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PARRILLADAS LIBIDINOSAS EN LOS PUCHOS LACIOS

Uno de los logotipos principales que usó el establecimiento de Los Puchos Lacios en su publicidad.

Entre los bastiones finales de la gran época en la bohemia de los barrios de avenida Fermín Vivaceta y en la proximidad del Hipódromo Chile, se hallaba una curiosa quinta de recreo con incomprensible nombre: Los Puchos Lacios. Como sucedía con varios otros casos de la misma comuna, este sitio de garantizado ambiente alegre y enormes parrilladas calientes llegó a ser uno de los grandes símbolos de su época; una de atracciones trasnochadoras aunque algo sombrías en este lado de Santiago, inolvidable para quienes pudieron se testigos de su apogeo.

Según decían, el título del establecimiento era alusivo a la forma en que colgaban de la boca de los viejos clientes del lugar los maltrechos y ensalivados cigarrillos o puchos mientras jugaban cacho, tocaban vihuelas o cargaban los potrillos, pesadas damajuanas de pipeño o jarras de borgoña. Había quienes, sin embargo, prefieren una interpretación de connotaciones sexuales al mismo nombre del restaurante, particularmente relacionados con la virilidad de sus veteranos concurrentes, pero quedémonos con el hecho de que su logotipo incluía cigarrillos a medio consumir y un cenicero, para asfixiar las suspicacias.

El entonces celebérrimo boliche se ubicaba exactamente en un espacio ya desaparecido de calle Juliet 2250, a media cuadra de Vivaceta hacia la altura del 1400-1500, en la comuna de Independencia. Por la presencia de famosos centros de prostitución y espectáculos homosexuales que habían llegado a instalarse en cercanos recovecos de aquel barrio "de viejos", este vecindario era llamado popularmente como las Calles de los Maricones, rasgo que influyó bastante en la identidad y "prestigio" que ostentaba el mismo establecimiento dentro de los círculos populares de La Chimba de Santiago, además.

Los Puchos Lacios había nacido en lo que antes fuera el bar y restaurante de don Carlos Alvarado A., negocio que aparecía con el propio nombre del dueño en las guías del Santiago de entonces, ocupando la misma dirección de calle Juliet. Desde fundado el centro gastronómico que lo reveló allí hacia fines de los sesenta, este siempre funcionó como picada, quinta popular, peña folclórica y algo también de fonda con cantina y artistas en vivo. De hecho, fue uno de los últimos exponentes de la diversión que alguna vez había sido general en el antiguo barrio Las Hornillas antes de ser llamado Vivaceta, a su vez derivada de clásicas posadas y bodegones con aire chinganero.

Los principales atractivos en los comedores de Los Puchos Lacios eran sus banquetes de carne asada, chancho a la chilena, pollo asado o al coñac y la buena carta de vinos, chichas y pipeños disponible al público. Como era esperable por su señalada ubicación, sin embargo, hubo un largo período en que las chiquillas de cercanas boîtes como la también famosa tía Carlina, llamada el Bossanova, iban en grupo o con sus clientes hasta esas mismas mesas, antes que la regenta optara por ofrecer sólo la compañía de chiquillos.

Por si aquello fuera poco, el restaurante también fue un lugar conocido por la presencia de "niñas" que asistían buscando de manera independiente a los clientes interesados en compañía de copetineras o sólo en remoler. Por esto fue que Jorge Montealegre escribió en su poema "Domicilio conocido":

Cruzando la avenida finita que se llama Independencia mi barrio limita al oeste con Los Puchos Lacios el recuerdo de la tía Carlina

y con la Libertad

que no es más que el nombre de una sala donde exhiben cuatro películas por treinta monedas.

Como puede sospecharse, el ambiente de la quinta era bravo en ciertas ocasiones, pero en general procuraba mantenerse como lugar de paz e incluso familiar, al menos durante algunas horas del día. Queda para la discusión de los testigos y sobrevivientes si acaso logró esta comunión, tan difícil en el ambiente popular de la noche santiaguina. Y aunque el acuerdo de paz fuera roto en más de una ocasión, parece que los vecinos tenían aprecio por la presencia del establecimiento y sus dueños.

Como local con público proveniente de clases trabajadoras, las diferencias entre unos y otros incluían aspectos relacionados con la política o las coyunturas históricas de esos años. Muchos visitantes a principios de la década del setenta eran partidarios de la Unidad Popular, por ejemplo, no sólo residentes de esos vecindarios.

Murallones del convento de Las Rosas, en Vivaceta hacia la esquina de Comandante Canales, a espaldas del templo del Buen Pastor y sus campanarios, años cuarenta. Imagen publicada por revista "Zig-Zag".

El portal de entrada del Hipódromo Chile en imagen antigua, sitio patrimonial La Cañadilla, tomada de Chile Nostálgico. El centro hípico fue otro gran proveedor de público para la quinta de Los Puchos Lacios.

La mítica tía Carlina, años setenta, en una de las pocas fotografías que se ha conocido de ella. Fuente imagen: diario "Las Últimas Noticias". Sus clientes y "niñas" fueron visitantes frecuentes de Los Puchos Lacios, ya que estaba bastante cerca de su club.

Publicidad para Los Puchos Lacios en el diario "La Tercera", noviembre de 1988.

Obviamente, todo aquello cambiaría bastante después de septiembre de 1973, cuando las parrilladas se convirtieron en motivo de encuentro y camaradería para agentes de nuevo régimen o sus simpatizantes, tanto civiles como militares. De este modo, habría sido frecuentemente visitado también por miembros de la Central Nacional de Informaciones (CNI) desde fines de la década, razón por la que se habría permitido al dueño mantener el local abierto en noches de toque de queda, según señala la leyenda.

Lo Puchos Lacios era propietado todavía en los ochenta por dueño histórico, don David Álvarez y familia, atendiendo personalmente en su sala principal y en un encantador cenador al interior, con coloraciones y ornamentos florales. Los Álvarez vivían en la cercana calle Chillán, además, de modo que eran parte de la vida del mismo barrio. La quinta contaba hacia finales de la década con presentaciones artísticas del dúo Los Criollos, y se habían implementado en ella unos espacios menores pero más cómodos para quienes querían "reservados", especialmente con las propuestas de compañía íntima que nunca se apartaron del lugar, incluso después de haber caído las antiguas casas de diversiones y cabarets de mismo vecindario.

A pesar del clima adverso, igualmente iban hasta Los Puchos Lacios algunos folcloristas y simpatizantes de izquierda por entonces, decididos a desafiar las miradas intentando esculcarlos o amedrentarlos. Incluso trataron de reunirse allí algunos representantes del Comando del No en las campañas del histórico plebiscito de 1988, según comentaba en esos meses el abogado demócrata cristiano y secretario del mismo comando, Genaro Arriagada, a reporteros de la revista "Hoy", encontrándose con la negativa de los encargados. Tal vez por temor, estos sólo habrían aceptado reuniones del Comando del Sí, el mismo que acabó derrotado en las urnas ese año.

Cabe añadir que corrían muchas otras historias curiosas e intrigantes relativas al mismo negocio y sobre aquellos años de fuerte división política y social, de hecho. Un cambio de propietarios fue señalado también como el principio del fin para el negocio, bajando mucho su calidad. Sin embargo, la veracidad de todas estas versiones es imposible de confirmar hoy en día.

Tampoco sabemos a ciencia cierta si la fama de haberse vuelto un antro pinochetista, por real o exagerado que fuera este anatema, afectó también la perspectiva sobre el establecimiento. Lo cierto es que, por ejemplo, en una revista opositora "Análisis" del año siguiente, el crítico que firmaba Barfly en el mismo medio expresaba con asco:

Efectivamente, hace unos meses, cuatro comensales (entre ellos Barfly) que disfrutaban un sabroso pollo al cognac, vieron cómo el gato de la casa las emprendía con un ratón en el tejado. Vista ingrata , sin duda alguna.

Fue un siniestro el que tendría la última palabra, sin embargo: tras un terrible incendio del antiguo grupo de inmuebles en donde estaba Los Puchos Lacios, el lugar se esfumó de los planos urbanos. Actualmente, el terreno que ocupara en el pasado es parte de unos galpones y bodegas. No obstante, han aparecido otros restaurantes y quintas de recreo con el mismo nombre, incluyendo uno muy conocido en la localidad de Buin, así como algunos clubes sociales exhibiendo tan curioso nombre como el propio. ♣

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