Adolfo Gallardo en anuncio de sus presentaciones en el Teatro Avenida de La Paz, Bolivia, en el periódico "El Diario" del sábado 26 de abril de 1952.
El chansonnier, que se traduce del francés como cancionero, era el artista comediante relacionado principalmente a las funciones de bataclán, revistas y boîtes. Corresponde a quien se encargaba de entretener al público cantando canciones o chansons (de ahí el nombre) pero con estilo-contenido característico: de humor, sátira o parodia. Trovadores, poetas juglares y coplistas usaban en plena Edad Media estos recursos artísticos pues, a la par de la música más docta y religiosa, había manuscritos recopilando piezas populares y más profanas en Francia, Italia, Alemania y otros países, manuales que también recibían el nombre de chansonnier.
El arte de aquellos artistas permaneció estrechamente ligado a las compañías de espectáculos del siglo XIX y XX, llegando también el oficio a Chile aunque en forma un poco tardía, según nuestra impresión, de la mano de las primeras empresas con números de revista y variedades. Como se trataba de un rol difícil de conducir y sólo para maestros del medio la escena chilena tuvo pocos representantes de esta disciplina, algo que hace notar el periodista de espectáculos Osvaldo Muñoz Romero, el entonces famosísimo Rakatán, en su obra "¡Buenas noches, Santiago!", fundamental para la investigación de la clásica bohemia y candilejas de la capital chilena.
De acuerdo a Rakatán, entonces, el primer chansonnier propiamente tal en el medio chileno fue Adolfo Gallardo, nacido a fines del siglo XIX y con sus inicios en las tablas en 1919, cuando comenzó a participar con cerca de 20 años de vida como cantante y bailarín del Grupo de los Huanabara, nombre adoptado por una compañía que hacía presentaciones en Santiago. También tocaba saxofón, banjo, xilofón, piano y podía sacar notas con la técnica del serrucho musical, muy usada en el mundo circense. Cantaba por entonces canciones como "La partida", "No vuelvo a amar", "Río, río" y composiciones mexicanas, de acuerdo a lo que informa el aventurero periodista.
Hombre joven y de buena facha, logró hacerse de una favorable imagen tanto en lo profesional como en los personal, comenzando a escalar con su currículum tras aquellos debuts. Se presentaría así en la Compañía Güilermini, dedicada a revistas y operetas, primera de este género en hacer funciones en Chile según recuerda también Rakatán. Estas apariciones en el escenario las ejecutaría acompañado por diez hermosas muchachas coristas y bataclanas de la época, entre ellas las hermanas Pimentel y la futura estrella del Teatro Humoresque, Lysette Lyon. El elenco de la compañía incluía a Yoya Martínez, Rosita Crespo, Sarita Guash y muchas otras jóvenes talentosas.
Otro impulso para la carrera del comediante se dio al trabajar directamente con el cantante y chansonnier internacional Raul Roulien, uno de los principales exponentes del oficio en su tiempo y de los más importantes que pasaron por Chile. Roulien llegaría a ser, no mucho tiempo después, la primera estrella brasileña masculina en Hollywood, actuando en varias películas entre inicios de los treinta y fines de los cuarenta. Codeándose con tan altas figuras artísticas, entonces, Gallardo estuvo actuando de gira por Lima, en el Teatro Segura, también con la tonadillera y cupletista española Paquita Escribano, ella "haciendo una hora y otra él mismo con su número de varieté", anotó Rakatán.
Adolfo Gallardo en la obra "Si las estatuas hablaran", de Carlos Cariola, en el Teatro Politeama de Santiago. Aviso publicado en "La Nación" del 29 de abril de 1936.
Amparito Bayer, esposa y compañera de Gallardo, en anuncio para las presentaciones de su compañía en el Teatro Avenida de La Paz, Bolivia, en el periódico "El Diario", 1952.
Fachada y pasaje del Teatro Politeama del Portal Edwards, hacia 1920-1930.
Teatro Balmaceda, funcionando como cine en los años cincuenta. Imagen del Archivo Zig-Zag/Quimantú, publicada en el sitio Fotografía Patrimonial del Museo Histórico Nacional.
Durante la década del treinta, Gallardo está haciendo presentaciones
como imitador y chansonnier ahora en escenarios como el Teatro Arturo
Prat, de la calle del mismo nombre llegando a avenida Matta. A la sazón, este era uno de los clásicos
refugios del espectáculo popular de Santiago, con inolvidables bailables en su azotea. Está también en las carteleras del
Teatro Selecta de calle Chacabuco, en pleno barrio obrero de Matucana, tras ser
reclutado como bailarín dentro de la troupe de artistas de esta sala en
mayo de 1934.
Ubicado en una generación privilegiada para las artes
escénicas chilenas, entonces, Gallardo trabajó con maestros de las
tablas como Rogel Retes y Rafael Frontaura; fue parte de la generación de
artistas del histórico teatro American Cinema, cuyo edificio aún está en pie en
Arturo Prat con Alonso de Ovalle. Se presentó allí como parte de la obra "La
fiesta del shimmy", por ejemplo, del mítico empresario de espectáculos Humberto Negro
Tobar, quien se enamoró de una de las bailarinas llamada
Jacqueline, la que habría intentado suicidarse en su hotel cuando ambos
terminaron tal affaire porque la compañía se iba a Perú.
Importante fue en su carrera, además, el Teatro Politeama que existió a espaldas del Portal Edwards y en donde se construyó después en Estadio Chile. Allí se presentó con la Compañía de Revistas Politeama en abril de 1936 desplegando sus dotes de cómico, bailarín excéntrico y parodista en "Si las estatuas hablaran", exitosa obra de carácter patriótico y conmemorativo del reputado director y dramaturgo Carlos Cariola, con música del maestro Zepeda y escenografía de Pedro Durand. Curiosamente, Cariola había modificado el libreto de la obra especialmente para incluir en ella a Gallardo, agregando para él un cuadro especial y permitiendo así su debut el miércoles 29 de aquel mes.
Tuvo un papel en el largometraje "Las apariencias engañan" de 1940, dirigido por Víctor Álvarez con guión de Romeo de Bizet y participación de otros actores como Helia Grandón, Rubén Darío Guevara y Rogel Retes. Incursionando ya entonces en la creación y dirección de obras humorísticas y de vodevil, durante los cuarenta fundó la Compañía Nacional de Revistas con su nombre: con ella llevó hasta el Teatro Balmaceda de calle Artesanos, enfrente del actual Mercado Tirso de Molina, su "Rumba, la nueva locura de América", en mayo de 1943. Con 16 bailarinas, destacaban en el equipo las vedettes Carmen Olmedo, la Venus Rubia, Conchita Ballesteros, la cantante y bailarina cubana Lya Ray, el ilusionista y mago chino Príncipe Ching-Fu, más los actores Rubén Vargas, Miguel Montero, Ana Pérez, entre otros.
En noviembre de 1945 presenta en el mismo teatro su revista titulada "La Casa de los Fantasmas", con escenografías de Arturo Lorenz sobre el tablado. Ofreciendo funciones de tarde y noche, además de Gallardo actuaban allí el los bailarines acrobáticos Irenne and George, el dúo Gloria y Betty, el chansonnier Joel Nejarano, la cantante Anita Beltrán, el cómico Gabriel Araya, Dora Barahona, Carmencita Cruz, la Orquesta de Manuel Contardo y, nuevamente, con Lisette Lyon.
Posteriormente, la compañía del chansonnier se presentará en el Teatro Burlesque de avenida Diez de Julio con su obra "Historia de un sofá", en julio de 1948, con la dirección musical del maestro Joaquín Pancerón. Las figuras destacadas en el escenario eran la vedette Ely Mayr, presentada como la "reina de la canción melódica", junto con las bailarinas Fletcher's Sisters, la show woman Dama del Antifaz Rojo y un gran elenco.
A pesar de estar rodeado siempre de mujeres despampanantes y de haber sido un personaje interesante para las féminas de la actividad artística, el corazón de Gallardo había quedado enredado para siempre con una de las más queridas vedettes y cantantes de estos reinos: la joven Amparito Bayer, con quien había trabajado también en las mencionadas obras del Balmaceda y el Burlesque. Como director artístico y actor, con ella trabajó después en varias ocasiones, incluyendo importantes giras internacionales de los cuarenta y cincuenta. Conocida también como la Reina del Mambo, Amparito sería la mujer que iba a darle cuidado y atención a Gallardo en sus últimos tristes años, afectado por varias complicaciones de salud.
Hacia fines de 1952, Gallardo concluía una exitosa gira internacional y comenzaba a presentarse de vuelta en Santiago en el escenario del romántico Patio Andaluz, hermoso y encantado sótano del Portal Bulnes junto a la Plaza de Armas. Estuvo allí en la misma temporada que la Princesa del Mambo Nena Reyes y su colega el humorista argentino Alberto Ortiz. Sin embargo, su cetro como el mejor chansonnier de Chile sería estaba siendo tomado ya por una nueva figura nacional: Lalo Maura, quien era además bailarín y galán de cine con experiencia en Argentina y España. Este contrajo matrimonio con la actriz cómica Olga Donoso, aunque separándose de ella no mucho antes de que la comediante falleciera prematuramente, a sus 45 años.
La vida de Adolfo Gallardo, en tanto, se fue oscureciendo por varias enfermedades y su paulatino alejamiento de los teatros, hasta desaparecer por completo de las marquesinas en los años sesenta. Fue hacia el final de su existencia, entonces, cuando Rakatán Muñoz fue de visita para entrevistarlo en el mismo lecho donde se hallaba postrado a sus 79 años, con un marcapasos en el pecho y condenado a ser atendido por la incondicional Amparito. Poco después, ya incapaz de resistir la convalecencia, fallecería el 1 de febrero de 1978. ♣
Comentarios
Publicar un comentario