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CLOWNS, AUGUSTOS, VAGABUNDOS... TIPOS DE PAYASOS Y TONIS EN CHILE

De izquierda a derecha, tres payasos chilenos en los estilos típicos y principales de las compañías de espectáculos y circos internacionales: el clown cara blanca Pollito Pérez (fuente: Memoria Chilena); el payaso augusto Cascabelito (fuente: sitio Historias de Circo); y el payaso vagabundo Zapatín (fuente: diario La Leona).

En el artículo interior a este nos hemos referido al largo camino de desarrollo de las artes escénicas y sus juglares representados por antiguos personajes teatrales como mimos, arlequines, bufones, graciosos y pierrots, los que formaron parte de la misma familia cómica en la que se hallan los payasos, dejando en estos últimos algunos rasgos y características que hoy les son muy propias. Vimos también que a Chile llegó el conocimiento sobre aquellos personajes de fantasía ya en tiempos coloniales tardíos, aunque los siglos han dejado en la vigencia popular principalmente a los payasos, sobre todo los asociados al espectáculo circense. Gran aporte para investigar sobre el resultado de tal arribo lo representan fuentes dedicadas a la historia del teatro en el país, en especial cuando se refieren al inicio de las presentaciones de compañías artísticas y de volatín que, básicamente hablando, eran las antecesoras de los circos con carpas y pistas que se masifican desde el siglo XIX.

Fundamental en el estudio de marras son obras como "Años de circo. Historia de la actividad circense en Chile", de Pilar Ducci. Podemos advertir allí y en otros trabajos de investigadores igualmente dedicados al tema que los payasos se han ido diversificando con el correr de los años, fenómeno experimentado también en Chile y tomando por referentes las tendencias internacionales de la profesión circense. Esto se observa en algunos artistas del mismo rubro y también en otros quienes han comenzado a prescindir de los circos o de las compañías de espectáculos, pudiendo hacer presentaciones propias o autónomas. En estas categorías están, entonces, tanto los payasos de circo como los payasos callejeros, que vienen a recuperar la actividad de los ancestros juglares y saltimbanquis, así como los payasos-magos generalmente orientados a público infantil, o los payasos instrumentistas deleitando música y rutinas histriónicas.

Dicho lo anterior, entonces,y priorizando para la agrupación en clases sus respectivos aspectos y cometidos, los tres principales tipos de payasos universales y que nos atreveríamos a señalar también como los más tradicionales en los espectáculos que se instalaron entre las compañías chilenas, corresponden los siguientes:

  • CARA BLANCA: Llamado también payaso blanco, se trataba del exponente más refinado, clásico y elegante del arte de los payasos entre los tres, ya separados de otros juglares cortesanos o saltimbanquis aunque conservando mucho de ellos en su identidad, razón por la que se les llamaba también payasos arlequinados o joeys  aludiendo con este último apodo al nombre del mimo y payaso inglés Joseph Grimaldi. Más tarde, el padre del arte cirquero moderno, el equitador inglés Philip Astley, los llevó a su circo de jinetes en pleno siglo XVIII. El cara blanca está considerado el primer y auténtico modelo del clown y su nombre deriva de la base blanca del maquillaje en el rostro, sobre el cual se hacen adiciones más bien sencillas y artísticas (ojos delineados, labios oscurecidos, cejas finas, etc.) sin mucho color, con negro, rojo o azul principalmente. A veces usaban también una máscara de Pierrot, costumbre que acabó perdiéndose. Estos artistas habían surgido de combinaciones entre los zanni o siervos de la comedia del arte italiana y la influencia francesa que llevó al gugusse hasta los teatros de Londres y Nueva York, volviéndolo desde allí popular a nivel mundial y expandiendo así el anglicismo clown como su nombre, hasta hoy. Muchos de ellos adoptaron también la modalidad de ser payasos acróbatas, cantantes o músicos. La sobriedad formal se nota en la vestimenta, generalmente holgada, blanca o de colores claros y apastelados, con pequeños retoques de cierta elegancia como gorros cónicos, aunque en el circo moderno también fueron coloreando un poco más sus prendas. Entre los más grandes estuvo el mencionado pionero Grimaldi, muy famoso en el primer tercio del siglo XIX y de quien proviene gran parte de los atributos característicos del cara blanca. Entre los del siglo XX destacan también el norteamericano Humpty Dumpty (George L. Fox), otro payaso, bailarín y mimo inspirado en Grimaldi y quien fue estrella en obras teatrales de corte abolicionista; y el extraordinario clown suizo Grock (Karl Adrien Wettach), influencia en la carrera de Charles Chaplin y estrella con talentos musicales, actorales y de canto, quien adoptó una estética más burlona en su caracterización y, hacia 1910, hacía dupla con otros clows aunque de aspecto más "serio", como el italiano Antonet (Umberto Guillaume). Los caras blancas lograron excelentes presentaciones y rutinas en su alianza con uno o más exponentes del bufonesco rol del payaso "tonto", después conocido como augusto, algo que exploraron particularmente bien, por ejemplo, los cuatro miembros del grupo italiano de los payasos Rastellis (un serio clown "bandejero" y tres revoltosos payasos tradicionales, además músicos) a partir de los años treinta y por más de 80 años, con diferentes generaciones. Los blancos también quedaron asociados con pierrots y arlequines a las antiguas fiestas de carnavales, como se observa en imágenes antiguas del Mardi Gras de New Orleans, por ejemplo.

  • AUGUSTO: Corresponde a aquel payaso de presentación más ridícula y exagerada que tradicionalmente ha simbolizado al mundo del circo tras su exitosa irrupción y popularidad internacional. Por lo general, su maquillaje es más colorido y risible que el del clown cara blanca, naciendo como un rol en oposición complementaria de este último en espectáculos europeos hacia mediados del siglo XIX, aproximadamente. Aunque al inicio no se veían tan diferentes a los clowns, sólo diferenciados por sus actitudes, resultará que sus ropas anchas, más coloridas y de atuendos absurdos comienzan con el británico Tom Belling: según su leyenda, fue encerrado en un camerino castigado por llegar pasado de copas a una función y, para matar el tiempo, comenzó a vestirse con prendas enormes que encontró allí, creando a un payaso que fue bautizado Dummer Augusto y con el que se presentaría exitosamente desde fines del siglo XIX en compañías como la del Circo Renz de Viena, dejando con esto tanto el nombre como la categoría, estilo y vestimentas. Artistas como el judeo-letón Nicolai Poliakoff, el payaso Coco, definirían después con precisión el aspecto de los augustos casi tal cual los conocemos ahora, durante los "años locos" del siglo XX. Con el tiempo y aquel desarrollo, entonces, su parecido al cara blanca fue desapareciendo, mientras que elementos como los colores exagerados y las pelucas se harán casi imprescindibles en la caracterización. En la cultura circense norteamericana se prefirieron a estas últimas de tonos chillones para las prendas y a veces incluso cabelleras falsas motudas y esponjosas, como sería una de tipo afro. El personaje se distingue también por elementos de tamaño anormal, como las corbatas humitas gigantes, las puntas de narices postizas (por lo general rojas) o los pantalones abombachados. Cierta creencia popular supone incluso que estas y otras características, como el maquillaje engrosando los labios o parecido al de ciertos ritos africanos, serían una burla implícita y antigua a la raza negra, cosa que no sabemos si sea demostrable considerando que algunos payasos de la línea evolutiva comprometieron su obra incluso con causas antiesclavistas, como ya dijimos. En otro aspecto, pesar de lo estrafalario que se asume el payaso augusto marcando su diferencia, en países de Norteamérica y Europa tendían a ser más pulcros y refinados en sus vestimentas ya en tiempos modernos (caso del publicitario Ronald McDonald, de la cadena de comida rápida), a diferencia del payaso tercermundista, especialmente el de Hispano América, que se volvió más tosco y desordenado, introduciendo también a los zapatones tipo bototos enormes otros modelos más largos y estilizados tipo chalupa, aunque igualmente exagerados. El maquillaje clásico o de tipo "americano" en muchos augustos se desarrolla y diseña con el tiempo de manera tal que queda convertido en sello individual e irrepetible para cada artista, habiendo grandes cambios en su aspecto y vestimenta entre las décadas del cincuenta y setenta, en parte por influencia de la televisión y la llegada nuevos estilos. Cabe hacer notar, además, que cuando los augustos interpretan un rol como médico, profesor, charro mexicano, músico, preso, ladrón, cowboy, huaso, militar o policía en una rutina pueden ser llamados payasos de carácter o de personaje, aunque son básicamente el mismo. Además, un augusto que participa como "tonto" de otro augusto y no de un clown para generar las situaciones de risa, pasa a ser el contragusto.

  • VAGABUNDO: El payaso vagabundo, también llamado tramp, payaso pobre y -menos precisamente- payaso triste, es más o menos lo que ya venían anticipando artistas como Charles Chaplin en el cine, en cierta forma, aunque se consolidará ya durante el período de la Gran Guerra y luego con la funesta Caída de la Bolsa de 1929, de modo que refleja o alegoriza mucho del difícil contexto de la época. Podría suponerse que sus raíces profundas de identidad se encuentran en el paradójico rol dramático del payaso triste o trágico, mismo en el que se hallan en los pierrots. También hay ejemplos teatrales y de ópera parecidos en su dramatismo, como "Pagliacci" de Ruggero Leoncavallo o "Rigoletto" de Giuseppe Verdi. Empero, los payasos que aparecían con características tristes o depresivas después se ofrecerán en una situación tan menesterosa como la de mendigos o callejeros, siendo el icono que apuntaló este nuevo estilo (ya no sólo un rol) el personaje Weary Willie, del magistral artista estadounidense Emmett Kelly: esto, porque sus aventuras y desventuras tenían que ver con el mismo mal estado emocional y material de la sociedad en plena Gran Depresión. Su maquillaje y aspecto general se volverían universales para los payasos vagabundos: de expresión triste, con la boca y los ojos simulando estar caídos, además de una pasada de color oscuro alrededor de los labios y la mandíbula imitando a un barba mal afeitada, aunque también se lo interpreta como manchas del hollín en los talleres de ferrocarriles o el polvillo del carbón. Otra gran influencia matriz para fundar la identidad del payaso vagabundo proviene del actor y humorista estadounidense Red Skelton, también hacia los años treinta, con su Freddie the Freeloader. El vagabundo incluye ropajes raídos, oscuros u opacos, sin brillos, con sobreros como boinas, bombines o coleros en el mismo mal estado. Además del cine, los circos norteamericanos y las giras de algunos artistas del estilo lo difundieron rápidamente, por lo que también influyó sobre los payasos hispanoamericanos.

Ancestros del payaso moderno, de izquierda a derecha: Arlequín dibujado por Nicolás Bonnart (en "Recueil des modes de la cour de France", siglo XVIII); retrato de un bufón por William Merritt Chase ("El bufón de la corte", siglo XIX"); ilustración de Polichinela por Michel Levy Freres (en "Masques et bouffons", siglo XIX).

Ancestros del payaso moderno, de izquierda a derecha: histriones graciosos en una comedia ambulante de fines del siglo XVIII, pintados por Francisco de Goya; ilustración de un mimo inglés del 1800 (Joseph Grimaldi, considerado el primer payaso del estilo tradicional de hoy); murga gaditana pintada por el español José Gutiérrez Solana.

Fiestas de la Primavera, octubre de 1918, en registros de revista "Pacífico Magazine". Pierrots, arlequines y clowns caras blancas son los disfrazados.

Comparsa con personajes disfrazados y maquillados de negros en una fiesta de la Pascua de los Negros, en el International Sporting Club, enero de 1914.

Artistas, galerías y ambientes más íntimos del Circo Nelson en 1908, en imágenes publicadas por la revista "Sucesos". Se ve un payaso con ciertas características anticipando al vagabundo, un tony músico y una dupla de bailarines cómicos sin maquillaje, pero relacionados también con el mismo arte de los payasos.

Elenco de artistas y músicos de la compañía del Circo Popular de Santiago, año 1917. Imagen publicada por la revista "Sucesos". Se observan tonis augustos, sentados en primera fila, y cara blancas en ambos costados del grupo.

Aviso de agosto de 1934 en "La Nación", anunciando el inicio de la temporada invernal del Winter Circus en el teatro. La caricatura de un clown carablanca con rasgos de arlequín o pierrot está en la gráfica.

Otro aviso de agosto de 1934 en "La Nación", anunciando el inicio de la temporada invernal del Winter Circus en el teatro. Ahora, el personaje de la gráfica es un payaso con cara negra, emulando a un afrodescendiente.

Óleo "El circo de don Arturo", de Coke, fechado en 1937, en donde se ve a algunos prominentes hombres públicos como payasos cara blanca y arlequines. Alessandri Palma aparece como el clown director de hecho, Rafael A. Gumucio de payaso arlequín montando a Aníbal Jara, Cornelio Saavedra como timbalero, Gustavo Ross Santa María como domador de fieras, Luis Salas Romo tocando un pandero, Agustín Edwards a cargo del bombo, Osvaldo de Castro contando la recaudación y Monseñor Horacio Campino montando un elefante blanco, entre varios otros.

Buckingham Circus presentándose en su carpa levantada en Bandera esquina General Mackenna, en aviso de prensa del 12 de octubre de 1940. Un arlequín o payaso cara blanca es su mascota publicitaria.

Una dupla de oro: fotografía del famoso tony Caluga y su colega cara blanca Pollito Pérez. Imagen de los archivos de la Biblioteca Nacional. Caluga era un típico payaso augusto y bufón de tipo tony, mientras que Pérez es el resultado de la línea de payasos que adoptaron elementos de los arlequines, pierrots y algo también de los mimos tradicionales.

Clowns caras blancas y tonis con trajes deportivos, en evento infantil del Circo de las Águilas Humanas. Imagen publicada en "La Nación" del 1 de noviembre de 1949.

Publicidad del Circo Buffalo Bill  aparecida a mediados de septiembre de 1951, diario "La Nación". La caricatura corresponde a un payaso vagabundo o tramp.

El tony Chalupa (Alberto Díaz) en fotografía publicada por la revista "Zig Zag", considerado por algunos como el primer payaso "moderno" y con el estilo característico que tiene el género en Chile. Reúne algunos rasgos de payaso típico, pero también de arlequín, mimo y gracioso. Imágenes de los archivos de la Biblioteca Nacional.

Entre los clásicos clowns cara blanca más célebres formando parte de la escena nacional parece haber estado el payaso Chorizo, presentando sus rutinas como parte de una compañía que llegó al Teatro Santiago de calle Merced, a escasa distancia de la Plaza de Armas, hacia el verano de 1896. Estas funciones fueron juzgadas de "mal gusto" en medios como "El Chileno", sin embargo, algo comentado por el investigador Maximiliano Salinas en su artículo "¡En tiempos de chaya nadie se enoja! La fiesta popular del carnaval en Santiago de Chile, 1880-1910", publicado en la revista "Mapocho" del segundo semestre de 2001. "Muchas fueron las personas que se retiraron del teatro apenas oyeron las primeras coplas; pero muchas más fueron las que se quedaron para ver hasta dónde llegaba el cinismo del cómico de mala ley", decía después el mismo periódico, aún sin poder superar lo sucedido.

A pesar de todo, los caras blancas estaban logrando cosechar una gran importancia y popularidad a partir de ese mismo período, entre fines del siglo XIX e inicios del XX, principalmente derivada de la influencia que tenían en los espectáculos las revistas artísticas francesas y otras propuestas artísticas parecidas, adoptadas e imitadas en la escena nacional. Con estos personajes ya posicionados en la oferta de circos y teatros nacionales, entonces, la revista chilena "Zig-Zag" explicaba sus diferencias con el payaso más tradicional en un artículo titulado "El arte del clown", en su edición de enero de 1914:

El "payaso", según Larousse, es el que divierte al público con sus torpes fingimientos, su aparente imbecilidad y sus gestos ridículos.

El "clown" es otra cosa. Divertir al público por medio de gestos y de extravagancias es excelente; pero excitar su risa por las dislocaciones y las volteretas acrobáticas, por fantasías abracadabrantes y las frases espirituales, es diferente de lo otro y significa un arte más delicado, más grande y, aún puede decirse, digno de admiración, ya que el "clown" puede realizar el prodigio de arrancarnos una carcajada, alegrándonos quizá muchas horas de nebuloso hastío.

Gran aceptación del público tuvieron clowns caras blancas del Primer Centenario Nacional, además, como el clásico payaso Alejandro Seyssel del Circo Americano. Lo seguirán en el mismo patrón artístico -y por los calendarios venideros-, por ejemplo, el maestro Fernando Gil, el personaje Bufarrete de Roberto Cartes Díaz, del Circo Chamorro, y el muy querido Hernán Pollito Pérez Garcés, uno de los últimos exponentes genuinos de este oficio dentro de la generación dorada del circo chileno. Entre los más populares estuvo también el graciosísimo argentino Martín Montes de Oca, toda una leyenda de las artes cirqueras hacia los años previos a la Segunda Guerra Mundial, considerado maestro de maestros.

En tanto, los payasos criollos o más parecidos al augusto también eran ya artistas populares hacia 1890, con algunas de las características que veremos después en los tonis, aunque a veces también con algunos rasgos que hace difícil distinguirlos de los caras blancas convencionales, pues aún faltaba para el desarrollo de estos mismos personajes en el mundo circense y teatral. Una suerte de combinación entre el augusto y el cara pintada fue llamada también payaso de soirée, que en Francia tuvo cierto estatus. Se trata de artistas más refinados y elegantes, con menos elementos ridículos, salvo la nariz postiza o pintada y poco de maquillaje de ojos y mejillas si es que lo hay, mezclando rutinas con instrumentos musicales, canto y chistes en presentaciones más bien personales o como números de teatro ya un poco separados del mundo circense. Algo de soirée tenía el famoso payaso televisivo mexicano Cepillín (Ricardo González Gutiérrez), el chileno Pin Pon (Jorge Guerra) y, ya más cerca de la actualidad, el elegante chileno-peruano de fama internacional Pitillo Jr. (Hugo Muñoz, hijo del artista chileno del mismo nombre quien interpretaba al tony Pitillo), por ejemplo.

Concepto muy usado en Chile, Bolivia, Argentina, Perú y Ecuador, en tanto, el nombre de tony vino a aparecer como otra variación y subcategoría del augusto: se designaba así a los exponentes de este mismo tipo de payasos pero con un aspecto todavía más estrafalario y menos pulcro, a veces incluso desastrado y en actitud de "tonto", alborotador o causante de problemas, el que fingía nunca entender los diálogos o instrucciones, hacer mal todas las tareas que se le encargaran y recibir castigos de sus compañeros como las típicas bofetadas que dieron origen al concepto de la "cachetada de payaso", generando así las situaciones jocosas. Es una suerte de hipérbole del augusto, en otras palabras. En Chile, tal como otros países del vecindario iberoamericano, el tony se criollizó mucho, además: adoptó rasgos que son muy propios de lo que puede identificarse como típicos payasos populares, incluyendo el lenguaje. Sin embargo, su nombre tony se había hecho general gracias a las presentaciones de un histórico clown cara blanca inglés, según todo indica: Tony Grice (Joseph Thomas Grice), estrella de los circos Royal y Price, quien gozó de una enorme nombradía durante la mitad más reciente del siglo XIX. Tony se convirtió casi sinónimo de payaso y luego de la descrita forma de augustos que, en otros países, se identifican también como payasos excéntricos.

Antes de ser llamados tonis, sin embargo, el rol de este tipo de payasos excéntricos había comenzado a ser popular hacia 1860-1870, se dice que también por influencia del ya mencionado artista circense Belling. El apodo que hoy los identifica cundió entre el público de los circos en el siglo siguiente, y uno de los primeros payasos chilenos reconocidos como tonis fue Chalupa, quien adoptó este nombre artístico hacia 1920. El tony Chalupa era en realidad Alberto Díaz, artista conocido en el medio por adoptar, cultivar y fomentar ciertas características que serán definitivas y comunes al típico tony chileno, de hecho. Para muchos fue, de hecho, el más destacable de todos los payasos clásicos, a pesar de que su imagen todavía conservaba algunos detalles de maquillaje y sutiles elegancias más propios de los caras blancas. Díaz también tuvo incursiones en teatro revisteril y el cine, formando parte de una generación de payasos criollos en la que estuvieron otros insignes personajes como el Chorizo Beltrán y su colega Canarito Maturana.

Casi todos los desgarbados y más harapientos tonis chilenos cumplieron inicialmente con el papel del descrito payaso torpe y bobo de cada número, aunque también se los representaba como más ingeniosos e interactivos con el público, logrando ser incluso los más queridos y volverse así símbolos perennes de la publicidad y las artes gráficas de los circos. Eran la razón principal por la que los niños iban a estos espectáculos, además.

En las rutinas, los tonis solían acompañar frecuentemente al clown cara blanca serio y elegante como hemos dicho, o bien al augusto más astuto y sensato que él, contrastando así ambos por su aspecto y por su disparidad intelectual. Una de las duplas más famosas y exitosas entre estos tonis en toda la historia del circo chileno fue la del respetado prócer del oficio, el tony Caluga (Abraham Lillo Machuca), con el mítico clown Pollito Pérez (Hernán Pérez Garcés). El papel de "tonto" o travieso lo llevó adelante muy bien, además, el payaso Cuchara (Carlos Gajardo), apareciendo así como contragusto de sus compañeros Chirola (Eduardo González) y Copucha (Jorge Domínguez).

Entre los tonis más populares de la historia circense chilena estuvieron también Federico Yáñez, del Circo Bravo; Augusto Escobar, Corrito; Florentino Alarcón, el tony Pantruchi; y Nicolás Maturana, quien además era poeta, pintor y comediógrafo; Antonio Gómez, el tony Pipiripí, uno de los que empezaron muy jóvenes en aquel entonces y así permaneció entre los activos por más largo tiempo, trabajando todavía a sus sesenta años en 1950; Eduardo Montes de Oca, el payaso Machaco; Luis Veloso, el tony Panchulo; Segundo Bravo, el Nueve y Media; el diminuto pero talentoso Ramón Correa, el tony Manzanita, quien además era músico; Humberto Gallardo, el payaso Gallito; Emilio Rodríguez, Chalupín; Adrián Flores, el tony Cigarrito; Manuel Rueda, el tony Gamba; Caquito, fallecido durante una gira por el altiplano boliviano; y Juan Ossa, el tony Lechuguín, muerto en Caracas. Baltazar Robles, en un artículo para la revista “En Viaje” titulado “El circo y sus grandes valores”, en 1971, recuerda también al tony Chasca, ex compañero del viejo Montes de Oca y quien "se mató al saltar del trampolín durante una función en un circo de Mapocho".

Izquierda: el tony Panqueque con un contrabajo y atuendos del folclore mexicano, en imagen de los archivos de la Biblioteca Nacional. Derecha: el querido tony Chicharrita de regreso al Circo de las Águilas Humanas, en "La Nación" a fines de agosto de 1954.

Captura de una escena en el filme chileno "El Gran Circo Chamorro", de José Bohr, año 1955. Se observan dos tonis augustos (Perico y Cucurucho) y un clown a la derecha (Sanguijuela), este último interpretado por Eugenio Retes, en el papel de Chamorro.

Izquierda: El tony Condorito, otro de los más célebres payasos clásicos chilenos. Centro: El tony Bernardo Maluenda, más conocido como Tachuela (viejo), acompañado del payaso enano Pintín. Derecha: el payaso acróbata Manuel Sánchez, icono del circo chileno y fundador del Sindicato de Artistas Circenses en 1935. Imágenes de los archivos de la Biblioteca Nacional.

Imágenes de la rutina cómica de los sensacionales tonis Caluga y Coligüe, en sección de revista "Foto Apasionada". Fuente imagen: sitio FB Payasos Chilenos por el Mundo.

El tony Coligüe (Héctor Manuel Aguilera Campos) en 1958, en el diario "La Nación".

Retrato fotográfico del clown Pollito Pérez, don Juan Arroyo y el tony Coligüe, sin fecha. Fuente imagen: sitio Clown Evolution.

Dos payasos augustos y un clown blanco al centro, en el Circo de las Águilas Humanas. Imagen publicada en "La Nación", septiembre de 1960.

Tonis universitarios en el Estado Nacional: un clown cara blanca y un payaso augusto. Captura del filme chileno "Ayúdeme usted compadre" de Germán Becker, año 1968.

Toscanito (Héctor Robles), un payaso en modo triste, durante una de sus presentaciones en boîtes, junto a un cliente. Imagen publicada en la "Revista del Sábado" del diario "Las Últimas Noticias" del 28 de junio de 1980.

Captura de video del Circo Alondra con el tony Cascarita. Personificado por el gran Eduardo Inostroza González, maestro de los circos Hermanos Inostroza y Alondra, Cascarita representa a un payaso mendigo con algo también del curadito criollo.

El trío de Copucha, Cuchara y Chirola (de izquierda a derecha), quizá los payasos más famosos de la televisión chilena, en los tiempos del programa "Teleminimundo". Imagen de los archivos de la Biblioteca Nacional.

El humorista Pepe Tapia ya en sus últimos años encarnando al tony Bombín, un payaso que calza perfectamente en la categoría de augusto. Imagen publicada en el diario "La Tercera" en julio de 1981.

Tres famosos personajes bufos "ebrios" del humor nacional: El Tufo (Ernesto Ruíz), Ruperto (Cristián Henríquez) y Che Copete (Ernesto Belloni). Los tres presentan más o menos influencias del modelo de payaso curadito.

Izquierda: traje de clown de Roberto Cartes Díaz, el clown Bufarrete. Las chalupas son piezas "hechizas" de 1920, y estaban en la exposición "Días de Circo" de la Biblioteca Nacional gracias a la gentileza de Pedro Pontigo. Derecha: el traje de clown con un monociclo corto y monociclo "girafa" (mezcla de giro con jirafa), en las colecciones del Museo del Circo Chileno.

Chalupas del tony Piolín (famoso entre los integrantes de "Los Bochincheros") e imagen del mismo con algunos colegas (aparece primero a la izquierda del grupo). Presente en la exposición gracias a la gentileza de Patricio Scacchi.

Chalupas del tony Coligüe e imagen fotográfica (a la izquierda del grupo) donde aparece con otros de sus colegas payasos. Presente en la exposición gracias a la gentileza de Patricio Scacchi.

El personaje del tony llegó a ser tan popular que, de hecho, en Chile se identifica a todos los payasos augustos de esta forma, e incluso a los de otras categorías. Una familia circense con varias generaciones de estos tonis augustos son los Maluenda. El primer tony Tachuela del clan fue Bernardo Maluenda, quien trabajó con otros famosos como el payaso enano Pitín. Fallecido en 1969, Gastón Bernardo Maluenda Zúñiga también usó el nombre artístico Tachuela y fue padre de Joaquín Gastón (Tachuela Grande) y Agustín (Tachuela Chico), el famoso dúo Los Tachuelas. Con gran éxito en el mítico Circo de las Águilas Humanas, ambos cultivan un estilo visualmente enérgico y muy parecido al que se podía observar en artistas como los hermanos Aragón, del clásico programa español "Los Payasos de la Tele": con maquillajes sencillos pero inconfundibles y uniformados con pocos atuendos en donde destacan las pelucas rojas y las camisetas muy largas. La siguiente generación de los Maluenda ha cortado el tradicional uso del nombre Tachuela con el exitoso tony Pastelito, Agustín Maluenda Ríos.

Una variación del payaso augusto es un payaso muy diferente al tony: de cara negra o que podríamos llamar cara pintada o negrito, el que ocasionalmente se vio en los espectáculos internacionales. Más sencillo en su caracterización que los payasos tradicionales, no es una contraparte del cara blanca, sino una alusión directa al aspecto afrodescendiente y que hoy se llamaría con la anatemática definición de la caricatura blackface. Poniéndose en el contexto de época, sin embargo, era una alusión a las representaciones de negros realizadas por actores blancos en los Estados Unidos, particularmente los del género teatral Minstrel durante la segunda mitad del siglo XIX. Destacaron en este rol artistas como  William H. West, Thomas Dartmouth Rice y Bert Williams, pero el más famoso fue el actor y cantor Al Jolson tras aparecer en el filme "El cantante de jazz" de 1927.

Aquellas representaciones de negros eran muy parecidas también a ciertos personajes que se veían en comparsas y procesiones durante las fiestas de la Pascua de los Negros o Epifanía, incluyendo Chile: con las caras oscurecidas, más ropas carnavalescas o estrambóticas. Los chilenos también conocieron los descritos payasos cara pintada en las compañías de circos, según parece: se ve la caricatura de uno de rostro oscuro y rasgos negroides en el aviso del Circo Winter en el Teatro Reina Victoria de calle Artesanos por los barrios del Mercado de La Vega Central, publicado en la prensa en agosto de 1934.

Cabe recordar que, hacia el 1900, ya causaba sensación en el Circo de París un payaso negro que exaltaba con los atuendos y escaso maquillaje su etnia: Chocolat, llamado en realidad Rafael Padilla y de origen cubano, quien era la pareja inseparable del clown cara blanca británico George Foottit. Esta dupla, Foottit & Chocolat, fue extraordinariamente famosa en su tiempo, aunque la brillante sociedad artística se acabó cuando Padilla cayó en depresión y alcoholismo, muriendo en 1917. Quizá de él provenga parte de la influencia visual representada por el payaso de cara negra, suponemos. No obstante, destacó en aquel rol también uno de los payasos músicos de Los Rastellis, correspondiente al cornista y tubero: su primer actor integrante fue otro auténtico artista negro, aunque con labios pintados blancos y ojos delineados en el mismo color para exagerar los rasgos, también al estilo Jolson. Posteriores artistas blancos que lo reemplazaron usaron el mismo maquillaje.

En cambio, vimos ya que el payaso triste es bastante antiguo y con cierta orientación poética, dramática y artística que se conservó en su sucesor, el payaso vagabundo. Uno de sus varios antecedentes en Hispanoamérica, al menos de su actitud depresiva y pardójica, está en "Reír llorando" del mexicano Juan de Dios Peza a fines del siglo XIX, poema inspirador de recordadas líneas del personaje ficticio Rorschach en el filme "Watchmen" (2009): un hombre que llega muy acongojado al psiquiatra, sin ganas de vivir, solitario y vacío, ante lo cual el profesional le recomienda una actitud más positiva e ir a ver al divertidísimo payaso Garrick que está alegrando a la ciudad; pero el paciente le responde confesando con lágrimas que él era Garrick. Ya comentamos que la ópera también estudió y adaptó este tipo de papeles en importantes dramas.

Del payaso triste se pasa entonces a la figura del payaso vagabundo o pobre, el que se reconoce por un maquillaje que acentúa rasgos de pena: los lados de la boca caídos y las cejas en ángulos de pena. Otros se pintaban más parecidos a lo que sería un payaso augusto o un tony criollo, como Héctor Robles con su personaje Toscanito, mismo que, a los 60 años, había dejado las carpas para presentarse con y sin maquillaje en cabarets y boîtes, especialmente en Coquimbo, en donde recitaba emocionadamente también el poema "El payaso" del argentino José de Maturana. Aunque sacaran risas, estos payasos explotaban un aspecto y actitud penosa, pasando a hacer también un rol de mendigos o vagabundos. El retrato icónico y más frecuente del payaso vagabundo en el imaginario y la iconografía es vuelto uno en donde aparece ofreciendo una flor y con su distintiva mirada triste.

Ejemplo  perfecto en Chile para aquel modelo del vagabundo fue el tony Zapatín, en realidad llamado Alejandro López Salazar: su maquillaje, sus ropas desgarradas y sus rutinas eran las típicas del vagabundo, aunque dejando como muletilla o sello una particular risa de marcadas sílabas "Ja-ja-ja" en sus actuaciones. También lo es el tony Cascarita del gran Eduardo Inostroza González, veterano de los circos Hermanos Inostroza y Alondra. El mismo estilo tomó su colega y compatriota el tony Bombilla. Una influencia muchísimo más sutil del modelo tenía, en cambio, el tony Coligue (Héctor Manuel Aguilera Campos), con un maquillaje augusto pero más bien de rostro triste, no risueño, a pesar de todas las risas que lograba sacar en su extensa carrera.

Cabe comentar que una especie de variante del payaso vagabundo con gran acogida en Chile es el payaso rotito,  de poco maquillaje (pueden ser de bigotes, pecas, mejillas enrojecidas como un ebrio, etc.), prendas sencillas o harapientas y un sombrero de tipo bonete, como el del personaje Verdejo en la revista "Topaze". Llamado Juan Verdejo Larraín, este último fue una creación del caricaturista Jorge Délano, Coke: harapiento y usando un gorro de campo, representaba al sujeto roto chileno de los estratos populares, similar al personaje "Perejil" de Lugoze o "Condorito" de Pepo, siendo llevado al teatro humorístico y revisteril en los años cuarenta y cincuenta en donde se debió notar más aún la raíz que lo conecta con el mundo de los payasos. Curiosamente, a pesar de ser representante del chileno típico, Verdejo fue interpretado especialmente por un gran comediante peruano residente en Chile y antiguo integrante de la Compañía de Revistas Cóndor: Eugenio Retes, a quien tocó después representarlo en el cine. El dueño de la Cóndor era, a su vez, don Enrique Venturino, el propietario de los circos Búfalo Bill y Las Águilas Humanas.

Dentro del mundo circense como tal, sin embargo, Darío Zúñiga Garay, el famoso Timoteo del circo de transformistas con el mismo nombre, calzaría con el modelo de aquellos payasos rotitos. Incluso personajes cómicos femeninos como La Pelá de Iris del Valle y la Cuatro Dientes de Gloria Benavides tuvieron algo en el mismo estilo del rotito teatral. Una variación criolla del vagabundo con algo de rotito es también el payaso curadito, sin embargo, que se presenta en la pista caracterizado como un hombre humilde pero borracho y vistiendo como un típico beodo pobre de ciudad. Aunque existe escasa información al respecto, se sabe que a veces el rotito o curadito payaso combinaba su representación, ya en sí misma graciosa, con otras de cama elástica, listones de vuelo o malabarismos, caso de Manolo Sánchez quien en los años cincuenta y sesenta se presentaba como un payaso de tipo vagabundo llamado John (del dúo John and Teddy, que hacía con su hijo) pero también curadito, fingiendo tambalear sobre un monociclo ya que su familia ha sido famosa por los números de ciclismo cómico o "locos ciclistas".  En muchos circos, además, se inicia el número de estos payasos alternativos con una inteligente aparición de los mismos: como un personaje ebrio que, espontáneamente, comienza a interrumpir y molestar al presentador o a pedir "aplausos para el caballero" desde el público, hasta que el afectado inicia un diálogo con este simulando ofuscación. Entre los mejores exponentes modernos de este personaje han estado Cachencho (Segundo Tello) y el famoso Ruperto (Christian Henríquez). Un poco más lejos del modelo payasesco propiamente tal pero en la misma sintonía del personaje bufo "ebrio" se encuentran también El Tufo de Ernesto Ruiz y Che Copete de Ernesto Belloni.

El mimo moderno, en tanto, siempre ha tenido mucho de payaso: muestra elementos que lo conectan especialmente con los caras blancasalgo que ya explotaba también el inglés Grimaldi en farsas o arlequinadas llamadas herlenquinadas, a inicios del siglo XIX. Empero, otras variaciones y combinaciones del concepto de los payasos y tonis han dado origen a artistas independientes y por lo general también callejeros como el llamado payaso-mimo: este combina en equilibrio ambas disciplinas usando mucho la improvisación en espacios públicos como los mismos artistas originales. Empero, son más coloridos, más interactivos con el público y a veces emplean artículos como silvatillos bucales para emitir ruidos agudos, en reemplazo de prohibidas palabras.

Los payasos-mimos de Chile están más relacionados con las artes populares y urbanas que con los intentos por profesionalizar la actividad mímica en los talleres que abrieron hacia principios de los cincuenta actores como Alejandro Jodorowsky y Enrique Noisvander, creador del Teatro de Mimos como vimos en el artículo anterior a este. En todos los casos, sin embargo, las nuevas versiones de tales artistas se valen de maquillaje y vestuario estrafalario, destacando hoy como payasos-mimos nacionales ya internacionalizados los casos de Tuga (Rodolfo Meneses) y Karcocha (Gerardo Castro). A diferencia de lo que sucede con el teatro de mimos, además, estos tonis actualizados se presentan casi invariablemente solos o, a lo sumo, con un compañero "complemento" y de similar oficio.

Volviendo al ambiente de compañías artísticas y circos, la relación de muchos payasos de las revisadas categorías -principales y secundarias- con otras disciplinas o áreas de los espectáculos llegaba a ser bastante curiosa. En algunos equipos, por ejemplo, estos payasos, al retirarse la pintura facial y los trajes, podían volverse también presentadores, músicos de la banda o incluso acróbatas en una misma función. El conocido humorista Pepe Tapia, por ejemplo, todavía en los años setenta se presentaba como el tony Bombín antes de dedicarse definitivamente al humor de espectáculos revisteriles y televisión pero conservando algo de esa época en la representación de algunos personajes, entre ellos uno llamado Parrita. Como caso inverso al descrito está el del payaso Luis Miguel, quien pasó del canto y la imitación al oficio de tony callejero, en donde se ha convertido en toda una leyenda de la cultura popular chilena.

Finalmente, no podemos evitar un comentario sobre lo lamentable que resulta el hecho de que el nombre genérico de los payasos y tonis se haya convertido con frecuencia en un insulto muy recurrido especialmente en nuestro tiempo, incluso todo el concepto del circo y sus artistas, en el caso chileno algo favorecido por el deplorable actuar de la clase política, hoy tal vez de las peores que han existido en toda la historia del país. Se vuelve insulto, curiosamente, mientras el país se pierde la oportunidad de celebrar con orgullo algunos pergaminos tales como el tener payasos que están reconocidos entre los mejores del mundo. Esta crítica la hacemos conscientes de que el rol del payaso siempre ha sido hacer reír y entregar alegría, vocación para la que es difícil tener el alma negra o retorcida como en el veneno político, salvo por lo que ha sucedido con algún trágico par de casos criminales en donde el maquillaje y los trajes de colores en realidad se usaron para ocultar personalidades psicopáticas y asesinas.

A pesar de todo, la sociedad chilena sigue considerando vigente la nobleza del payaso como artista de la alegría, despidiendo con honesta congoja a grandes exponentes del oficio como sucedió con los tonis Loquillo, Juan Eduardo Pacheco, del dúo Los Pitusos; Caluga, como se conoció al incomparable Abraham Lillo, uno de los más internacionales de Chile; Oscar Parra Sandoval, el tony Canarito, de la artística familia Parra; Coligüe, el alter ego de Héctor Aguilera, considerado otro maestro de esta profesión; Roberto Avendaño, quien también interpretaba disfrazado al personaje la Chanchita Piggy en el programa infantil "Los Bochincheros"; Patito Pototo, en realidad Luis Alberto Muñoz, también de "Los Bochincheros" y el Circo de las Águilas Humanas; Jorge Domínguez, Copucha, del trío Copucha, Chirola y Cuchara; etc. La tradición familiar de las familias ligadas al circo ha permitido que nuevas generaciones de payasos tomen la posta, por supuesto, muchos con su respectivo gran éxito en otros países. ♣

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