Ilustración que acompaña al poema "Los pollitos" de Ismael
Parraguez, en la edición de 1911 de su libro "Poemas infantiles", por la Imprenta Universitaria de Santiago, la que volvió a publicarlo en 1926.
Muchos de los propios chilenos desconocen este dato en la actualidad, pero el hecho es que "Los pollitos dicen", una de las canciones infantiles más conocidas y encantadoras del habla hispana, proviene de un injustamente olvidado educador, poeta y músico compatriota: Francisco Ismael Segundo Parraguez Cabezas, más conocido en su tiempo sólo como Ismael Parraguez. Nació el 26 de agosto de 1883 (o 10 de septiembre, en ciertas fuentes) en la localidad de Pichidegua, en el Cachapoal, en el fundo Las Pataguas según información divulgada por la propia división municipal de cultura hacia los años del Bicentenario Nacional, siendo estimado en nuestros días como una razón de orgullo para aquella provincia.
Hijo de don Ismael Parraguez y doña Dorila Cabezas, estudió en Santiago en la Escuela Normal Superior, después llamada José Abelardo Núñez, graduándose como docente en 1899 a muy corta edad. Desde ese momento comenzó a ejercer como profesor normalista, además de comenzar a probar en la labor que lo llevaría a ser versista y novelista. Estudió también castellano, latín y otras especialidades en el Instituto Pedagógico, dando un paso importante al publicar su primer libro de poesías en 1903, titulado "Un idilio menos", obra extraordinariamente difícil de conseguir en nuestra época. Junto a Manuel Guzmán Maturana y Carlos Prado Martínez, además, Parraguez sería creador y editor de la revista infantil y familiar "Chicos y Grandes", conocida entre 1908-1909.
El principal interés profesional de Parraguez siempre fue difundir la enseñanza de la música y la poesía, tanto entre los niños como después entre las clases trabajadoras. Así lo confirma José Vargas Badilla en el diario "La Región" de San Fernando ("El escritor Ismael Parraguez", sábado 10 de septiembre de 1983):
Fue Ismael Parraguez un eximio literato. Escribió en versos y prosa. Muchas de sus obras delatan a un artista de la palabra, valioso, maduro, personal. Desarrolló, además, una extraordinaria labor docente en el ámbito de las artes musicales. Pionero de esta manifestación artística. Así lo certifican numerosos textos destinados a la enseñanza del canto. Conveniente es recordar "Tratado de musicología" y "Compendio de la Historia de la Música". Compuso alrededor de 150 canciones escolares que le granjearon en su época el general aprecio de las autoridades educacionales, compañeros y alumnos.
De acuerdo a un artículo de Washington Saldías publicado a fines de 2012 en el portal noticioso Pichilemu News, Parraguez fue compositor también del primer himno del Liceo de Aplicación y del Instituto Nacional General José Miguel Carrera, datos divulgados -entre otros- por el historiador, escritor y ex alcalde de Pichilemu, don Antonio Saldías. Siempre interesado en fomentar la música, además, en 1914 organizó el después llamado Orfeón Chileno, conformado con obreros, logro que describiría él mismo un año después en el texto "Organización de un orfeón chileno", publicado en los "Anales de la Universidad de Chile".
Un texto biográfico difundido por el Departamento de Comunicación Social del Ministerio de Educación y publicado en el suplemento de diario "El Mercurio" del martes 6 de octubre de 1981, nos permite enterarnos de más detalles interesantes sobre sus inquietudes docentes:
Hablaba de la desorientación que había en los liceos respecto de la enseñanza musical y la carencia de establecimientos formales especializados en este sentido. Conocía en detalle todos los problemas relacionados con esta materia, que divulgó como profesor del Instituto Nacional. Fue precisamente su éxito profesional lo que condujo a crear la cátedra de música en el Instituto de Educación Física.
Participó como miembro de la Asociación de Educación Musical, de la Sociedad Nacional de Profesores y de la Sociedad de Protección Mutua de Instrucción Primaria.
Sin embargo, el aporte que más ha trascendido en la línea de tiempo al paso de Parraguez por este mundo proviene de la publicación de su segundo libro, cuando tenía sólo 23 años y poco después de haber contraído matrimonio con doña Ester Ortiz Rotter, misma con la que tendría cinco hijos (Hernán, Flora, Julia, Waldo y Gonzalo). Se trata del obra "Poesías infantiles" de 1907, poemario salido de la casa Imprenta y Encuadernación Universitaria de Santiago con mucho contenido de inspiración costumbrista sobre elementos como el juego del aro, las mariposas en los jardines, el canto de los canarios desde su jaulita, el folclórico juego del trompo, la vista nocturna de la luna, las cabritas de los cerros, el encanto de los chincoles, un "concierto" de animales de corral, la lluvia, el otoño, el tren, las horas de jugar en los recreos y hasta la colorida belleza de las lagartijas.
Fue allí entre los "Poemas infantiles", precisamente, en donde encontramos la que acaso estaba predestinada a ser la más famosa canción infantil surgida en territorio chileno. Titulado originalmente "Los pollitos", el poema aparece acompañado de la imagen de una gallina con sus pequeños retoños, diciendo con un prístino hechizo de candidez e inocencia para aquella generación y las futuras:
Los pollitos dicen:
-Pío, pío, pío,
cuando tienen hambre,
cuando tienen frío.
La gallina busca,
el maíz o el trigo,
les da la comida
y les presta abrigo.
Bajo sus dos alas
acurrucaditos,
hasta el otro día
duermen los pollitos.
Se ha dicho que Parraguez sugería que un docente debía volverse niño para poder hablar a los infantes a través de la poseía, y es evidente que él lo logró. Sin embargo, no parece estar tan claro el cómo, cuándo ni quién hizo de masivo conocimiento a la misma pieza "Los pollitos", si es que necesitó esta de un vector extra al de los hogares familiares en donde se entonaba, para llegar a tal conquista cultural y tradicional. El caso es que este poema comenzó a ser usado con una característica melodía que, por tantos años ya, ha servido como canción de cuna, canto escolar y también para rondas de niños. De seguro esto se gestó en el mismo ambiente docente de Parraguez y con él dirigiendo este segundo paso creativo para "Los pollitos".
Versión de la canción "Los pollitos dicen" difundida por las producciones para público infantil El Perro Chocolo, en nuestro tiempo.
Retrato fotográfico de Ismael Parraguez con su propia firma, hacia 1910, de la Casa Latorre de Santiago. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.
Versión original del poema y la ilustración "Los pollitos", en la primera edición de "Poemas infantiles" de 1907.
Lecciones de poesía y canto propuestas por Parraguez en la "Revista de la Asociación de Educación Nacional" en marzo de 1907, con su mismo poema "Los pollitos".
El popular local de pollos fritos y comida rápida "Los Pollitos Dicen" en el paseo Ahumada, hacia el año 2009, cuyo nombre fue tomado de la misma canción infantil.
A mayor abundamiento, ese mismo año de 1907 el autor había propuesto el poema también como materia para enseñanza de poesía y canto infantil, así también para ejercicios de recitación rítmica. Tal lección de canto aparece en la "Revista de la Asociación de Educación Nacional" de marzo, publicación de la que era uno de sus directores, además. En este soporte el propio autor señala que la melodía de la canción, dentro de la octava en el sistema modal, corresponde a la siguiente: 1234|55|666i|55|33|2225|11. El instructivo señala también que el profesor debe cantar el poema a sus alumnos para que estos lo hagan de vuelta, primero por fila y después todos juntos. "Este es el ritmo de la melodía: como esta consta de cuatro frases de ritmo igual, no hay necesidad de aprenderlo verso por verso", apunta al referirse a cada estrofa.
"Poemas infantiles" significó a Parraguez felicitaciones por parte del destacado maestro Abelardo Núñez, del lexicógrafo Rodolfo Lenz y de José Tadeo Sepúlveda, a la sazón director de la Escuela Normal. Sólo dos años después de lanzar el libro, él y su poema sobre los tiernos pollitos aparecen también en el registro de Emilio Vaisse para su serie "La vida literaria en Chile". Vargas Badilla recuerda otros elogios de Carlos Omar Carvajal y del filósofo jesuita español Julio Cejador y Frauca, quien calificó de "una joya" al libro: "Ha logrado lo que nadie en castellano fuera de nuestros fabulistas y de Hartzenbusch, y más aún al alcance de los niños está el poeta chileno", sentenciaba el autor de la monumental "Historia de la lengua y literatura castellana".
El encanto de Parraguez con elementos como la naturaleza chilena y la vida criolla, en tanto, superaba toda banalidad y reaparecía en ese año 1909, con sus nuevas publicaciones "Flora chilena. Poesías" y "De dulce y de grasa, colección de cuentos y poesías". Para 1910 lanza "Flora exótica". Tras la creación del comentado Orfeón Nacional de la Sociedad Nacional de Coros, primero en su género en Chile, sería el autor de "La araña. Novela santiaguina" y "Urbe. Poema en dos cantos y un paréntesis", ambos de 1915. Continuó con los libros "Esperanza" de 1916 y "La desinteligencia. Novela sobre las tragedias del matrimonio", que parece ser su último trabajo en imprentas. Fue muy cercano también al célebre grupo literario de Los Diez en los orígenes del mismo, al punto de que algunos lo consideraron parte de aquel histórico círculo artístico, caso de Vargas Badilla, uno de los más leales agentes promotores de su memoria.
Lamentablemente, el genio de la pluma no alcanzó a ver toda la inmensa popularidad que llegaría a tener su poema convertido en la canción popular "Los pollitos dicen", esa con la que generaciones de niños han sido enviados al mundo de los sueños por uno de sus padres durante más de un siglo en Chile y también en el extranjero... El notable profesor falleció prematuramente en Santiago el 8 de mayo de 1917, cuando recién contaba con 33 años de vida. Un fulminante contagio de tifus había sentenciado tan abrupto final para su existencia, siendo sepultado en el Cementerio General de Santiago. La revista "El Peneca" del 25 de julio lamentó su partida con una sensible y honesta nota de doña Elva de Tagle, la que partía con estas expresiones:
Un cerebro menos.
Ismael Parraguez ha muerto.
Cuando lleno de vida e impulsado por soberanos esfuerzos desparramaba su fecunda semilla del saber en las inteligencias tiernas y ansiosas, de enseñanzas, abandonó la vida, dejando por doquier el llanto y el recuerdo que palpitarán en nuestra mente como una campanada triste y llena de dolor.
Sobre su humilde losa, ahora, hay muchas flores y muchas lágrimas; flores y lágrimas que siempre se conservan frescas y aromáticas, porque fue un poeta verdadero, un constante y fervoroso cantor, de cuyos sentimientos sólo brotaron bondades y elevadas abnegaciones, sin que jamás por ellas pasaran nubes de faces amenazadoras, ni girones de sombras.
Fue un poeta y, como poeta, conquistó laureles.
Fue escritor y, como escritor, sus premios le colocaron en el escogido sitio donde brilla únicamente el sol inmoral y maravilloso del triunfo.
Seguiría siendo recordado por largo tiempo, antes que el desdén se impusiera de manera inevitable, como suele suceder con tantos genios. Cuando en la "Revista de Educación Nacional" se le hizo un homenaje póstumo en 1923, se aludió en el mismo a lo conocida que era la canción de los pollitos: "¡Quizás qué virtud psicológica tiene aquel canto de Parraguez, que nos hace evocar nuestra infancia, que nos hace ver la figura de nuestro primer maestro inclinado sobre nosotros y aun la figura de nuestra madre!", diría el redactor.
A pesar de la vigencia y popularidad de "Los pollitos dicen" en el cancionero infantil, al punto de que una conocida cadena de pollos fritos y comidas rápidas lleva todavía este nombre en el comercio, el olvidado autor de la letra cayó por largo tiempo en el olvido y la ignominia, aunque ha comenzado a ser repuesto en su importancia cultural en tiempos más bien recientes. Importante despliegue ha hecho, al respecto, el investigador Reinaldo Marchant con su trabajo "Vida y obra de Ismael Parraguez. Creador de 'Los pollitos dicen'", en 2019. El propio Marchant había adelantado algo al respecto en un artículo del portal Escritores de Chile, refiriéndose a su largo estudio del personaje:
Ya habían pasado cien años y ninguna autoridad demostró ánimo de brindarle un tributo como corresponde a la estatura de un personaje histórico de las artes y la cultura. De modo que nos propusimos levantar del anonimato al gran artista oriundo de aquella localidad y situarlo en el lugar donde pernoctan esas pocas personalidades que aportaron lo mejor a su país: educación, creatividad, cultura, imaginación y una ejemplar perseverancia.
De manera simultánea a mis investigaciones, visité reiteradas veces cada establecimiento educativo de Pichidegua, para mostrar en aulas videos en diversos idiomas de su famosa poesía infantil “Los pollitos”, y exponer aspectos biográficos de sus libros, de su vida, música y aquella elevada calidad de educador, resaltada infatigablemente por académicos y sus propios estudiantes de la época.
Al exponer a los estudiantes que Ismael Parraguez se tituló de profesor normalista a los 16 años -caso único y ejemplar en las Escuelas Normalistas de Chile en toda su historia-, los rostros de los niños, adolescentes y jóvenes se iluminaban. Cuando leía sus poesías, la cronología de su vida y al indicar que semejante prohombre era un coterráneo de ellos, las exclamaciones, el orgullo y la felicidad que expresaban me demostraba que esta generación se hallaba totalmente involucrada con el proyecto, sentían en su corazón que había algo sorprendente que reparar y aquella disposición resultó fundamental al momento que ellos mismos, lápiz en mano, le escribieran sentidos y valiosos textos.
La expansión de "Los pollitos dicen" en las tradiciones hispanoparlantes, con diferentes versiones y algunas variaciones de letra, no sólo había superado la fama de su autor al punto de casi independizarse de este. Fue como en el caso del "Sapo cancionero" (originalmente "Sapo trovero") del actor y poeta chileno Alejandro Flores, "Gracias a la vida" de la inconfundible Violeta Parra o "Un año más" del coquimbano Hernán Gallardo Pavez. Esa misma popularidad de la pieza musical eclipsó al creador, entonces, al grado de permitir el surgimiento de creencias erradas o maledicientes sobre su autoría, adjudicándosela imprecisamente así a músicos ecuatorianos, españoles o incluso "anónimos", mitos hasta ahora difundidos principalmente por la cada vez menos confiable Internet. El trabajo y la pertinencia de Marchant recuperando el estatus histórico de Parraguez no puede ser más valioso, por consiguiente.
El mismo biógrafo informa que "Los pollitos dicen" también se ha enseñado en los Estados Unidos, con una versión trasladada al inglés para los educandos de ese país. Mientras tanto, el Museo Pedagógico de Chile, actual Museo de la Educación Gabriela Mistral, incorporó a sus colecciones algunas partituras y otras pertenencias del maestro. Su canción de cuna se confirma como otra obra musical chilena figurando entre la de más internacional conquista en la cultura popular, por lo que siempre será un loable acto de justicia histórica el precisar y recordar al nombre de su autor, el profesor Ismael Parraguez Cabezas. ♣
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