La Bombonera cuando aún era el Donde Miguel. Imagen de la colecciones fotográficas del propio establecimiento.
La Bombonera era un caso notable en la historia de la bohemia popular de Santiago. El negocio fue inaugurado como restaurante y dancing club con el nombre de Donde Miguel, un día de noviembre muy poco después del Golpe Militar de 1973, haciendo su apuesta comercial justo en lo que iba a ser el período de restricciones a la actividad bohemia y cuando el estilo de las quintas bailables con música en vivo ya iba quedando atrás ante el avance de las discotheques y otras ofertas.
Su dirección precisa fue en un espacioso inmueble de un piso que ya era viejo a la sazón, en avenida Santa Rosa 1802-1804-1810. Si bien ocupaba la esquina suroriente que se forma en el cruce con calle Ñuble, pleno paisaje urbano del barrio Matadero y a poca distancia de avenida Manuel Antonio Matta, el negocio había partido ocupando un local de calle San Francisco, entre Maule y Ñuble, durante sus primeros años. Con el tiempo y la prosperidad conseguida a fines de los setenta llegó al caserón de fachada contra la acera en Santa Rosa, al que se le fueron agregando panelerías exteriores e interiores, además de una marquesina con alero en toda su extensión y grandes carteles en lo alto con el nombre del establecimiento y las imágenes de las estrellas a cargo de los shows, además de las luminarias.
El Donde Miguel fue uno de los
restaurantes más conocidos de su tiempo en esos vecindarios, especialmente para el público familiar,
de edad media y mayor, favorito también de los trabajadores del vecindario. Su nombre era el mismo de pila de su fundador: don Miguel
Antonio Saldaña, quien tenía otros negocios también en los barrios de avenidas Matta, San Diego y Portugal. El de Santa Rosa ofrecía algo de quinta de recreo o comedor típico, con
decoración alusiva al campo chileno y especialidades de cocina tradicional como
arrollados, churrascos, parrilladas, guatitas, costillares, pollo arvejado y lomos asados.
Con las caricaturas de un par de cerdos vestidos de mozo y mesera junto a la
entrada, en su fachada que siempre fue blanca se podía leer también que ofrecía servicios a la orden y para banquetería. El vino, la cerveza, los borgoñas, los cobinados y ofertas como las popularmente llamadas linternas con cuatro pilas regaban las gargantas durante las mismas comilonas.
Hasta dos o tres orquestas por bailable había allí, con la cumbia como reina. Por varios años tocó la
Sonora Castillo, grupo de cumbia dirigido por Francisco del Canto. Tuvieron
presentaciones y producciones discográficas importantes mientras duró la banda,
llegando a ser parte de la misma el conguero Jorge Rey (Jorge Adolfo Zúñiga),
hijo de famoso cantante de cumbias Tommy Rey. Estos también incursionaron el
televisión con algunas apariciones como en el programa "El festival de la 1" de
TVN, en los años ochenta. Se recuerda además que, en sus mejores tiempos, también llegó a tocar en aquel escenario una banda decana de la cumbia nacional, que no necesita más presentación: La Sonora Palacios.
El lugar tuvo relación con el denominado club Bailables Yankas del sector Matta con Lord Cochrane, otro local de los mismos propietarios en donde animaba el legendario Lucho Salvatierra, quien se intercambiaba tal como las orquestas con la quinta de Santa Rosa. Dominaba un ambiente familiar dentro de estos negocios, desde el portero apodado el Pulento hasta el propio dueño, el Chico Miguel, atendiendo con su característica calidez. Finalmente, el título definitivo de la nave madre fue La Bombonera, mientras que el viejo nombre Donde Miguel se lo quedó un cabaret con tanguería de calle San Diego. El establecimiento llegó a contar con un segundo piso completo y una terraza allí en la esquina, como otra etapa de su crecimiento. Estos espacios fueron destinados a los reservados y algunas dependencias de la propia administración. A partir de algún momento, una sicodélica banda de neón enfrente del gran salón, dotado de sus propios luminosos en diferentes colores y con pantallas, saludaba a los bailarines con un "Bienvenido a La Bombonera". Este espacio era el destinado a la discotheque, y estaba dividido de los comedores principales por una fila de columnas estructurales. Las luces azules y verdes destacaban en la decoración de estos dos sectores.
Hacia sus últimos tiempos el negocio adoptó el número 1810 de calle Santa Rosa como su dirección comercial, en el mismo edificio esquina, por lo que comenzó a presentarse también como La Bombonera 1810. Pusieron la música de los bailables la Sonora Costeña, la Sonora Ritmo Show y la Banda Odisea, artistas estables de la casa y cuyos retratos se podían observar en gigantografías sobre la fachada, desde poco antes que la crisis sanitaria comenzara a golpear con toda crueldad al comercio recreativo. Marcos Show, por su lado, hacía entonces de animador oficial y maestro de ceremonia durante cada velada.
Parte de la fachada del establecimiento en 1984. Se distinguen los dos chanchos camareros pintados en el muro exterior. Imagen de las colecciones fotográficas del mismo establecimiento.
Presentación de una de las orquestas musicales que tocaban en el escenario de La Bombonera. Imagen de las colecciones fotográficas del propio local.
Sector de la pista de baile de La Bombonera, tal como lucía en sus últimos años. Imágenes publicadas en los álbumes IG de La Bombonera.
Aspecto actual de lo que fue por tantos año la alegre esquina de La Bombonera, en Santa Rosa con Ñuble.
En aquella última etapa las principales
fiestas bailables de La Bombonera tenían lugar los viernes y sábados, desde las
21 horas hasta las 5 A.M., en donde la música no dejaba de sonar sino sólo por
breves pausas. El matrimonio de don Miguel y Juanita puso todos sus
esfuerzos por preservar el negocio y cumplir con su leal clientela que seguía
llegando cada noche. En los fines de semana el lleno era total, según aseguraban
allí. realizando eventos especiales en fechas como el Día de los Enamorados o el
Día de las Madres.
Pero, como sucedió a muchos establecimientos de su generación viviendo los descuentos de tiempo en un siglo al que ya no pertenecían, el suspenso en que quedó todo con las revueltas de octubre de 2019 obligó a un paréntesis en el establecimiento hasta inicios de noviembre. Sin embargo, el siguiente problema vendría con la pandemia del COVID-19, afectando profundamente las posibilidades de mantener un negocio de semejante envergadura ante las restricciones de aforos, toques de queda y prohibiciones de reunión, medidas más draconianas incluso que las enfrentadas en los primeros años de existencia de club.
Hubo una reapertura hacia mediados de 2022, atendiendo desde entonces a partir de las 22 horas. No obstante, esta iba a ser la última vez que se montaría allí también su popular fonda dieciochera, el sábado 17 y domingo 18 de septiembre, fiesta en donde se cantaba el himno nacional como apertura. Con gran jolgorio, además, celebró en aquellos tiempos sus 49 años de existencia, el 19 de noviembre siguiente... Se quería creer que lo peor había pasado y que la realidad social volvería a su punto de flotación anterior, en beneficio del popular centro de espectáculos, pero el destino tenía trazado otros planes.
A pesar de los intentos por restaurar el negocio después de la devastación comercial dejada por la pandemia y aproximándose a cumplir ya 50 años de existencia, don Miguel, doña Juanita y la familia decidieron cerrar para siempre el establecimiento, emitiendo un comunicado el 28 de mayo de 2023. Junto con agradecer allí a todas las generaciones de comensales que llegaban al local durante su medio siglo de vida, se justificaban asegurando que "ya cumplimos un tiempo y una etapa muy importante en la bohemia santiaguina por muchos años a todos los artistas que pasaron por nuestros locales", llegando así la hora del retiro.
Desde aquel triste día, la Sonora Ritmo Show continuaría presentándose en eventos particulares y locales como la quinta de recreo La Caleta del Pupuyano, en Quinta Normal, mientras que la Banda Odisea lo haría también en El Chancho Mío de San Pablo, en Lo Prado. Actualmente, el inmueble de Santa Rosa que fue por tanto tiempo una casa de música orquestada y banquetes enormes está cerrado y en ruinas, con sus carteles desteñidos y neones apagados. Allí espera el relevo de algún nuevo emprendedor o, en su defecto, la destrucción para darle espacio a algún proyecto inmobiliario. ♣
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