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LAS AÑORANZAS DE LA HOSTERÍA DEL LAUREL

Aviso de la Hostería del Laurel en el periódico "Las Últimas Noticias" de diciembre de 1940, cerca de las fiestas navideñas.

Al abrirse la antes llamada calle Central por atrás del Portal Bulnes, correspondiente a la actual calle Phillips, más o menos por donde estuvo hasta los años veinte la vieja Galería San Carlos con su bóveda de cañón y cristalería entre Merced y Monjitas, un amplio sector en sus subterráneos se destinó para servir como céntrico espacio comercial, a sólo pasos de la Plaza de Armas. Llegaría a instalarse allí, precisamente, un establecimiento conocido como la Hostería del Laurel, también recordado a veces Hostería El Laurel, otro de los negocios que hicieron historia y escuela alrededor del kilómetro cero de Chile.

Podemos deducir que el nombre del negocio, siempre presentado en letras góticas y cierta pretensión medieval, fue tomado de la célebre Hostería del Laurel de Sevilla, correspondiente a uno de los sitios más tradicionales e históricos de la diversión en España. Este último bar y restaurante se remonta cuanto menos a mediados del siglo XIX. Sin embargo, también hubo en Chile populares zarzuelas con ese mismo título, las que ya eran presentadas a principios de siglo en Santiago por compañías como la de J. Montero, de modo que el nombre pudo haberse hecho relativamente conocido desde entonces... Una cosa llevó a la otra, es de suponer.

La Hostería del Laurel en el Santiago del Nuevo Extremo fue creación de don Pedro Fernández, a la sazón conocido como el Caballero de la Noche, miembro de una familia de connotados políticos e intelectuales y quien estuvo detrás de otros célebres negocios bohemios de su tiempo, como la Posada del Corregidor. Autores como Oreste Plath y Enrique Lafourcade señalaban que, desde 1940, fue administrada por el intelectual valenciano Vicente Mengod, llegado a Chile en el año anterior y quien traía como currículum haber sido profesor del Centro Oficial de Estudios Pedagógicos de Madrid. Se nacionalizaría chileno hacia 1950 involucrándose especialmente con la crónica y la literatura, además de ser ensayista y columnista de "El Mercurio", en donde tuvo una sección llamada "Buenas y malas palabras". Colaboró también en "Las Últimas Noticias" y en las revistas "En Viaje" de Santiago y "Atenea" de Concepción, entre otras.

En reseñas y avisos de la época, sin embargo, nos encontramos conque el director de hecho en el establecimiento y al quien se confió su destino, pocos meses después de abierto, fue don Agustín Moliné. Se trataba de un hombre emprendedor y bien conocedor de la actividad artística de la época de oro de la bohemia. Además de la publicidad, esto puede confirmarse en una nota dedicada a la hostería en la revista "Mundo Social" de septiembre de 1940, de Inés de Urmeneta, y en un artículo de la entonces aspirante a actriz Ángela Morel publicado en "La Nación" del miércoles 8 de enero de 1941. Esta última dice que Moliné era un "verdadero creador de espectáculos, empresario sin miedo al fracaso".

El cabaret y restaurante había sido inaugurado con una fiesta en enero de 1940, poniendo de inmediato en marcha su enérgica cartelera de números artísticos con figuras de peso y otras en sus inicios. La dirección exacta del negocio era Central 42 y se descendía hasta ella por un acceso ubicado hacia la mitad de la misma calle. Morel comentaba que las paredes del establecimiento estaban "decoradas por el atormentado espíritu del joven pintor Amichatis Montero", aunque una nota de "Mundo Social" de enero-febrero de 1940, firmada simplemente por V. Z., se aclara que el autor de las pinturas fue el entonces muy joven "Joaquín Michati, hijo de un refugiado, -un niño- al que un día sorprendiera en Madrid, el verse premiado con uno de los más altos honores de la Academia de Pintura". Los murales al fresco hechos por el muchacho reproducían pasajes de "Don Juan Tenorio" de José Zorrilla, en donde "damas de crinolina y caballeros de capa y espada parecen querer contarnos sus aventuras amorosas desde los muros de donde emergen sus estampas de un sugestivo y acogedor realismo", anotaría después Inés de Urmeneta. Había en las mismas paredes algunas frases tradicionales y versos delicadamente inscritos, resaltando un poema evocador del autor Daniel de la Vega.

V. Z. hizo, además, el siguiente retrato escrito del grato lugar en la misma revista. Fue publicado poco antes de su apertura, mientras se terminaba de armar el local, se hacían retoques en los techos y se preparaba la red de ventilación interior:

Es un rincón maravilloso, hundido bajo los altos edificios que circundan la calle Central; -sitio de paz en el corazón mismo del bullicio céntrico- Pedro Fernández Fernández, un entusiasta gentilhombre de la vida nocturna santiaguina, ideó y ha realizado esta preciosidad a la que se llega bajando unos pocos escalones, o utilizando el ascensor; una vez abajo, el visitante se pregunta si está en el mundo real o se encuentra viviendo las fantasmagorías de Zorrilla, en compañía de su inmortal personaje.

(...) Allí encontramos a nuestro primer actor y astro cinematográfico, Rafael Frontaura; el experto en arte, Mariano Casanova, al escritor y comediógrafo español José Michati (padre del niño pintor) y a muchas otras personalidades de nuestro mundo intelectual y artístico, que miraban y daban opinión en todo.

Aquella profunda inspiración hispánica y artística se sentía en todo, desde su heráldico logotipo hasta su amplia oferta culinaria, prometiendo comida de primera con el lema "El paraíso de los gourmets": cocidos madrileños, callos a la andaluza, paellas valencianas, etc. La cocina contaba con novedosos sistemas frigoríficos y unos estándares de aseo sumamente estrictos, además de cómodo espacio para los trabajadores. No cabe duda de que su orientación era hacia la "gente culta" como público principal.

Sus shows artísticos, en tanto, solían ofrecer la misma alta calidad, fuera de haberse provisto con modernos sistemas eléctricos de aire acondicionado instalados y controlados por don Alfonso Herrera, para el confort total del público. Atendieron numerosos y experimentados mozos en cada temporada, además, entre ellos uno de los más famosos de la capital: Miguel Fuentes, quien fue entrevistado por Osvaldo Muñoz, Rakatán, para su obra "¡Buenas noches, Santiago!". Fuentes trabajó también en el Lucerna, La Quintrala, El Casanova, el Tap Room, el Patio Andaluz, El Parque Rosedal e incluso en el Hotel Guaraní de Paraguay.

Se decía que la carrera de humorista de Alejandro Lira había comenzado en parte también en la Hostería del Laurel, fungiendo de animador y contando chistes que después traspasó a su libro "Guerra a la neurosis. Ríase con Alejandro Lira". Estuvo en la misma temporada de inicios de los años cuarenta donde se lucieron el pianista Alberto Méndez y el trío musical del violinista Jorge Dreyer. La artista internacional Isabelita Hernández también estuvo en el club durante ese período, haciendo en él su presentación de despedida antes de dejar el país y concluir su extensa gira por América. Lo mismo sucedió con la cantante y actriz española Celeste Grijo, quien fue otra artista de la casa, despedida afectuosamente en el lugar tras una última actuación en el Teatro Baquedano.

Hostería del Laurel a página completa en la revista "Santiago Elegante", marzo de 1940. Fue uno de los primeros avisos publicados por el establecimiento en medios impresos.

Distintos aviso de la hostería en el diario "Las Últimas Noticias", en noviembre y diciembre de 1940.

Aviso de la hostería en páginas del diario "La Nación", marzo de 1942.

Los inicios del gran artista Nicanor Molinare Rencoret se vinculan igualmente al club, en esos primeros tiempos con Lira y otros artistas nacionales en el escenario. En su debut se le permitió cantar allí una noche, tal vez por el respaldo y prestigio que tenía como ex alumno de Claudio Mansueto en el Conservatorio Nacional de Música. Aunque hay una inexactitud en la fecha señalada, recordamos que de acuerdo a Víctor Rojas Farías en "Escenas de la vida bohemia", Molinare llegó a presentarse a la Hostería del Laurel en 1938, haciendo una gran amistad con el actor, director y hombre multifacético Pedro Sienna, nacido en 1893 como Pedro Pérez Cordero y mismo quien encarnó al héroe Manuel Rodríguez en el histórico filme nacional "El húsar de la muerte".

Cabe añadir, sin embargo, que en la misma fecha con errata, 1938, Molinare había creado su famosa canción con adaptaciones contextuales de la letra, titulada "La copucha". Rojas Farías comenta que fue ayudado por el propio Sienna en esta labor. La hizo velozmente cuando se le pidió cantar y divertir una reunión de bancarios a la que asistía sólo porque necesitaba el dinero ofrecido:

La copucha, la copucha
la copucha va creciendo.
La copucha, la copucha
la copucha reventó.

Siendo la copucha el nombre que se da a las vejigas del ganado, entonces, con la canción de marras podía permitirse hacer chistes cantados y con contenidos de instituciones, empresas, temas sociales, política, etc. La fama que recibió por estas y otras piezas musicales fue tremenda y pudo utilizar mucho este recurso tomado después por comediantes como Gloria Benavides, especialmente para su personaje la Cuatro Dientes. Plath hace recordar en "El Santiago que se fue" que Molinare había entrado a trabajar a la Hostería del Laurel recibiendo $75 por noche, pero un mes después ya ganaba $1.000 por presentación. Presentado casi desde el inicio como folclorista, sin embargo, los avisos lo destacaban como el autor de la conocida canción popular "Chiu, chiu", que era pieza infaltable también en sus apariciones por aquel escenario:

Chiu, chiu, chiu, chiu
Chiu, chiu, chiu, cha.
Canta, canta parajito,
que tu cantar me alegra el corazón.

En la comentada nota de "Mundo Social" de septiembre de 1940, Inés de Urmeneta vierte con satisfacción las buenas impresiones que le causó haber ido a la Hostería del Laurel y conocer su cartelera de espectáculos:

Hace algunas noches visitamos la Hostería en compañía de personalidades norteamericanas, de paso entre nosotros, y nos sentimos complacidas de los halagadores comentarios de esta gente, habituados a la vida nocturna, para tan original establecimiento...

El ambiente artístico es francamente encomiable figurando personas destacadas como Nicanor Molinare, quien da elevada animación con sus famosas tonadas que le brindan los más entusiastas y merecidos aplausos del público. Actúa también el tenor Rojo, interpretando canciones españolas y trozos de ópera que son muy del agrado de la enorme concurrencia que llena el recinto noche a noche. La atención del servicio es disciplinario y correcto. El "maitre" es magnífico y tiene la gracia de dominar varios idiomas, lo que hace fácil la atención de los extranjeros.

Actualmente la "Hostería del Laurel" está en manos del señor Agustín Moliné, figura simpatiquísima que se esmera personalmente en la atención de sus "parroquianos". La experiencia del señor Moliné en este género de actividades y su amable cordialidad para con los habitués de la Hostería, hacen de este ameno rincón el sitio obligatorio de la bohemia bien, y de los viajeros que buscan para sus momentos de descanso lugares acogedores.

También bajo la dirección artística de Moliné, algunas de las primeras presentaciones de espectáculos en el club habían contado con figuras como los Hermanos Marbel, ilusionistas ejecutando números de mentalismo como un llamado "El teléfono humano". Uno de ellos ya había estado haciendo otras demostraciones mentales allí poco antes, como la de revelar qué día era el de cualquier fecha pasada o futura, entre los años 1.500 y 2.000, desafiando a los concurrentes a tratar de atraparlo en un error con el día de los nacimientos suyos o de sus hijos. También eran parte del programa de esa temporada la canzonetista internacional Lidia Vicuña, la bailarina española Carmen España y su compatriota la cantante Ascensión Pastor, entre varios otros. La vedette sensación del momento, Sarita Walsh, participaría de aquellas carteleras, mientras que el consagrado actor y comediante Romolio Romo se permitió actuar en forma exclusiva allí durante un tiempo.

En la hostería recibiría un gran homenaje el compositor chileno Donato Román Heittmann, con un programa especial que incluyó a Lola Membrives, Rosa Dahl, Cora Reyes, Cora Santa Cruz, Venturita López Piris, Javier Rengifo, Los 4 Huasos, Los Provincianos, Los Bohemios, Gabriel Guzmán y Claudio Montes. En aquella temporada se presentaba la vedette Blanca Negri, artista con exclusividad en el club y una de sus más grandes atracciones, además del tenor español Alejandro Rojo (mencionado "Mundo Social"), la carismática Julita Pau y el recitador andaluz Eduardo Robles. El maestro Bernardo Lacassia y sus músicos tocaban a la hora del bailable.

Hacia fines del mismo año de 1940 se realizaría un evento llamado Gran Fiesta de Confraternidad Argentino-Chilena, que incluyó un homenaje a la actriz argentina Membrives, cuya adhesión al gobierno de Juan Domingo Perón iba a ponerla en aprietos años después, con la llamada Revolución Libertadora de su patria. Para recibir el Año Nuevo 1941, además, se preparó una ostentosa y elegante cena compuesta de salpicón Hostería, clear oxtail soup, corvina Margarita, Pollo a la cocotte, peach melva, café y champagne.

Aquel año de 1941 sería especialmente positivo para la Hostería del Laurel, según parece. Es lo que se deduce, por ejemplo, de lo escrito por la ya citada Morel en "La Nación", tras haber conocido desde muy cerca las actividades del establecimiento y, según su propia confesión en la nota, en donde se sentía parte de "la gran familia que no tiene fronteras". Decía allí, entonces, la futura actriz del filme "Largo viaje":

Para los clientes de La Hostería del Laurel fue el pasado año, un año de la gloria. Sembrar alegrías en una ciudad es una labor de mérito. En La Hostería del Laurel, en sus noches amables todos nos sentimos artistas. Por severo que sea un prócer, si visita La Hostería del Laurel a poco que se quite la máscara, brota un verso de sus labios; este ha sido el milagro de La Hostería del Laurel. Entre nosotros el arte dormía. Las sonajas de La Hostería del Laurel han venido a despertarlas.

Con relación a las muchas anécdotas allí sucedidas, Plath comenta de dos casos sucedidos a celebridades y que fueron descritas por la periodista María Teresa Ruiz en una crónica titulada "La bohemia en retirada". La primera de ellas tuvo por protagonista a Joaquín Edwards Bello, en una noche de invierno de 1941 y suponemos que pasado de copas, cuando entró al sector de los camerinos y se quedó dormido acostado sobre los finos trajes de oropel del famoso Trío Moreno, superestrellas del ambiente en aquellos años. Los mozos lo despertaron y le pidieron irse a su casa como si fuese cualquier sujeto molesto, y así lo hizo. Sin embargo, enterado el administrador de lo sucedido (Mengod, según esta versión), él habría salido raudo a tratar de alcanzar al escritor y cronista, pero ya era muy tarde: Edwards Bello había desaparecido en la noche.

La fusión de la Hostería del Laurel y El Patio Andaluz, anunciada en "La Nación" en noviembre de 1942.

Elegante aviso de la historia en el diario "La Nación", en agosto de 1943.

La parte posterior del paseo por calle Phillips, en donde está el acceso a los estacionamientos en donde se encontraba la Hostería El Laurel. Al fondo del pasaje subterráneo, por donde se ve un vehículo estacionado, está el lugar que antes conectaba con el sótano de Bulnes en donde existió El Patio Andaluz y luego el Mon Bijou.

En el día siguiente, lo sucedido con el intelectual en la Hostería del Laurel ya estaba en boca de todos, pues nadie podría creer que el querido y respetado Edwards Bello hubiese recibido semejante trato. Por este motivo, el mismo encargado del local organizó una comida de desagravio para él, invitando a todos sus amigos y cofrades a un gran festín para el que los mozos trabajaron durante toda la noche.

Otra historia recuperada por Ruiz ocurrió cuando el entonces joven actor Jorge Sallorenzo fue retado a duelo una noche por cabo del Ejército, luego de un cruce de palabras en el lugar. Este le entregó su tarjeta de presentación para que organizaran el encuentro de armas, pero el gracioso Sallorenzo, quien se caracterizaba por su rapidez e ingenio para crear chistes, al tomar la tarjeta y leer el rango de cabo de su desafiante, respondió sacando carcajadas en los presentes: "¡Lo siento, yo no me bato sino de capitán para arriba!". No obstante, es preciso advertir que Rakatán Muñoz localizaba esta misma anécdota en el cercano restaurante La Bahía, de calle Monjitas, por lo que nos queda la incertidumbre sobre cuál fue su verdadero escenario.

Todas las noches se ejecutaba un programa de variedades en la hostería después de la comida que cerraba el horario familiar. Para esos números en cada velada siempre se reclutaba a importantes exponentes teatrales y del espectáculo artístico, así como los internacionales de gira. El público asistía de manera multitudinaria especialmente a la salida de los cinematógrafos de Santiago Centro, tendencia que se mantuvo durante toda la existencia del negocio.

En noviembre de 1942, la Hostería del Laurel y el establecimiento llamado El Patio Andaluz, que estaba por el otro lado del Portal Bulnes con entrada dando hacia la plaza, inician una exitosa alianza estratégica, resultado del experimento un lleno total de las funciones en horas de comida. Adoptarían la costumbre de estrenar dos veces por semana a sus elencos artísticos, de hecho, permaneciendo conectados entre sí por el mismo sector de los subterráneos. Desde ese momento, ambos clubes invitaban a comer "al compás de buena música" y "con las mejores variedades de la capital", prometiendo un espectáculo inédito.

La primera temporada de dicha alianza incluía a la cantante argentina Choly Mur, a Molinare presentado como "alma de la canción chilena", la cantante nacional Helia Grandón, Henry Wilson y su Orquesta Invisible, el recitador Ernesto Ochoa, la cantante de música brasileña Diana Alvarado, el trío argentino Hermanos Berón, el profesor Charles y su instrumento theremín y la bailarina Isabelita Pinto. Animaba Roberto Díaz y los directores artísticos eran Lacassia y Alberto Méndez. Otro de los números más celebrados en aquella sociedad entre ambos clubes fue el de los excéntricos musicales Rangle, Tacle y Dangle, recibiendo muy buena crítica durante el mes siguiente. Sus presentaciones solían ser a partir de la hora de comida, junto a varios de los artistas ya nombrados como Mur, Molinare, Ochoa y Grandón, más el llamado Negrito Alcántara.

Para el año siguiente, sin embargo, la estrella de la hostería era Carmen Idal, notable cantante de tangos argentina, por entonces empezando su prometedora carrera que incluiría incursiones importantes en radios y cine. En Chile estuvo trabajando con su compatriota bandoneonista Gabriel Clausi, con presentaciones que la bosquejaron como una verdadera revelación en la escena. Lamentablemente, sin embargo, sus proyecciones artísticas se vieron perjudicadas también por la Revolución Libertadora de Argentina a mediados de la década siguiente, cuando fue parte de los artistas quienes comenzaron a tener problemas para continuar con su trabajo en los clubes porteños producto del envenenado clima político.

Como era de esperarse, entonces, los intelectuales, actores, poetas, escritores y cronistas se hicieron presentes en el local en forma bastante recurrente y con particular lealtad, no sólo con casos como el del bohemio Edwards Bello y el versátil Sienna. La artista Carmen Amaya, la Reina Gitana, presidió en el lugar también una fiesta de bautizo con guitarreo y bebida, según recordaba Morel. Otra celebración fue dedicada a la mexicana Mercedes Caraza, rodeada de altos representantes de su país. Ella ya se había presentado en los primeros tiempos de la misma casa artística, a principios de diciembre de 1940.

En agosto de 1943, además, se realizó en la hostería una manifestación del Centro Radical Femenino para la señorita Zenobia Tejerina A. como reconocimiento a su destacada labor para la misma institución. Otros homenajes tuvieron lugar en aquel subterráneo para el actor Lucho Córdoba y la compañía que tenía con Olvido Leguía, al dramaturgo Álvaro Puga Fisher (con una cena organizada por los propietarios de la hostería) y uno del P.E.N. Club Chile para don Luis Hamke, director del Instituto de Cultura Hispánica de Washington.

La última época de la Hostería del Laurel fue experimentando la competencia creciente del mercado bohemio de Santiago. Pero el negocio había cumplido su ciclo, comercialmente hablando, y así cerraría ya lejos del antiguo interés que había podido despertar en el público, a pesar de que nunca le faltaron concurrentes en abundancia.

Así las cosas, tras una remodelación total del lugar hacia inicios de los cincuenta, la salida posterior o de escape por el subsuelo del Patio Andaluz, luego reemplazado por el cabaret Mon Bijou quedó dando precisamente hacia donde estuvo antes la Hostería del Laurel. Lejos de la época de los espectáculos, orquestas y grandes bailables en aquellos bajos enfrente del Edificio Presidente, en la actual peatonal Phillips ex calle Central, aquel subterráneo que fue de la hostería permanece degradado a las frías funciones de estacionamiento para automóviles. ♣

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