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EL ORIGEN DEL INDIO PÍCARO EN LA ARTESANÍA POPULAR

A pesar de la inclinación un tanto sombría y gris de nuestro pueblo, el humor falocrático todavía ocupa parte del infantilismo y la travesura casi culturales del chileno medio. Lo vemos a diario, desde el niño que estropea los cuadernos del compañero dibujando penes bailarines hasta el conspirador que raspó una vez la última "A" del gran cartel carretero anunciado: "SALIDA A EL PAICO".

Diríamos que, tradicionalmente, la mitad o más de los chistes contados por compatriotas concluyen directa o indirectamente entre los calzoncillos de varón... Lo mismo en la pared del baño, el asiento de la micro y hasta en la boca del candidato municipal. Para todos los casos se trata de una especie de sabotaje destructivo, de lo que Edwards Bello llamaba "invunchismo". Es decir, estamos frente a un vandalismo irreverente y humorístico: arruinar las cosas con una sorpresa tan golpeadora como encontrarse de bruces con un inesperado falo.

Un "juguete" que resume esta obsesiva fascinación por ruborizar o escandalizar al prójimo por esta vía es, sin duda, el famoso Indio Pícaro de nuestras ferias artesanales y centros de venta de recuerdos para turistas, por algunos más conocido con el mote de Pichulonko, que en algún momento incluso contó con página web propia y animaciones flash sobre sus aventuras, hechas por una agencia. Todavía sigue causando entuertos y sustos a los turistas curiosos (especialmente las damas) que llegan hasta estos lugares de venta e intentan tomarlo, intrigados preguntándose cuál puede ser la utilidad de tan extraña pieza de madera tallada a mano, sonriendo con su dentadura equina y sus ojos invisibles mientras, casi como un Alien de Giger, oculta su potente secreto... En su caso, un secreto erecto bajo el poncho. Lo compren o no, los turistas nunca lo olvidarán después de esta experiencia.

Por su rotunda sorpresa, debe ser uno de los productos que más se venden a los viajeros en estos centros de artesanía de Santiago, a pesar de que se lo puede encontrar desde Arica a Magallanes. Tanto es así que el entonces Vicepresidente de Estados Unidos de América, Dan Quayle, compró un par de Indios Pícaros en una parada mientras iba con su comitiva desde Santiago a Valparaíso, en el período en que asistía a la transmisión del mando presidencial de 1990, algo que aparece descrito en periódico "The Washington Post" del 12 de marzo de ese año, confirmando que al menos uno de estos dos indios picantes fue a parar a la mismísima Casa Blanca... Curiosa coincidencia nominal, además, porque Quayle lo había comprado en la localidad de Casablanca.

Veinte años después, la superstar Lady Gaga se quedó con una de estas figuras regalada por una de sus fans chilenas, como se verifica en el diario "Las Últimas Noticias" del martes 29 de marzo de 2011 y en las palabras de la propia cantante pocos días antes, cuando comentó ante su público en Las Vegas de tan curioso obsequio "con un pene muy grande", según sus palabras. Varias celebridades internacionales han tenido ocasión de asombrarse con la figura antes y después, de hecho.

Aunque con frecuencia se los compra como pisapapeles o adorno de escritorios, la espalda plana de muchos Indios Picaros ha servido para que sean adquiridos de a pares y usados para sostener filas libros sobre muebles. Otros lo usan sólo como decoración "patriótica". Además, fue uno de los 136 elementos guardados en la "Cápsula Bicentenario" que se guardó en la Plaza de Armas, el año 2010, como algo característico de Chile y de nuestra época.

Indio Pícaro en el Mercado Central de Santiago, de grandes proporciones y al que se le puede levantar la parte superior por una módica suma.

 

Otro gran Indio Pícaro, esta vez en el Pueblito Artesanal Melipulli de Puerto Montt. También se puede levantar para descubrir su viril secreto, previo pago.

Es tal la popularidad de Pichulonko que, a causa de la falta de patentes, ya comenzó a aparecer en otros países vecinos y hasta han llegado partidas de este fetiche popular pero fabricadas en plástico y procedentes de países de oriente, especialmente de China, que ni siquiera se acercan al buen trabajo artesanal de los originales vendidos acá.

En otras épocas fue popular también una figura de bolsillo fabricada y vendida acá, llamada el Chino Cochino, que semejaba a un oriental dentro de un barril al que, apretándole la cabeza con su característico gorrito de arrocero, se deslizaba hacia abajo dejando ver bajo la barrica su enorme corpulencia masculina, en un mecanismo inverso al del Indio Pícaro, que debe ser levantado para que deje expuesto su talento. También existe una versión femenina, llamada la India Pícara, pero es menos conocida, a veces también se la denomina Guacolda.

¿De dónde proviene este ingenioso artículo tan acorde a nuestro curioso gusto por la fealdad y por lo bizarro, pero divertido?

Un reportaje del diario "El Mercurio" del 18 de octubre de 2000 parece resolver este enigma: de acuerdo a la buena memoria de uno de sus creadores, Jorge Medina Ramírez, un artesano del sector Candelaria que a la fecha del artículo tenía 44 años y residía en medio de un bosque nativo junto a la carretera al Volcán Villarrica, el nacimiento del famoso icono tiene lugar hacia 1980, basándose en un muñeco apache articulado que su patrón, don Ramiro Herrera, había traído desde un viaje al extranjero: a esta figura se le podían ver los genitales pero bajo un taparrabo de cuero. En esos días, trabajaban para Herrera como carpinteros para la construcción de cabañas turísticas cerca del volcán, los artesanos Camilo Valenzuela y Alejandro Olave, cercanos a Medina.

Herrera les propuso a los tres que tallaran un modelo propio del indio en madera pues pretendía regalárselo a un amigo de Santiago. Así lo hicieron y produjeron al primer Indio Pícaro casi exactamente igual al que ahora sigue en plena vigencia y popularidad, aunque basando su aspecto, en parte, al de indígenas locales. Quizás el tocado de plumas sea algún recuerdo de su inspiración original en el muñeco piel roja.

 Desde ese instante, la historia del Indio Pícaro sólo es éxito y masificación: al poco tiempo, Herrera les encargó otros cinco más para seguir regalándolos; luego más, y más... Y más. Pasó rápidamente al comercio y, así, el famoso personaje se convirtió en la celebridad artesanal que todavía cotizan los turistas, haciéndoselo en distintos tamaños hasta nuestros días: desde minúsculos llaveros hasta estatuillas de tamaño natural, todos con el mismo mecanismo para ser levantados y sacar afuera su gónada de terror.

Me parece que es Santiago donde más venta de Indios Pícaros tienen lugar fuera de la Región de la Araucanía, y por eso lo he incluido en este blog. Pero allá en su tierra natal no todos lo aceptaron con risas y jocosidad: reputados artesanos de cerámica mapuche como don Sergio San Martín, de Gorbea, vieron con indignación la popularidad de esta figura y la calificaban sólo como un resultado del mercantilismo unido a la vulgaridad en el oficio. En el Mercado de Temuco, además, se inició la costumbre de poner en mesones de ventas, pedestales o en el suelo enormes figuras de este indio y cobrar una pequeña suma a los turistas por levantarla y sacar a la luz su miembro viril, algo que se ha copiado acá en Santiago en lugares como el Centro Artesanal Santa Lucía y hasta algún restaurante del Mercado Central.

 

Indios Pícaros en venta en la Feria Artesanal de calle Pío Nono", Barrio Bellavista de Santiago.

Indios Pícaros junto a una estatua fálica basada en arte cerámico andino, en un puesto artesanal de Arica. ¿Habrá alguna relación entre ambos? 

En el Norte Grande de Chile, sin embargo, he notado que hay quienes tienen una versión especial sobre el origen no del Indio Pícaro propiamente tal, sino más bien de las estatuillas de significación fálica: muchas se fabrican bajo inspiración de cerámicas incásicas, mochicas o aymarás conocidas en aquellas regiones y algunos comerciantes especulan, por lo mismo, que acaso hay alguna relación entre el Indio Pícaro nacido en el sur del país con esta clase de fetiches fálicos. Aunque no creen que corresponda a un ancestro de Pichulonko, sí recalcan que las representaciones fálicas inspirando algún grado de hilaridad ya existían antes que él, con los mencionados ejemplos tomados de réplicas o copias de piezas arqueológicas.

En honor a la verdad, sin embargo, esta clase de estatuillas existen también en varias culturas de la antigua Europa, del Asia Menor y hasta en Oriente, pues parecen corresponder a alguna forma de fetichismo fálico que aquí en Chile se tomó por cosa de bromas y jugarretas a través del Indio Pícaro.

Con relación a lo anterior, en un reportaje del diario "La Cuarta" del 10 de enero de 2012, el eléctrico ingeniero eléctrico jubilado José Fuentes, poseedor de un conocido local del Mercado Municipal de Temuco donde se venden Indios Pícaros y otros gigantes se ofrecen a ser levantados por un par de monedas de $100, recuerda que antaño existía una artesanía fálica de origen peruano y concebida también para afirmar bibliotecas, poniendo uno en cada extremo, agregando que fue un artesano de Catripulli (entre Pucón y Curarrehue) el que creó el mecanismo articulado de la figura que hoy conocemos, haciendo que su pene quede al descubierto y erecto si se lo intenta levantar por la cabeza.

Sin embargo, otros artesanos de Temuco y Santiago son enfáticos en declarar que se trata de una creación sureña y desafían a cualquiera a mostrar una pieza, imagen o registro que demuestre la existencia de algo parecido a este indio antes de la popularización del mismo a principios de los ochenta.

Técnicamente, el Indio Pícaro quizás no corresponda a lo que podríamos definir en rigor como artesanía típica, y menos a algún arte tradicional de Chile, pero aun así se trata, incontestablemente, de uno de los productos más característicos y populares de nuestro país disponibles a los visitantes y viajeros: esos mismos que se encantan con la famosa e insolente sorpresa que Pichulonko esconde bajo sus faldas. ♣

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