Antes que el concepto de la periferia adoptada injustas connotaciones sociales negativas y estigmatizadoras en la comprensión nacional, tal cualidad le era reconocida como un mérito y atributo valioso del Teatro El Salto, bastión de la actividad recreativa al norte de la capital de entonces, más allá incluso de los límites de la antigua Chimba. Sus holgadas proporciones lo hacían caso especial entre los cines y teatros "de barrio", categoría a la que pertenecía la sala de Conchalí, ubicada específicamente en la avenida El Salto 3202 esquina con calle Santa Mónica, enfrente de la boca de Duque de Kent. La dirección fue ajustada hacia 1960 a la numeración El Salto 3130, actualmente en la comuna de Recoleta, cerca de sus límites con Huechuraba.
El Teatro El Salto siempre tuvo un rasgo de cinema popular: solía recibir principalmente público familiar y grupos de vecinos con rotativas donde dominaban las películas de vaqueros, musicales y comedias, aunque contó también con algunas funciones dirigidas especialmente a niños. Las parejas preferían las tardes y horas nocturnas, además. En su buena época el mismo barrio tenía algunas cafeterías y restaurantes modestos alrededor, de modo que podía hacerse un fin de semana intercambiando entre él y las demás propuestas del comercio, evitando así el tedio de viajar más hacia el centro de Santiago en donde se daba la mayor parte de la vida social de aquellos años. Básicamente hablando, entonces, cumplía con la misma función de otras salas dispuestas en aquel lado de la capital como el Teatro Chile de Recoleta o el Teatro Valencia de la Plaza Chacabuco.
Nacido como cine rotativo y secundariamente sala de eventos, el teatro fue levantado en un terreno que antes era cruzado por la calzada que unía las calles Luis Antonio Vergara y Duque de Kent por encima de El Salto, al poniente del Cementerio Israelita. Corresponde a un sector de cuadras que, hasta hoy, permanece cerrado por aquella urbanización pero que, mirado desde la altura, evidencia una línea diagonal de techos patios y terrenos separando a los inmuebles: antes era el deslinde de la misma cuadra, justamente.
La nueva sala fue abierta el viernes 5 de diciembre de 1952 por la empresa Cines Unidos, dueños también de las salas Alameda y Minerva. Este corte de cintas se hizo con una función nocturna a beneficio de la Cruz Roja y del Cuerpo de Bomberos de Conchalí, por lo que autoridades como el alcalde de la comuna y dirigentes vecinales de aquellos barrios manifestaron públicamente su gratitud ante la generosa decisión de los propietarios, al ponerlo en marcha con tal gesto de beneficencia. Aunque la noticia fue cubierta escasamente en los periódicos centrales, vemos que medios como "Las Noticias de Última Hora" señalaban escuetamente, en su sección para guía de cine, que los rotativos de la nueva sala comenzarían el sábado 6.
Los primeros dos filmes exhibidos desde aquella noche inaugural fueron la película bélica "A bayoneta calada" ("Fixed Bayonets!", 1951) de Samuel Fuller, y la comedia "Muy joven para besar" ("Too young to kiss", 1951) de Robert Z. Leonard, de la 20th Century Fox y la Metro-Goldwyn-Mayer, respectivamente. Estas seguirían en cartelera durante parte de aquella semana, a partir de las 14 o las 17 horas dependiendo del día. Se sumó después el western "El vaquero de Arizona" ("The Arizona Cowboy", 1951), de Robert G. Springsteen y uno de los primeros éxito cinematográficos del actor y cantante Rex Allen, quien sería llamado con el mismo nombre del filme. También se incorporaron rápidamente a las funciones algunos cortos seriales, cuyos capítulos se iban actualizando periódicamente en cada semana.
La apertura de la cinema parece haber resultado bastante exitosa y, por varios años más, sería un redituable negocio para los encargados, permitiendo que aquel sector específico del Gran Santiago dispusiera de un buen núcleo artístico y cultural para sí, de la misma manera que canchas como la de El Salto con Valdivieso, del Club Deportivo Clodio, servían para acoger actividades deportivas. Pudieron realizarse allí también varias presentaciones de compañías teatrales y tuvo funciones artísticas situadas cronológicamente en la última etapa de la edad de oro del espectáculo bohemio y revisteril de Santiago, además de otros eventos como concentraciones políticas.
El alto edificio del cine-teatro con techo a dos aguas era de sencilla factura aunque se lo consideró al día con la modernidad y las normas de seguridad. Algunas notas de prensa, como la publicada en "La Nación", informaban en aquellos días que contaba con todas las tecnologías y recursos de las construcciones modernas de teatros, así como la solidez que ha quedado bien demostrada desde entonces. Las butacas con las que se fue puesto en servicio también eran cómodas y de altos estándares, mientras que el equipo que llenaba de sonoridad la platea era un modelo Llopis con tecnología de punta.
La arquitectura del conjunto, en tanto, ofrecía algunas influencias básicas de la corriente plasticista y constructivista en su parte exterior, sobre todo en el muro que rodeaba al perímetro sur y oriente, con la forma redondeada de la esquina en donde estaban el acceso para el público y la boletería. Por el lado posterior, en tanto, un portón permitía ingresar a un pequeño patio al costado del edificio principal, o más bien un estacionamiento, con dependencias menores del lugar dispuestas en ese mismo costado. En la parte más alta del edificio principal había vanos para ventanas con cortinas especiales de cierre y oscurecimiento de la sala durante las horas de proyecciones, mientras que el foyer se situaba por su costado sur en un espacio menor adosado al principal, conectado directamente por la vía de ingreso. Sobre el mismo estaba la sala proyectora, además.
Nota del diario "La Nación" del 4 de diciembre de 1912, dando aviso de la inauguración del Teatro El Salto.
Apariciones del Teatro El Salto en las guías de cine de la prensa. Como muchas cinemas de barrio, esta publicitaba muy poco sus funciones.
Aspecto del Teatro El Salto hacia los años 2012-2015, antes de la destrucción del muro exterior y la remodelación completa de su edificio principal. Imágenes correspondientes a capturas del Google Street View.
Por su ubicación estratégica y entonces bien ponderada en la "periferia", entonces, el mismo teatro fue lugar de algunas proclamaciones y encuentros políticos para atraer hacia la hipnosis de la deliberación y las carnadas electorales a los residentes de la comuna de Conchalí. Uno de los primeros encuentros de esta naturaleza tuvo lugar a las 21 horas del sábado 23 de agosto de 1958, con los partidarios del entonces candidato y futuro presidente Jorge Alessandri Rodríguez, quien acababa de volver durante la noche anterior a la Estación Mapocho tras su proclamación en la Plaza Sotomayor de Valparaíso. Durante la solemne ocasión, el diputado conservador Emilio Meneses estuvo encargado de los discursos dentro de la sala de El Salto.
Cabe señalar que, a la sazón, el joven teatro seguía en uno de sus mejores momentos, con rotativas de dos a cuatro películas diarias, todas ellas de más o menos reciente rodaje. Así, a inicios del año siguiente el público podía ver en un mismo día el western "El pistolero invencible" ("The fastest gun alive", 1956) de Russell Rouse, con el gran Glenn Ford como protagonista, más la comedia musical mexicana "¡Aquí están los Aguilares!" (1957) de Jaime Salvador, con los astros Luis y Antonio Aguilar, y luego la comedia romántica del mismo origen "¡Viva el amor!" (1958) de Mauricio de la Serna.
En esos mismos días, además, el teatro fue utilizado para la proclamación de Roberto Wachholtz Araya. El hombre público se presentaba en las elecciones que lo llevarían al Senado en reemplazo de Alessandri Rodríguez, quien había renunciado para enfrentar las presidenciales. El mitin tuvo lugar a las 20 horas del lunes 5 de enero de 1959 y sólo minutos después que el candidato terminara su presentación en la Plaza de Renca.
Algunos vecinos antiguos del barrio aseguraban que la decadencia del cine y teatro comenzó pocos años después, en los sesenta, lo que explicaría el que apareciera cada vez menos en las guías de cines más o menos desde mediados de la década. Una crítica que se le habrían hecho por entonces era la falta de actualidad de sus películas, aún centradas en géneros como los que ofrecía en sus primeros años y que llevaban tiempo ya pasando a niveles menores en el gusto popular. Algún grado de la apuesta de los encargados era por los rollos de película para interés en los clásicos, según parece, aunque también se traían reiteradamente obras recientes de la llamada "edad de oro" del cine mexicano.
A mayor abundamiento, en febrero de 1963 verificamos que se confiaba la concurrencia de público a Mario Moreno Cantinflas con su película "Si yo fuera diputado...", que ya tenía más de diez años y rodada en blanco y negro, aunque era innegable la vigencia que mantenía aún el comediante mexicano. Incluso hubo exhibiciones compilatorias de Harold Lloyd, el famoso comediante del cine mudo. Todavía rendía también la figura de John Wayne en "Los comancheros" ("The Comancheros"), filme exhibido en El Salto pero que, si bien había sido rodada recién en 1961, pertenecía a los clásicos westerns norteamericanos que comenzaba a ser desplazado por las versiones italianas del mismo género. La historia dorada del cine y sus retrospecciones se iba reflejando en la propia cartelera del teatro, entonces.
Posteriormente, el Teatro El Salto parece haber sido el hogar de algunos artistas y compañías todavía en los años setenta, por cierto. Habrían existido incluso algunos casos de detenciones allí por parte de agentes de la Central Nacional de Informaciones (CNI). Sea o no real el que la sala ya estaba en crisis como cine por aquellos años, podemos confirmar que su debacle era notoria al llegar los años ochenta y noventa.
Según parece, fue gracias a alguna iniciativa municipal y de vecinos que tuvo un leve repunte entre fines de aquella década y la primera del actual siglo. El interés por los temas patrimoniales y culturales durante las celebraciones del Bicentenario Nacional permitieron esperanzarse en que la sala podría reinventarse y recuperar parte de la importancia que tuvo durante su época esplendorosa, llegando incluso a ser sede de la productora La Gira SPA hacia 2015-2016. Empero, esto no bastó para salir de la inestabilidad por obsolescencia.
Habiendo servido parcialmente como una especie de centro cultural y casa local de actividades artísticas en la comuna, volvería a oscurecerse hasta quedar abandonado completamente por el espíritu de las artes. Algunos de sus espacios fueron destinados a negocios de diferente rubro, pero los propietarios decidieron reorientar su uso y lo remodelaron por completo: en el verano de 2019 se refaccionó el interior de la sala, se destruyeron el foyer y el pasillo techado, se demolieron las dependencias que daban hacia el costado de la avenida El Salto y se eliminó todo el murallón exterior para ser reemplazado por estériles rejas.
Lo que fue la sala principal, entonces, ahora luce revestida en azul en sus muros externos y con una techumbre de color amarillo, con aspecto de galpón. Ha sido destinada a servir como un enorme mall chino. Por el costado sur, sin embargo, se mantiene parte del muro con frontón y pueden reconocerse entre sus vetustas estructuras lo que parece haber sido el acceso y la ventanilla de la sala de proyección, en lo que era el segundo piso sobre el ya esfumado vestíbulo. ♣
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