La llegada Chile del prodigioso cantante y compositor mexicano Agustín Lara, apodado el Grillo, Poeta de la Música, Mensajero de la Música Mexicana, Hombre de las Manos de Oro, Músico Poeta y Flaco de Oro, resultó cosa nada fácil: se suponía que arribaba en Santiago desde Buenos Aires en la combinación aérea Panagra el viernes 12 de septiembre de 1941, por lo que descendería del avión en el Aeropuerto de Los Cerrillos hacia las 17 horas. Iba a ser recibido por la prensa, sus efusivos admiradores y el distinguido embajador de México, Octavio Reyes-Spínola Prieto, quien había sido el encargado de hacer la invitación del artista a Chile. "El piano en manos de Agustín Lara se transforma en un instrumento distinto como se se ha oído otro igual", había comentado la página de espectáculos de "La Nación" de ese mismo día.
Sin embargo, en horas de la tarde se
supo que las tormentas cordilleranas habían obligado a suspender la llegada de Lara hasta
nuevo aviso, por lo que todos quedaron con los crespos hechos aquella tarde. A pesar de esta pasajera frustración, la expectación se mantuvo
intacta y todos los círculos nacionales permanecieron atentos aguardando por enterarse
primero que el resto de la nueva
fecha del vuelo, que se estimaba ahora sería efectuado aquella misma semana o la
siguiente, ya casi encima de las Fiestas Patrias en Chile. Finalmente, en la
tarde del martes 17 de septiembre, la sociedad santiaguina pudo recibir en Los
Cerrillos al gran Agustín y como merecía: con presencia del embajador Reyes-Spíndola,
representantes de la Cancillería de Chile, dirigentes y enviados de las estaciones de radios,
periodistas y directivos de la Empresa Chilena Cóndor de don Enrique Venturino,
el dueño del Teatro Caupolicán de calle San Diego en donde debía tener lugar su debut oficial.
Desde su primer paso en la capital chilena, Reyes-Spíndola y la comitiva se separarían pocas veces de la destacada estrella radial y discográfica, cuya visita profesional se iba a extender durante varios días ofreciendo en diferentes teatros y clubes sus boleros o valses, con su magistral dominio del teclado. Muy delgado y de mirada mortuoria (rasgos que no mermaba sus dotes de galán y aventurero), talentoso al nivel de llegar a influir en trabajos del gran Nat King Cole, el prodigioso veracruzano gozaría de una fama enorme gracias a los clásicos temas bohemios de sensibles letras como "Noche de ronda", "Valencia", "Mía no más", "Vos verás", "Farolito", "Desesperadamente", "Solamente una vez", "Oración Caribe", "María bonita", "Toledo", "Aventurera", "Palabras de mujer", "Amor de mis amores", "Aquel amor" y "Granada". Compartió espacios radiales en estaciones mexicanas como XEW con clásicas estrellas del mismo medio artístico, reuniendo más de 85 mil ediciones de discos con sus canciones sentimentales en esos momentos de su viaje a Chile y siendo autor de unas 500 piezas, además de hermosos poemas.
Nacido un 30 de octubre de 1897 (1900 según él, año que muchos ponen en duda actualmente) y ya habiendo iniciado a la sazón su carrera paralela como actor con cortometrajes de los treinta, entre otras celebridades con las que trabajó Lara o cantaron sus temas por aquellos años estuvieron Pedro Vargas, Javier Solís, Juan Arvizu, Luis G. Roldán, la también veracruzana Toña La Negra (Antonia del Carmen Peregrino Álvarez) y el compositor Chucho Monge. Sin embargo, la molestia de este último por el hecho de que Lara usara sin autorización fragmentos de su tema "El Romero" en el vals "María bonita", dedicado a la hermosa actriz y su futura esposa María Félix, acabó abriendo una brecha para siempre entre ambos amigos. No fue la única controversia que el cantante experimentó por asuntos de derechos de autor o incluso acusaciones directas de plagio, dicho sea de paso.
En otro aspecto, Lara cargaba también con feas marcas de sus tiempos de inicios, cuando sobrevivía cantando en oscuros cabarets y cafés de poca reputación. Era evidente en él una enorme cicatriz cruzando parte de su rostro y que, según la versión más conocida o repetida por los biógrafos explicando su origen, habría sido la venganza con botella o copa rota de una corista despechada y celosa llamada Estrella, hacia 1927. También arrastraba secretos vicios que seguían vinculándolo a esos esforzados primeros años en el medio, pero que no eran tan públicos ni visibles como aquella marca entre la boca y la mejilla izquierda.
El artista estaba cerrando una estupenda temporada en la capital argentina cuando se anunció su inminente presentación en el coliseo del Cóndor Venturino en Santiago. A su llegada no había aún fecha en la agenda para aquel esperado acontecimiento, sin embargo, aunque la dirección del Caupolicán ya anticipaba que abriría un concurso para elegir a la "cancionista oficial" de los temas del veracruzano: la ganadora lo acompañaría en sus presentaciones y firmaría un contrato de tres meses en la principal radio de la capital mexicana, viajando con él hasta allá. Las primeras presentaciones de la estrella en el dial chileno, en tanto, serían en Radio Carerra el día lunes 22 y martes 23 de septiembre, en sus estudios con acceso por calle Matías Cousiño 150, tercer piso.
Publicidad para el primer Tap Room en "El Mercurio", año 1940.
Llegada de Agustín Lara a Chile anunciada en "La Nación" de septiembre de 1941.
Agustín y su pareja en el Tap Room Ritz, en el diario "La Nación" del 22 de septiembre de 1941.
Empero, incapaz de sustraerse de la intenso ambiente bohemio del Santiago de la época, Lara había estado acudiendo hasta algunos de los principales centros recreativos de entonces, frecuentemente acompañado por el propio Reyes-Spíndola. Fue así como apareció en el celebérrimo Tap Room Ritz del empresario nocturno Humberto Negro Tobar, el ex dueño del cabaret Zeppelin de calle Bandera. El Tap Room con su extraordinaria pista luminosa de baile se encontraba en calle Estado 230, en el zócalo del Hotel Ritz, mismo sitio en donde estuvo después el Cine Florida. Fue la primera de las boîtes con aquel nombre que fundó el hiperactivo Tobar a lo largo de su entretenida vida y era, quizá, el restaurante con club de baile y orquestas en vivo más importante de la ciudad en esos años. Fue casi natural que el aroma de fiesta llegara a la amplia nariz del visitante y así partió para allá, acompañado también de su mujer y con la comitiva de la embajada.
La llegada de Lara al Tap Room fue al día siguiente de su vuelo, el 18 de septiembre en el inicio de las celebraciones patrióticas del mes, las que allí en la boîte solían adquirir características de una colorida gran fiesta social. Así comentaba de su presencia en el lugar aquella noche el diario "La Nación", dos días después:
El 18 el Tap fue conmemorado con una fiesta de gala que resultó brillantísima y que fue realzada con la asistencia de honor del famoso compositor mexicano Agustín Lara y de grandes personalidades norteamericanas que han venido al Congreso Internacional de Municipalidades y de caracterizados miembros de la Embajada de Norte América, de Inglaterra, de Perú, de Colombia, México, Venezuela y Argentina.
Cuando el Tap Room estaba cerrando aquellas celebraciones de Fiestas Patrias, lo hizo con un programa artístico que incluía a las Trillizas Vera, el humorista y bailarín "con cuerpo de goma" John Bux (traído desde el Follies Bergere de París), el chansonnier nortemericano Pat O'Shaw, el tanguero argentino Oscar Quiroga y las bailarinas españolas Carmen Merjoana y Lolita Vera (llegadas del Casino de Buenos Aires). También estaba en la cartelera la cantante mexicana Carmen Rodríguez, estable en el club y presentada como "gran intérprete de Agustín Lara", quien quedó encargada también de cantar en el primer programa de su compatriota en el Caupolicán. Tocaban allí, además, la Orquesta Típica Argentina, la Orquesta de Porfirio Díaz y la Jazz Melódica del trompetista R. Hermosilla, integrada por ex miembros del conjunto del Casino de Viña del Mar. El último día de bailables patrióticos, sábado 20 de septiembre y con Lara nuevamente presente en el lugar, en la pista luminosa y multicolor se realizaron también loterías de regalos para el público, en el vermouth-peritif de las 19 horas y en la velada de las 23 horas.
Habría sido, entonces, en ese brillante ambiente de constelación estelar donde sucedió un curioso hecho que sirvió para mantener a Lara tocando el piano algunos días más en el establecimiento, a cambio de una particular paga. Aunque nos parece que con algunas posibles imprecisiones, esto fue revelado por el periodista de espectáculos Osvaldo Rakatán Muñoz en su magnífica obra "¡Buenas noches, Santiago!". Si bien el contexto en que señala los hechos podrían prestarse para ser interpretados como diferentes a los de su visita de 1941, la situación descrita por el cronista es la siguiente:
Lo recuerdo como un hombre enjuto, muy delgado, moreno y más bien taciturno. Fue en la década del 40 y había llegado a Chile, silenciosamente. En Santiago se había hecho muy amigo del Negro Tobar y este quería contratarlo a toda costa, para su elegante local nocturno.
Bohemio empedernido, noctámbulo y vicioso, el inspirado artista sólo atinó a responderle:
-Mira, Negro... yo puedo tocar el piano todas las noches en tu negocio. Pero no puedo cobrar nada... Lo único que te pido es que me tengas una mesa reservada en algún rincón y sobre ella, una botella de whisky y unos papelillos de coca...
¡Y así se hizo!...
El informante de Rakatán sobre los secretillos de Lara, en una noche de esas en el mismo Tap Room, habría sido el garzón Uribe según deducimos de lo que dejó escrito, "quien fue testigo y confidente también de sus recuerdos de juventud" pues le tocaba atenderlo personalmente allí. De acuerdo a lo que recordaba el histórico mozo, entonces, el artista solía contar que en Tlacotalpan su padre, quien ejercía como médico, no quería que Agustín se dedicara a la música pero, cuando estalló la revolución y su progenitor partió a Europa debiendo su madre vender todo para sobrevivir salvo el piano, comenzó a componer y luego a tocar a escondidas en un prostíbulo, fingiendo trabajar mientras tanto como empleado de correos. Habría sido en esas aventuras, según lo que oyó Uribe, cuando una ninfa "muy dura, guapa y celosa", la indomable Estrella, lo atacó con un cuchillo cortándole la cara tras encontrarlo enamorando a una de sus compañeras de asilo.
Celebración de cierre del programa de Fiestas Patrias en el Tap Room Ritz, en el diario "La Nación", septiembre de 1941.
Aviso publicitario del Tap Room Ritz en 1944, anunciando la fiesta de Navidad.
Izquierda: Humberto Tobar, en una de sus escasas imágenes fotográficas, publicada en "La Nación". Derecha: aviso del Tap Room en revista "En Viaje", año 1944.
Sin embargo, de acuerdo a la versión de Oreste Plath sobre la misma historia, relatada en "El Santiago que se fue", aquello sucedió con Reyes-Spíndola presente y participando del asunto, lo que nos lleva a convencernos de que se trata de la misma visita de septiembre de 1941, cuando Lara "estaba en todo su apogeo" como anota el autor. De acuerdo a este relato, entonces, el diplomático mexicano conversaba con Tobar en la boîte cuando, de un momento a otro, le propuso a este último que Lara hiciera presentaciones en su escenario:
Y contó Tobar que el embajador le habría dicho: "Agustín podría venir aquí". "Ni soñarlo", habría respondido Tobar; "no tendría cómo pagarlo. Agustín es muy caro para este negocio". "No tanto", respondió el músico poeta, "tenme todas las noches un papelillo de la buena y una botella de whisky y asunto arreglado". Y así, durante los doce días de su permanencia en Chile, Agustín Lara subió al palco escénico del Tap.
Tanto en la versión de Muñoz como en la de Plath, con aquel particular "contrato" Lara habría estado presentándose por las tardes y algunas noches en el Tap Room Ritz, durante los días que quedaban de su visita en Santiago. De acuerdo a lo que se lee en la prensa del mismo período al que creemos pertenece la anécdota, además, estuvo recibiendo grandes muestras de amistad y simpatía en todos esos días, especialmente por parte de la clientela más juvenil que se aparecía encantada con su cancionero.
El magno evento al piano programado en el Teatro Caupolicán tendría lugar con una primera velada allí el miércoles 24 de septiembre, a las 21.40 horas: fue uno de los encuentros más memorables que han tenido lugar en el histórico sitio y que organizara la firma Cóndor. Las entradas valían ocho pesos en plateas numeradas, cinco balcón y dos galerías, logrando que las locaciones estuviesen a lleno total. Además de ir acompañado el programa con la presentación de Carmen Rodríguez y el dueto nacional de Ester Martínez y Rosa Moraga, hubo elencos de cancionistas chilenas aspirando a ser elegidas la "oficial" del viaje a México. La segunda presentación en el mismo teatro, en cambio, fue el domingo 28 y se hizo en dos funciones, nuevamente con Carmen, más la chilena Ruth González y las cantantes seleccionadas del concurso.
Siguiendo los itinerarios del artista comentados en la prensa de espectáculos, lo encontramos en más presentaciones del Tap Room desde el jueves 2 al sábado 4 de octubre cuanto menos, período en el que creemos que podría haberse dado su particular "contrato" con Tobar, es preciso insistir. En la ocasión, además, llevó al club un curioso piano redondo para tocarlo mientras cantaba Carmen, de no más de 90 centímetros. Aquel sábado volvió al Caupolicán, por cierto, pero ahora para ver un enfrentamiento entre los pugilistas Arturo Godoy y Ernesto Carnesse (ganado por el primero, por puntos), noche en la que recibió una ovación del público cuando fue anunciada su presencia allí.
La tercera presentación en el teatro de San Diego, nuevamente con resonante éxito, tuvo lugar el domingo 5 en horarios vermouth y noche, ahora acompañado por Raquel Ferreira, Miss Radio 1941, y de la mexicana Alondra. Realizó también recitales a beneficio durante ese mes de octubre, al parecer por sugerencia del embajador Reyes-Spíndola. Del mismo modo, continuó trabajando un tiempo más para Radio Carrera, dirigiendo la orquesta de la estación, de hecho.
Después de varias semanas de actividad en Santiago y ya hacia el día de su cumpleaños, el cantante y músico se fue de regreso a Buenos Aires para iniciar una breve temporada antes de viajar a su patria realizando nuevos periplos. Su partida fue en total silencio y sin anuncios, contrastando con lo noticiosa que había sido su llegada. Sus canciones no se marcharon con él desde el Tap Room, sin embargo: la cantante juvenil Haydée Logan se había encargado inmediatamente de quedar cantándolas en el club, durante toda aquella temporada. Poco después, haría lo propio en cantante Jorge del Prado, presentando incluso algunas piezas nuevas de Lara en ritmo más tropical, a partir de abril de 1942.
Agustín Lara continuaría disfrutando de su fama internacional como músico y también actor durante el resto de la década y la siguiente, con varias películas a su haber. La caída de la popularidad comenzó a afectarlo fines de los años sesenta, sin embargo, cuando la vieja bohemia en la que había hecho carrera experimentaba cambios generaciones profundos e irreversibles a nivel mundial. Su deslucida vejez la pasó cada vez más lejos de las luces de escenarios y con varios padecimientos tal vez relacionados con lo que había sido su vida de trasnochadas. Un accidente doméstico en el que sufrió una complicada fractura de pelvis y fémur derecho empeoró su ya delicada situación de salud... Era el principio del fin para para el astro y para toda una época en la canción romántica en español.
Convaleciente y sin recuperarse tras estar tres semanas hospitalizado por la fractura bajo los cuidados del Dr. Albarrán, un derrame cerebral llevó al lirista a un coma profundo e irreversible en 1970, falleciendo tres días después del episodio, el 6 de noviembre. Su mujer en esos momentos, Rocío Durán, permaneció a su lado hasta el final y cientos de personas llegaron al mismo centro hospitalario al enterarse de la muy mala noticia. Un minuto de silencio en todos los teatros mexicanos fue el primer protocolo oficial de despedida.
Lara fue sepultado con honores en el Panteón de los Dolores de la Ciudad de México, por orden directa del presidente Gustavo Díaz Ordaz ya en las últimas semanas de su mandato. El ceremonial, los desfiles y la magnitud de los funerales eran sólo al nivel de los que se reservaba a grandes estadistas y prominentes figuras públicas, las de más alto valor histórico. Mientras tanto, llegaban condolencias desde toda América Hispánica y España, país que lo había declarado su "hijo adoptivo". La tumba del Flaco de Oro quedó ubicada en la Rotonda de Hombres Ilustres, en donde aún recibe visitas de sus admiradores. ♣
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