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EL CAFÉ UNIVERSITARIO: UN PIONERO DE BARRIO LASTARRIA Y DE LA COMIDA PERUANA EN LA CIUDAD

Edificio esquina de Alameda con Victoria Subercaseaux en los años ochenta, con el Café Universitario ocupando su característico zócalo y cuando era también la sede del Centro Cultural Mapocho. Fuente imagen: portal noticioso "El Mostrador".

Hubo un tiempo en el que, curiosamente, ciertos chefs se adjudicaban informalmente -sin más pruebas de que su palabra y orgullo- el mérito de haber traído o comenzado a difundir en Santiago la gastronomía peruana con sus respectivos emprendimientos, todos en décadas más bien recientes. Esto resulta inexacto, sin embargo: además de la relación estrecha proveniente del intercambio cultural entre el extremo norte chileno y el sur del incásico y de la influencia llegada con la abundante colonia peruana en el país a partir de los noventa, hay antecedentes tan antiguos como los platillos en la casita de huifa de la peruana Jesús Cedrón en calle Eleuterio Ramírez hacia el Centenario Nacional, o los banquetes de reputado Club Peruano que existía a mediados del siglo en Catedral con Teatinos o la peña Sabor Limeño de calle Lira, ya en los ochenta. Entre los verdaderos pioneros de la capital se debe contar, entonces, al Café Universitario, otrora bastión de intelectualidad y buena mesa que existió en la Alameda Bernardo O'Higgins, próximo al cerro Santa Lucía.

No sólo de la carta peruana es el Café Universitario uno de sus principales agentes promotores, antes de la popularización de tal gastronomía en nuestro tiempo: por su ubicación cronológica y espacial, se trata también de un establecimiento ligado a los orígenes de la famosa bohemia moderna de barrio Lastarria o, en su defecto, de un antecedente relevante para identificar a la misma. Esto, porque su lugar siempre fue en las puertas del mismo vecindario: primero, en donde se ubicaría después el Edificio Diego Portales y el actual Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM); después, en una conocida esquina enfrente de la Pontificia Universidad Católica de Chile, mismos espacios en donde relucen hoy una conocida heladería, un popular local de papas fritas y también un concurrido expendio de pasta alla rueda.

El establecimiento tenía todas las características de los clásicos cafés universitarios, empezando por lo evidente del nombre. Manuel Peña Muñoz menciona algunos casos parecidos en "Los cafés literarios en Chile", como el Glanz que existía en Bandera con San Pablo desde fines de los años diez, favorito de los alumnos de medicina. Ya en los mismos años del Café Universitario existió también la fuente de soda Indianápolis en Alameda llegando a Arturo Prat, frecuentada por alumnos del Instituto Nacional y jóvenes estudiantes interesados en literatura, teatro o política. "Desde siempre, los universitarios se han reunido después de clases a tomar un café para conversar de las clases y departir con sus iguales", comenta el autor, y precisamente esta función tenía en su origen el Café Universitario, llegando a ser uno de los últimos exponentes de la misma orientación comercial entre los que ya operaban a mediados del siglo pasado.

Famoso en aquellos años cincuenta, el Café Universitario debía su título también a la proximidad con la mencionada casa central de la Universidad Católica. Tenía algo de restaurante y fuente de soda, como podría advinarse. Había comenzado su vida en la antigua dirección de Alameda 265, a pocos metros de la boca de calle Lastarria. En fotografías históricas del 1900-1910, particularmente las del caserón con columna de vértice que había en esta misma esquina, se pueden ver inmuebles entre los que se ubicó después el café y que formaban una línea con otros establecimientos como tiendas y librerías, por toda la extensión que hace frente a la Alameda.

Ya entonces, el café y restaurante cumplía con aquella tradición que lo conectaba con la señalada difusión de la gastronomía peruana en la capital chilena: en cada semana del aniversario de la proclamación de la Independencia de Perú (28 de julio de 1821) ofrecía como homenaje una carta especial y "comidas de gala" con estas recetas propias del vecino país, partiendo por los sencillos picantes, ceviches de pescado, anticuchos, secos de cordero, secos de pato con arroz, caucaus, sopas teólogas, mazamorras y postres como el ranfañote o dulces peruanos, más la chicha morada. En palabras simples, entonces, se trataba casi del mismo menú que hoy podríamos encontrar como base de cualquier restaurante o centro culinario peruano en Santiago y, por extensión, en todo Chile, incluyendo aquellos que se arrogaron alguna vez condiciones pioneras en la introducción de esta cocina en específico dentro del país. En 1955, además, el mismo negocio universitario ofrecía algunas preparaciones al estilo chifa, derivadas de la adaptación de la comida china a los ingredientes y tradiciones peruanas, por lo que cumplía perfectamente con el servicio de dar a los santiaguinos una cocina peruana tan integral como era posible en aquellos años, durante la señalada efeméride.

Aquel homenaje anual del Café Universitario para el país peruano se circunscribe en una situación histórica derivada en parte de las relativamente buenas relaciones que prevalecieron entre Chile y Perú por unos 20 o 30 años después de resuelta la odiosa cuestión de Tacna y Arica por el tratado limítrofe firmado en 1929. No era raro ver en los periódicos chilenos avisos publicitarios de restaurantes, casas comerciales y cafés saludando al pueblo peruano en cada aniversario, incluidos los del Café Universitario. Esta cordialidad se fue marchitando, sin embargo, algo especialmente notorio hacia fines de los años sesenta y con la llegada a la Casa de Pizarro del general Juan Velasco Alvarado, quien fomentó un discurso y una educación nacionalista con sus manifiestos afanes por recuperar los territorios ganados por Chile y que casi se concretan en la siguiente década, volviendo a abrirse las desconfianzas.

Gala especial del restaurante Café Universitario cuando se encontraba en la dirección de Alameda 265 enfrente de Portugal y en las puertas de barrio Lastarria. El encuentro es por el aniversario de la Independencia de Perú. Aviso publicado en "La Nación" del miércoles 28 de julio de 1954.

Otra oferta de las comidas peruanas en el Café Universitario, esta vez en un aviso publicado en el periódico "Las Noticias de Última Hora", en julio de 1955.

El edificio y la esquina del Cafe Universitario en Alameda y Victoria Subercaseaux, en 2023, ya siendo ocupado el local por la Gelatería del Barri.

En tanto, el público del Café Universitario a la sazón no era sólo de esos estudiantes superiores que le daban sentido y definición, como podría creerse: desde los mismos años cincuenta llegaba hasta él una gran cantidad de intelectuales de esos barrios, atraídos por alguna razón hasta esta casa culinaria, además de trabajadores del mismo sector y jóvenes en general. Incluso cuando el cerro Santa Lucía perdió por un tiempo su valor como paseo y comenzó a sumirse en cierta decadencia, el café continuaba siendo visitado por familias, parejas y paseantes. Su ubicación era justo enfrente del barrio El Pedregal, además, en donde se construyó desde fines de los años sesenta el complejo de las Torres de la Remodelación San Borja, en terrenos que habían pertenecido al hospital del mismo nombre. Cuesta pensar que estas instancias no hayan aportado también con alguna parte del público para el café y las varias fuentes de soda que han existido históricamente en el mismo distrito recreativo y estudiantil.

Posteriormente, el Café Universitario se había mudado al número 395 de la Alameda, en la esquina con Victoria Subercaseaux. Su anterior local, en donde están ahora la bajada hacia la Estación Metro Universidad Católica y el acceso al Centro GAM, había sido ocupado también por la casa Sochico y después, en los sesenta, por la mueblería Alarcón, pero desapareció con los agresivos cambios experimentados en todas esas cuadras. En su nuevo espacio, entonces, en el zócalo del edificio que aún existe en la señalada esquina, el establecimiento universitario continuaría siendo una atracción para la intelectualidad joven, la bohemia diurna y los infaltables estudiantes buscando sus colaciones, pasteles, helados, cervezas y sándwiches, incluso cuando la tradición de la semana de comidas peruanas en julio ya se había acabado. A aquellos se sumaron también los alumnos de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, cuando llegaron a ocupar su sede en calle Portugal en el ex Mercado Presidente Juan Antonio Ríos, hacia 1976.

Algunos asistentes del café eran también actores y personajes televisivos por aquellos años, especialmente cuando en Centro de Extensión de la Universidad Católica estaba destinado a la Estación de Televisión de Canal 13. Otros eran estudiantes de teatro o actores en formación, creemos que por influencia del cercano Teatro de Ensayo de la Universidad Católica, el que llevaba varios años ya ubicado en calle Lastarria. Según un par de testimonios orales con los que contamos aunque sin confirmación, además se habrían montado en el café  algunas obras teatrales o musicales por pequeñas compañías y grupos, hacia fines de los ochenta o principios de los noventa, específicamente en unos bajos del mismo local a los que se accedía en esos años por una estrecha escalera.

Cabe recordar que dicho inmueble de Alameda con Victoria Subercaseaux, obra del arquitecto Gustavo Monckeberg y construido en 1924, también tiene otra notable influencia en el surgimiento del propio barrio Lastarria como centro recreativo: en 1985 albergaba en sus dependencias al café concert Centro Cultural Mapocho, llamado también Cafecito del Mapocho, fundado en 1981 en Lastarria con Rosal, pero luego trasladado a calle Merced en la misma cuadra y, finalmente, en la dirección de Victoria Subercaseaux 7, en donde permaneció hasta su final en 1989. Esto era atrás y en los altos del mismo lugar en donde estaba el Café Universitario, por lo que suponemos alguna clase de intercambio entre ambos sitios. Por aquel establecimiento, además, de claro enfoque opositor al régimen dictatorial y dirigido por la actriz y dramaturga Mónica Echeverría, pasaron artistas tales como el pianista Roberto Bravo y los grupos musicales Los Prisioneros y De Kiruza, contando incluso con apoyos internacionales para su funcionamiento.

En sus últimos tiempos, el democrático Café Universitario recibía en sus mesas a parejas de enamorados, jóvenes de tendencias anarquistas (al menos en apariencias), nuevas generaciones de estudiantes de teatro, uno que otro músico y algunos típicos clientes de los barrios Lastarria y Santa Lucía haciendo "previas" más sanas que otros de sus pares. Se lo tenía como punto turístico en algunas guías de Santiago, por lo demás. Tan importante fue su presencia en aquella esquina, de hecho, que el inmueble de cuatro pisos sigue siendo llamado Edificio Café Universitario en el plan regulador de la comuna de Santiago Centro. Hubo otros cafés con el mismo nombre, por cierto, como el que existía entre las escuelas y facultades de la Universidad de Chile vecinas al Parque O'Higgins y el Club Hípico, pero esa son otras historias.

Paradójicamente, aunque igual a como sucedió con otros establecimientos de su generación aplastados por los cambios sociales y contextuales, el Café Universitario no sobreviviría bien en aquella dirección durante los tiempos de retorno de la democracia, ni las ansias colectivas por enfrentar la barrera simbólica del 2000 que alcanzó a superar por sólo unos escasos años más, tristemente. Tras largo tiempo con sus cortinas abajo, sin embargo, el mismo local volvió a la vida, fue subdividido y su parte principal en ese vértice hoy es ocupado por la Gelatería del Barri, conocida por sus surtidos helados, bocadillos, pastelería, refrescos y también ofertas para consumidores veganos. ♣

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