El Rancho Chico fue una de las más célebres y queridas quintas de recreo con bailables ubicadas por el sector norte de Santiago, en la dirección precisa de 14 de la Fama 2191 casi esquina con calle Primavera, en la continuación de avenida Dorsal y a una cuadra de Fermín Vivaceta, en la popular comuna de Conchalí. Todavía cuelgan en el silencio y la parálisis del tiempo los destartalados carteles, alguna vez luminosos, que señalaban su fachada en los años de gloria de este negocio: ahora se ven opacos y con algunas de sus letras de plástico perdidas. Es un lugar conocido, además y desgraciadamente, por algunos accidentes vehiculares que han sucedido en adyacente el cruce de vías.
El público concurrente y el ambiente popular del Rancho Chico y sus veladas con orquestas en vivo derivaba en gran medida de la presencia del Hipódromo Chile a pocos metros de allí. De hecho, todo el barrio obrero Vivaceta era en aquellos años, segundo tercio del siglo XX, un hervidero de cabarets, boîtes modestas, quintas, peñas folclóricas, parrilladas y lupanares en donde nunca faltaba público. Se decía incluso que era abastecido de vino por las prolíficas viñas de Conchalí, algunas propietadas por próceres como Don Tinto, el presidente Pedro Aguirre Cerda, según es bien sabido.
En otro aspecto, no era extraño que celebridades del ambiente artístico y en el propio público llegaran a veces hasta esta clase de boliches de los barrios al norte de la ciudad, y el Rancho Chico no debió ser la excepción. Las tentaciones de su presentación en los mencionados carteles exteriores eran suficiente enganche para atraer aventureros desde otros lados de Santiago: "Complejo turístico musical bailable". En el interior orquestas, cenas y fiestas varias se alojarían por años pintando de intensa vida a este local que, en apariencia estrecho, se internaba varios metros hasta el centro de la cuadra, con un acceso principal que fue señalado por una cortina metálica.
Hay muy poca información disponible sobre el Rancho Chico en la actualidad, sin embargo. No sabemos si su nombre será una suerte de "contraparte" a la muy conocida quinta Rancho Grande, célebre en los años treinta a cincuenta, ubicada al otro lado de Santiago en Rondizzoni cerca del parque. También estuvo de moda en esos años una obra revisteril chileno-mexicana titulada "Acá en el rancho chico", coincidentemente, trabajo humorístico ofrecido en teatros como el Politeama cerca de la Estación Central y el Balmaceda de calle Artesanos. Esta revista de Eugenio Retes parodiaba a la película azteca de 1936 "Allá en el rancho grande", como dice la canción de Jorge Negrete, usando incluso las mismas piezas musicales del filme en ellas. Sospechamos que puede haber alguna relación en la elección de aquel nombre con las nomenclaturas del vecino centro hípico, además.
Durante su primera etapa de vida, en el mediodía del jueves 6 de abril de 1939, hubo un importante evento social en la quinta Rancho Chico: la Unión de Obreros Municipales de Santiago, conocidos como los jornaleros, realizaron una gran manifestación en honor para la alcaldesa de la ciudad, doña Graciela Contreras de Schnake, muy relacionada con el gobierno de Aguirre Cerda en esos momentos. Importantes autoridades de la comuna asistieron al encuentro de aquella tarde, el que incluyó discursos y felicitaciones por haber reincorporado a empleados municipales que había excluido la administración alcaldicia anterior. Curiosamente, sin embargo, aunque doña Graciela era mujer de militancia socialista, su confesión cristiana protestante de seguro la mantenía bastante alejada a esa clase de ambiente, el cobijado en las quintas de recreo y salones bailables.
Encontramos otros Rancho Chico en el territorio alrededor del Mercado de la Vega Central de Santiago, además, pero desconocemos si existe algún enlace con el principal. Uno estaba por Independencia, en calle Lastra 1109, como se ve en el periódico de los trabajadores veguinos “Fortín Mapocho” del 30 de agosto de 1947: aseguraba tener los mejores arrollados por especialidad y deliciosas chichas de Villa Alegre, a buenos precios. Era propiedad por don Enrique Ahumada, quedando después en manos de doña Julia Matamala. Un Rancho Chico estaba también en La Vega misma, local N° 580, propiedad de Ricardo Rusiñol. En el mismo periódico mencionado del 29 de noviembre de 1947, vemos que se presentaba como salón de refrescos y algo parecido a una fuente de soda, aunque don Ricardo había llegado a ser tan popular allí que se conocía al local como “Don Richard”, nombre que sería oficializado tras su fallecimiento, con el negocio ya a cargo de doña Rebeca P. e hijos.
El portal de entrada del Hipódromo Chile en imagen antigua, sitio patrimonial La Cañadilla. Tomado de Chile Nostálgico. El complejo hípico de Independencia y Vivaceta aportó mucho del público y elemento popular que acudía al Rancho Chico.
Publicidad de un popular restaurante veguino también llamado Rancho Chico, en un periódico “Fortín Mapocho” de los años sesenta. No sabemos si existe alguna relación con el homónimo de Catorce de la Fama.
Recomendación de Pantagruel para el Rancho Chico para las fiestas de fin de año, en el diario "La Segunda" del viernes 23 de diciembre de 1977.
Aspecto actual del local en donde se estableció por tantos años el Rancho Chico, ya en ruinas y sin sus famosos bailables de amanecida.
Ya en los años sesenta a ochenta era mandamás de la quinta don Ernesto Magnetti Olguín, hombre grande y gordo, de carácter rígido pero de quien se dice supo dar nuevos aires de vida al establecimiento a pesar de hallarse ya en tiempos que comenzaban a ofrecerse un tanto adversos para la actividad bohemia y recreativa de la noche en Santiago. Este comerciante tomó por socio, desde 1974 o 1975, a un señor llamado Juan Humberto Díaz Santander, para extender su quehacer a actividades de transporte colectivo. En el otro extremo jerárquico, en cambio, el estacionador de los vehículos afuera del local era un señor como don Teo, bastante conocido entre quienes llegaban a las famosas fiestas del negocio. Todo indica que cierto aire familiar había entre los empleados y trabajadores relacionados con el establecimiento, entonces.
A la sazón, las cenas del Rancho Chico eran valoradas también por su contundencia y sabrosura, una característica que procuró mantenerse durante todo aquel tiempo. Correspondientes por lo general a comida típica, sus parrilladas y pollos al champiñón o al coñac deben haber estado entre las delicias más solicitadas en aquel comedor. La carta de vinos, cervezas y preparaciones de coctelería también es recordada positivamente entre sus antiguos comensales. Había, por supuesto, horarios más familiares y otros enteramente dedicados a la diversión nocturna adulta con bailoteo y conjuntos de cumbia.
Por aquel entonces, cuando el fotógrafo que solía tomar los registros del local, sus clientes y espectáculos quedó postrado por un cáncer que acabaría arrebatándole la vida en 1976, su hijo, un chiquillo de sólo 14 años y futuro miembro de la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI), don Carlos Briones, comenzó a trabajar en su reemplazo con autorización del propio señor Magnetti, a veces hasta altas horas de la madrugada. La historia, con alcances muy emotivos, ya que su padre murió poco después, ha sido contada por el propio señor Briones en la página de redes sociales de la AFI. Sus fotografías eran ampliadas y vendidas al público con un característico rótulo: "Recuerdo de la quinta de recreo Rancho Chico, 14 de la Fama 2191, Conchalí - Fono 778128".
En el diario "La Segunda" del viernes 23 de diciembre de 1977, encontramos al Rancho Chico entre las recomendaciones del periodista gastronómico y bohemio Pantagruel (Juan Rubén Valenzuela), diríamos que el más grande amante y conocedor de las picadas populares de Chile. Aparece allí sugerido por el cronista para pasar la noche de la Pascua de Navidad, en donde podemos leer los siguientes elogios para el boliche:
...acapara el favor de los entendidos por la excelencia de sus comidas, la sobria elegancia del local, y por ese ambiente de permanente fiesta que viven los parroquianos a los movidos ritmos de "Los Caribes" y donde la orquesta típica del maestro Berríos, da sentidos sones. Don Ernesto no alterará sus precios en esta ocasión y tratará de mantenerlos hasta donde el IPC lo permita. Por lo tanto, olvide sus cocodrilos en casa. En el "RANCHO CHICO" lo pasará envidiablemente y por prudente monto. Sugerimos los pollos al champiñón, especialidad de la casa. Y, en nuestra época, los pasteles de choclo, humitas y el lomo Richelieu con callampas. Para el gaznate hay refrescante ponche de culén y ricas mistelas.
Por aquellos años se estuvo presentando también en el lugar el bolerista Luis Alberto Martínez, después símbolo de la bohemia y espectáculo popular de Valparaíso. Durante esas apariciones un leal público femenino llegaba masivamente al local y la euforia que era capaz de desatar entre sus admiradoras era otro motivo de alegría y utilidades para el fotógrafo Briones. Cierta leyenda dice, además, que el propio Zalo Reyes cantó en sus inicios allí también, con temas como "Motivo y razón" y "Con una lágrima en la garganta" cuando recién estaba comenzando a tener apariciones en la televisión. No nos ha sido posible confirmar este último dato, sin embargo.
Pero como todo cumple con un ciclo de vida, en los años noventa decayó mucho el sector y se volvió peligroso. Hubo muertes complicando al mismo barrio y al prestigio del establecimiento, en consecuencia. Mientras nuevas formas de recreación se abrían paso con el retorno de la democracia y el avance comercial, el Rancho Chico se volvía una quinta cada vez más oscurecida, sobreviviendo de sus servicios de restaurante y los bailables que aún la acompañaban durante las noches de fin de semana. Al parecer, tampoco estaba ya entre esas almas bohemias la batuta del querido señor Magnetti.
Aunque el cartel "Bailables Rancho Chico" no está en la fachada de la ex quinta, los otros mencionados, colgando sobre la vereda y parte de la calle, han sobrevivido milagrosamente a los cerca de 15 años que lleva cerrado el negocio. Su alero de tejuelas también se conserva pero la cortina no volvió a levantarse, ni sonaron otra vez allí los ritmos tropicales que antes llenaban su salón. Mas, un programa y premio del Hipódromo Chile conserva su nombre, mientras que la familia Magnetti se mantuvo en algunos negocios en el rubro culinario: el restaurante Don Ernesto, de avenida Vivaceta 2838, que existía todavía hacia 2015. ♣
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