Sala del Club 007 en "La Nación" del 7 de junio de 1969. En primer plano se ve parte de las rejas que separaban la pista de baile del resto del establecimiento.
El Club 007 hizo su debut formal en 1967, en la dirección de Providencia 1474 junto a calle Cirujano Guzmán, enfrente de la desembocadura de la avenida Antonio Varas y muy cerca de donde estuvo la famosa Hostería Providencia, sede de la bohemia del barrio por muchos años. Ocupando uno de los típicos espacios que fueron propios de la propuesta comercial del sector en aquel entonces, fue uno de los primeros bares y restaurantes santiaguinos con aspiraciones de establecimiento temático moderno, en este caso centrado en las películas de James Bond y sus constantes incursiones en clubes donde podía beber su famoso dry Martini "agitado, no revuelto".
El concepto del establecimiento se ajustaba perfectamente a la moda que representaba desde 1962 el ficticio agente británico con las primeras películas de sus saga: "Dr. No", "De Rusia con amor", "Goldfinger", "Thunderball" y "Sólo se vive dos veces", esta última la más reciente a la sazón, del verano de 1967. En la misma década había estado haciendo noticia, además, el Show 007, exitoso espectáculo itinerante que estuvo dirigido por el músico Oscar Arriagada.
El club no se quedaba sólo en el nombre con sus alusiones cinéfilas, por supuesto: algunos nombres de los cócteles ofrecidos en la barra del negocio tenían esa misma fijación casi juvenil por la franquicia cinematográfica de entonces: Sabotaje, Doctor No, James Bond, etc. "Sus socios tiene que rendir un severo examen -decía al respecto el crítico de diversiones de "La Nación" del 7 de junio de 1969-. Cultura etílica, capacidad alcohólica, poder de seducción, son algunas de las materias". Esta característica lo haría especialmente interesante a las reuniones de parejas, amigos y grupos más bien pequeños, sobre todo en las noches.
Llamado más popularmente El 007, este anticipo de los futuros bares tipo pub y con rasgos también de discothéque había sido creación del comerciante Gerardo Ascué asociado con un amigo quien confió en su proyecto. Al inaugurarlo contaba con 80 asientos para el público, pero la velocidad con la que estos se hicieron pocos confirmó los buenos prospectos para el negocio. En muchos aspectos, de hecho, el club fue parte de la generación pionera de esta clase de establecimientos.
Siendo de proporciones más pequeñas, la decoración interior del Club 007 era una curiosa mezcla de modernismo ornamental con detalles rústicos y retrofuturistas. Diríamos que incluso se adelantaba a los estilos industrialistas y steampunk, con ejemplos como su escalera que lo conectaba al pequeño segundo piso y que lucía cadenas en lugar de barrotes, así como también una pista de baile rodeada por una reja.
Varios otros elementos del local aludían también a pasajes y contenidos de la saga Bond, con máscaras de tipo étnico evocando a culturas asiáticas y africanas, además de las pinturas de figuras humanas en algunos muros con técnicas más vanguardistas. Había allí acuarios de peces de colores, algunas antigüedades contrastando con la modernidad general y otros detalles que hacían singularmente interesante a este lugar con su estilo un tanto audaz para su época. Junto a la señalada escalera había, además, un panel en donde los visitantes tenían la costumbre de colocar sus tarjetas de presentación como testimonio de haber estado allí. Un antiguo teléfono del 1900 con diseño victoriano dormía en la barra del primer piso, junto a los acuarios.
A fines de la década del sesenta unos 20 escudos eran el mínimo de dinero para entretenerse en su pista de baile, esa que nunca dejó de llamar la atención por la descrita particularidad de estar separada del resto del recinto por una reja abarrotada y con forja decorada de bucles, semejando así a una jaula o gran pajarera al lado de la sala en donde los presentes se sentaban en muebles con aspecto de sillas de jardín y mesas de centro. Sólo un par de años después el precio único del ingreso había descendido a 12 escudos, pero varios de los asientos que esperaban a los noctámbulos al interior del local seguían siendo los mismos: parecidos a los de una sala de estar, aunque con comedores o mesas más tradicionales en las salas adjuntas y arriba, además de la descrita barra.
Claramente, el Club 007 estaba dirigido
a un público de clase alta, como muchos de los locales que estaban en boga por
aquellos años y que estaban desplazando a la bohemia más clásica de las
boîtes y cabarets. Tan buenas noticias hacía en el
verano de 1968 que, cuando comenzó velozmente el proyecto del filme "Tres
tristes tigres" de Raúl Ruiz, una secuencia de importantes escenas se rodaron en
el establecimiento el día sábado 23 de marzo de aquel año. Estas muestran a los
actores Jaime Vadell y Jaime Celedón llevando una tensa conversación de negocios con sus
respectivos personajes, entre las mesas del segundo nivel, para después
descender y salir por el pasillo junto a la barra principal y los acuarios. Se ve en las escenas a un cantante popular tocando guitarra cerca del mismo mesón, además, situación que suponemos no debe haber sido muy ajena a lo habitual en el lugar.
Después de la corta pero vertiginosa vida del Club 007 en el lugar, aquella dirección de Providencia fue ocupada por una pastelería, cafetería y salón de té llamada El 8 1/2, conocida en su tiempo por ofrecer sabrosas onces y más de 50 variedades de panqueques dulces y salados, productos que eran su especialidad hacia mediados de los años setenta. Aquel sector de Providencia ha sido bastante modificado por remodelaciones de los espacios comerciales en zócalo, las correcciones numéricas y la separación de la avenida con Nueva Providencia.
No quedan vestigios de lo que fue la casa del superagente al servicio de Su Majestad Británica en el 1474, en consecuencia, localidad actual que es ocupada por una panadería y pastelería de la tradicional cadena Castaño. ♣
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