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ÁNGEL CAPRIOLO, SEÑOR DE LA MÚSICA Y LA NOCHE

Una de las pocas imágenes que han quedado disponibles del director Ángel Capriolo, a partir de una en baja calidad publicada en el diario "La Nación".

El nombre del maestro musical Ángel Capriolo aparece por casi todo el espectro cromático de la bohemia santiaguina en el segundo tercio del siglo XX, asociado tanto a los muchos boliches que la sostenían así como a los más ilustres personajes de este ambiente. Poco más se ha dicho, sin embargo, que lo legible en un puñado de repeticiones más o menos similares sobre aquello que sería su aporte en la actividad recreativa chilena. Lo cierto es que el magnífico bandoneonista llegado desde Argentina a echar raíces en la capital chilena fue descubridor, profesor y guía de muchos músicos y cantantes símbolos de esas mismas generaciones, personajes a los que ayudó a surgir e incluso les escogió los pseudónimos con los que siguieron presentándose a la postrer, como señala el cronista de espectáculos Osvaldo Rakatán Muñoz en "¡Buenas noches, Santiago!".

El artista platense había llegado a Chile ya siendo adulto. Buscaba nuevas oportunidades y espacios de trabajo cuando se estableció en el país, después de advertir que la escena de su patria argentina, especialmente la de Buenos Aires, ya se encontraba saturada de astros nacionales y extranjeros, con cada vez menos nichos disponibles para los emergentes e incluso músicos expertos como él. Entre sus primeras presentaciones de importancia en tierra chilena estuvo la del cabaret del Casino de Viña del Mar, para celebrar la Navidad de 1936, en donde su orquesta fue parte del show bailable junto a los conjuntos de Pablo Garrido y Ernesto Davagnino. La principal estrella de este evento con no menos de 800 personas concurrentes, fue el violinista argentino y director de orquesta, maestro Julio de Caro.

En Santiago pudo comenzar a hacerse un nombre velozmente con las presentaciones realizadas primero en pequeños clubes y luego en grandes eventos privados, como fue la Fiesta del 21 de Mayo de 1937 en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile, en avenida Blanco Encalada. También se lució en el 25° de aniversario de la firma García y Compañía, propietaria de los famosos almacenes Los Gobelinos de Ahumada con Compañía, celebración que consistió en una enorme fiesta con banquete y bailable en el Estadio Santa Laura de Independencia a inicios de octubre de 1937, en donde tocó turno a Capriolo y sus músicos en el bailoteo iniciado hacia las 16 horas, después del almuerzo, prolongándose hasta pasadas las 22 horas.

Reconocible por lo delgado, con entradas vacías en las sienes y un par de anteojos negros como fetiche personal, Capriolo tenía un manifiesto espíritu aventurero y creativo complementado con un buen ojo para los negocios. Armó un virtuoso conjunto entonces llamado Orquesta Típica Argentina, del que era director y principal bandeoneonista, con el que coparía una larga agenda de compromisos. Viviendo entre dos países pero principalmente en Chile, entonces, en 1939 ya tenía tres orquestas con su apellido en las que estaban algunos de los mejores músicos de la escena nacional, protagonizando con ellos la sección "Bailables Capriolo" de las 13:30 horas en las Emisoras Otto Becker, CB-89 y CB-1170, cuya sede estaba en calle Estado 360. En este equipo instrumental relucían figuras como el eximio músico Jaime Tapia, por ejemplo, primer saxofonista en su orquesta y artista radial estable de la misma emisora.

El repertorio que incluía valses, milongas, tangos y música más moderna llevó a Capriolo y sus músicos hasta escenarios como el Teatro Santiago de calle Merced llegando a San Antonio, formando parte de los números artísticos con los que se despidió al ventrílocuo español Agudiez y su muñeco Don Pánfilo, pues este partía a Argentina a fines de ese año 1939. También se presentó en una fiesta inaugural de Radio Siam, junto a una importante parrilla de artistas. Aparece después en el Teatro Coliseo de calle Arturo Prat llegando a avenida Matta, en donde estuvo en el aniversario de julio de 1940 de la misma sala y que se celebró con un gran programa de artistas nacionales y extranjeros. Ese mes regresó al Teatro Santiago para ser parte de un programa organizado a beneficio de la cantante Meche Videla, quien partía a trabajar a Radio Belgrano en Argentina. Dirigió, además, a la Orquesta Carrera, formando con ella uno de los mejores números de la emisora del mismo nombre en 1941, según consigna la página de espectáculos del diario "La Nación" del martes 12 de agosto de ese año. Por entonces se presentaba también con tangos, swings y fox-trots en la boîte El Candil de  Ahumada 134, dirigiendo las tres diferentes orquestas allí a partir de las 22 horas.

Siempre escuchando los consejos de su espíritu inquieto, Capriolo había probado suerte además como empresario nocturno fundado el club bailable La Cabaña, en calle Bandera 755 llegando a San Pablo. Fue uno de los más famosos dancings de los años cuarenta y creado en donde mismo había estado antes el Shangay, del que Capriolo se hizo cargo un tiempo antes. El renovado club ofrecía la misma propuesta de diversión del Shangay, en donde el músico tocaba con su hermano Eduardo. Este, a su vez, tenía un conjunto propio con el que se presentaba en el club Tabaris de la Alameda con Estado, un gran refugio del jazz santiaguino, en el que estaba Carlos Omar como cantante. Desde La Cabaña, además, Capriolo y sus orquestas típica y de jazz tocaban en vivo durante las transmisiones de Radio Siam desde 1939 cuanto menos.

La Cabaña fue conocida también por las presentaciones que hacía allí el maestro orquestal Lorenzo d'Acosta con su Saint Lorenz Swing Band. Otro conjunto que tocó en el lugar fue la Orquesta Típica de Mario Galluci, con el cantante Camiletti. Decía el escritor y auténtico bohemio Enrique Lafourcade en “Hoy está solo mi corazón”, que Capriolo solía aparecerse a veces también en la cartelera de este negocio ya en los tiempos que siguieron. Si es que calculamos bien las fechas de esta historia, aquello habría ocurrido después de haber sido director del establecimiento, cuando continuó haciendo presentaciones como todo hombre muy solicitado en los escenarios de la época. Capriolo se ubicaba así en la generación de oro de los directores de orquestas que animaron la vieja bohemia santiaguina con prohombres como Federico Ojeda, Pedro Mesías, Porfirio Díaz, Bernardo Lacassia y tantos otros.

Rakatán recuerda que Capriolo también fue maestro mentor del cantante Carol Fonté, cuyo apellido real era Verdejo. Había empezado como groom en el Club de la Unión, y fue el propio argentino quien lo hizo cantante. Gran hallazgo, pues Fonté no sólo se remitió al canto y así dio nacimiento a piezas clásicas como el fox-trot "Rosita" junto a Fernando Morello, quien la grabó en la RCA Victor y la interpretaba con su orquesta:

Tengo en mi jardín una rosita
tan fragante y tan bonita,
que hace a todos suspirar.
Un poquito más allá hay un clavelito,
muy chiquito y muy guapito,
que suspira y canta así...

Chito Faró (Enrique Motto Arenas) y Nino Lardi (Orlando Minieri Molina) también estuvieron relacionados en sus inicios con Capriolo e hicieron presentaciones en La Cabaña. Jack Brown (Caupolicán Montoya) fue otro de los que trabajaría con él tras llegar a Santiago a fines de 1936 y haber reemplazado al guitarrista Mike Florenz, antes de ser el primer vocalista de la Orquesta Huambaly. Todos habían comenzado a sonar seguido en el medio artístico y radial entre fines de esa década y los cuarenta, pasando después a la consagración.

Aviso de la celebración del 21 de mayo de 1937 en la fiesta bailable que hacía entonces la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile. La música está confiada a Ángel Capriolo.

La Orquesta de Ángel Capriolo hacia los años treinta. Fuente imagen: Canal YB de Ocoíno.

Chito Faró en sus jóvenes inicios, más o menos cuando había comenzado ya su carrera en el Chateclair y fue reclutado por Capriolo. Imagen publicada por el sitio radial Hasta que el Cuerpo Aguante.

Nino Lardi y Eduardo Capriolo, según la revista de espectáculos "Ecran" del 29 de mayo de 1945. Nos queda la duda, sin embargo, de si en realidad el retratado pueda ser Ángel y no su hermano Eduardo, como señala el texto de la foto.

Publicidad para la boîte y dancing club La Cabaña de calle Bandera, publicada en "Las Últimas Noticias", año 1940.

Lardi, hijo de un industrial argentino llegado al país quien formó familia con una chilena, cantaba música gaucha en una audición de 1939 cuando logró llamar la atención de Capriolo, sin proponérselo, pues este era quien oficiaba como director de la orquesta. Así fue cómo le ofreció al muchacho de 18 años su primer contrato cantando con él por $5 diarios, algo que para el aficionado resultó irresistible (ver entrevista del diario "La Nación" del domingo 3 de octubre de 1971).

Fue el propio Capriolo quien sugirió Faró y Lardi usar los nombres artísticos con los que finalmente pasaron a la historia musical, además, viajando con ellos en giras por Chile y Sudamérica. Faró, iniciado por 1935 en locales como el club Chanteclair de San Diego con Matta, fue apodado durante largo el Cantor de las Madres y se dedicaría igualmente a la composición, siendo el autor del famoso vals "Si vas para Chile". En el señalado dancing club Faró recibía sólo $3 por noche, cantando en la orquesta de Tadeo Ríspori, otro maestro argentino incorporado a la escena nacional; pero cuando lo vio allí Capriolo decidió llevarlo con él hasta La Cabaña, en donde el entonces veinteañero pudo comenzar a recibir $12 por día de trabajo. Capriolo fue también una influencia, junto al notable Armando Bonansco, para celebérrimo Porfirio Díaz y otros músicos chilenos que se contagiaron de la belleza del tango en aquel entonces.

La amplia música de Capriolo siempre transitó por milongas, tangos, tonadas, corridos, fox-trot y valses pasando por rancheras, canciones peruanas y tropical, entre otros estilos. En el catálogo de abril 1940 a diciembre 1942 de RCA Victor figura Ángel Capriolo y su Orquesta con variadas piezas como "La Benita", "Mi canto a Arequipa", "Pajarillo, pajarillo", "Se rifa el amor", "El pueblo está de fiesta" y "Sobre el arco iris". En tanto, en el verano de 1941 había estado tocando en Radio España y otras emisoras. También fue el primero en grabar una famosa canción himno de Valparaíso, al parecer en Buenos Aires, ese mismo año y con el propio autor Víctor Acosta en la voz: "La joya del Pacífico", nada menos. Si bien es sabido que la fama general de "La joya del Pacífico" llegó con las versiones del Negro Farías, el peruano Lucho Barrios y el bolerista Luis Alberto Martínez, Capriolo queda ubicado así en el inicio de aquella exitosa y popular cadena.

En noviembre del año siguiente Capriolo está en el selecto grupo de artistas que se presenta en el homenaje de dos días para Pepe Aguirre y el propio Víctor Acosta en el Teatro Blanco Encalada, en la avenida del mismo nombre, cuando ambos artistas partían de gira a Argentina. La alianza musical que hizo con el primero de ellos, llamado en realidad José Gastón Aguirre, fue otra de las más prolíficas y con buenos resultados para la hoja de vida de ambos. A esas alturas, además, su circuito laboral y el de sus músicos era enorme, trabajando por casi todo el Santiago de entonces: el "barrio chino" de Mapocho, el sector céntrico de los clubes y sótanos con bailables de amanecida, el barrio San Diego y la Plaza Almagro, etc. Música para ricos y pobres, en sus respectivas guaridas. Eran los días en que estaban de moda las "filóricas", los cabarets y las todavía novedosas boîtes, además, por lo que un músico con su reputación tendría fácilmente copado el calendario de presentaciones a pesar de ciertas dificultades que ya experimentaba a la sazón el medio artístico.

Su orquesta y la de Carmelo Dávila se volvieron números estrellas del casino y quinta y casino La Glorieta, también tomada por Capriolo en 1941 en el paradero 17 de Gran Avenida y en donde tocaba desde las cuatro de la tarde. Para esta etapa de su brillante carrera armó una nueva orquesta con las voces de Roberto Nelson y de nuevo reclutando a Fonté. Sus presentaciones de 1943 y 1944 en el lugar se transmitían en tarde y noche por la Radio Bulnes, ex Emisoras Otto Becker. En La Glorieta, además, su discípulo Lardi causaba sensación entre las jovencitas que iban especialmente a verlo y oír su melodiosa voz en temas como "Salud, dinero y amor", "Casas viejas" y otros que después llevaría también a México. Probablemente, entonces, se encuentre entre los primeros artistas chilenos que provocaron esta clase de fenómeno social con las populares fans calcetineras y por el que, muchas veces, se atribuye rango pionero al muy posterior cantante José Alfredo Fuentes, el Pollo Fuentes.

A pesar de las melancolías y penas que era capaz de provocar con su sentimental bandoneón, Capriolo fue el autor de piezas de fox-trot y con contenido de humor que grabó con Aguirre. El sello Odeón presentaba esta sociedad creativa como uno de sus grandes éxitos en la publicidad de junio de 1944, de hecho, y se destacan en el período temas suyos con voz de Aguirre como "Mujeres feas", que llevaba ese estilo de ritmo fox-trot con letra cómica, si bien parece haber sido el cantante Armando Moreno quien lo tomó y adaptó haciéndolo más popular en las radios del pasado:

Hay mujeres regulares,
hay mujeres desgraciadas,
hay mujeres con mal genio
y las hay con mucha guasa.

Hay mujeres como globos,
hay mujeres como flauta,
hay mujeres chiquititas
y las hay como jirafas.

CORO:
Pero feas, feas, feas,
pero feas y con ganas,
no hay ninguna mujer fea
por mi madre de mi alma.
Si alguno me contradice
apostarle me permito.
tráigame una mujer fea, uy,
que por muy fea que sea
yo le veré algo bonito.

Las muchas presentaciones del director en el desaparecido barrio noctámbulo de Mapocho no se limitaban a La Cabaña, por cierto, sea establemente o en eventos. En junio de 1944, por ejemplo, estuvo en el acto de inauguración del Taller de Carpintería de la Cárcel Pública y, en julio siguiente, estaba al otro lado del río en el festival artístico del Teatro Balmaceda en calle Artesanos, a beneficio de su colega y compatriota en bandoneonista Rafael Frapagano en donde participaron también las orquestas de Bonansco, Buddy Day, D'Acosta, Isidro Benítez y la de su hermano Eduardo Capriolo, con varios números más.

Anuncio del festival ofrecido a Meche Videla al momento de partir a Argentina, evento realizado en el Teatro Santiago en el que estuvieron ilustres como Capriolo y su orquesta, Armando Bonansco, Los Cuatro Huasos, el galán argentino Agustín Irusta, el humorista Monicaco y las Hermanitas Miranda, entre varios otros. Aviso publicado en "La Nación" del lunes 8 de julio de 1940.

Capriolo en la boîte El Candil de calle Ahumada, en septiembre de 1941. Avisos publicados en el diario "La Nación".

Ángel Capriolo y su nueva orquesta son las principales atracciones de quinta La Glorieta, los barrios de Gran Avenida, sector Lo Ovalle. Anuncio para las fiestas de Año Nuevo 1942, publicada en el diario "La Nación".

Gracias a un pequeño artículo de la sección de espectáculos de “El Mercurio de Antofagasta”, dedicado en 2008 al pianista y compositor Armando Carrera, nos enteramos también de un episodio sucedido cuando el maestro estaba presente en el American Bar, establecimiento que existió hacia la esquina norponiente de Bandera con San Pablo. La reunión entre coterráneos de Carrera descrita por el redactor tuvo lugar al conocerse la muerte de este último, en la víspera de las Fiestas Patrias de 1949:

En el “American Bar”, de calle Bandera, en Santiago, donde triunfaba el piano de Aurelio Mérida, hermano de Jorge “Choche” Mérida, nos juntamos varios antofagastinos, esa noche y, tras las primeras honras al “18”, el bandoneonista Ángel Capriolo, pidiendo silencio, habló a la concurrencia del músico que nos dejaba.

Las gentes entendieron que, por un instante, Armando se uniría a nosotros. Callaron. Dulcemente, la orquesta tocó el vals “Antofagasta”. La pista de baile permaneció solitaria y en penumbra. Concluida la pieza, vino un largo silencio. Miramos la pista de baile, con tristeza. La noche saludaba, pura y sutil, a uno de sus más finos adoradores.

Unos años antes Capriolo había estado también en el Festival del Reporter X del Teatro Caupolicán, en junio de 1946, con su Orquesta Típica Argentina en la que cantaban Gina del Moral y Carlitos Morán; y en la reapertura del Jardín Quinta Santa Lucía de don José Tubino, alrededor de las Fiestas Patrias de 1947. Su orquesta se presentó esa temporada en el club con la voz de Lardi, otra vez, mientras que la de Carmelo Dávila lo hizo en el mismo lugar con el peruano Miguel Ángel Sánchez, además de ir en la carta el Gran Conjunto de Cuecas. Durante el año siguiente Capriolo forma parte del festival artístico del Teatro Apolo, en abril, evento en donde actuaron Eduardo de Calixto y Orlando Cadis.

La calidad de los cantantes y músicos de los que se rodeó el maestro siempre estuvieron en un confirmadísimo primer nivel, a pesar de la gran cantidad de desconocidos y novicios que logró llevar en este desafío y levantarlos hasta la popularidad. Los varios ex cantantes de Capriolo tuvieron tal prestigio y reconocimiento, de hecho, que se organizaron para realizar un eventos propios como el que tuvo lugar en el Teatro Caupolicán a fines de enero de 1948, en donde estuvieron las orquestas de Natalio Ortiz y Tino Tursi, además de los Hermanos Barrientos, el infaltable Bonansco, el dúo María Inés y otros. Por entonces, Capriolo y su orquesta se presentarían establemente en Radio La Americana, a partir de febrero, con los cantantes Fernando Díaz (de sólo diez años) y Horacio Condal, aunque con mala crítica por parte de la revista de espectáculos "Ecran" del 2 de marzo de aquel año, pero dirigidas principalmente a los glosadores del grupo. Su hermano Eduardo, en tanto, llevaba adelante una actividad propia e independiente con sus músicos y valiéndose de los artistas Carmen Carol y Raúl Ledesma para las voces, en similar alto nivel.

Hallaremos al bandoneonista y director como artista el cabaret Zeppelin de calle Bandera casi enfrente de Aillavilú, pleno "barrio chino" otra vez, hacia 1949 y 1950. El quinteto típico que dirigía e integraba era completado con el contrabajista Quintana, el pianista Eduardo González, el violinista Berríos y el cantante Gregorio Castillo, otros personajes injustamente olvidados por la épica del apogeo bohemio en Chile. En el célebre establecimiento, mismo que muchos estimaban ya el único que se mantenía conservando el antiguo y auténtico sello de la noche santiaguina a mediados del siglo, el quinteto alternaba turnos con las presentaciones del conjunto musical de Rafael Hermosilla a inicios de abril de 1950, justo en el período cuando se anunció también la visita de la artista porteña Perla Curti.

A principios de ese mismo año Capriolo había organizado y después dirigido para el Zeppelin un Concurso del Tango Chileno, en el que participaron piezas nacionales hasta entonces inéditas como "Bendito amor" de Ángel Salas, "Raquel, volvamos la hoja" de Jorge Farfán, "María Angélica, flor de mal" de James Malerba de la B., "Noche eterna" de Agustín Peralta, "Total, no vales nada" de Gonzalo González, "Naná" de Rodrigo Hermosilla, "Si mañana regresas..." de Jeremías Bó, "La revancha" de Enrique Parra y "No me abandones, de J. Zapata, entre otros. Se solicitaba para las inscripciones enviar al Zeppelin las partituras de piano en duplicado y a nombre de Capriolo, para que su orquesta pudiese llevarlas a la música y evaluarlas.

En la mítica Quinta El Rosedal de Gran Avenida, en tanto, llegaba con su orquesta poniendo a Aguirre en la voz, casi enfrente de donde estuvo La Glorieta en el sector de Lo Ovalle, por entonces barrio alegre y bohemio. Su relación con esos vecindarios  parece haber sido importante y no ocasional, ya que, unos años antes, en octubre de 1947, había formado parte de los espectáculos programados para la Audición Radial Gran Avenida al servicio de las comunas de San Miguel, La Cisterna y San Bernardo, con un festival realizado en el Teatro Cisterna y el Teatro Ovalle. Capriolo ya había estado antes en el Cisterna, por cierto: en septiembre de 1944, en un evento de varios números organizado por vecinos de la comuna y por el connotado atleta Manuel Plaza a beneficio del boxeador ciego Ernesto Pastene, evento que incluyó un programa pugilístico.

Cabe señalar que Gregorio Castillo, quien había llegado desde el puerto a Santiago siendo un muchacho, hizo que el ya veterano bandoneón de Capriolo regresara de lleno a los tangos hacia mediados de 1951, recién pasado un nuevo aniversario de la trágica partida de Carlos Gardel. Ambos profesionales de la música comenzaron a realizar presentaciones con el repertorio del Zorzal Criollo hacia julio de ese año, incluyendo tangos como "Guitarra, guitarra mía", "Barrio feo", "Amargura", "Volvió una noche", "Sus ojos se cerraron", "Caminito soleado", "La mariposa" y tantos otros del casi interminable cancionero.

Ya cada vez más cerca de la madurez de los tiempos humanos, Capriolo continuó trabajando en Chile siempre cerca de la milonga y el tango con la voz de extraordinarios cantantes como su amigo Aguirre. Con él grabó hacia 1952, por ejemplo, el tema "Jornalero" de Atilio Carbone, maestro musical de cuya orquesta Aguirre también fue miembro. Incluso el escritor tarapaqueño Carlos Ruiz Zaldívar había tenido ocasión de cantar un tiempo con él durante su paso por el tango, siendo joven y antes de dedicarse a las letras. El bandoneonista argentino fue, así, un actor de enorme relevancia en el período de apogeo del tango en un Chile influido inevitablemente por la escena nativa del Plata y sus intercambios con el espectáculo allende Los Andes.

Lamentablemente, mucho ha quedado olvidado de la labor y la propia vida de Capriolo durante y después de su gran aporte al espectáculo chileno, cuando retorna a su patria tanguera en donde parece que nunca deslumbró tanto como por el estrecho otro lado que da al Pacífico, curiosamente. Tal vez sería menos recordado incluso de no ser porque se vuelve un nombre ineludible en las biografías sobre Chito Faró, ese otro prócer de la música chilena cuya memoria y las deudas de gratitud para con su legado también estuvieron en el limbo durante largo tiempo, producto de la incorregible desidia nacional. Hemos querido ampliar un poco acá, entonces, el pequeño homenaje que hicieran a Capriolo autores como Rakatán Muñoz, Lafourcade y uno que otro cronista, intentando reponer en su lugar a aquel engrane fundamental para la historia de la música y las noches de un Santiago que ya no existe. ♣

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