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EL SARAO: UN REFUGIO CON NOMBRE DE DIVERSIÓN

Bar de El Sarao en 1969, con parte de la decoración que era propia del lugar. Imagen publicada en el diario "La Nación".

El Sarao estaba al fondo de la corta calle Fray Angélico, justo en su curioso empalme sobre la vía Leonardo da Vinci, una encrucijada con curva bastante peligrosa para los conductores ebrios o distraídos. Esto está en el actual sector llamado Renacimiento Italiano, además, con calles llevando nombres de figuras del período, situadas entre Las Condes y Apoquindo, avenidas que se separan a sólo un par de cuadras de allí.

Dicho sector era el límite de la urbanización de la actual comuna de Las Condes hacia mediados de los años cincuenta del siglo XX, quedando absorbidas por las nuevas villas, más o menos hasta las vecinas calles Tiziano o Miguel Ángel Buonarotti, algunas antiguas propiedades del pasado de Santiago oriente. Entre ellas estaba el caserón de El Sarao, con enormes muros de adobe pintados de colores rojo clásico y amarillo ocre en diferentes períodos de su existencia, contando con sillería, estribos y perfiles de sólido enladrillado y tejas curvas españolas, también del rojo color de la cerámica.

El restaurante bailable contaba con una planta en donde estaban sus salones, más un segundo piso entre las aguas del techo de tejas y dependencias posteriores del mismo material hacia los patios. Se decía que este estupendo y resistente edificio era de tiempos coloniales, aunque nunca fue puesto en valor para alguna clase de protección patrimonial, lamentablemente, algo que acabaría condenándolo. Es posible que se haya tratado de una casa patronal o parte del solar de los antiguos fundos que existieron en Apoquindo, aunque los antiguos vecinos creían que se trataba en realidad de una casa de alto o parador: es decir, de una suerte de posada para los viajeros que iban o venían desde la ciudad hacia los arrabales del valle del Mapocho y aún más allá, rumbo a la cordillera.

Abierto allí cuando recién pasaba el medio siglo, Drive-In Restaurante El Sarao era parte de la última generación de establecimientos recreativos que habían estado trasladando a la bohemia de Santiago hacia los barrios del sector oriente, cuyas expresiones más clásicas y cercanas al centro de la capital se hallaban ya en penosa decadencia. Las familias más conservadoras y muchos vecinos de esas barriadas evitaban hablar de aquel lugar, sin embargo, aunque sus hijos en edad universitaria lo frecuentaran con más frecuencia de lo que hubiesen llegado a suponer siquiera, a veces de manera bastante "clandestina" y pasando por encima de sus orígenes entre clanes de alta sociedad, en ciertos casos.

Por las razones recién expuestas, El Sarao es mencionado también por el cronista Tito Mundt en surecuento de locales en apogeo durante la década del sesenta, en su "Guía humorística de Santiago", con otros famosos centros de la misma generación comercial:

Después de las doce de la noche Santiago inicia una intensa vida nocturna.

Los caballeros de sesenta años dicen que la capital era mucho más entretenida antes que ahora.

Esto es falso, como todo lo que dicen los caballeros de esa edad. Ellos hablan románticamente de la época del Fancy y del Lucerna. Los santiaguinos de hoy, en cambio, se entretienen en el Tap, el Mon Bijou, el Nigth and Day, Lo Curro, Las Brujas, el León Rojo, La Jaula de los Pájaros, el Drive-in Charles, el Tacora, el Sarao, el Club de la Medianoche, etc.

En su obra "Salvador Allende. Biografía sentimental", en tanto, el periodista y abogado Eduardo Labarca dice que el futuro presidente de la República, a la sazón presidente del Senado, era otro de los muchos políticos que acudían a la vieja casona del establecimiento, hacia 1967:

Por entonces en Santiago está de moda el Sarao, un drive-in situado detrás del Estadio Italiano, donde es posible tomar un aperitivo o comer en el auto, o bailar discretamente en la pista. Como cualquier mortal, el presidente del Senado se asoma alguna vez por allí.

A pesar de enfrentar condiciones ambientales poco propicias para el disfrute de la noche en ya en los años setenta y ochenta, el negocio seguía siendo recomendado en algunas críticas de periódicos y guías para clientela. Y es que tenía un poco de todo para ofrecer al público: centro parejero, bar, cocinería, dancing club y hasta discoteca, concepto recreativo que también estaba en boga por esos días. Predominaba en él un deliberado aire clasicista, sin embargo, por lo que su nombre evocando a las antiguas reuniones con baile y música de los criollos coloniales más aristocráticos, realmente no era antojadizo.

A El Sarao se entraba por un portón de madera doble con un gran dintel sobresaliente, sobre el cual colgaba un viejo farolito. Se ingresaba así al sector del comedor principal y, más atrás a un lado, el clásico bar del establecimiento. Tragos y comida de gran calidad se servía allí, incluyendo una gran copa de pisco sour que ha sido popularizada como el sour catedral en algunas cartas de bares. Con estas atracciones, el local se llenaba hasta lo inverosímil durante sus fiestas y bailables de amanecida, incluso en los duros años de los toques de queda y las restricciones a las celebración grupal. Era frecuente ver un gentío afuera de la vieja casona, de hecho, además de filas de automóviles estacionados en los contornos de las estrechas calles.

El caserón de El Sarao, hacia sus últimos años en pie. Fuente imagen: Google Street View.

Vista lateral del mismo caserón en sus últimos años. Fuente imagen: Google Street View.

La guía de entretención adulta del diario "La Nación" del sábado 12 de julio de 1969 recomendaba en muy buenos términos a El Sarao, informando también de los curiosos nombres temáticos de su carta de tragos:

En tiempos de la Colonia, los saraos españoles eran los mayores acontecimientos sociales para los jovencitos y jovencitas de la época. Un vaso de ron caliente y los compases de un melancólico piano era todo lo indispensable. Los saraos de hoy presentan mejores y agradables perspectivas: "Chupilca del Diablo" (sin pólvora), "Quintrala", "Mistela" y "Campanario". Copas especiales y precios diferentes, desde E° 16. El local: antigua casona colonial transformada en Drive-In Restaurante ("El Sarao", calle Fray Angélico s/n).

Estando de moda aquellos drive-in, el patio tenía acceso especial por el costado del caserón, con un cómodo y gran paño de tierra desnuda para estacionamientos. Era un patio con algunas palmeras y árboles en donde los clientes eran atendidos en sus propios automóviles, ocupando compartimentos separados por boxes de cortinas o paneles y con linternas que portaban los garzones. De este modo, tal espacio se llenaba de parejas, en especial durante los fines de semana. Curiosamente, no iban sólo muchachos candorosos con escrúpulos hacia los moteles: también aparecían personas de edad madura, a veces bastante apasionadas. La oscuridad y la radio del tablero a alto volumen eran cómplices de las fogosidades que se desataban adentro de esos vehículos, dando a los Casanovas una excusa para decir que, en el encanto romántico de El Sarao, las compañeras de una salida no resistían "entregarse".

El interior del restaurante tampoco era muy iluminado, salvo por el sector de cocinas y la barra de coctelería. Las salas estaban decoradas con elementos criollos y otros más propios de la España medieval, y en las mesas de los comedores se encendían velas, procurando un ambiente de intimidad para los clientes nocturnos a sabiendas de que se trataba, en su gran mayoría, de más parejas. Esto haría que se gestaran algunas leyendas negras sobre el mismo el lugar y sus licencias, por cierto, más aún considerando su cercanía a un colegio, unas canchas deportivas y otros centros de reunión adolescente.

En sus últimos años y tras haber resistido la debacle total de la bohemia tradicional chilena, la entrada del farolito de El Sarao quedó parcialmente cerrada y el acceso principal pasó a estar al costado, por el lado de los estacionamientos que, por tanto tiempo, habían sido el "motel con ruedas" en la dirección precisa de Leonardo da Vinci 7171. Ya había ido pasando velozmente la época del otrora novedoso drive-in y sus facilidades para el amor fugaz, por supuesto. La carta de El Sarao continuaría destacando entre las mejores del sector oriente y presentándose como restaurante de turismo con comida internacional, sin embargo, aunque la competencia ya era feroz.

El Sarao cerró hacia fines de los años noventa, siendo relevado en el lugar por un efímero cabaret que apareció llamado en guías digitales como Las Condes. El estupendo pero ya vetusto y abandonado caserón acabaría siendo demolido durante el año 2014, para permitir un nuevo proyecto que ocupó todo ese enorme terreno. En su lugar se construyó una casa de reposo, entonces.

La imaginación sazonada con maldad nos hace pensar que, quizá, algunos de los actuales residentes del lugar pudieron haber sido clientes del encanto de El Sarao, en sus años de total esplendor. ♣

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