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UN SÓTANO DE JAZZ EN EL CABARET TABARIS

Inauguración del Tabaris, en anuncio y fotografía de la fiesta de apertura, publicados en el diario "La Nación" de abril de 1938.

Durante los años cuarenta la Alameda Bernardo O'Higgins seguía siendo uno de los principales ejes de la diversión y la bohemia santiaguina, con una enérgica actividad que se extendía invariablemente hasta horas de la madrugada. Así es como podía encontrarse en aquellas memorables trasnochadas a un extraordinario lugar justo en los subterráneos de Alameda 891-895, haciendo esquina con Estado: el cabaret y night club Tabaris, a veces recordado también Tabarís. Se ubicaba en un punto estratégico de esas cuadras doradas en la principal avenida de la capital, al lado del también famoso centro recreativo de Il Bosco.

Aunque el club se presentaba con eslóganes tan sabrosos como "Un rincón de París" o "La chrême de París en el corazón de Santiago", incluso con una torre Eiffel como logotipo, el nombre de aquellos bajos era, probablemente, un homenaje con sabor a copia del famoso teatro y club Tabarís de Buenos Aires, desde donde se intercambiaron con Santiago muchos artistas y celebridades del mismo ambiente, por lo que era bastante conocido en el medio chileno. El negocio de Alameda había sido propiedad del comerciante y empresario nocturno Jorge Leiro (o Leyro). De acuerdo al "¡Buenas noches, Santiago!" de Osvaldo Rakatán Muñoz, fue un hombre hábil en los negocios pero quien, en una noche de aquellas, moriría asesinado por un sujeto llamado Riffo a causa de "viejos rencores, en los que se mezclaban seguramente, dinero, mujeres y coca".

El Tabaris había sido inaugurado como boîte el sábado 23 de abril de 1938 por la sociedad Lacasia y Leiro, a las 22 horas de la noche, como se anunció en avisos de prensa. Fue parte de la primera generación de boîtes de Chile, además, luego de la fundación del club A Guitare sólo tres años antes y también en Santiago, al que ya hemos dedicado acá un capítulo. Los encargados del nuevo establecimiento sorprendieron aquel día a los concurrentes con una gran fiesta de apertura que incluyó a la orquesta del maestro Pablo Garrido, quien ya eran entonces un eximio personaje de las clásicas noches y sus principales refugios de entretención, famoso en escenarios como el Casino de Viña y también en el A Guitare. El director José Marrazzo (o Marazzo) realizó primero un cocktail inaugural con invitaciones para ese día y en el mismo lugar, desde las 19.30 hasta las 21 horas, antes de dar inicio a la descrita celebración principal.

El nombre del negocio aparece inscrito en junio, sin embargo, como bar, restaurante, salón de boîte y cabaret, mientras que su Conjunto de Bailes Modernos comenzó a reclutar muchachas ya durante el año siguiente. Uno de sus primeros artistas internacionales en presentarse allí fue el tenor mexicano Adolfo Ducal, llegado al club en octubre de 1938. Había hecho su carrera en connotados centros nocturnos de Nueva York y estaciones de radio como Schenectady y NBC, además de destacar el sello discográfico que era su alero. En aquellas presentaciones en Santiago fue secundado por Garrido y su Sexteto Swing.

En su obra titulada "Historia del jazz en Chile", Álvaro Menanteau comenta que la apertura del Tabaris marca el primer punto importante para la historia de la música jazzística en el país y sus cofradías, particularmente con su presencia en el club y gracias a una gestión de Garrido y su colega Mario Quiroz. Sucedió que, el 2 de marzo de 1939, Garrido apareció entrevistando a Quiroz en "Las Últimas Noticias", texto en donde se expresaba la necesidad de fundar pronto un club dedicado enteramente a la música jazz. La idea ya era masticada también por el programa radial "La Hora del Hot Jazz", que Quiroz dirigía en Radio Agricultura.

Desde aquel interés surgió el después llamado Hot Club de Chile, creado en una reunión del sábado 25 dirigida por Garrido en el mismo local del Tabaris, a las 17 horas. Concurrieron unas 120 personas eligiendo a Quiroz como presidente, Sergio Pizarro como secretario y Carlos Llona como tesorero, quienes procedieron a elaborar los estatutos y convocar a nuevas reuniones en el mismo establecimiento, efectuadas todos los días sábados. El propio Garrido dejó para el recuerdo algunos detalles de aquel histórico episodio en su artículo "El Hot club de Chile. Una idea cristalizada, las famosas jam sessions", de "Las Últimas Noticias" del jueves 13 de abril siguiente. Sin embargo, a pesar de este entusiasmo inicial, dice Menanteau que este se fue enfriando un tanto y aparecieron opositores entre los propios aficionados, como el arquitecto Domingo Santa Cruz Morla, quien criticó públicamente el canto de Kerry Keller, la lady crooner, y también al violín de Garrido.

A pesar de aquello, el segundo hito en la historia del jazz se dará exitosamente en 1943 y con un impulso definitivo: la fundación del Club de Jazz de Santiago (CJS) gracias a un grupo musical de aficionados llamado The Chicagoans, banda formada hacía dos años en el Internado Nacional Barros Arana por el baterista Lucho Córdova, el clarinetista René Eyheralde, el trompetista Tito Rodríguez, el guitarrista Carlos Morgan. También fueron parte de esta experiencia fundadora del club Mario Raurich, Enrique Rosenblatt y Luis Cáceres, entre otros. Este club jazzístico se fundó cuando los músicos no pudieron continuar con sus ensayos en el internado educacional y arrendaron por esto un local en calle Santo Domingo 1081 con Bandera, casi en las puertas del bohemio "barrio chino" de Mapocho, mudándose después a calle Merced. El club tuvo mucho de informalidad en sus inicios, sin embargo, con algunos conflictos entre los cultores del jazz tradicional y los del jazz moderno, pero obteniendo su personalidad jurídica recién en 1951.

Publicidad con cartelera de estrellas en "La Nación", a inicios del año 1942.

Olimpia Le Roy en el club, en aviso de "La Nación" del 27 de agosto de 1943.

Avisos varios publicados en "Las Noticias de Última Hora", en diciembre de 1944.

El Tabaris en "La Nación" del 7 de julio de 1945. Carmen y Dina España con Manolo González a la cabeza de la cartelera estelar.

Avisos publicitarios en "Las Noticias de Última Hora", noviembre de 1946.

La mejor época del Tabaris comienza en los años cuarenta, en tanto, ofreciéndose como un sótano rebosante de jazz, bailables y los servicios de boîte y banquetería, por el que desfilaba ya una lista interminable de grandes artistas y maestros del espectáculo. 1940 es el año de Cora Díaz, Lucila Martínez y Clara Díaz cantando en el lugar, por ejemplo, cuando esta última también tenía una participación importante en Radio Otto Becker. "¡Comamos esta noche en el Tabaris!", decía entonces su publicidad impresa. Entre otrs figuras de nivel internacional presentándose en este período estuvo también el Trío Moll, en octubre de 1941, quienes destacaron por sus números de baile acrobático e interpretaciones de canto. El Círculo de Periodistas de Chile, cuyos miembros solían ser asiduos visitantes del Tabaris, pudo contar con la presencia de este trío artístico a fines de aquel mes para un festival organizado por el gremio en el Teatro Caupolicán, además.

Ese mismo año se cumplían dos años desde fundado el cabaret, además, por lo que el aniversario se celebró con un programa de cocktail nocturno desde las 0 a las 0.45 horas, seguido de las presentaciones del Trío Mastra, Celia Méndez, Copucha "El Colegial", Olguita Núñez, Tita Palma, Lucho del Real, Marta Charlín, Fernando Lecaros y el Dúo Carlos Morán y Juan Fredes, además otros artistas acá nombrados.

Rakatán recordaba también la presencia de Ligia Morán en el Tabaris, una cantante negra, y a Carmen Brown, quien era hija del también negro Sam Brown, casada después con el periodista Hernán Muñoz Garrido con quien se fue a vivir a Brasil. Por entonces, la orquesta dirigida por Garrido animaba aún las veladas: Los Indios Rítmicos, se llamaba a la sazón, y estaba conformada por los estupendos músicos populares Eugenio González en piano, José Piejunto Morales en contrabajo, Renato Cádiz en batería, Rafael Hermosilla en guitarra, Mario Escobar en saxo y Lalo Dalton en voz, "uno de los vocalistas más bohemios que tuvo la capital y que murió muy joven", señala Rakatán.

El club abría desde las 16 hors hasta la madrugada manteniendo la secuencia de artistas y números que parecían no dar respiro a la concurrida sala de espectáculos. En las tardes ofrecía también sus servicios de once completa por $8, parrillada criolla por $12 y cubierto de lujo con vino por $20. Aquellas onces eran tan abundantes y deleitosas que, con una de ellas, se celebró allí mismo el Día de la Matrona en la tarde del jueves 30 de diciembre de 1938, organizada por la Unión de las Matronas de Chile. Los horarios de comidas eran amenizados por el músico Porfirio Díaz y su bandoneón, además, acompañado por su colega Luis Veloso, quien tendría después allí su propia orquesta con Carlos García al micrófono. Tomando la voz, en tanto, por entonces se les unía a ambos instrumentistas el cantor melódico René Fuentes. Horas de diversión y espectáculo garantidas en cada día, por consiguiente.

Para inicios de 1942, el Tabaris era el lugar escogido para el homenaje a Luis Rojas Miller, el humorista Monicaco, quien acababa de volver al país tras una temporada en radios y clubes de Buenos Aires. La cena de amanecida fue organizada por artistas y amigos contando con presentaciones de Blanca Negri, el Trío Moreno y Luis Rojas Gallardo, padre del homenajeado y quien llevaba un tiempo ya trabajando en el mismo local. Al promediar el año siguiente los números principales iban por cuenta de la vedette y malabarista Lizette y el músico y humorista francés Filip Cairoli (a veces presentado como Phillip Cairoli), quien actuó también como payaso musical en el Circo Cairoli Waithe. Ambos venían de exitosas giras por Europa y América cundo llegaron al club. Se presentaban la gran vedette y cantante Olimpia Le Roy, además, en esos momentos artista exclusiva del Tabaris y cuyos despliegues se acompañaban con "el as de los bandoneones", Pedro Guerra. También aparecían en cartelera "la calandria gaucha" Norma del Cerro y "el catedrático del humorismo" Juancho. La música bailable estaba a cargo de los músicos de la estupenda Orquesta de Saint Lorenz, mítica agrupación allí dirigida por Lorenzo D'Acosta; y también estaba en esos años la Orquesta de Eduardo Capriolo, con el cantante Carlos Omar al frente.

En la noche del sábado 4 de noviembre de 1944, sin embargo, tuvo lugar en el cabaret lo que parece ser su primer incidente policial grave, cuando en una riña quedó herido de muerte el cliente Emilio Erlandsen Salinas. Este caso tuvo cierta connotación periodística por tratarse del jefe visitador de servicios sanitarios en la Empresa de Ferrocarriles del Estado, además. De acuerdo a lo que se informó por entonces, Erlandsen estaba sentado en una de las mesas del local con dos damas cuando él y sus acompañantes comenzaron a ser provocados con expresiones groseras desde una mesa vecina, ocupada por un grupo en donde estaban al menos cuatro conocidos matones y pendencieros del ambiente nocturno. Haber tratado de llamarlos a la mesura y pedirles que se detuvieran acabó siendo la condena de muerte del funcionario: fue agredido a bofetadas y, cuando salió a la calle para buscar a carabineros, los sujetos lo siguieron dándole una paliza en la que golpeó su cabeza contra la solera, quedando tendido.

Los agresores de aquella noche huyeron y permanecieron prófugos durante un tiempo, mientras el resto de los presentes jugaba al "yo nada vi". Como si la tragedia hasta allí fuera poca, además, cuando arribaron los policías uniformados y vieron al señor tirado en la calle, lo levantaron y llevaron creyendo que era un ebrio, notando la gravedad de su situación sólo al llegar con él a la comisaría, desde donde fue derivado a la Asistencia Pública. Erlandsen murió mientras era atendido por el facultativo Julio Infante, y así el caso quedó en manos del ministro judicial Ciro Salazar. Aunque había detenidos, otros trataron de evadir la justicia como un tal Rafael Montes y dos tipos de apellidos Labatut y Mujica. También fueron puestos a disposición del tribunal Hernán Velasco y Armando Cortés Cornejo, este último portero del cabaret. A inicios de 1946, sin embargo, el principal de los agresores, René Henríquez Rozas, fue condenado a un tiempo de reclusión y a indemnizar a la familia del fallecido, aunque quedando en situación de sobreseimiento Juan E. Walker, otro implicado en los hechos.

No fue la única calamidad que afectó indirectamente al Tabaris por esos meses, sin embargo: en diciembre de 1944, poco después del homicidio de Erlandsen, fue brutalmente atacado por una docena de delincuentes don Armando Cortés Cornejo, un conocido ex portero del mismo club y quien iba por la calle acompañado de una hermana y un amigo al ser asaltados. El agredido sobrevivió, pero cuando fueron detenidos dos de los maleantes se pudo precisar que eran parte de una pandilla que solía hacer esta clase de fechorías en otros centros bohemios como el Patio Andaluz y la Posada del Corregidor, en donde habían protagonizado otro incidente hacía poco tiempo, de hecho. Al parecer, entonces, no eran pocas estas jaurías de delincuentes provocando conflictos en los locales de la noche capitalina de aquellos años.

Publicidad de diciembre de 1946, en "Las Noticias de Última Hora".

Iris Donath en el Tabaris, enero de 1947. Aviso publicado en "Las Noticias de Última Hora".

Anuncio de las fiestas de fin de año para el Tabaris en el diario "La Nación", Navidad de 1947.

Cartel de neón del cabaret Tabaris de Santiago, en escena del filme "Uno que ha sido marino" (1951).

Alameda ya despejada, sin la Pérgola de las Flores, y con el restaurante Il Bosco  a la derecha de la imagen.  En la esquina, luminoso redondo del Night Club Tabaris. Fotografía de los archivos del Museo Histórico Nacional, publicada entre las colecciones digitales de Pedro Encina, en el sitio Flickr Santiago Nostálgico.

Por el mismo período, manteniendo el servicio de restaurante con menú y salón de onces, el Tabaris mantenía su propuesta de artistas internacionales y de variedades que, también hacia fines de 1944, incluían a los brasileños Apolo Correa y Deo Costa, además del humorista Robert Blake. Por entonces, las orquestas encargadas del repertorio musical eran las de Juan Parra y la típica de Ricardo Millas. Los bailables eran desde las 18 horas hasta las 5 de la mañana, y las fiestas de Navidad y Año Nuevo celebradas a continuación incluyeron, además de los nombrados, al dúo nacional de canto Las Trigueñitas, el grupo Los Huastecos del Sur y al bailarín Héctor Salazar, quien regresó en la ocasión a los prestigiosos shows del establecimiento.

Para julio de 1945 los aperitivos bailables iban de 19 a 21 horas, con espectáculos incluidos. La hora de los números internacionales incluía por aquellos días a las cantantes hispanas Carmen y Dina España, al famoso humorista Manolo González, a "la reina del folclore nacional" Tita Palma, el Trío Cuba y la música de jazz del maestro Parra con su orquesta. El aperitivo que salía del bar costaba $5 en esos momentos, manteniéndose los precios de once completa a $8 y cubierto de lujo con vino a $20, subido a $30 poco después. La parrillada, en cambio, costaba $15.

Las temporadas de fin de año continuaron siendo especialmente interesantes en el Tabaris, redoblando su concepto de gran interés artístico a propósito de las fiestas. Las de 1946 incluyeron a la cantante nacional de boleros y guarachas Raquel Michel, y a la célebre comediante Olga Donoso. Con la llegada de delegaciones de marinos argentinos en noviembre de ese año, además, se organizaron veladas especiales como saludo "a los nombres militares, marinos y aviadores y visitantes" con un programa que incluía a la cantante tropical y brasileña Alina Bermejo, la bailarina y acróbata Thelma Toland y el conjunto nacional Melodías del Huelén con sus cuecas, voces y guitarras, entre otros números. Por entonces estuvo también en el equipo Elisa Monterrey, virtuosa bailarina y cantante española.

Para recibir el Año Nuevo 1947, la gran cena con sorpresas, regalos y abundante cotillón incluyó en el Tabaris a la orquesta jazzista local del maestro brasileño Pacerón, o más exactamente Joaquín Pacerón y sus Rítmicos. También estuvo allí el músico de guitarra  eléctrica y hawaiana Pedro de Castro, el valsista y cantante de temas peruanos Jael Bejarano y el exitoso show de la estrella Iris Donath, una connotada cantante melódica y actriz de teatro argentina de la época, integrante de la compañía revisteril del dramaturgo porteño Antonio de Bassi, lamentablemente olvidada por las generaciones posteriores.

Por justicia, cabe añadir que Iris había tenido participación destacada también en la radio chilena durante la década, con presentaciones en la estación Sociedad Nacional de Agricultura, cantando con la música de la Orquesta de Samuel Rojas pocos años antes, hacia 1943. Joven y hermosa mujer, cantaba con total fluidez en castellano, inglés y francés, todavía presentándose en el cabaret de la Alameda durante el verano de aquel año 1947. Las magníficas proyecciones profesionales que entonces prometían sus excelentes y muy bien criticadas presentaciones en Chile contrastan con la oscuridad en que irá cayendo su figura y recuerdo más tarde, sin embargo, perdiéndosele el rastro por completo.

A fines de ese año de 1947, al jazz de Pancerón y sus Rítmicos se sumaba la notable Orquesta de Juan Saavedra, cuyo cantante estable era Juan Carlos Moreno. Aquellas fabulosas veladas bailables eran transmitidas desde las 11.30 hasta las 1 de la madrugada por la Radio La Americana, CB-130 y CE-960. El tradicional show familiar de Navidad incluiría aquel año, además de ambos conjuntos, a las presentaciones de Sam Brown "y su Sombra", a la soprano nacional Nena Santander y al cantante de temas tropicales Antonio Anderson. Los mismos artistas se repetirán a los pocos días, en la magnífica celebración preparada para recibir el Año Nuevo de 1948.

A mediados de 1950, pasando ya la época de oropeles para el club, este no perdía parte de su poderoso impulso inicial, sin embargo: tenía en cartelera a figuras como la hermosa y sensual bailarina Zita Novel, a "la revolución de la rumba" Myriam da Silva, a la vedette Amparito Bayer y a la cantante Lina Román. La dirección artística estaba encargada en aquel momento al mismísimo Pancerón, mientras que la maestra de ceremonia y lady crooner era Glady Ocampo. Tocaban en vivo la Orquesta de Jazz del maestro Belfor Aguayo y la Orquesta Típica del bandoneonista Veloso, ambas con L. Celdón como cantante. Otras estrellas del período fueron la cantante española Pepita Osorio y la escultural bailarina de ritmos brasileños Kika Bell, que más de un pequeño infarto debió provocar en el público.

Tras la muerte de Leiro el Tabaris había cambiado de conducción y logró reabrir sus puertas con un planteamiento medianamente renovado, apostando a una nueva vida dentro de la cambiante bohemia santiaguina. El entonces famoso cartel luminoso redondo en cuyos neones se leía "Night Club Tabaris", colgando sobre el acceso, alcanzó a aparecer completo en una escena nocturna del filme nacional "Uno que ha sido marino" de José Bohr, en 1951. Sin embargo, las cosas estaban variando notablemente ya pasado el medio siglo: el club no pudo con las modificaciones que el comercio recreativo ya experimentaba en vertiginoso ritmo, no quedando más remedio que volver a cerrar. De esta manera el histórico local del sótano del jazz santiaguino con luminosa sala des espectáculos procedió a ser ocupado por un restaurante de comida rápida cuya especialidad era las papas fritas, como recuerda bien Rakatán.

El edificio acabaría siendo remodelado por completo, o rehecho más bien, con el zócalo y los bajos reconstruidos. Empero, el lugar que ocupaba el subterráneo de antaño coincide más o menos con el mismo espacio comercial que sería ocupado después por la sucursal de una casa de entretenimientos electrónicos, muy popular en los años ochenta y buena parte de los noventa. Ya en nuestra época, este sitio se hizo parte de un banco asociado a una conocida multitienda en aquella esquina.

Cabe añadir, finalmente, que un nuevo night club Tabaris apareció años después en calle Bandera 830, bajo el restaurante El Ciclista. Revivido por el empresario nocturno José Padrino Aravena, ocupó un local que años antes había pertenecido al cabaret Las Torpederas, competencia del Zeppelin en el ya mencionado "barrio chino" de Mapocho. Sin embargo, esta nueva vida era tan diferente y distante a la del primer Tabaris que corresponde ya a las páginas de otra semblanza. ♣

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