El cantante Pollo Fuentes y el humorista Manolo González en la disco Flamingo, en aviso del diario "La Tercera" del sábado 12 de julio de 1980.
El nombre de la disco Flamingo de Ñuñoa no es sólo una evocación nominal al hotel y casino fundado por la mafia en Las Vegas en los años cuarenta y que diera impulso comercial a la Ciudad del Juego: es también un recuerdo grabado a fuego en la memoria de quienes experimentaron la última etapa de la bohemia santiaguina en los setenta y ochenta, cuando gran parte de la atracción nocturna se había trasladado hasta sectores más al poniente de la gran capital, dejando atrás las propuestas clásicas y conservadoras de la diversión. El establecimiento fue, además, un reflejo sombrío pero preciso de los tiempos que se vivían, con historias escondidas de artistas, clandestinidades, lealtades, traiciones e intrigas políticas.
De la mano del empresario Mariano Jara Leopold, uno de los personajes más curiosos y sorprendentes de la historia de la bohemia nacional, el Flamingo hizo su vida en el ex Teatro Egaña de la calle Egaña 98, al costado norte de la plaza del mismo nombre en la unión de avenidas Irarrázaval y Ossa, sector limítrofe de la comuna de Ñuñoa. Aunque creemos que pueden hacerse posibles observaciones cronológicas y referenciales en el libro (o, más bien, sobre el testimonio de Jara allí reproducido), este tema ha sido tratado con mucha extensión y detalle por el periodista periodista Javier Rebolledo en "Camaleón. Doble vida de un agente comunista" (2017). Se trata de un trabajo muy útil para completar detalles de esta historia, por supuesto.
La espaciosa sala con aforo de unas 1.500 personas sentadas -en platea baja y alta- antes funcionaba principalmente como cinema y había sido puesta en servicio a mediados del siglo XX por la Compañía Chilena de Seguros La Previsión, entidad que ya había hecho abrir en 1937 al Teatro Colón de calle San Pablo y en 1951 al Teatro Libertad de avenida Vivaceta. "Es una sala que está dotada de todas las comodidades modernas y en la que se exhiben las más extraordinarias películas que llegan al país", decía del Egaña el diario "La Nación" en su edición del miércoles 4 de noviembre de 1953, poco después de la apertura. Pero, a pesar de estos elogios en la prensa, en los años setenta comenzó a decaer y así fue tomado por una sociedad de los hermanos Mildred y Alex Döll, quienes formaron un equipo con amigos como Héctor Soto y Ascanio Cavallo, ambos críticos y cronistas de cine, para sacarlo adelante con el novedoso concepto comercial y cultural del cine arte. La propuesta se trasladó después al Teatro Huemul de calle Huérfanos pero comenzó su mejor época en el Normandie de la Alameda, hoy en calle Tarapacá.
Ayudados por el cineasta Aldo Francia, entonces, los Döll se habían retirado del anterior teatro de Plaza Egaña dejando el espacio disponible a nuevos usos. Así llegaron hasta el desocupado lugar las luminarias y ritmos del Flamingo a fines de esos mismos años setenta... Una de las historias más intensas para la recreación nocturna de Ñuñoa comenzaba con aquel cambio y, paradójicamente, esto sucedía en tiempos que resultaban especialmente difíciles para los negocios de la noche.
De acuerdo a lo que puede leerse en "Raíces, tronco y ramas" de Jorge Soto Veragua, el emprendedor original detrás del Flamingo había sido Alex González Läggi, conocido diseñador gráfico y publicista de la época. Nacido como discotheque, concepto muy de moda en ese momento, los horarios de operaciones del establecimiento eran de miércoles a sábados desde las 20:30 horas hasta la madrugada. Disponía para el público de mesas para parejas y cuatro personas, con una importante variedad de tragos y bebidas. Los primeros espectáculos ofrecidos allí no tuvieron mucho éxito, sin embargo, por lo que entró en receso y se debió iniciar un empeñoso trabajo de ingeniería comunicacional y artística para asegurar el negocio. De esta manera, en sus tiempos de bonanza llegaría a contar con importantes estrellas en la cartelera, ahora logrando el lleno completo del local e incluso de las calles adyacentes, repletas de automóviles estacionados alrededor de la plaza.
El rey Midas que había tomado la propiedad del negocio poco antes y lo había sacado adelante ya era ya Mariano Jara. Según parece, su estrategia de recurrir a la publicidad en medios como "La Tercera" y "Las Últimas Noticias" entre fines de 1979 e inicios de 1980, con avisos que incluían hasta un pequeño mapa con la ubicación del establecimiento, fue complementada presentando como plato principal a figuras femeninas como la espectacular Magaly Acevedo. Esta versátil vedette, cantante y bailarina chilena ofrecía allí un número propio llamado "Flamenco Show", junto a su grupo y con el bailador Iván de Toledo. Por entonces se presentaba también el cantante moderno Ángelo. Adicionalmente, la atención del local estaba cargo de "hermosas azafatas", revelando el interés por captar al público de preferencia masculino a la vez que mantenerse como atracción con los más populares artistas de la época.
Ciertas veladas incluyeron también encuentros de boxeo para los que se montaba un ring en la pista de baile, con la presencia de presentadores como el periodista deportivo Milton Millas. La importancia del Flamingo iba creciendo a la sazón y así Canal 11 de la Corporación de de Televisión de la Universidad de Chile transmitía los tres encuentros de boxeo que se pactaban en cada ocasión. Esta popularidad un tanto sofisticada del club nocturno provocó que muchos personajes ligados al régimen e incluso a organismos de seguridad y de las Fuerzas Armadas comenzaran a frecuentarlo, de la misma manera como sucedía con otros establecimientos santiaguinos, entre ellos la Casa de Cena cerca de la Plaza Baquedano y la quinta de recreo Los Puchos Lacios del barrio Vivaceta. De este modo, el empresario comenzó a codearse también con lo más granado de aquel mundillo, incluidos los agentes de la CNI (Central Nacional de Informaciones).
Pero había un gran secreto que Jara venía ocultando en toda aquella aparente complicidad con funcionarios directos del poder... Algo que vuelca todo el curso de esta semblanza y que incluso pudo haberle costado la vida: su oculta militancia en el Partido Comunista de Chile y su participación en los cuadros armados del mismo.
Nacido en marzo de 1936 e hijo de una familia sin lujos de la comuna residente en La Cisterna, Jara dejó sus estudios temprano y había entrado a militar en el comunismo hacia sus 18 años, enredándose así con grupos paramilitares y de vigilancia armada del partido. Entre otros empleos que tomó siendo joven, comenzó a trabajar en el famoso sótano de El Pollo Dorado, su primer gran contacto con la bohemia de la edad dorada santiaguina, en donde le tocó atender una vez al mismísimo general Carlos Ibáñez del Campo quien, poco después, iba a retornar al mando presidencial con Jara ahora como opositor de su gobierno. También se hizo vendedor y cobrador de un comerciante judío de radios: aprendiendo del oficio y asistido por un amigo, posteriormente abrió su propia tienda armando aparatos en el centro, justo a pasos de la casa editorial del periódico "El Siglo" y de la Imprenta Horizonte del órgano oficial del Partido Comunista.
Un poco más holgado de recursos, Jara hizo venir a Santiago a su primera esposa, aunque no siempre viviera él en la capital ya que salía a vender las radios de su taller en otras ciudades y zonas rurales. Había nacido así la que iba a ser la cadena de tiendas de radiorreceptores y electrodomésticos Nadir, que reunió 15 prósperas sucursales en Santiago y regiones. El primer local de la marca sirvió también como lugar para escondite del material impreso en "El Siglo" y la Horizonte durante los años de la vigencia de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, la llamada Ley Maldita. Así transcurrió su vida haciendo dinero y, para 1967, aunque su matrimonio ya había perdido el amor que lo encendiera, tenía tres pequeñas hijas. Pasaremos de el lado de su tormentosa intimidad ya que está abordada por Rebolledo y no parece relevante a nuestra relación sobre el Flamingo.

La artista múltiple Magaly Acevedo con el grupo Flamenco y el cantante Ángelo, atracciones del Flamingo en aviso del diario "Las Últimas Noticias", 1 de diciembre de 1979.

Magaly Acevedo es la atracción del Flamingo en las fiestas de Navidad de 1979 y Año Nuevo 1980. Aviso publicado en "Las Últimas Noticias" en diciembre de 1979.
Magaly Acevedo aún es la estrella en los avisos del Flamingo a inicios de 1980, cuando Jara ya ha tomado el club y busca sacarlo adelante. Publicidad aparecida en el diario "Las Últimas Noticias" del jueves 17 de enero de ese año.
Avisos del Flamingo publicados en "La Tercera" en 1980, el sábado 29 de marzo (arriba) y el sábado 5 de abril (abajo). Se destacan ellos las imágenes de los artistas José Vélez y Bigote Arrocet.
El gran Raúl Shaw Moreno en el Flamingo, en aviso de "La Tercera" del 12 de abril de 1980. Posteriormente, en mayo, la estrella principal es Tito Fernández, El Temucano.
Por su demostrada fidelidad con la causa, durante el gobierno de la Unidad Popular se le asignó a Jara un cargo de dirigente gremial en representación de la mediana industria de la fabricación de radios. A pesar de esto, él no ofrecía a la vista sus nexos con el comunismo: por el contrario, con la cadena Nadir se consagró como un exitoso comerciante del retail moderno, modalidad de la que parece haber sido uno de los pioneros, facturando hasta 200 millones de pesos mensuales en su mejor tiempo. Esto explica que el Golpe Militar de 1973 no trajera para él problemas personales directos ni comprometiera a su familia, pues el mucho apoyo financiero que daba por entonces al comunismo era casi invisible. Sin embargo, por solicitud del subsecretario del partido, Víctor Díaz, tras aquel episodio dejó de militar y se hizo cargo de las armas que los comunistas ocultaban en una parcela de la comuna de La Pintana, la que le había sido prestada y luego transferida como su propiedad en junio de aquel año. Allí se escondieron incluso piezas de armamento de guerra y se impartieron cursos de guerrilla, pero el peligro era tal (Jara casi fue descubierto en un control militar cuando llevaba una carga en su vehículo) que decidieron levantar los arsenales y ocultarlos en casas o negocios particulares de los involucrados.
El empresario brillaría también como un importante dirigente de la hípica, armando su propio stud de 15 ejemplares pura sangre, uno por cada tienda Nabir. Alcanzó altos puestos directivos en la Asociación de Propietarios de Caballos, además, en donde pudo relacionarse con otros empresarios y personajes influyentes como el mítico entrenador del rubro, Juan Mago Cavieres, y el miembro de la Junta Militar, general director de Carabineros de Chile, César Mendoza Durán, jinete experto y gran aficionado a las carreras. Cumpliendo con un nuevo encargo del partido, entonces, Jara se hizo pasar por un perfecto empresario de derecha y, según él, sólo el comandante de carabineros, Ricardo Letelier, otro gran apostador de caballos y quien se haría popular por un spot televisivo que cerraba con la frase "Cuídese... queremos que Ud. viva", tenía alguna noción en ese ecosistema sobre las relaciones de Jara con el comunismo. Hasta habría sido Letelier quien le aconsejó tratar de parecer empresario simpatizante del régimen. Un retrato de Jara apareció por entonces en la portada de la revista "Mundo Hípico" del 1 de junio de 1980, además.
La insólita posición de Jara entre agentes y piezas del poder o empresarios poderosos, al mismo tiempo que mantenía sus filiaciones con la oposición clandestina, lo convirtieron casi de manera natural en el espía perfecto para los comunistas y un dispositivo en el resguardo de sus intereses. Ya forjándose la fama de play boy y bohemio empedernido había hecho publicar también saludos y agradecimientos para la Junta Militar en el aniversario del golpe llamándolo "liberación nacional" en periódicos de 1977 a nombre de la casa Nadir, además de hacer públicas declaraciones en contra de la derrocada Unidad Popular desde su posición como autoridad hípica. Llegaría a contratar algunos agentes de la policía secreta que conoció en sus aventuras bohemias y de apuestas, al mismo tiempo que incorpora en sus empresas a miembros de lo que iba a ser después el FPMR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez) empleándolos como bodegueros, nocheros y camioneros de la firma, mismos quienes usaron los transportes para nuevos traslados de armamentos del partido.
La disco Flamingo vino a tomarla Jara hacia el final de la década y en esa singular situación de dualidad existencial, luego de que el club permaneciera cerrado un tiempo al haberlo abandonado y dejado a casi la deriva su fundador. Dos abogados del ambiente hípico le propusieron al empresario esta aventura, ya que por sí solos no se sentían capaces de mantener el negocio ni cumplir con las patentes, los permisos y el numeroso personal necesario para volver a arrancarlo. Echando manos a la experiencia y buenos recuerdos en El Pollo Dorado, entonces, tomó el desafío y puso en marcha para esto a todos sus contactos. Rebolledo señala que el productor del reabierto club nocturno era Luis Álvarez, y que Jara colocó a su hija Tatiana en la contabilidad mientras él asumía la administración general. Los mejores garzones, mejores barmen y mejores chefs serían seleccionados para asegurar la calidad del negocio. Lo mismo con los números artísticos: artistas de primera, vedettes de moda, orquestas de categoría. Pasó a ser conocido así como una suerte de pequeño Padrino, aludiendo al exitoso empresario nocturno José Aravena.
Álvarez presentó a Jara una vez a Alfredo Lamadrid, periodista de espectáculos y uno de los productores ejecutivos más importantes de aquel tiempo. Esto abrió de par en par las puertas que le faltaban en el ambiente artístico. Así las cosas, en su círculo profesional orbitarían otras estrellas de enorme talla como el bolerista nacional Lucho Gatica, con una memorable pasada por el club, y la joven vedette y actriz española Maripepa Nieto (María José Nieto), quien estaba en su apogeo artístico y hasta tuvo alguna relación amorosa con un conocido concurrente del Flamingo: Álvaro Corbalán, figura símbolo de la CNI y futuro dirigente político. Dicha aventura entre Maripepa y Corbalán ha sido señalada en algunos testimonios del cantante Buddy Richard y otras fuentes recogidas en el libro "Álvaro Corbalán. El dueño de la noche" de Daniel Campusano, Macarena Chinni, Constanza González y Felipe Robledo. Jara también levantó una sociedad arriendo con Don Francisco (Mario Kreutzberger) tras conocer a su hermano René Kreutzberger, nuevamente gracias a Lamadrid, para que se grabara el programa "Sábados Gigantes" desde el local de Ñuñoa a cambio de publicidad. Increíblemente, Jara diría después que en aquellas sesiones escondía armas a su resguardo nada menos que entre las piezas de decoración, dejándolas después en manos de sus "compañeros" que las desmotaban.
A pesar de arrastrar aún su matrimonio ya fracasado y una pareja que a la larga sería su segunda mujer, el físicamente no muy agraciado Jara reconocía también haber tenido romances con cotizadas vedettes nacionales que se presentaron en el Flamingo, pero destacando especialmente los casos de la gran Maggie Lay (Magdalena Hay-Sang-Lay Wangnet) y la no menos trascendente Wendy (Mireya Smith Percheraux). Con esta última llegó a estar compartiendo residencia y muy cerca de contraer matrimonio, de hecho. La prensa sensacionalista también le habría colgado supuestos amoríos con la famosa y escultural Bibi Ubilla, conocida como el Huracán e integrante del entonces famoso clan familiar de vedettes con este mismo apellido.
La nómina artística del Flamingo mantenía una pulcra categoría internacional, tanto por las estrellas chilenas como las importadas. Además de los nombrados destacaron en carteleras el cantante Pollo José Alfredo Fuentes, su colega Buddy Richard y el humorista Bigote Arrocet, otro de los personajes fundamentales en la agenda de reapertura del Flamingo y su repunte en 1980. Artistas permanentes de la casa eran el Ballet Fantasía, con cuerpos de danzas folclóricas, y el Grupo Marbella, con estética más moderna posiblemente inspirada en el programa televisivo setentero "Música Libre". Había variado así la apertura de lunes a sábados sin cobro de cover ni entrada, con dos shows viernes y sábados a la 1 AM y las 3.30 AM. Dos orquestas tocaban en sus bailables de trasnochada: Son Combo Salsa (conocida a veces como Latin Son Combo Salsa), especializada en música cubana y con algunas incursiones en pantalla chica; y Los Discípulos, fundada por el guitarrista Segundo Parraguez, con éxitos también en Ecuador. "El más elegante de Santiago", "El salón de fiestas más espectacular del país" y "El único salón de gala que tiene Santiago", era algunos de los eslóganes de presentación del club.
Ese mismo año parece haber sido la cumbre del atractivo para el Flamingo, con la visita del cantautor canario José Vélez en marzo, quien estaba en lo más alto de su carrera artística. Esta presentación fue anunciada como la última de su paso por Chile, hacia el final del verano. Otro acierto notable de Jara fue llevar al ídolo romántico de la canción argentina Leonardo Favio, quien por esos años vivía en el autoexilio como militante peronista y férreo opositor a la Junta Militar liderada por el general Rafael Videla. Con los cuatro grupos artísticos estables anteriormente mencionados aún en cartelera en el mes de abril, animaba los shows el actor, cantante y comediante Oscar Olavarría, futuro integrante del "Jappening con Ja" y trágicamente fallecido hacia fines de enero de 2000 en un accidente carretero, cuando se hallaba sumido en los vicios. Aún no llegando a los 30 años de edad, este era el primer empleo de Olvarría como maestro de ceremonias.
El desfile de artistas consagrados no se detendrá. Las Mellizas del Tango (Marcela y Fernanda Pereira), queridas cantantes argentinas y muy activas en Chile entre fines de los años setenta e inicios de los ochenta, también ofrecieron sus voces a inicios del otoño. El mencionado humorista Arrocet y el cantante Patricio Donaire, quien formó parte del elenco de la adaptación musical "Jesucristo Súper Andino", estuvieron por esos mismos días sobre el escenario. Debuta también el cantante internacional Ricardo, mientras un consagrado total como el bolerista y compositor boliviano Raúl Shaw Moreno, ex integrante de los tríos Los Panchos y Los Peregrinos, deslumbra al mismo público en aquellas veladas.
Jara ha traído gran parte de la implementación técnica y luminosa del club desde su propia casa comercial, ahora llamada Electrónica Nadir. La popular botella de pisco con cuatro bebidas (la motejada linterna con cuatro pilas, muy propia del ambiente nocturno) se ofrecía en el local por $900 en marzo de 1980, pero para este mes siguiente había subido a $1.200, tal vez por recargo a la calidad de los números que incorpora. En mayo Tito Fernández, El Temucano, arrojaba allí sus odas al vino, junto al show internacional de Patricia y Javier más la sensualidad de la talentosa vedette Maggie Lay, joven figura transitando en el peak profesional y con mucha popularidad lograda tanto en esos espectáculos nocturnos como en televisión. La cartelera sigue creciendo en mayo: Pollo Fuentes sube acompañado del Grupo Miel, Los de Giménez con su baile flamenco, el cantante Ángelo y el consagradísimo Manolo González, insigne y veterana carta de presentación del humor chileno. Los Discípulos han salido de gira, por lo que los bailables son compartidos ahora entre la Sonora Antártica y la orquesta Son Combo Salsa.
Sólo unos meses después, iniciada ya la primavera, el centro recreativo se presenta en sus avisos con el nombre de Palacio Flamingo y ha tomado el desafío de modernizar su propuesta pero sin dejar de ser un salón de artistas internacionales. La botella de pisco con bebidas ha regresado a su más razonable precio de $900 en octubre, aunque ahora hay un gran show bailable a cargo de la orquesta Disco Boogie. Esta misma orientación hacia el público más joven y adulto joven que era capaz de atraer la discotheque se mantiene durante el siguiente año de 1981, con el establecimiento dando una gran cantidad de vida a las noches en aquel sector de Ñuñoa cuando ya se extinguía también la época de las quintas de recreo que antes abundaban en las avenidas Tobalaba y Américo Vespucio.
La vida de Jara es cómoda y llena de
lujos, en tanto, visitando con frecuencia el Teatro Ópera para las funciones del
Bim Bam Bum, el cabaret La Sirena del Padrino Aravena en Irarrázaval o el elegante Casino de Viña de Mar,
hasta donde iba acompañado por
bellezas como Wendy. Sin embargo, esta última, siendo una de las
mujeres más deseadas de su tiempo en Chile, debió soportar varias infidelidades
y descarríos de su amado con el que ya compartía departamento, incluyendo su
aventura con Maggie Lay, más joven y liberal que ella. Ambas vedettes se presentaban en
el Bim Bam Bum con el mismo rango escénico, cerrando juntas un número de la compañía con una salida al
escenario desde lados opuestos del mismo y cantando ante el público, pero conteniendo
en silencio parte de las muchas rivalidades entre divas que hubo en aquel teatro del director
Buddy Day. En épocas posteriores ha dicho Maggie que sus problemas con Wendy empezaron por resquemores profesionales, sin embargo, cuando comenzó comenzó a destacar en el Bim Bam Bum por encima de ella que era un poco más mayor (ver entrevista a Maggie Lay en el programa "Más vale tarde" del canal Mega, en octubre de 2013). Pocos antes, además, Maggie había sido elegida con el cantante Pedro Messone para actual en las celebraciones militares del Centenario de la Guerra del Pacífico, ocasión en la que bailó ante el propio general Augusto Pinochet.
Así estaban las cosas cuando Wendy descubrió que Jara no sólo estaba saliendo con Maggie, sino que también le prestaba un Mercedez Benz nuevo y, como era esperable, esta última fue atacada por su despechada compañera de trabajo. Maggie habría sido agredida en el Club de la Unión Española que existía en calle Carmen con Blas Cañas, mientras almorzaba junto a un grupo de amigos, desatándose así una batahola de rasguños y mechoneos entre las mesas, o al menos eso es lo que se sostiene. Puede haber exageraciones en tal descripción, sospechamos. Estaba presente allí un periodista, además, por lo que el escándalo de las rivalidades entre ambas llegó a la prensa comprometiendo así al infiel Jara, quien ya había sido echado por Wendy del departamento.
Las entonces "modernas" fiestas Disco Boggie con bailables y shows artísticos en el Flamingo. Aviso publicado en "La Tercera" el sábado 5 de octubre de 1980.
El bolerista Lucho Gatica junto a Mariano Jara en una de las mesas del Flamingo. Imagen publicada por Javier Rebolledo en su libro "Camaleón. Doble vida de un agente comunista".
Imagen y pie de foto humorístico con el humorista Bigote Arrocet y Mariano Jara en el suplemento de espectáculos "Candilejas", diario "Las Últimas Noticias" del miércoles 26 de marzo de 1980, anunciando sus presentaciones en el Flamingo.
Mariano Jara y la hermosa vedette Wendy, cuando ambos sostenían ya una relación afectiva. Imagen publicada por Javier Rebolledo en su libro "Camaleón. Doble vida de un agente comunista".
Celebración de Mariano Jara junto a Wendy, al fondo de la mesa, acompañados por el Mago Cavieres, todo un personaje del ambiente hípico chileno. Imagen publicada por Javier Rebolledo en su libro "Camaleón. Doble vida de un agente comunista".
Mariano Jara, la vedette Maggie Lay y el Mago Cavieres en postal fotográfica del cabaret La Sirena, famoso local del Padrino Aravena. Imagen publicada por Javier Rebolledo en su libro "Camaleón. Doble vida de un agente comunista".
Altos agentes de la dictadura continuaron frecuentando regularmente la disco Flamingo y le garantizan tanto protección personal implícita a Jara como consideraciones para que su negocio pudiera operar sin verse afectado por restricciones y menos por redadas. Y todo esto sucedía mientras él financiaba con su propio peculio al Partido Comunista, además de facilitarle la obtención de armas casi en las narices de tan particular clientela. Incluso había estado ocultando parte de las pistolas del partido también entre los grandes floreros y jarrones con arreglos que decoraban el interior del local en las mencionadas veladas de "Box de Gala" y que, gracias a Lamadrid, ya había conseguido vender al Canal 11. Un militante desmontaba estos artículos y se los llevaba ni bien terminaba el exitoso espectáculo. En otro de sus claroscuros y profundas contradicciones, sin embargo, el empresario oficiaba paralelamente como prestamista, multiplicando aún más sus caudales con negocios al límite de la ley y que lo acompañaron por largo tiempo. Y había droga en el Flamingo, por supuesto, particularmente cocaína, aunque tal como sucedía desde hacía tiempo en todo el circuito de los locales nocturnos.
Gracias a la disco Flamingo el temerario Jara pudo extender tanto como pudo aquella estrecha y engañosa relación con empresarios, militares y agentes de la DINE (Dirección de Inteligencia del Ejército), probablemente también con ex miembros de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) que operó entre 1974 y 1977, año de su disolución para ser reemplazada por la CNI. El propio comerciante admite haber bebido tragos y compartido cordialmente con muchos de ellos, contratando un ex agente DINE como guardaespaldas y a otros dos llamados Mauro y Jorge para que cobraran las cuentas impagas de la casa Nadir. El jefe militar de ellos, un tal Quilodrán, aparecía a veces en la discotheque pero se volvía un fastidio al pasarse de copas, pues se tornaba violento y provocador. También conoció a unos detectives quienes no eran de organismos de seguridad pero trabajaban en el famoso Cuartel Borgoño de Independencia. La discreción con la que actuaba permitía que hasta sus más suspicaces detractores no pudieran encontrar en él razones para apartarlo de semejante proximidad con aquel ambiente, sin embargo, aunque Mauro y Jorge le confesaron una vez que había aparecido en registros como "ayudista comunista", algo que él negó con vehemencia.
Sin embargo, el ocaso de Jara comenzaría a gestarse con la crisis económica provocada por la Recesión Mundial afectó gravemente sus negocios, obligando a desprenderse de algunos de ellos y a cerrar sucursales de la casa Nadir. Incluso acabó traspasando esta marca a su sobrino pues se fue a vivir a Mendoza, aunque volvería varias veces más a Santiago y no todas ellas con buenos resultados. El clandestino Partido Comunista no sólo le exigía aportes económicos, mientras tanto, sino que solicitaba más préstamos de dinero al afligido empresario quien veía desmoronarse lo que antes prometía ser un imperio personal. Tras una corta vida que todos creían iba a ser muy larga y redituable, entonces, el colorido Flamingo comienza a perder las plumas de flamenco rosa y sus brillos destellantes como telón de fondo para la Plaza Egaña.
Por consejo directo del abogado Hugo Ortiz de Filipi, futuro senador al que había conocido justamente a través de la administración la disco y que ahora lo asesoraba en sus negocios, el Flamingo debió ser cerrado ese terrible año de 1982, tras volver su dueño de la estadía en Mendoza. Llevaba meses poniendo dinero en un saco roto para tratar de salvar sus negocios y las cuentas en rojo ya no permitían mantener la disco, tal como sucedía a tantos otros establecimientos nocturnos y salas de espectáculos en aquellos opacos años. El consejo de Ortiz de Filipi, experto en estos asuntos, era correcto para tales problemas financieros, pues los bancos y proveedores ya habían comenzado a acosarlo y los cheques sin fondos eran un peligro inminente de terminar detrás de las rejas, algo provocaba un gran temor a Jara.
El cierre del Flamingo coincidió con la renuncia de su dueño al cargo de vicepresidente de los propietarios de caballos, dejando el stud y la parcela en avenida Santa Rosa a cargo de Carlos González para evitar posibles embargos. Habiendo sobrevivido con averías a la crisis, sin embargo, lo peor y más peligroso sucede para él en 1986, cuando se ve involucrado en el contrabando de toneladas de armamentos traídos desde Cuba y Rusia e internados por la caleta de Carrizal Bajo, con los que el FPMR esperaba iniciar un levantamiento armado. Entre otras cosas, la falta de discreción de algunos movimientos del desembarco y la mala planificación para ocultar semejante cantidad de armas dejaron al descubierto la operación, siendo sólo cosa de tiempo para que esto salpicara a Jara: una nueva parcela de La Pintana, con una promesa de compra-venta en donde figuraba de aval, era uno de los lugares en donde querían esconder los arsenales. Años después reconocería que decidió participar del plan porque el militante encargado de comprar tal propiedad no lograba convencer al vendedor, a causa de su aspecto humilde. Así, tras ayudar a salir del país a uno de los principales involucrados, su ex empleado Julio Solís (jefe del aparato paramilitar y pieza clave en la misma operación), Jara creyó que zafaría ofreciendo al ex director de la CNI y hacía poco tiempo elegido miembro de la Junta Militar, general Humberto Gordon, reactivar como socios el negocio de la discoteca y club nocturno. Gordon aceptó, pues ya había hablado del tema con Jara cuando ambos se codeaban entre apuestas hípicas.
Cabe señalar que, a diferencia de otros grupos de inteligencia o represión militar donde primaba más bien la mentalidad de cuarteles, en la CNI parecen haber sido un poco dados a enredarse con civiles o "paisas" incluso en ámbitos de recreación como la que ofrecía el Flamingo. A pesar de esto, hubo personajes de la CNI que desconfiaron siempre de Jara y su supuesto pinochetismo, partiendo por el conocido director Corbalán, quien veía con dudas también tanta cercanía suya con miembros de la DINE. No parece coincidencia, entonces, que Corbalán apareciera en persona con su personal y un bus completo de carabineros para detener e interrogar a Jara en su casa de calle Ñuble, tras conocerse la noticia de que podía estar vinculado con el contrabando de Carrizal Bajo. Sabiendo fingir, este negó todo y, por supuesta intervención de Gordon, quedó libre. Empero al tratar de escapar hacia Argentina fue interceptado en el Aeropuerto Comodoro Arturo Merino Benítez y llevado ante uno de los hombres más inteligentes, fuertes y temidos de la dictadura: el fiscal militar Fernando Torres Silva. Ya no tendría por dónde escurrirse y pasó así lo que debía ocurrir: el curtido Torres no le creyó una palabra y años de farsas y dobles caras se vendrían abajo, destinándolo a la Penitenciaría de Santiago en donde estuvo seis meses siendo investigado y con sus negocios detenidos por el Servicio de Impuestos Internos. Hasta lo habrían intentado envenenar con una falsa pastilla para la presión durante el cautiverio, según él.
Prestigiosos abogados de derecha trataron de sacar a Jara de los calabozos, como Vivian Robert Bullemore, Sergio Coddou y Nelson Cerda. Sólo cuando intervino Ortiz de Filipi pudo salir con libertad condicional, en 1988. En otra osada acción, sin embargo, se fue a Argentina pero usando el pasaporte de su concuñado, por lo que no figuró abandonando el país ni rompiendo la condicional. Retornaría 1991, cuando la democracia de la Transición había vuelto también al país con todos sus baches y tensiones, con Patricio Aylwin en el Palacio de la Moneda. Los abogados Jorge Mario Saavedra y Samuel Donoso consiguieron liberarlo de los cargos y del estatus de prófugo de la justicia.
La vida nunca más fue la misma para Jara, lejos de la época en que lucía su corona en las tiendas Nabir y la disco Flamingo. La derecha nunca más le daría la mano ni le devolvería parte del respeto que tuvo antaño, al conocerse su realidad política. Para peor, también rompería con la izquierda, en donde parte de los militantes desconfiaban ya de la sinceridad de su labor como infiltrado o de falso empresario de derecha, juzgándolo más bien como un oportunista o agente doble. Tras fundar una financiera de "créditos personales" en los noventa, también llamada Nadir, logró reflotar parte de su fortuna y abrirse nuevos horizontes pero sucedió que militantes y viejos compañeros comunistas, como Jaime Moreno, se habían acercado pidiéndole ahora préstamos personales o para salvar la Radio Nuevo Mundo y, especialmente, el periódico "El Siglo" que estaba en franco ocaso. Este contacto volvió a relacionarlo estrechamente con el partido, pero a la larga llevaría a su fractura total con el mismo.
Sucedió que los cheques de garantía impagos que debían cubrir el interés del préstamo dado a los comunistas comenzaron a acumularse hasta sumar 100 millones de pesos: jamás le fueron devueltos a Jara y los documentos acabaron siendo "chuteados". Fue entonces cuando el dirigente histórico del Partido Comunista, Guillermo Teillier del Valle, se acercaría a Jara pidiendo también dinero pero con una idea que parecía de buena fe: proponía que se usaran para un negocio que cubriera la deuda y permitiera muchas utilidades, según lo que describe en el libro de Rebolledo. Específicamente, Teillier lo habría convencido de financiar la venta de gomas de mascar marca Dos en Uno en Cuba, viajando para ello hasta la isla con él y poniendo a continuación 400 millones de pesos para la exportación, pues el negocio parecía prometedor y podría perpetuarse.
Empero, la inversión acabó quebrando a su financiera al no ver utilidades, desatando una disputa judicial nuevamente con Saavedra y Donoso como abogados de Jara. Teillier acusaba a este último de usura, no obstante, por cobrar un 7% de interés mensual según testimonió a Rebolledo. En un inesperado revés, entonces, el ex dueño del Flamingo acabó tras las rejas otra vez hacia mediados de la misma década, ahora como un vulgar prestamista. Furioso, sintiéndose traicionado y como acto de venganza, desde su calvario denunció públicamente que Teillier era nada menos que el jefe de operaciones del FPMR quien usaba el alias Sebastián Larraín, infidencia confirmada con el tiempo. Jara trató de echar marcha atrás y señalar a otras fuentes como la originales de tal revelación, pero es claro que esto desató un terremoto en el Partido Comunista en su momento y nunca más fue perdonado por sus ex camaradas.
El nuevo impasse (con varios episodios que por tiempo eludiremos) señalaría la ruina de sus últimos negocios, finalmente, ahora con los odios de la izquierda dura encima. Tras pasar medio año preso y ser condenado a cinco años y un día, sin embargo, nunca se hizo efectiva la pena tras haberse presentado en los tribunales luego de otro breve escape a Mendoza, sólo debiendo firmar periódicamente en el Patronato de Reos. Libre otra vez y sin antecedentes, Mariano Jara nunca dejó su pasión por las carreras hípicas a pesar de cargar con la pérdida de una fortuna y una colección de cheques impagos que, según continuó asegurando, demostrarían la estafa de la que fue objeto. Para sobrevivir, en cambio, abrió algunas salas de pool y de juegos con tragamonedas. Ya no participó más de la ideología del comunismo, evidentemente, confesando esta decepción y fractura tanto en el libro de Rebolledo como en algunas entrevistas que ofreció a medios como "Biobío-Chile" ante Tomás Mosciatti, en septiembre de 2017. El retirado hombre con una de las vidas más extrañas y hasta insólitas de la bohemia chilena nunca se arrepentiría de toda la ayuda que entregó al partido en los tiempos de proscripción, sin embargo.
Del Flamingo, ex Teatro Egaña, tampoco queda mucho más que decir: el local de Plaza Egaña 98, con fachada extensa y muros cortinas, terminó en otros servicios durante los años que siguieron al cierre de la discotheque y más tarde sería reacondicionado por una iglesia evangélica que lo continúa ocupando desde hace varios años. El establecimiento de los trasnochadores ochenteros se fue así del barrio, de la misma manera que lo han hecho también la antigua Estación Los Guindos, el Gimnasio Manuel Plaza, el centro comercial del Supermercado Marmentini Letelier y tantos otros elementos que rodeaban a la igualmente transformada Plaza Egaña. ♣
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