El viejo caserón en donde estaba la quinta de recreo La Pachanga, en fotografía de los archivos de la familia Burgos Vega. Imagen tomada del libro "Pudahuel. En el camino de la memoria".
Además de ser el nombre de una danza tradicional cubana, por pachanga se entiende algo parecido a jarana: una fiesta o reunión bulliciosa con motivaciones de diversión, fundamentalmente. Buen concepto para llamar así a una quinta de recreo y posada con bailables, la que hizo historia en los barrios de Barrancas, ahora Pudahuel, hacia donde se pone el sol cada tarde en Santiago. El establecimiento estaba específicamente en la dirección de avenida San Pablo 9149, hacia el final de a misma y justo en la esquina con Federico Errázuriz, sector en los límites de la zona urbana del Gran Santiago.
Denominada publicitariamente como "La Universidad de la cumbia y la salsa", La Pachanga ocupaba un caserón de adobe y quincha tan viejo como fue el poblamiento mismo de ese mismo sector del valle mapochino, truncado en sus posibilidades de crecer más al oeste por la presencia de los cerros de Lo Prado. La leyenda decía que el mismo inmueble vetusto y pintoresco habría sido de tiempos coloniales y cuando esos barrios eran sólo campo, época en la que el Camino de San Pablo aún era la principal forma de salida desde Santiago hacia Valparaíso, mejorada y concluida por el gobernador Ambrosio O'Higgins concluyendo el siglo XVIII. Parece ser, además, que este caserón ya había sido usado antes como sede de restaurantes y otras quintas, hacia los años treinta o cuarenta, dato que no hemos podido confirmar.
La fundadora de La Pachanga fue doña María Vega Silva, nacida en 1922. Cuando llegó a residir a
los barrios de Barrancas trabajó como garzona del restaurante llamado El Bajo. Luego de haberse emparejado con su colega Carlos Burgos Cañete, hacia la mitad
de los cincuenta fundó en San Pablo 9183 una cervecería propia llamada No me
Olvides, aunque ciertas versiones de vecinos señalaban hace años que esta fue creada sobre un
establecimiento anterior. El caso es que doña María ya era muy conocida en el medio
bohemio de entonces, anticipándose a otras reinas de la diversión chilena como
la famosa Cuca (Gladys González Núñez), y que, posteriormente, su negocio con noches orquestadas cambió de local: se fue
sólo unos metros más atrás, quedando establecido en descrito inmueble del
9149 de San Pablo.
La Pachanga surge, entonces, de la refundación de la cervecería allí mismo y en tiempos totalmente adversos a la recreación nocturna y la reunión, siendo inaugurada el sábado 8 de junio 1974 según declara la familia. Desde ese mismo día funcionó como quinta de recreo y fue atendida por su doña María, sus cuatro hijos (Juana, Hernán, Sergio y Carmen Burgos) e inicialmente sólo dos garzones. Era una atracción bastante económica comparada con otras opciones de la capital, en donde vaporeaban las parrilladas con ensaladas, chanchos a la greda, lomos con agregados, pollos al coñac con papas fritas y asadurías de embutidos o entrecots, perniles, arrollados y filetes con papas, todos en enormes bandejas. Igualmente típicas eran las bebidas, con combinados y ponches de vinos tintos o blancos, así como sus botellas de pisco. Hay cierta información de aquellos tiempos en un blog llamado "Posada La Pachanga", aunque parece estar abandonado ya hace muchos años.
Celebración de un Año Nuevo en La Pachanga, con Giolito y su Combo tocando en vivo. Fotografía de los archivos de la familia Burgos Vega, publicada en el sitio "Posada la Pachanga".
Doña María Vega Silva, la creadora y dueña del establecimiento. Fotografía de los archivos de la familia Burgos Vega, publicada en el sitio "Posada la Pachanga".
Distintas imágenes de los salones interiores de La Pachanga, publicadas en el sitio "Posada la Pachanga".
Regreso de la Sonora Palacios a La Pachanga. Aviso publicado en "Las Últimas Noticias" en abril de 1981. Eran los últimos tiempos de Tommy Rey en el conjunto, además.
En la misma fuente se indica, por testimonio de la propia familia, que el nombre del establecimiento tenía una historia propia, no sólo por su relación directa con las fiestas: sucedía que, en los tiempos cuando aún era la cervecería No me Olvides pero en la nueva dirección, había un querido cliente de la casa apodado el Guatón Aliro, a quien le gustaba gritar "¡Vamos a pachanguear!" cada vez que quería ir a la pista de baile. Doña María bromeaba diciendo que algún día le cambiaría el nombre a la cervecería por el grito de guerra de Aliro, pero este se lo tomó muy en serio y llegó un día con un gran lienzo diciendo "La Pachanga". Acto seguido, pidió a la dueña una escalera en la que se encaramó para instalarlo por el exterior, en lo alto. Así fue como doña María eligió este título cuando reabrió el local como quinta de recreo.
En las horas de la noche el restaurante se convertía en una vibrante sala
bailable con orquestas en vivo que fueron definiéndose por ritmos tropicales,
principalmente de cumbia, además de presentaciones artísticas que incluyeron a
figuras como Zalo Reyes, Buddy Richard, Tito Fernández El Temucano y José
Alfredo Pollo Fuentes. Los tangos también se escucharon y bailaron en ese salón. Incluso tuvo visitas internacionales con la
llegada de los argentinos Leonardo Favio y Yaco Monti. Los grupos que animaron
las fiestas bailables fueron, entre muchos otros, La Cubanacán, Giolito y su
Combo, Rumba 8, La Sonora Guaraní, Banana 5, La Sonora Casino, el Grupo Angaroa, La Gran América Junior, Los Falcon
y el Grupo Superstición, estos últimos con larga trayectoria en el mismo
establecimiento y muy populares en el circuito nocturno de su tiempo, aunque hoy
estén virtualmente olvidados.
Una mención especial es para La Sonora Palacios cuando llegó hasta La Pachanga: todavía tenía a Tommy Rey como vocalista, permanencia que se prolongó hasta a principios de los ochenta y presentándose en el mismo lugar. Es lo que testimonia el fundador Marty Palacios entrevistado para el libro "¡Hagan un trencito! Siguiendo los pasos de la memoria cumbianchera en Chile (1949-1989)" de Lorena Ardito Aldana, Eileen Karmy Bolton, Antonia Mardones Marshall y Alejandra Vargas Sepúlveda. Dice allí el trompetista: "Nosotros inauguramos La Pachanga. La Pachanga era un centro turístico que prácticamente todo el mundo llegaba a conocer, era famosa".
Agregaba el consultado que, en esos años, la gente seguía a la Sonora Palacios hasta La Pachanga mientras se comía un pollo al coñac, y al terminar su presentación preguntaban hacia dónde iban ahora, partiendo así detrás de ellos a la Taberna Capri, en donde "la gente comía en un lado y después se tomaban la botella de pisco", y de esa manera los perseguían por diferentes locales durante toda la noche. Además, cuando Tommy Rey se separó de la Sonora Palacios y fundó su propia orquesta, continuaría presentándose en el establecimiento, al igual que sucedió con los miembros de la Sonora Palacios Junior.
En este mismo libro se entrevista al ex trompetista de Los Caribes, la Sonora Palacios, la Sonora de Tommy Rey y Los Galos, don Leonardo Núñez, el hombre quien estuvo bajo el disfraz de verdugo del Chacal de la Trompeta, eliminando a los menos talentosos de los concursos de canto en el programa "Sábados Gigantes". Decía allí el músico y compositor orquestal que conoció La Pachanga siendo un adolescente y que pasaron por el lugar todas las orquestas de la época, incluyendo a los hermanos Vizcarra, "dos guitarristas famosos que tocaban música tropical, guaracha, mambo, baion, cha cha chá, de todo"; artistas exclusivos de este sitio, además, acompañados por un baterista y un bajista.
La Sonora de Tommy Rey en La Pachanga, año 1989. Imagen de los archivos de Tommy Rey, quien aparece sentado al centro, publicada en el libro de varias autoras "¡Hagan un trencito!".

Avisos de La Pachanga en febrero y abril de 1990, en el diario "Las Últimas Noticias".
Aviso de la Posada La Pachanga en el diario "La Cuarta", en abril de 1991, ya en la última época de actividad de la quinta de recreo.
Imágenes de los archivos de Canal 13 (siendo la estación de la Universidad Católica de Chile) con la Sonora Palacios tocando en un bailable de La Pachanga, en 1978, al levantarse los toques de queda. Tomado del canal YB de Franco Sedini.
Núñez recordaba también que llegaba a
bailar con todos su trabajadores al local un personaje llamado Juan Zabala, al
que apodaban el Rey de los Zapallos por ser productor de esta hortaliza
en extensos terrenos que poseía hacia donde está ahora el aeropuerto. Otro infaltable habría sido el querido futbolista Luis Tanque Araneda, estrella del Colo-Colo, de acuerdo a lo que recordaban hasta hace algunos años antiguos residentes de estos barrios y concurrentes de la quinta. Lo mismo hacía su camarada de camiseta blanca Juan Carlos Orellana, residente de esos barrios y conocido precisamente como el Zurdo de Barrancas.
En el desafío del humor, en tanto, estuvieron grupos como los porteños de Pujillay, el mismo que marca los inicios televisivos del humorista Álvaro Salas. Ya en 1990, las risas están a cargo de Les Roteques, grupo formado desde un quinteto artistas aficionados quienes reunían al público en las puertas del Banco de Chile del paseo Ahumada en la segunda mitad de la década anterior, durante las noches de viernes y sábado. De este divertido grupo callejero salió también Pato Mejías, del trío humorístico Los Atletas de la Risa, quienes conservan el estilo de hacer comedia popular intercalando música de guitarras. Les Roteques ha continuado trabajando en los circuitos más underground de la bohemia nacional y ha tenido algunos trabajos comunes con Los Atletas de la Risa, por cierto, aunque ahora convertido en dúo.
En sus últimas décadas, liberados ya de las restricciones de los toques de
queda, el local de La Pachanga fue mejorado, ampliado y modernizado, aunque el barrio pasó
por un largo período en el que fue reconocido como sector "peligroso". El negocio ofrecía un aspecto cálido que escondía la antigüedad de su factura
y se agregó también un alero simulando tejuelas en lo alto de la fachada, a modo de
cornisas. Todavía en los noventa atendía doña María con todos sus hijos, además,
tiempos en que animaba las veladas Luciano Espinoza, siendo los viernes, sábados
y domingos cuando más se justificaba el nombre de la quinta. Parte de su público
nocturno había cambiado mucho, no siempre para bien según los más críticos. Se sabe, sin embargo, que en esta última etapa iban otros conocidos deportistas, especialmente de
fútbol, y también homosexuales de paso, al parecer porque quedaba cerca una
disco gay llamada El Pájaro Verde.
Concluida la época de La Pachanga de Pudahuel y tras fallecer su querida propietaria doña María, a fines de 1992 con 70 años de edad, su hijo Sergio Burgos, fundó en el Camino al Totoral de El Quisco un establecimiento con el mismo nombre de la que fue la más famosa atracción bohemia entre los barrios al poniente de Santiago. La nueva Pachanga ha llegado a ser muy popular en el balneario, por cierto. El ex local de Pudahuel, en tanto, fue reconvertido y modificado radicalmente, funcionando después para casa de una importadora de artefactos domésticos y mueblerías. ♣
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