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UN SAFARI EN GRAN AVENIDA

Aviso del Safari en el diario "Las Últimas Noticias" de diciembre de 1979, cuando se encontraba en uno de sus mejores momentos.

El centro recreativo Safari era el perfecto ejemplo de la clase de negocios para la alegría que comenzaron a proliferar en los años sesenta, en desmedro de la bohemia más clásica y apegada al modelo de los dancings y boîtes. Correspondía a un restaurante con características de quinta de recreo, discotheque y drive-in (atención directa en el vehículo) pero, a diferencia de los establecimientos nuevos y que con la misma propuesta se habían ido instalando en el sector oriente de Santiago, el Safari lo hizo entre la diversión nocturna de Gran Avenida José Miguel Carrera. Era el mismo circuito que contó con históricos establecimientos como el Tudor, el Rosedal, La Posada, La Glorieta, Las Brisas, el Tutti Fruti y el Cine Teatro Moderno.

El Safari fue fundado en 1967, en la dirección de Gran Avenida 5728 esquina con calle Carmen Mena, comuna de San Miguel, paradero 13 y medio de la misma avenida. Sus dueños eran conocidos en el ambiente como los Juanes o Juanitos: los socios Juan Quiñones y Juan Canata. Fuera de sus servicios principales como bar-restaurante, drive-in y disco-cabaret con ruidosas noches bailables, el espacioso local se había entregado también a los pecados de la noche santiaguina y por este motivo contaba con una sección de reservados y cabañas, rincones en donde solían terminar las parejas formales o circunstanciales de cada noche.

Siempre estaba hermosamente iluminado el moderno edificio esquina del Safari, con su logotipo en lo alto mostrando a los transeúntes y conductores de la Gran Avenida el perfil de una mujer negra estereotípicamente africana, como de caricatura y hasta con huesos atravesando su moño sobre la cabeza. Desde el interior de esta colorida fachada salía la alegre música que podía oírse desde el otro lado de la avenida, de hecho, casi como sonaría un concierto al aire libre.

Habiendo así algo de posada moderna en el mismo lugar, el apogeo del establecimiento llegaría entre fines de los setenta y la primera década de los ochenta... Curiosamente, pues era cuando muchos de los establecimientos más populares de la clásica entretención santiaguina ya sucumbían al peso de las restricciones horarias o la incapacidad de adaptarse a los cambios del mercado.

Sencilla publicidad para el Safari en el diario "La Nación", en agosto de 1972.

El Safari anunciando los Años Nuevos de 1978 y 1980, en páginas de "La Segunda". Vemos que, con algunas pequeñas variaciones, su cena en la fiesta se mantenía prácticamente igual.

La luminosa fachada del Safari en la Gran Avenida, en fotografía publicada por el diario "Las Últimas Noticias" en diciembre de 1979.

El Safari se vio muy favorecido por la apertura de la Línea 2 del Metro de Santiago, además, quedando justo entre las estaciones Ciudad del Niño y Departamental, puestas en servicio a partir de 1978. Sin embargo, este beneficio fue un premio al sacrificio y la paciencia, después de haber pasado cerca de tres años con las obras de cielo abierto y la sonajera de las maquinarias en la avenida prácticamente encima, tal como sucedía a otros negocios cercanos. Fue algo que había perturbado bastante las utilidades, pero también ayudó a definir al público más incondicional que no falló en todo el período.

Cuando un corresponsal de "Las Últimas Noticias" concurrió hasta el club reporteando para la sección "Aquí hay ambiente", del suplemento "Candilejas" del miércoles 12 de diciembre de 1979, comentaba que el lema de los Juanes era: "Aquí entra todo el mundo, solo o acompañado". De hecho, se sabía en aquellos barrios que muchos clientes entraban solitarios pero salían en pareja, dadas las licencias que allí daban. Era cosa corriente, además, ver niñas que asistían al lugar esperando encontrar un Romeo pasajero entre las mesas o la barra del mismo sitio.

Fue por aquellas características que al Safari se le hizo cierta mala fama: la de "lugar de infidelidades". Esto regía tanto para hombres como mujeres que llegaban seducidos por la música bailable. Incluso el amplio sector de los estacionamientos privados del establecimiento podía llegar a ser utilizados como parte de los espacios útiles al intercambio social y los besuqueos, al menos en las noches con mayor cantidad de público.

A la sazón, los tragos iban desde 160 a 200 pesos, algo razonable para un negocio de estas características en la época, cobrándose sólo el consumo aunque se usara otro de los servicios disponibles en el establecimiento, salvo en el caso del restaurante, por supuesto. Las especialidades de este último eran las carnes a las brasas y parrilladas de vacuno, seguido por delicadezas como el entrecot gigante, lomo a la orden, criadillas en sustancia de carne, filete mignon al champiñón y cocimientos de cerdo. El mundo marino no se ausentaba de la carta: ostras de exportación, albacora en salsa de alcaparras, erizo al matico, truchas con mantequilla negra, pailas marinas, choros y mariscos de temporada, etc.

La pista de baile en la discotheque del Safari, en imagen publicada por "Las Últimas Noticias" de diciembre de 1979.

Aviso del Safari en el diario "La Segunda", abril de 1981. Ya potencia principalmente su servicio de restaurante.

Publicidad para el Safari en "La Segunda", en julio de 1984. El establecimiento entraba ya a la que sería su última etapa de existencia.

Para las fiestas de septiembre y de diciembre había eventos especiales, con cotillón, programas con orquestas en vivo, concursos y sorpresas. La cena con baile de cada Año Nuevo, por ejemplo, incluía caricias gourmet como cazuela de champagne, centolla a la salsa golf, filete Borbón o Safari, pavo asado con papas duquesas y torta helada o bien un deleite de la casa llamado copa Safari, más vino, café y bajativo. En los años que siguieron se implementó también un servicio de comidas para llevar pero, aunque trató de mantener los precios a pesar de los vaivenes económicos, vemos que la misma parrillada para dos personas que en 1979 costaba unos 200 pesos, para el año 1984 ya estaba en 680 pesos. Además, las circunstancias habían hecho que fuera priorizando su servicio como restaurante desde inicios de la década.

A pesar de las dificultades, su discoteca fue considerada por muchos amantes de la noche como una de las más modernas de aquel entonces. Siempre destacó por sus luces sicodélicas y la música al día, pues esta atracción estaba estaba orientada más bien al público joven y adulto joven, principalmente de clase media y, en el caso de los que usaran el restaurante, con preferencia por los sabores tradicionales. La pista era sólida y amplia, además, muy cómoda para recibir varias parejas bailando simultáneamente, mientras que sus muros estaban revestidos con maderas aludiendo a la rusticidad de una choza africana, es de suponer. La decoración de todo el establecimiento tenía este mismo tono, de hecho.

Después de 20 años fluctuando su alegre andar entre períodos de resistencia y otros de holgada bonanza, el Safari comenzó a caer decaer a fines de los años ochenta. Los problemas comenzaron cuando su oferta bohemia y toda aquella que había caracterizado a aquellos barrios de Gran Avenida en particular, ya no estaban en la sintonía de nuevas y más jóvenes generaciones de clientes.

El elegante edificio del restaurante, discotheque y drive-in fue en su mayor parte demolido y el resto reconvertido, así como otros pabellones complementarios dentro del mismo perímetro de la propiedad. Remodelada por completo, en los años noventa apareció allí en la misma esquina la sede de Red Salud actualmente por el centro médico y dental de San Miguel. ♣

Comentarios

  1. hola Criss, hermoso trabajo, me crie en ese barrio y justamente vivia por la calle carmen mena, un sector lleno de historia..felicitaciones saludos

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