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LA CASA DE LOS POLLOS: EL POULTRY FARM

Una de las varias ilustraciones publicitarias usadas en los avisos del Poultry Farm, años cincuenta.

En 1950 fue inaugurado en Bandera 465 un elegante edificio con entrada de arco conopial revertido y ventanas con falsas balaustras a modo de balconetes. Obra del arquitecto Alejandro de la Hoz levantada por la Constructora Lorenzoni, su ubicación es cronológica y espacialmente interesante: aparece en el período de las grandes modernizaciones del centro de la capital y se sitúa cerca de la Plaza de Armas exactamente al lado de la Catedral Metropolitana, por su parte posterior, en un terreno que también había pertenecido al complejo religioso y que correspondía a la espalda de la sacristía de los canónigos. Ese lugar, de hecho, fue el mismo en donde había estado antes un altar o ermita con una imagen de Cristo en una hornacina al aire libre dando a calle Bandera, curiosamente, justo enfrente de los jardines del Congreso Nacional.

No muchos meses después de entregadas las obras, hacia mediados del año siguiente llegó hasta uno de los dos amplios locales comerciales del zócalo el llamado Poultry Farm, una innovadora asaduría de pollos con varios servicios y propuestas gastronómicas. Fue inaugurado oficialmente con una fiesta el viernes 8 de junio de 1951, evento al que asistieron gerentes de casas comerciales, representantes de la administración pública y reporteros, quienes pudieron recorrer los diferentes espacios del mismo conociendo la tecnología de punta y los murales decorativos.

El nuevo establecimiento se presentaba como restaurante con tres secciones específicas de atención al público: una fuente de soda, en el primer piso, mientras que el segundo nivel y el subterráneo con capacidad para otras 60 personas eran de los salones-comedores con schopería y de la rotisería con venta de pollos al Spiedo y al horno. Todos estos espacios estaban diseñados y ornamentados con la estética y las líneas que se conocían bien en los centros de comida rápida de los Estados Unidos, pero los comedores del segundo piso destacaban especialmente dentro del lugar, dada su amplitud y grandes ventanales con vista hacia el monumental edificio y los jardines del Congreso Nacional.

El local nació dirigido a complacer empleados y público general con platos caseros, rápidos y a la carta, valiéndose del señalado concepto de comedor americano y vanguardista que ya estaba de moda en esos años, gracias a otros negocios como el Waldorf de calle Ahumada. Empero, también se supo aportar propuestas propias de ambiente y orientación social para este nuevo caso. Si bien la venta de pollos a las brasas asados en rotativas o Spiedo ya tenía tiempo en el país con casos como el salón La Bahía de calle Monjitas, La Trinchera de Merced con San Antonio o la famosa bandeja al horno del Pollo Dorado en Augustinas con Estado, el Poultry Farm sería uno de los primeros de Santiago que alcanzó popularidad como restaurante y asaduría especializada en productos avícolas.

Siguiendo la misma línea de oferta y servicio, además, sus avisos en la publicidad eran largamente informativos y con mucho texto, describiendo las bondades del novedoso establecimiento que abría sus puestas a las 9 de la mañana y cerraba en la medianoche. En general, salvo por pequeñas variaciones y fluctuaciones, parece ser que aquel horario inicial se mantuvo por varios años más.

Para comprender un poco el negocio y sus alcances, cabe indicar que el Poultry Farm era una prolongación y dependencia comercial del Consorcio Nacional de Productores de Aves, lo que explica su nombre y sus funciones casi como promotor del consumo de aves en la sociedad chilena. La recepción del público de esta propuesta fue bastante buena, aunque, en el diario "La Nación" del domingo 17 de junio de 1951, Joaquín Edwards Bello comentaba en tono crítico la aparición del nuevo comedor santiaguino, en un texto que titula "Calle de la Ollería" donde recuerda al antiguo Cristo que antes sufría ante los paseantes en ese mismo rincón de la ciudad:

A pasar frente a la Catedral no puedo dejar de recordar el hermoso rincón colonial, donde los cristianos saludábamos con un sentimiento agradable delante del Cristo de las llagas. Ahora, en lugar del Cristo hay un pollo a lo Spiedo. En el sitio del rincón colonial se levanta un edificio moderno, como todos, o algo mejor que otros, dedicado al pollo, con un letrero en inglés: Poultry. La calle está cubierta de hoyos, de piedras, de desperdicios y de tablas. Ahí leíamos antaño:

Tú que pasas, miramé
cuenta si puedes mis llagas
¡Ay hijo! qué mal me pagas
la sangre que derramé.

Y tan mal la pagaron. ¡Cambiado por un pollo a lo Spiedo! Hogaño podríamos decir:

Tú que pasas, miramé
cuenta si puedes los pollos
¡Ay hijo! Mira los hoyos
para no meter el pie.

Pocos días después, el 21 de junio en su sección de los jueves, bajo el título "Palabras inglesas" el mismo cronista arremetía otra vez contra el negocio y se preguntaba ahora: "¿Por qué a la nueva tienda de pollos le pusieron Poultry Farm y no Aves de Corral?". Lo cierto es que el nombre anglo pegó y parece que bastante bien, a pesar del malestar del satírico don Joaquín.

 

Óleo con el aspecto antiguo del lado posterior de la catedral, publicada por Gabriel Guardia O.S.B. en "Joaquín Toesca: el Arquitecto de La Moneda". En donde se ve el murallón colonial con la hornacina se levantó, tiempo después, el edificio de 1950, llegando hasta esa misma ala el Poultry Farm.

El Poultry Farm en "La Nación", 1951: fotografías de sus dependencias en la noche inaugural (junio) e ilustraciones publicitarias de sus secciones (diciembre).

Tres avisos del establecimiento: el 25 de junio de 1951 (sus inicios), las Fiestas Patrias de 1955 y el 8 de marzo de 1959.

Otros avisos del Poultry Farm para el Año Nuevo de 1952 y las Fiestas Patrias de ese mismo año. Publicados en "La Nación".

Con la señalada responsabilidad representativa de los productores avícolas sobre los hombros, desde septiembre de 1951 el Poultry Farm era también el encargado de una suerte de fonda con venta de alimentos que se armaba en la Exposición de Avicultura, Cunicultura y Canaricultura, organizada por la Asociación Chilena de Avicultores. La versión de aquel año de la muestra se realizó en dependencias del Instituto Luis Campino de Alameda con calle Lira, costado poniente de la Universidad Católica de Chile. En esta feria el restaurante ofrecía -entre otras cosas- un buffet con huevos a la paila a precios muy convenientes, mientras que la Asociación instalaba también un stand especial para promover el consumo de aves asadas al sistema Spiedo.

La oferta culinaria avícola del Poultry Farm adicionó algunos elementos criollos haciendo una interesante combinación con la más internacional y propia de las cadenas de comida ejecutiva. En la sección de cocina fría, además, se preparaba mayonesa en cubículos de un cuarto de kilo, mientras otros empleados especializados cortaban queso y mantequilla, todos productos de alta calidad. La cervecería ofrecía malta con huevo y preparaciones de ponches con leche, fruta y huevos. Tenía disponible también un pequeño salón-cafetería para quienes prefirieran café, té, chocolate o los sándwiches de carne de pollo y pan de huevo hechos en casa. Allí se podía pedir una once a cualquier hora del día por sólo $16... Mucho tenía que ofrecer este enorme gallinero, entonces.

El fuerte de los almuerzos y comidas de servicio rápido era, por supuesto, la carne de pollo y los huevos, ofreciendo desde sus primeros avisos impresos delicias como los mencionados pollos al Spiedo y al horno, huevo a la paila, cazuela de ave y consomé disponibles al público a cualquier hora, tanto en su mesón como los comedores. Se complementaban de ensaladas, verduras, frutas y vinos disponibles al público. El debut de la carta en el mesón se hizo con el plato único del cuarto de pollo al horno más ensalada, un vaso de "bon vino" o leche y una taza de café o té por $35. En el comedor del segundo piso, en cambio, el menú único debutó con consomé de ave con huevos, un cuarto de pollo (que podía ser preparado al horno, con ensalada de apio, palta, tomates, al champiñón o con arvejas según la temporada), un jarro de vino, un postre hecho a base de huevo a la elección (panqueque, flan, budín, leche asada, leche nevada, turrón), por $66 incluida la propina.

La sección fuente de soda, en tanto, se jactaba de un magnífico servicio también al estilo y sistema norteamericano, en el que salían platos durante todo el día. Las preparaciones eran básicamente las mismas del comedor y el mesón, pero también con huevos a la ostra, sándwiches de ave, jugos de fruta y bebidas gaseosas. La comida para llevar, por su lado, incluía pollos rostizados y, entre otras varias novedades, se ofrecían paquetes alimentarios para esquiadores, excursionistas, familias aficionados a acampar o realizar viajes de placer a balnearios y choferes buscando algo para el cocaví.

No todo salía de la cocina, sin embargo: el local vendía pollos y gallinas recién sacrificadas, además de huevos del día "clasificados por su exacto peso y por cualquier cantidad". De seguro debió ser proveedor de muchos comerciantes gastronómicos de los alrededores, además de presentarse como uno de los cinco grandes locales de venta de huevos del Consorcio Nacional de Productores de Aves en Santiago. Los otros eran el de Mapocho 916 esquina 21 de Mayo, Providencia 1259, uno negocio en el Mercado Ñuñoa y otro en la Feria Municipal.

El menú con medio pollo asado fue otra de las ventas características del negocio, acompañado de consomé o cazuela de ave, postre y café "a precio económico". Las fechas en que más publicidad se puede encontrar para el local en la prensa y sus platillos eran las de Fiestas Patrias, Navidad y fin año. Para recibir el año de 1952, por ejemplo, se organizó una cena familiar extraordinaria a partir de 11.30 horas, la que, por $280, incluía aperitivo a elección, media langosta, el infaltable consomé con huevo, medio pollo al champiñón, media botella de "gran vino", peach-melba de postre más té o café.

Para las Fiestas Patrias, en cambio, la cocina de ponía un traje más tradicional ofreciendo en 1955 un enjundioso almuerzo con empanadas, cazuelas, ensaladas surtidas y, por supuesto, preparaciones con pollos para consumir en el comedor y llevar a casa. Ese año celebró también el 12 de octubre con un tradicional Almuerzo del Día de la Raza, con "el más surtido en platos preparados con ave para celebrar dignamente el día". Además de los pollos y gallinas ya se vendían pavos en el restaurante.

Con los eslóganes "Todo del productor al consumidor" y después "De la granja a la mesa", la abundancia era algo de lo que se vanagloriaba el Poultry Farm, usando desde algún momento la caricatura de un obeso pollo de enorme barriga como mascota corporativa. Un cubierto completo para público en general costaba $540 pesos en el verano de 1959, presumiendo de su "ambiente agraciado y distinguido". 

El salón con decoración y cuadros al estilo Miró o Kandisnky también era dispuesto a eventos particulares, como hacían todos los principales centros sociales de la época. Al anochecer del miércoles 23 de septiembre de 1957, por ejemplo, el Poultry Farm fue el lugar de un homenaje de la Unión de Centros de Madre de Chile a su presidenta nacional, doña Mercedes Pinochet de Latorre. El banquete y fiesta de la ocasión, con asistencia de aristocráticas señoras y dirigentes de organizaciones femeninas de carácter cultural y mutualista, contó con un discurso de apertura a cargo de su tesorera de la Unión, doña Juana Salgado.

Propiedad de la firma Vaccarezza y Cía. Ltda., desde fines de los años cincuenta la dirección del Poultry Farm no sólo estaba en el 471, sino también en los altos pero ingresando al edificio, por el número 465. Como se sabe que algunos próceres de ambas cámaras del Congreso Nacional de Santiago tuvieron en el pasado la costumbre de pasar por algunos de los varios boliches en el entorno de la que fue por tanto tiempo la sede del Poder Legislativo en Chile, no está por demás especular que la rotisería y fuente de soda haya recibido algunas visitas ilustres durante ese período.

El restaurante, fuente de soda y rotisería mantuvo gran popularidad en los sesenta y logró una vida relativamente larga si consideramos las adversas condiciones ambientales que enfrentó, con crisis económicas, de abastecimiento de insumos y luego con las restricciones que fueron tan propias de la década del setenta. Todavía aparecía recomendado en guías internacionales de todos los años setenta, sin embargo, por lo que presumimos que su apagón comenzó en la década siguiente.

Ya en nuestra época, la misma dirección de Bandera 471 ha sido conocida por alojar en sus cómodas sala a la tradicional pizzería Il Vesubio, que ofrecía también servicios de bar, restaurante y fuente de soda; y, actualmente, al restobar La Nueva Estación, uno de los expendios para público familiar que son recomendados en los alrededores de la Plaza de Armas. ♣

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