El acceso al Club Social y Deportivo Comercio Atlético, en la dirección de San Diego 1130, en imagen del año 2009.
En el artículo anterior vimos algo sobre la historia del Círculo Israelita que existió en el barrio bohemio de calle San Diego, más precisamente en el número 1130 llegando a avenida Manuel Antonio Matta. Ahora nos corresponde navegar por la semblanza de un centro social que fue su sucesor en ese mismo inmueble: el Club Comercio Atlético, una verdadera fonda moderna que permaneció activa hasta años recientes, de hecho, antes de bajar sus cortinas superada por los contextos sociales.
El Comercio Atlético nació como club el 9 de junio 1932, después que varios de los locatarios del sector de calle San Diego con Matta comenzaran a organizarse desde el año anterior con la intención de dar cuerpo a su propio centro de reuniones, tertulias, eventos, comidas y actividades recreativas. Partieron discurriendo sobre esta idea y evaluando las propuestas para materializarla en la residencia de un vecino entusiasmado con los planes, quien ofreció desde allí en adelante esta casa como el lugar de las primeras reuniones. Pocos tenían experiencia en esta clase de aventuras, pero la pasión por constituir un club fue más fuerte que cualquier temor o duda y así consiguieron constituir una modesta secretaría como punto de inicio, haciendo un llamado amplio a los jóvenes de aquellos barrios para unirse al proyecto.
El principal impulsor de la fundación del club habría sido don Arsenio Val García, dueño de la otrora famosa comercial Casa Val, cuya tienda estaba justamente hacia aquella esquina. Un querido vecino de aquellas cuadras, llamado Antonio Pelayo, se recordaba también como actor de importancia en la materialización del proyecto junto a don Serafín Villalba, quien llegó a ser vicepresidente del club. Era la época en que llegaba al apogeo recreativo la misma calle San Diego, además, con el Teatro Caupolicán, el reconstruido Teatro Esmeralda, establecimientos como el Chanteclair y luego el Club de la Medianoche en la esquina al otro lado de la avenida, y después el café Volga en donde comenzó la riña política que acabaría con la vida del joven escritor socialista Héctor Barreto, sólo cuatro años después.
Por razones de ajuste con la legislación entonces vigente el club asumió el carácter de centro deportivo a la vez que de centro social o recreativo, dando prioridad a los factores competitivos en representación del barrio. De ahí su nombre original, precisamente: Club Social y Deportivo Comercio Atlético, a veces también presentado como Club Social y de Deportes Comercio Atlético o bien Club Social y Deporte Comercio Atlético. Siempre mantuvo el mismo título, aunque la concisión nacional prefirió llamarlo solamente Comercio Atlético e incluso El Comercio, a secas.
En aquellos inicios el club agrupaba a los comerciantes y vecinos de todo el sector comprendido entre las avenidas Ñuble y Diez de Julio, pero principalmente a los de San Diego como eje de la identidad y sentido corporativo. La primera directiva, que había quedado constituida con el señor Val como director honorario, tenía a Medardo Brugueño como presidente honorario, además de Villalba, José Llambías, José Barros, Carlos Jiménez, José Espinoza, Mario Torres y otros en cargos de jefaturas. Sin embargo, destacaría especialmente, después del último nombrado, el presidente, primero honorario y después constituido: don Heriberto Palma López, hombre muy conocido y estimado en el ambiente de la actividad mayorista y minorista, ex miembro del balompié en el Gimnasio Prat (hasta que una lesión lo sacó de esto, hacia 1917), definido como "caballero irreprochable y un deportista cabal, cuya dilatada actuación en los deportes desde su juventud, le llevaron a dirigir el club", por el diario "La Nación" del lunes 24 de enero de 1938.
En tanto, los socios habían estado buscado una sede lo más cerca posible de
la mencionada
conjunción de avenidas y así, hacia 1934 pudieron disponer del caserón de dos pisos de
San Diego 1130, a escasos metros del cruce en donde estuvieron históricos
negocios como la tienda de calzados La Chilena y el restaurante y fuente de soda Flamingo, que también bajó sus cortinas en nuestra época. Dicha
casona ya vieja cuando el propio señor Val la habría conseguido para sede,
perteneciendo antes al mencionado Círculo Israelita hasta 1928 y después a un
cabaret con cocinería, rol en el que no duró mucho.
Palma amplió los reinos del Comercio Atlético hasta otros sectores del barrio, de hecho, con las canchas deportivas que había en la entonces llamada calle Gálvez 1262-1272, actual Zenteno, en donde se practicaba básquetbol y gimnasia, contando con baños, camarines e instalaciones de un buffet. Allí se construyó un popular ring pugilístico, además, después que la rama de boxeo del club fuera fundada el 9 de febrero de 1937 gracias al director Llambías. Uno de los primeros eventos de esta disciplina y lugar tuvieron ocasión el sábado 11 de diciembre de ese año, cuando subieron al cuadrilátero representantes del Comercio Atlético para enfrentarse con los del Club Blanqueado en un verdadero festival de boxeo.
Aspecto del inmueble de calle San Diego 1130 en tiempos cuando era ocupado por el Círculo Israelita, hacia 1920. Imagen publicada por Moisés Senderey en "Historia de la Colectividad Israelita de Chile", reproducida por Baldomero Estrada Turra en "Inmigración internacional en Chile". Ya entonces era un local de eventos y bailes.
Directores del Club Comercio Atlético en 1938: el presidente Heriberto Palma, el jefe de la sección de ciclismo Luis Correa y el jefe de la sección fútbol Enrique Espinoza. Imágenes publicadas en "La Nación" del 24 de enero de 1938.
Celebración del Día de la Raza en el Club Comercio Atlético, octubre de 1959. Se observan en la mesa sentados, a continuación de las damas y de izquierda a derecha, el socio decano Cándido González de la Plaza, el socio benefactor Arsenio Val García (impulsor de la fundación del club), su ex presidente y entonces honorario Heriberto Palma López, el socio fundador y ex director Antonio Monserrat, y de pie el presidente Julio White Espíndola. Imagen publicada en el diario "La Nación".
Algunas de las ofertas habituales que tenía a la vista el club en sus pizarras afuera, todas ellas de comida típica y casera.
Sector del escenario en el salón de presentaciones dentro del Club Comercio Atlético, en el año 2009. Sobre la tarima está el grupo de cuecas La Gallera.
Los socios contaron también con un espacio abierto en San Ignacio esquina de San Joaquín, el que fue arrendando para partidos de fútbol y actividades oficiales de temporada por la dirigencia provincial y los propios miembros del club. Más tarde, construiría también una pequeña cancha de baby fútbol en el gimnasio de Zenteno. Fue uno de los primeros clubes de Santiago en implementar equipos femeninos para ping-pong, según parece.
Con cerca de 1.000 socios en 1936, el club disponía en San Diego de un restaurante de comida típica que acabaría volviéndose una verdadera capilla de cuecas y danzas populares. La administración del centro, incluyendo a este casino, fue licitada por llamado a concurso de octubre de 1938. Tiempo después, al fallecer el estimado señor Val, la sucesión se encargó de asumir aspectos de la administración de las propiedades y la sede del club, pero dejando los servicios de bar y cocina a cargo de concesiones. También organizaban fiestas navideñas para los hijos de los socios y niños del barrio con obsequios y golosinas, además de grandes veladas para los adultos. Gracias al trabajo "Por la güeya del Matadero" de Luis Castro, Karen Donoso y Araucaria Rojas, nos enteramos también de que el club realizaba un paseo a El Clarillo como beneficio para los socios y contaba con dos bailes mensuales. Era poco lo que un cofrade de esta institución necesitaba fuera de ella, considerando sus ramas deportivas, canchas, eventos y el teatro en el salón de baile que tenía en la sede, donde a veces se hacían también sesiones de biógrafo.
El espacio de San Diego era lo suficientemente cómodo y amplio, además, como para servir a manifestaciones y encuentros de homenajes a terceros, como el almuerzo realizado allí por el personal de diferentes empresas periodísticas de Santiago y Valparaíso para el jefe de la sección periodística de la Caja Nacional de Empleados Públicos, don Horacio Miranda Cristi, el domingo 28 de junio de 1942. Posteriormente, el domingo 2 de enero del año siguiente, el Club Metropolitano ofreció en el lugar un homenaje con cena para el futbolista Marcos A. Castillo, socio fundador y vicepresidente del mismo grupo.
A todo esto, en 1940 se había reelegido allí en el local al señor Palma como presidente del mismo club, realizándose una gran celebración en la sede con banquete y homenajes incluidos, a las 12:30 horas del domingo 8 de septiembre. Muchos socios fueron recibidos o despedidos en esas salas, además, incluso en el viaje final de la vida. Habían implementado en el casino al estupendo restaurante, un bar con mesón y anaqueles, un salón de bailables con escenario, más mesas de billar o pool y otras diversiones para los socios, mientras que el segundo piso fue destinado a más espacio para eventos y fiestas, además de las oficinas de la secretaría. Los clientes siempre concurrían al club para comer sus platillos típicos de cocina costumbrista, principalmente, las que siempre fueron su principal oferta en cartas y menús aunque a veces se permitiera preparaciones más exóticas o refinadas.
El club era una magnífica pequeña ciudadela, entonces, abundante en comodidades, mobiliario y atracciones especialmente para las tardes y noches, además de un patio en donde solían jugar los niños. El sucesor en la presidencia, don Miguel Planas, también preservó en esta relevancia comercial y social para el casino una vez que asumió el cargo, procurando nuevos avances. Mucha atracción provocó también a los trabajadores del mundo periodístico, por alguna razón, ya que aparecen con cierta frecuencia eventos del gremio realizados allí. Uno de ellos fue el sexto aniversario del sindicato de "El Imparcial", por ejemplo, con un banquete a mediados de mayo de 1942.
Las actividades deportivas que justificaban el nombre del club permanecerían por largo tiempo en agenda y perfecta comunión con el sentido recreativo que imperaba en el local de San Diego. De hecho, el club fue considerado una de las principales instituciones de deportes en el Santiago de aquellos años y un ejemplo de organización barrial con tales propósitos. No fue sólo cosa de campeonatos de fútbol de barrio, por cierto, área a cargo de don Enrique Espinoza y entre la abundancia de equipos de aquella disciplina en ese sector de Santiago. Tenía por uno de sus principales adversarios al Independencia F.C., con el que disputó copas incluso en Estadio Santa Laura, bajo la dirección técnica del entrenador Germán Reveco.
El club también tuvo su elenco de ciclismo, departamento confiado al deportista Luis Correa prácticamente desde sus inicios, además de los peleadores de boxeo entre quienes que destacaron nombres como Juan Navarro, Carlos Porras, Oscar Santos, Víctor Cáceres, Carlos Reidelman, Orlando Ortiz, Jorge Vidal, Oscar Pérez, Aurelio Villalón, Eliseo Álvarez y Vicente Messina, disputando premios con el famoso Club México de San Pablo y los temidos pugilistas de La Vega Central. El Comercio Atlético aparece también en los torneos de ping-pong con clubes tan constituidos como Santiago Morning, incluso siendo la sede de estos encuentros en los treinta y cuarenta, en San Diego; y los de motocicleta, con destacada participación del socio Antonio López en los años de la Segunda Guerra Mundial. Por estas y otras razones, decían que hubo tiempos en que muchos jóvenes solían reunirse haciendo fila hasta en la esquina de Matta, esperanzados en probarse y reclutarse en las diferentes disciplinas que abarcaba el área deportiva del club.
Vista del mesón de atenciones que daba hacia las cocinas, en el sector posterior del establecimiento.
Aspecto general de la barra principal del Comercio Atlético. También se alcanza a ver parte del segundo piso, en donde había más mesas para los clientes.
La mesa reservada para los "patriarcas" del Club Comercio Atlético durante las celebraciones y encuentros, cerca de la estrecha escalera de acceso al segundo nivel. A la derecha está el señor Luis Gálvez, tesorero del club, en julio de 2009.
La vieja pizarra de letras removibles del club, con el nombre del directorio vigente en julio de 2009.
Sin embargo, el aspecto más recreativo del club en San Diego nunca fue descuidado: además de las fiestas institucionales, bailes de beneficencia y celebraciones o aniversarios hubo algunos encuentros que se volvieron casi corporativos en el calendario anual. Los triunfos deportivos del club invariablemente terminaban en los salones y comedores del mismo, además, mientras que el Sindicato Profesional de Empleados de Zapaterías organizó varias veces allí una fiesta de cada mes de mayo conmemorando el Combate Naval de Iquique, con recaudación a beneficio de los hijos de sus socios. En estos eventos tuvo un destacado papel en los cuarenta doña Helena Baquedano de Freeman, así como don Carlos Pellegrin, quien fue presidente del mimos sindicado zapatero.
Otra fecha que acababa sagradamente con celebraciones en San Diego, esta vez por los propios socios del Comercio Altético, era el Día de la Raza, fecha recibida con aperitivos de honor y un banquete que repletaba la sede social. Importante fue en la organización de estos actos para las efemérides la gestión del presidente Julio White Espíndola, a finales de los cincuenta. Asistían a ellos también miembros de la colonia española y representantes de la prensa, por lo que no era extraño ver reportes sobre las mismas fiestas en los tabloides. En la celebración del Descubrimiento de América de 1959, además, amenizaron la ocasión la Orquesta Águilas Blancas de la FACH, el trío Sevilla, el conjunto Fiorentina, la banda Rock and Roll, el mítico tony Chalupa, los tenores Hernán Núñez y Luis Herrera, entre otros artistas.
En aquella misma década, mientras tanto, las peleas en el ring del Comercio Atlético eran cubiertas por el reportero y comentarista deportivo Renato González, el famoso Mr. Huifa, enviado por medios como el diario "La Nación" hasta el gimnasio de Zenteno. Al mismo tiempo, al caer las noches el restaurante y centro social de San Diego relucía como otra de las atracciones más conocidas del ambiente festivo local, mismas en donde gran parte de la atención se la llevaban los espectáculos bohemios y las mariposas nocturnas que pululaban por el barrio. Muchas veces más volvería a ser solicitado para reuniones de otros gremios e instituciones, por lo demás, como para encuentros de los industriales de mataderos en la misma década.
En los sesenta el Comercio Atlético seguía haciendo noticia
por sus jugadores de ping-pong y encuentros de este deporte en la sede social. Destacaban por entonces
los paleteros Helio Alvayay, René
Arriagada y Alfonso Suárez. Era cosa frecuente la visita al lugar por parte de
aprendices y admiradores de este deporte, por lo mismo.
Sobrevendría un duro golpe para la institución en diciembre de 1970, sin embargo, cuando acababa de pasar la Navidad: la muerte de don Heriberto Palma, el más querido y recordado presidente del club y quien seguía fungiendo en este cargo con rango honorario. El anciano ex seleccionado de 1908 en la liga de fútbol fue velado y llorado en la misma casa de San Diego, desde donde salió el cortejo hacia el la Parroquia de San Rafael en avenida Matta para las correspondientes misas de despedida, y desde allí al Cementerio Católico, en la mañana del miércoles 30 de diciembre. A sus exequias concurrieron los socios y muchos representantes del deporte amateur barrial y provincial.
El miércoles 20 de noviembre de 1972, en el marco de los 75 años de Club Deportes Magallanes, se realizó la multitudinaria Cena del Recuerdo en el Comercio Atlético a las 21 horas, con adhesiones a 120 escudos. A pesar de los problemas políticos y sociales que se vivían en aquellos años, el casino de San Diego continuaba siendo uno de los principales centros de celebración, gastronomía y encuentro a las puertas del llamado Barrio Matadero de Santiago, cuando muchos de los cabarets, boîtes, "filóricas" y dancing clubs del barrio ya habían concluido sus funciones o se hallaban próximos a quedar rezagados en el camino de la historia.
En sus últimas décadas, el interior del Club Comercio Atlético disponía para números artísticos su escenario sobre tarima, enfrente de un salón principal con ambientación folclórica que delataba la fascinación por la cueca que marcada las celebraciones y eventos. Su segundo nivel estaba muy transformado, sin embargo, tras años de remodelaciones por vejez, terremotos y parece que hasta un incendio, según decían en otra época. En varias de las salas podían verse también murales, algunos de ellos costumbristas y otros con escenas y estilo inspirados en la gráfica decimonónica de la famosa "Lira Popular", el impreso callejero del siglo XIX. Lo que antes habían sido salas menores dentro de la suntuosa casona seguían eficientemente adaptados a comedores, aunque algunos más íntimos que otros. Una antiquísima caja registradora era atracción en la barra, además. La apoteosis solía darse también en la semana de las Fiestas Patrias, con actividades y presentaciones especiales realizadas en el club.
Existió todo un mundo secreto de encantos detrás de esa vieja puerta de madera en calle San Diego, entonces: un mundo antiguo, cargado el aroma al moho fantasmal y nostálgico del Santiago que ya no existe. Era un pequeño gran un universo teñido en los mismos colores de las postales sepias, digna de esa época en que los señores usaban el fino y avejentado bigotito, bajo un divertido sombrero de hallulla o fieltro. La sede social había logrado sobrevivir a los rigores de los años setenta y ochenta, comenzando a recuperar terreno al aproximarse el nuevo siglo con el resurgimiento del interés por la cueca y el folclore urbano, esos mismos que albergaba con tanta devoción en su salón bailable o que subía al escenario de su teatro, como vimos.
Con algo de quinta de recreo, de posada antigua y de "picada", entonces, el negocio continuaba prosperando conforme se iba acercando el furor patrimonialista del Bicentenario Nacional. En su restaurante brillaban los menús ejecutivos y platillos a la carta; pescado frito, atún con salsa verde, crema de verduras, costillar al horno, charquicanes, ajiacos, tallarines con salsa de tomates, porotos con riendas, cazuela de ave o de vacuno, pollo a la cerveza; acompañamientos de arroz, puré, papas cocidas, papas mayo, ensaladas; postres de compota de manzana, helados, flanes, jaleas; bebidas gaseosas, cervezas, combinados de pisco, vinos tintos, borgoñas, terremotos, pipeños, chichones, etc. Esencialmente, las comidas típicas chilenas continuaban reinando en la cocina; mientras, las papas fritas, empanadas, completos o sándwiches salían para quienes sólo quisieran bocados rápidos.
Vista del salón principal y el escenario mirado desde la cercanía a la barra, correspondiente al sector que servía de teatro y biógrafo en algunos eventos del pasado.
Salón principal del club repleto de bailarines de cueca, en momentos de la presentación de Las Peñascazo, año 2009.
Las Peñascazo fueron uno de los grupos de cueca con presentaciones frecuentes dentro del Club Comercio Atlético.
Integrantes de La Gallera y Las Peñascazo compartiendo escenario en el Club Comercio Atlético, año 2009.
Aspecto actual del inmueble que ocupó el Club Comercio Atlético por casi noventa años.
La sala principal del local tenía pintada en el muro la orgullosa insignia del Club Social y Deportivo Comercio Atlético, sello que servía de logotipo al restaurante. Sobre la crujiente tarima de madera, con un improvisado fondo de telas, se presentaron grupos cuequeros como La Gallera y Las Peñascazo durante la primera década del actual siglo, apelando a la misma seducción ambiental y musical de las antiguas chinganas criollas. Otra sala adaptada para comedor se extendía por el costado trasero, con vista hacia aquel escenario pero tono más familiar. En tanto, la amplia barra del bar se estiraba en otra sala al fondo y con sus propias mesas alrededor, dándole aspecto de fuente de soda. Por una pequeña escalera adyacente se subía a un segundo piso sin aislamiento ni divisiones con respecto a esta sala, como un balcón, pues era parte de lo que quedaba del segundo nivel original muy intervenido y modificado a esas alturas, como hemos dicho.
En el mismo período, hacia 2009, importante fue la gestión del directorio del Club Social y Deportivo Comercio Atlético, especialmente en la disponibilidad del espacio para aquellos conciertos folclóricos que atraían una gran cantidad de público. La mesa directiva estaba presidida a la sazón por don Leonardo Morales, con Gonzalo Gallardo como vicepresidente, los secretarios generales Fabián Balmaceda y Patricio Vargas, los tesoreros Fernando Durán y Luis Gálvez, más los directores Patricio Coloma y Carlos Navarrete, a quien algún chistoso le había agregado el apodo "el Fome" en una pizarra de letras intercambiables con sus nombres, en los muros de la sala donde estaba la barra. Gálvez oficiaba también como relacionador público, en cierta forma: atendía las consultas de los curiosos en aquellos encuentros y manejaba perfectamente la historia del club deportivo, de su establecimiento culinario y del barrio completo.
Ya entonces decían, sin embargo, que había surgido ciertos problemas de parte de algunas corredoras, propietarios o sus descendientes, y que incluso existió el interés por vender la propiedad de San Diego 1130 amenazando con privar al Comercio Atlético de su histórica casa. También era un tema lo mucho que había descendido para entonces la otra cara de la institución, referida a las actividades deportivas que le daban nombre. Sin embargo, de alguna forma había logrado prevalecer el entendimiento y, según declaraba Gálvez con optimismo, todavía "quedaba Comercio Atlético para rato". La intensa actividad gastronómica y artística que allí se vivió durante los años que siguieron, especialmente después del cambio de administración del local en 2012, parecían confirmar estos buenos pronósticos.
Desgraciadamente, sin embargo, el destino no se traza sólo con deseos ni esperanzas: el Club Comercio Atlético cesaría las actividades regulares de su bar y restaurante anticipando lo que iba a ocurrir con tantos otros establecimientos históricos durante la crisis social y sanitaria que golpearía con especial crueldad a Santiago. Hubo algunos pocos eventos ocasionales después del cierre parcial, sin embargo, el último de ellos en febrero de 2021 con el llamado "Concierto en Cuarentena", presentándose el grupo cuequero Los del Mapocho y transmitido online. No se vieron esa vez las felices parejas danzantes, ni grandes parrilladas llegando a las mesas, ni las coloridas fiestas que antaño explotaban en esos salones con público encantado al son de panderos, vihuelas y pianos... No las habría nunca más, de hecho.
El cierre definitivo del querido local de San Diego 1130 fue anunciado públicamente por los administradores del club, Fernando Sáez y Cecilia Espínola, mismos quienes habían tomado su conducción en 2012. El 31 de marzo de 2021, entonces, avisaron de su retiro aduciendo las señaladas razones derivadas del escenario en que quedó el comercio santiaguino con la agitación social seguida de la funesta y devastadora pandemia de COVID-19. "Nos quedan los mejores recuerdos de levantar un emprendimiento familiar, cultural, que nos presentó desafíos pero también nos dejó recuerdos y amistades que nos acompañarán para siempre", decía el doloroso comunicado de marras.
En consecuencia, los jugadores de dominó, damas, ajedrez y cacho, los degustadores insaciables de empanadas o papas fritas, los brindis de vino tinto y los bailes de cueca con tocadores de guitarras se verían privados de la histórica sede, en uno de los más tristes momentos para la institución. Desde entonces el llamado Gimnasio Zenteno, en la dirección de Zenteno 1017, pasó a ser la casa oficial del club, manteniendo en ella las actividades de baby fútbol, voleibol, ping-pong y juegos de mesa, además de permitir un espacio para actividades culturales, cursos y eventos que aún se realizan en el club. ♣
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