que, en muchos casos, se parecen mucho al de los payasos de circo, especialmente los augustos.
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GRACIOSOS: Los graciosos o donaires eran personajes populares de la nueva comedia española del Siglo de Oro, especialmente por obras como las de Juan de Encina, Lope de Rueda y Lope de Vega. Representando en la literatura y dramaturgia renacentistas por lo general a plebeyos, siervos, campesinos o gente de modales toscos, el gracioso se caracterizaba por ser un tipo simplón, "tonto" y con comportamientos cobardes, bufonescos, glotones, hedónicos, bebedores e ingeniosamente pícaros, que resultaban divertidos en las obras de los corrales teatrales. Sin embargo, también solían ser descritos como leales: seguían incondicionalmente a sus señores y los ayudaban a salir de problemas o entuertos, rasgos que podría provenir de los esclavos que aparecían en las comedias del dramaturgo Plauto, de la Antigua Roma. Miguel de Cervantes dejó plasmado un poco de esto en la relación de Sancho Panza y don Quijote, además. También presentan paralelismos con los personajes reales de estratos populares o suburbios llamados manolas, quienes, desde fines del siglo XVIII, se distinguían en la sociedad madrileña por sus formas extravagantes de vestir y su actitud de desenfado. Están directamente relacionado también con el concepto del actor caricato en las obras de teatro o espectáculos, rol que en el cine han encarnado con maestría actores como Jerry Lewis, Peter Sellers, Benny Hill o Rowan Atkinson. El payaso "tonto" o contraugusto que acompaña a otro más astuto de tipo tony augusto o clown cara blanca en los circos representa precisamente el rol que correspondía al gracioso en el viejo teatro.
De izquierda a derecha: histriones graciosos en una comedia ambulante de fines del siglo XVIII, pintados por Francisco de Goya; ilustración de un mimo inglés del 1800 (el payaso Joseph Grimaldi); una murga gaditana pintada por el español José Gutiérrez Solana.
Los famosos bufones del pintor español Diego Velázquez hechos en el siglo XVII: El Primo o don Sebastián de Morra (con enanismo), a la izquierda, y el Calabacillas o mal llamado Bobo de Coria (probablemente con alguna discapacidad cognitiva reflejada en sus particulares rasgos), a la derecha.
Reconstrucción del coliseo teatral de Oláez y Gacitúa en la calle Las Ramadas, de 1801-1802, hecha por Alberto Texidó en 2011 basándose en las descripciones de Eugenio Pereira Salas. Exposición "Años de circo" de la Biblioteca Nacional.
Caricatura "A diestro y siniestro", en donde se ve al títere Don Cristóbal armado con su cachiporra y todo un teatro de muñecos con caras de políticos de la época, en el primer ejemplar del periódico satírico llamado también "Don Cristóbal", 1890. Este personaje se basaba en el Polichinela del teatro artístico italiano.
Alegorías del carnaval y la cuaresma, en ilustración de la revista "La Lira Chilena", temporada del año 1898. Un bufón o arlequín simboliza a la fiesta.
Portada de "La Lira Chilena" dedicada a las celebraciones carnavaleras de 1902. Ilustración de Emilio Dupré. Payasos de tipo Pierrot o Arlequín representan la fiesta.
El carnaval según Paul Dufresne, ilustrador francés residente en Chile, en la revista "Zig-Zag", año 1905. Se observa un disfrazado de Pierrot.
Artistas, galerías y ambientes íntimos del Circo Nelson en 1908, en imágenes publicadas por la revista "Sucesos". Se ve un payaso vagabundo, un tony músico y una dupla de bailarines cómicos sin maquillaje, pero relacionados también con el mismo arte de los payasos.
Murgas en el carnaval en la ciudad de Tacna, por entonces aún bajo bandera chilena, en la revista "Sucesos" de marzo de 1912. Se distinguen cabezas, botargas, máscaras y otros disfraces de fantasía.
Fiestas de la Primavera, octubre de 1918, en registros de revista "Pacífico Magazine". Pierrots, arlequines y clowns carablancas son los disfrazados.
Muchas categorías de artistas como los nombrados y descritos podían actuar en forma totalmente independiente o bien en sociedad con otros parecidos, como sucedía con los tradicionales saltimbanquis o saltimbancos del pasado. Estos correspondían a los diversos artistas callejeros que fueron precursores también de los espectáculos volatineros y que incluían a maromeros acróbatas, trapecistas, saltadores de básculas, funambulistas, equilibristas de zancos, ilusionistas y adiestradores de animales. Remontados a los tiempos de los acróbatas minoicos de la tauromaquia en Creta, los saltimbanquis ingresaron después a las artes de la comedia teatral italiana y francesa, en donde comenzaron a adquirir otro rango evolutivo.
Como los saltimbanquis se hallan también en los orígenes del mencionado espectáculo del volatín, fueron conocidos en Chile en tiempos coloniales con compañías itinerantes. Originalmente, en estas compañías volatineras se concentraban los espectáculos acrobáticos de altura, además, y de ahí viene el nombre. Por esta razón, los saltimbanquis son parte los ancestros directos de los artistas circenses, incluyendo a los que hoy identificamos como payasos, así como lo son también de las formas aún conservadas por diferentes manifestaciones de espectáculo popular en calles, plazas, ferias y pequeños teatros.
En rangos más específicos de los artistas clásicos también estaban con los histriones, correspondientes a actores continuadores de la tradición del artista de los dramas griegos; los trovadores, equivalentes a músicos-poetas y también compositores de obras; los ministriles, que corresponden a los músicos de vientos que acompañan un espectáculo o celebración religiosa, generalmente flautistas; y los timélicos, quienes eran los músicos de teatro. Entre ellos se formaban las compañías de espectáculos de juglares, agrupaciones de diferentes tamaños y que también solían trabajar de manera itinerante.
En tiempos del Renacimiento los juglares también adoptaban la modalidad conocida como cómico de la legua, especialmente cuando se trataba de bufones y mimos. Correspondían a artistas ambulantes que se presentaban solos o en pequeñas compañías llamadas bojigangas, haciendo periplos por pueblos y aldeas al mismo estilo de los posteriores volatines y circos. Titiriteros, proyectores de la llamada linterna mágica y prestidigitadores entraban con frecuencia en la misma categoría de artistas itinerantes y saltimbanquis o juglares, así como cuando surgieron los mester de juglaría, correspondientes a agrupaciones que interpretaban con música piezas de poesía lírica o épica.
El juglar ya se especializaba en el espectáculo ambulante, callejero o de plazas públicas de diferentes pueblos durante la Edad Media, a veces con acceso a eventos privados y para la entretención de nobles o aristócratas, cuando la suerte los acompañaba. Los primeros de ellos habían aparecido hacia el siglo VII después de Cristo, sin embargo, aunque su época de oro fue la medieval. Algunas de sus propuestas artísticas semejaban mucho también a los artistas descritos y a los que después serían los payasos de circos, pero también incluían en sus rutinas declamaciones de poesías, cantos, bailes, música, magia, chistes o malabarismo. Su relación con la comedia podría estar señalada en el nombre mismo, ya que juglar o joglar provendría del latín iocularis, que significa gracioso o divertido, aunque después se llamará juglares a todos los artistas escénicos en general e incluso a aquellos quienes ofrecían juegos con apuestas. En la Península Ibérica fueron muy populares desde antes del descubrimiento del Nuevo Mundo, aunque no siempre del gusto de reyes como Alfonso X el Sabio de Castilla, quien en el siglo XIII estableció prohibiciones y los tildó de "infames".
Los artistas quienes por excelencia se ponían bajo el mecenazgo de un rey o entraban a las cortes eran los bufones, principalmente. Entre los más famosos y polémicos de aquel mismo período histórico estuvo el irreverente Rolando El Pedorro o Roland Le Fartere, quien en el siglo XII divertía al rey Enrique II de Inglaterra y a sus cortesanos con sus sonoros pedos, especialmente en Navidad con un curioso número número titulado “Un salto, un silbido y un pedo”. Estos pedorros o flatulistas eran muy antiguos, no obstante, apareciendo mencionados en "La ciudad de Dios" de San Agustín, en el siglo V, y tenían tal destreza para dominar intestinos y esfínteres que casi parecía que cantaban, según ciertas descripciones. Artistas que han continuado con el oficio son el francés Le Pétomane (Joseph Pujol) a inicios del siglo XX y, en nuestro tiempo, el inglés Mr. Methane (Paul Oldfield), aunque ya no se trate de bufones propiamente dichos, sino más bien de humoristas caricatos,
Otros bufones tomaban el rol del "tonto" que tanto entretenía a la corte, de una manera que también se puede ver hoy en rutinas de payasos e incluso de humoristas convencionales. Uno de ellos fue Triboulet Le Févrial, quien padecía de microcefalia y ciertas discapacidades cognitivas, en cierta forma marcando el inicio de la imagen que tenemos hasta ahora de estos personajes mientras sirvió a los reyes Luis XIII y Francisco de Francia a inicios del siglo XVI. Este Triboulet (parece que hubo uno o dos más con el mismo nombre en su época) salvó poco poco de la ejecución tras sobrepasarse una vez y darle una palmada en el trasero al propio Francisco, diciendo: "¡Perdón, majestad, lo confundí con la reina!". Logró evadir la muerte cuando el mismo rey le dio la oportunidad de elegir cómo morir y el condenado respondió: "Elijo morir de viejo", volviendo a hacer reír al monarca, quien decidió perdonarlo.
Otro bufón famoso fue Jan Lakosta, de origen judío e incorporado a la corte de Pedro el Grande en 1713. Llegó a la protección del monarca tras haber sido expulsado con su familia de Portugal, convirtiéndose en ser un hombre muy respetado por el mismo gobernante ruso. Los hispanos llegados al Nuevo Mundo por aquel entonces también conocían a sus propios bufones peninsulares, por cierto, pues ya los había en España y Portugal, quedando los retratos del enano Sebastián de Morra, apodado el Primo, y del Bufón Calabacillas con su mirada naturalmente de "tonto", ambos hechos por Diego Velásquez hacia mediados del siglo XVII.
Los payasos como tales ya van por otra línea y cada vez más separada: reciben el nombre de clown por primera vez hacia el siglo XVI, apareciendo mencionados después por William Shakespeare en "Otelo" y "El cuento de invierno". Al parecer, se trata de una expresión que se usaba para señalar a campesinos y gente del bajo pueblo, parecido al caso del zanni italiano. Esta identificación se ha generalizado para el oficio en el habla inglesa e incluso se emplea como anglicismo en la nomenclatura circense española, principalmente para el estilo cara blanca, ya que estos payasos son considerados los primeros y más legítimos del oficio cuanto menos desde las presentaciones de Grimaldi. A Chile llegan en tiempos cuando eran llamados graciosos y su desempeño se fusionaba con los señalados actores teatrales cómicos en la Colonia tardía. Se relacionan además con el teatro popular y las compañías de volatines que abrirán camino a las posteriores de circos.
Los disfrazados de Pierrots, Pierrettes y Arlequines en el Baile de Fantasía de los Concha-Cazotte, en 1912, retratados en el álbum fotográfico oficial de la fiesta.
Elenco de artistas y músicos de la compañía del Circo Popular de Santiago, año 1917. Imagen publicada por la revista "Sucesos". Se observan tonis augustos, sentados en primera fila, y carablancas, en ambos costados del grupo.
Gran concurrencia de participantes en las Fiestas de la Primavera de octubre de 1917, en revista "Pacífico Magazine". Se ven disfraces de arlequines, Pierrots, manolas, damas cortesanas, señores del siglo XIX y otros personajes de fantasía.
Un muñeco gigante en el carro de payasos arlequines de las Fiestas de la Primavera, años veinte. Imagen del Archivo Zig-Zag, publicada en el sitio de fotografía histórica En Terreno.
El tony Chalupa (Alberto Díaz) en fotografía publicada por la revista "Zig Zag", considerado por algunos como el primer payaso "moderno" y con el estilo característico que tiene el género en Chile. Imágenes de los archivos de la Biblioteca Nacional. Reúne algunos rasgos de payaso típico, pero también de arlequín, mimo y gracioso.
Teatro de Mimos de Enrique Noisvander en el Teatro Talía (actual Sala Alejandro Flores, en los bajos del Teatro Cariola de calle San Diego) en 1955. Se observan características payasescas en algunos de ellos. Fuente imagen: sitio Memoria Chilena.
Los actores Sergio Monje, Juan Planas y Helia Fuentes (Folclorista grupo musical Cuncumen), caracterizados como mimos en la obra "Historias de amor" de 1961, en el Teatro de Mimos de Enrique Noisvander. Fuente imagen: sitio Memoria Chilena.
Una dupla de oro: fotografía del famoso tony Caluga y su colega el clown cara blanca Pollito Pérez. Imagen de los archivos de la Biblioteca Nacional. Caluga era un típico payaso augusto criollizado y bufonesco de tipo tony, mientras que Pérez es el resultado de la línea de payasos que adoptaron elementos de los arlequines, pierrots y algo también de los mimos tradicionales.
El humorista chileno Chicho Azúa hacia los años cincuenta, en una rutina de fonomímica o mimo caricato. Fuente imagen: Página FB de Chicho Azúa.
Otro antecedente de la actividad de los payasos en Chile eran los personajes con disfraces estrafalarios y atavíos carnavalescos que han sido llamados mamarrachos o invenciones en la literatura, propios de procesiones religiosas y fiestas públicas también en tiempos coloniales. Posiblemente estén relacionados con roles artísticos como los que hemos descrito, además.
Con relación a lo anterior, en su obra "En plena Colonia" el escritor y dramaturgo Aurelio Díaz Meza dice que en las antiguas celebraciones del Corpus Christi "entre los chiquillos y los indios que se agrupaban para ver a los payasos y 'catimbaos' que abrían la marcha de la procesión, vestidos en forma ridícula, diciendo chistes y dándose 'vueltas de carnero'". Es lo que vio y testimonió también el oficial inglés Longeville Vowel, en su estadía en Chile entre 1821-1829, describiendo en sus memorias la presencia de "una especie de bufón, disfrazado como demonio, con cuernos y cola" apodado matagallinas y quien acompañaba a los catimbaos en la procesión abriéndoles paso entre la muchedumbre presente. Los catimbaos no eran payasos ni personajes jocosos propiamente tales, por cierto, pero sí aparecían disfrazados en forma absurda, a veces terrorífica, al punto de quizá estar relacionados con las representaciones de diablos en las fiestas religiosas. Alguna conexión puede subyacer entre ambas tradiciones.
Uno de los primeros payasos posibles de rastrear, con esta identidad propia y definitiva en el espectáculo chileno, se había presentado en el teatro que el controvertido empresario argentino Joaquín Oláez y Gacitúa logró instalar en la bohemia y chinganera calle de las Ramadas de Santiago, correspondiente a la actual Esmeralda. Inaugurado en 1802, se trataba de un teatrito tipo corral propio de la época y sus carencias. En su "Historia del teatro en Chile", Eugenio Pereira Salas dice que el contrato de Oláez con su nuevo socio José Cortés (documento que el autor encontró en el Archivo Nacional, sección Escribanos de Santiago 1803-1804), establecía que las funciones del teatro "debían ser ejecutadas por los contratantes y su 'payaso', sin que por ningún pretexto pudiera mezclarse algún otro individuo del arte". Empero, sí estaba permitido "que en las pantomimas de representación o de baile, pudieran servirse de los cómicos de ambos sexos que tuviera la casa", con la única condición de "que pactaran con ellos sus contratos, y estas ocupaciones no los distrajeran de dar cumplimiento a sus representaciones cómicas, que en todo caso serían las preferidas".
El teatro de Las Ramadas fue reabierto hacia 1816 por las autoridades de la Reconquista, presentándose en el período de la Cuaresma y como parte de una pequeña compañía volatinera un payaso llamado Culantrillo (diminutivo de culantro o cilantro), como recordaba don José Zapiola en palabras que recupera después Pereira Salas: "el joven actor Pedro Pérez, después de haber calzado el coturno trágico en los roles de Pirro, Bruto, Oxman y Otelo, tomaba el traje de Culantrillo para desempeñar el papel de payaso de Gacitúa que era el volatinero jefe de la compañía", explicaba en ellas Zapiola.
En Chile hubo también combinaciones interesantes entre los antiguos oficios de comedias ya descritos y las opciones más contemporáneas del espectáculo cirquero. Algunas de ellas eran los números con coreografías y rutinas de pantomima musical en las llamadas "segundas partes" de los circos criollos itinerantes, que ya hemos mencionado al inicio. Se trataba de una función secundaria con presentaciones diferentes de la principal que iba con tonis, malabaristas o trapecistas, ahora en esta modalidad formando parte de elencos que realizaban mímicas y representaciones artísticas en la pista, con disfraces y caracterizaciones, contenidos de cultura popular, folclore, fantasía musical y artes escénicas en general, parecida a la de los antiguos juglares y saltimbanquis, justamente. Con estas funciones extras las compañías podían ampliar márgenes de utilidades y complacer a todo el público que quería ir a las carpas durante el período en que visitaban ciudades o pueblos.
A nivel internacional, los tiempos modernos nos han traído también a los payasos de rodeo, caracterizados con un sencillo maquillaje y vestidos con atuendos que recuerdan a los cowboys, quienes aparecen sirviendo como bullfighters o protectores de los caídos en los ruedos de toros bravos de los Estados Unidos, buscando distraer a estos últimos mientras se rescata al jinete. También están las payasos terapéuticos o de hospital destinados a apoyar emocionalmente a pacientes de corta edad, procedimiento creado por el célebre doctor estadounidense Patch Adams, iniciador de la llamada risoterapia y fundador del Instituto Gesundheit! en 1972, con algunos émulos en Chile. El modelo de payaso publicitario es otro rol frecuente en la sociedad contemporánea, con personajes actuando en forma callejera para captar clientes de tiendas o interesados en servicios.
En el sentido totalmente opuesto al de aquellos personajes y a la propia función alegre del payaso universal, están además los payasos villanos como el Joker de la compañía de DC Comics, con sus varias versiones fílmicas; o los de lucha libre teatral como fue Doink the Clown de la WWF. Los payasos terroríficos, por su lado, han sido popularizados en las compañías internacionales de Terror Circus, las fiestas de Halloween y en filmes explotando con astucia la coulrofobia (miedo a los payasos), como "The man who laughs", "Terrifier", "Killer klowns from outer space", "Clown" y "Clown in a cornfield" y, por supuesto, "It" con su grotesco Pennywise en dos versiones cinematográficas de 1990 y 2017, basadas en la novela original de Stephen King. Todos estos modelos novedosos de payasos ya han sido importados o exhibidos en Chile, por supuesto.
En tanto, bufones y arlequines siguen apareciendo en Chile pero como representaciones teatrales o de fiestas para disfraces. Respecto de sus primos los mimos, han existido intentos por profesionalizar el oficio a inicios de los años cincuenta, primero con una escuela de calle Villavicencio en barrio Lastarria, en donde el actor Alejandro Jodorowsky enseñó lo que se considera la primera escuela de pantomima moderna en Chile. Luego correspondió a uno sus alumnos, Enrique Noisvander, abril un taller teatral de mímica en calle Mosqueto con Merced, en donde fundó el histórico Teatro de Mimos en 1953, aunque esta ya es otra historia que se aparta de nuestro campo de observación.
Los mimos fueron artistas de frecuente aparición en la edad dorada de la bohemia y la revista chilenas, además, pero especialmente los que desarrollaron la modalidad de fonomímica en tiempos modernos, en la que se valían de toda clase de recortes de audios (música, comerciales, fragmentos de películas, frases de locutores, bancos de sonidos, etc.) para la pista de fondo de sus presentaciones en un set escenográfico, en donde iban llevando adelante así situaciones divertidas, coordinadas con el contenido de los sonidos. Entre los buenos exponentes del oficio de fonomímicos o mimos caricatos con el descrito estilo han estado en la escena chilena comediantes como el futuro ventrílocuo Tato Cifuentes, el artista bohemio Jorge Guerrero, el actor argentino Humberto Gambino, el dúo de bailarines Jorge Citino y Marquesa Anchart, el recordado Chicho Azúa (con mucho de payaso en su actitud escénica, de hecho), el cantante Manolo Ibáñez y el humorista Jorge Pérez.
Hoy, sin embargo, los mimos como tales han quedado reducidos en la mayor parte de los casos a artistas independientes y de espacio callejero, para gusto de algunos y malestar de otros. Algunos al alcanzado gran popularidad, de hecho, más que de lo que habrían conseguido en medios teatrales. De hecho, hacia 2002 el guionista y producto Pedro Peirano se burlaba de un mimo callejero muy conocido a principios del actual siglo en avenida Providencia, en su tira cómica "Chancho Cero" del suplemento juvenil "Zona de Contacto", del diario "El Mercurio". En esas mismas calles y avenidas los mimos carapintada disputan también por las preferencias con otros juglares modernos e incluso entre ellos mismos, a veces, como quedó demostrado con alguna noticia de ellos peleando a puñetes entre sí por copiarse rutinas o no respetar turnos.
En el próximo artículo veremos algo más sobre las categorías internacionales de los payasos populares en el mundo del circo y el teatro que llegaron a Chile. También exploraremos información sobre algunas variaciones o adaptaciones locales que tuvo la actividad en el medio criollo. ♣
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