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UNA VIDA CORTA PERO FELIZ: EL BAR Y RESTAURANTE REAL

Hemos visto ya que la vieja dirección de Huérfanos 1160, a un costado de la antigua versión del pasaje comercial que da forma a la Galería Alessandri y a pasos del Teatro de la Comedia, fue por algunos años del elegante y refinado Salón de Té Huérfanos. Situado más precisamente abajo del desaparecido Gran Hotel de la misma cuadra, este establecimiento era de los típicos rezagos de la época victoriana chilena en el Centenario Nacional. Desde su partida de allí -y por algún tiempo más- el mismo espacio fue ocupado por diferentes casas comerciales y de seguros, diríamos que con cierta inestabilidad.

Sin embargo, a principios de la década del treinta regresará hasta la señalada dirección de Huérfanos un nuevo centro con perfil de recreación social y lugar de encuentro para la entrada o salida de las salas teatrales: el bar y restaurante Real, a veces conocido también como La Real, cuyo logotipo era una obvia corona. Inaugurado hacia inicios del otoño de 1931, fue un sitio frecuentado por público de los teatros y por los artistas, según parece, aunque no sabemos si guarde alguna relación nominal con el Teatro Real que había sido fundado hacía poco en calle Compañía. Como dato curioso, cabe señalar también el Archivo del Escritor en la Biblioteca Nacional de Chile conserva una hoja de la papelería del nuevo establecimiento y con su respectivo membrete en la esquina superior, con una carta redactada por el actor nacional Alejandro Flores a doña Mónica de la Cruz, el 20 de agosto de 1931.

El Real se contagió del público que lo prefería y adoptó el ambiente distinguido que venía siendo explotado en el barrio desde los tiempos del anterior salón de té, cuanto menos. Era propiedad del comerciante Juan Planas, personaje quien era dueño también del Emporio Planas en barrio Matadero y atendía personalmente ahora en Huérfanos con un eficiente equipo de personal, algunos conocidos desde antes en el mismo ambiente. Sus horarios de funcionamiento se extendían hasta las 1 AM, todos los días del año. Además, junto con el restaurante Principal de Ahumada 160 y el Black and White de Merced 872, durante gran parte de aquella década funcionaba como local de venta de boletos de lotería y cigarrería de la marca tabacalera Valparaíso, con su casa principal en Huérfanos 1059 a sólo una cuadra del Real.

Podemos presumir que el espacio era holgado allí adentro, con tosas las comodidades necesarias. De hecho, de acuerdo a un texto del diario "La Nación" del 28 de abril de 1931, "sus costosas y originales instalaciones, lo colocan a la cabeza en sus similares, como único en Chile". Contaba con una sección de comedores con recetas internacionales a cargo de un diestro chef y un área para reservaciones de enorme elegancia, en donde se realizaron muchos eventos, banquetes de camaradería y celebraciones institucionales, frecuentemente agendados en horas nocturnas. Ese mismo día en que aparecía en la prensa, además, incorporó desde las 21 horas un nuevo salón comedor inaugurado con un acto en donde amenizó la Orquesta Larenas, compuesta por profesores solistas del Teatro Municipal, agregando a la propuesta:

Visite el Real, y estamos seguros de que seguirá siendo nuestro cliente, por cuando contamos para ello con las mayores comodidades en todo sentido.

Ponemos a disposición de nuestros clientes salones para banquete, para lo cual contamos con toda clase de comodidades. Hay también salón de ostras y mariscos en general, y un salón de té que no deja nada que desear.

También contaba con la respectiva sección de bar, la favorita de los caballeros. Expertos barmen ofrecían allí al público la bebida especialidad de la casa: un trago de tipo sour llamado Buel White, que se preparaba con los famosos limones de Pica, tan apreciados en la coctelería nacional. El comedor, en tanto, era musicalizado por la señalada orquesta en los horarios de almuerzo y cena. El establecimiento agregaba que "nuestros pecios son únicos, pues con muy poco dinero podrá usted darle el tiempo de comer a la carta" evitando con ello gastar "el mismo dinero con que lo hará en cualquier restaurante" debiendo subordinarse a una lista-menú de platos que podían o no agradar al comensal.

A pesar de aquella promesa para el gusto más popular, sin embargo, la preferencia de las clases medias y altas con el sitio aparece como algo bastante notorio en las páginas sociales de aquel entonces. En el mismo mes abril de 1931, por ejemplo, los ex compañeros de colegio de don Fernando Errázuriz Lastarria hicieron una refinada comida en homenaje para él allí, con motivo de su próximo matrimonio. Debió tratarse de un evento entre los primeros de su tipo realizados en el lugar, según nuestros cálculos. Este público era buen reflejo del que formaba la parte mayoritaria en sus salas: adultos jóvenes, principalmente, incluidos algunos intelectuales y artistas de la época. "La créme de la juventud elegante", como la definía una edición de la gaceta "Vanguardia Hotelera" no mucho después de su apertura.

Muchos gestos de bienvenida y adiós para personajes y socialités de la realidad chilena se hicieron en el mismo gran comedor de los encuentros reservados, además. Cuando don Juan Yarur, residente en la capital boliviana, estuvo en Santiago durante marzo y abril de 1933, entre muchas otras manifestaciones y banquetes en su honor recibió una comida especial con participación de la colonia árabe y organizada en el Real por el señor Taufik Valech, mientras que su hermano Antonio Velech le ofreció un almuerzo convocado en el restaurante La Bahía, de calle Monjitas. Más tarde, en abril de 1934 fue homenajeado en el Real, con una gran comida y asistencia de todos sus amigos, don Hans Derpich Guerrero, quien partía en la semana siguiente al extranjero. Ya a fines de septiembre, fue despedido también con banquete el señor Pedro Isla Hevia por la firma Ernesto W. Pugh y Cía., de la que se retiraba para iniciar proyectos propios en San Vicente. Don Pedro era hermano de José Manuel Isla Hevia, destacado abogado falangista y futuro parlamentario demócrata cristiano representante de la misma zona.

Vista de las fachadas neoclásicas de calle Huérfanos, hacia la década del veinte.

El mismo espacio del Restaurante Real poco antes de llegar este hasta allí, cuando era ocupado por la firma Scriven Hnos., en la "Enciclopedia Comercial" de la Cámara de Comercio Británica y Latinoamericana, 1922.

Vista del lugar de la numeración Huérfanos 1160, hacia 2012, actual acceso norte a la Galería Alessandri. El antiguo edificio hotelero donde estaba el salón de té desapareció hace mucho tiempo.

Sin embargo, a pesar de aquel estatus tan fácil de advertir, la mencionada revista "Vanguardia Hotelera", que era el órgano de los trabajadores de hoteles restaurantes, bares y cafeterías, arremetería duramente contra el Real. En honor a la verdad, era frecuente que la publicación atacara sin piedad a quienes consideraba enemigos del sindicalismo, pero en este caso su ofuscación provenía de los maltratos que denunciaba. En su edición del 1 de mayo de 1934, entonces, podemos leer una arremetida directa contra el prestigio del lujoso sitio, acusándolo de violar las normas laborales y de higiene hasta llegar a definirlo como "esta ratonera llamada Restaurant Real" en sus descargos:

Quienquiera de vea por fuera ese establecimiento sin duda se imaginará que sus propietarios son un modelo de limpieza. Sus mesas barnizadas, sus lámparas, cortinajes y mantelerías inclinan a pensar en un servicio eficiente. Pero la verdad es otra.

El garzón que sirve a esa clientela, vestido de correcto smoking, lleva ahí una vida inferior a la de un albergue. No dispone de ninguna comodidad. Los malos olores y la inmundicia es tal que se hace necesario la intervención de la autoridad sanitaria. No hay dónde guardar ropa, el personal debe comer de pie y el servicio de toilette es el peor y más incómodo que hemos conocido.

A pesar de aquellas denuncias e intentos por lesionar su reputación, también se celebraron en el Real grandes fiestas de onomásticos, como el de los señores Manuel Lorca B. y Manuel Araneda por parte de la Caja de Crédito Minero, evento convocado en la noche de 20 de junio del año siguiente. Meses después, el domingo 9 de agosto de 1936, tuvo lugar allí la fiesta de cumpleaños del aviador civil Julio Carmona Lopehandía, uno de los más destacados pilotos de la primera generación de LAN-Chile y quien sobreviviría a un grave accidente por falla mecánica sólo tres años después, mientras conducía un vuelo de carga al norte de Iquique, en la cabina de un Fairchild FC-2.

En tanto, varios trabajos de demolición de todos aquellos antiguos edificios de la calle Huérfanos habían comenzado hacia 1931, especialmente cuando un terremoto de ese año hizo su "aporte" en acelerar el final de los inmuebles más antiguos. Para 1935, además, la misma cuadra entre Morandé y Bandera había comenzado a vestirse de una novedosa y popular propuesta, recién llegada a Santiago: la Bôite A Guitarre, primer establecimiento de su tipo en la capital chilena y que cambió para siempre el semblante de los negocios recreativos desde el cuartel que ocupara por pocos años allí muy cerca, en Huérfanos 1134-1136. Ya no iba quedando menos espacio para los bares y restaurantes de propuestas más conservadoras.

Sintetizando, el tiempo había envejecido e inutilizado a muchos inmuebles de ventanas con frontones y balaustras en el mismo sector, incluido el edificio Alessandri de cuatro pisos en donde estaba el Gran Hotel y los locales del zócalo, como el de la conocida sastrería Casa Maurín, que en la misma década se encontraba a un costado de la vieja Galería Alessandri haciendo esquina en el número 1166. De este modo, los cambios abruptos fueron inevitables y se renovó prácticamente todo allí: el actual número 1160 de Huérfanos corresponde al acceso a la versión contemporánea de la Galería Alessandri, en el nuevo edificio concluido e inaugurado hacia 1941. Empero, un gran incendio sucedido hacia fines de noviembre de 1947 destruyó más de 50 negocios del mismo pasaje y dejó cinco millones de pesos en daños, dañando a algunos que pertenecían ya a la generación de relevo de recreativas que habían superado al Real, como el bar La Limeña de don Mateo Alonso, el bar Septiembre y el restaurante Antártida más cercano al acceso por Agustinas.

Ya reconstruido el pasaje comercial, aquel acceso a la Galería Alessandri fue conocido especialmente en alguna época más reciente por estar junto a un conocido local de la Librería de la Editorial Jurídica de Chile, por un lado, y las gelaterías Bravíssimo, por el otro. También ha perdurado su importancia dentro del comercio de Santiago Centro por alojar a otras tiendas populares y cafés en sus interiores y bajos.... De la rancia y clásica juventud de alta sociedad visitando antes al bar y restaurante, entonces, nunca más se había vuelto a tener noticias.

Una nueva época para la bohemia santiaguina había dejando en el olvido al antiguo Salón de Té Huérfanos y a su sucesor, al otrora reputado y conocido bar-restaurante de calle Huérfanos. El Real cayó así en el insondable pozo del olvido de la diversión santiaguina, como tantos otros casos. ♣

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