♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣

LOS ORÍGENES DEL PARQUE FORESTAL EN LA BELLE ÉPOQUE CHILENA

Imagen del archivo fotográfico de Chilectra, con una captura de noviembre de 1926 desde el Parque Forestal. Se ve la fuente del Monumento de la Colonia Alemana y, atrás, la calle Merced, hacia el inicio oriental del parque.

Como es bien conocido, las obras de construcción del Parque Forestal forman parte de los muchos preparativos dispuestos en la ciudad de Santiago de camino a las celebraciones del Primer Centenario Nacional. Fueron encargadas por la municipalidad al paisajista e ingeniero francés George Dubois Rottier, pero siguiendo una propuesta que había formulado en su momento el jurisconsulto Paulino Alfonso, distinguido residente del mismo barrio, con su propiedad en Merced a un lado del acceso a calle de Bueras.

Don Paulino había sido un respetado hombre público con importantes cargos académicos y políticos, muy conectado con el mundo de las artes. Su propuesta de creación del paseo verde había sido formulada hacia el año 1892, sintetizándola en un folleto desde en donde proponía que se instalaran en el lugar obras de arte, un teatro público y los edificios de bellas artes situados en esa faja del terreno ribereño. Posteriormente, ya concretados los planes, don Paulino fue también el director de la Comisión de Vigilancia del mismo parque.

La idea sugerida por Alfonso era recrear junto al río Mapocho un paseo que evocara o reviviera el rol del que había existido en tiempos coloniales: el Paseo de los Tajamares, que fue por largo tiempo la principal alameda de Santiago hasta la construcción e inauguración de Las Delicias, nuestra actual avenida Bernardo O'Higgins, ni bien cesaron los enfrentamientos de la Independencia en el territorio. Pero la ambiciosa idea sugerida por Alfonso y otros entusiastas fue considerada absurda, innecesaria o irrealizable por varios críticos, ya que requería de un despliegue de trabajo que no se había visto desde la creación del Parque Cousiño o la Quinta Normal de Agricultura.

Dubois Rottier, en tanto, se había titulado en la Escuela Nacional de Horticultura de Versalles y se quedaría viviendo en Chile a pesar de haber sido contratado para trabajar por sólo cuatro años. La razón: su poético y romántico corazón acabó robado por la belleza y encantos de doña Carmela Zamora, su esposa. Se había establecido entonces en la dirección de calle Cuevas 1471, en donde residió hasta su muerte, quedando la residencia después para una de sus hijas llamada Ana Dubois.

Siendo una época en la que persistía aún el fuerte afrancesamiento de las élites protagonistas de la belle époque chilena, era esperable que el diseño y la inspiración general del parque debiese tener este mismo rasgo. En su caso, provenían principalmente del modelo representado por el Jardín de la Nouvelle Suisse de París, aunque con toques estéticos propios de otros famosos parques europeos.

Los terrenos del futuro parque eran los que la ciudad había ganado al río durante la canalización ejecutada en el período 1888-1891. Obras que, entre otras cosas, costaron a la ciudad la destrucción del magnífico Puente de Cal y Canto, dicho sea de paso. Ya concluidos los trabajos y logrado el estrechamiento del lecho del Mapocho, la norma establecía que eran de uso fiscal los terrenos ganados con estas intervenciones y ubicados hasta cien metros a cada lado del río. Sobre ellos, justamente, se trazaron importantes proyectos de obras públicas del Centenario como el propio Parque Forestal, el Palacio de Bellas Artes en su mismo trayecto, y más allá la Estación Mapocho.

Antes, esos mismos suelos habían sido solamente arrabales riberanos e inmundos basureros con casi dos siglos de existencia, en donde se intentó establecer canchas deportivas, efímeros teatros abiertos y el gran Mercado de Abastos que precedió allí al Mercado Central. Feas acequias corrían en el sector ubicado enfrente de la ya mencionada calle de Bueras, que se corresponde tanto con la actual calle Irene Morales como la de eje oriente-poniente, Coronel Santiago Bueras, aunque siendo por entonces lugar de ranchos y conventillos en donde no faltaron los crímenes. 

En sus memorias, don José Zapiola mencionó también unas polémicas posadas chinganeras como la fonda El Parral, a la altura del puente Loreto, y otra cercana llamada El Nogal. Tomaban el nombre desde el parrón y el árbol de nogal que crecían en sus respectivos patios. Sin embargo, nada es para siempre: aquel cariz ya estaba cambiando y habían comenzado a adquirir propiedades o a construir personajes de alta sociedad, existiendo incluso algunas residencias de cuatro pisos, como la del propio señor Alfonso.

El Paseo de los Tajamares ya iniciada su etapa de decadencia, en plano de 1826, de John Miers. Aparece señalado como "Tacamar" (sic). Se observan las filas de árboles y la ubicación de las fuentes de aguas señaladas con círculos, además del río, el cerro Santa Lucía y La Cañada que será después la Alameda de las Delicias. El Parque Forestal vino a ser una especie de reaparición actualizada de la misma clase de paseos riberanos que hubo en el pasado de Santiago.

Fragmento del "Plano General de la Ciudad de Santiago e Inmediaciones", de Nicanor Boloña, 1911.  Se observa al centro la ubicación y extensión de los paseos y áreas verdes del Parque Forestal.

La calle de Bueras (Santiago Bueras, en el sector hoy llamado Irene Morales) a inicios del siglo XX, en imagen publicada por la revista "Zig-Zag". Así era el aspecto de los barrios más sencillos y pobres que contorneaban el sector en donde se construyó el Parque Forestal.

Carpa con un pequeño teatro-biógrafo en el recién inaugurado Parque Forestal de Santiago, en "Sucesos", octubre de 1904.

Postal fotográfica de la Casa Gallardo Hermanos. Parece mostrar el Parque Forestal y la terraza antes de que fuese terminado de inundar el sector de la laguna. Fuente imagen: Sitio CIUDAD Y PAISAJE III - Urbanismo desde el Paisaje - UC.

Por su parte, Alfonso Calderón aporta más información interesante sobre el origen del parque, en su "Memorial del viejo Santiago":

El lugar no era digno de admiración. "Yo lo conocí cuando era un basural lleno de ripio", expresó Ricardo Puelma; y Alberto Ried contó una anécdota que ilustra su situación: "era en la época de nuestra infancia un basural a cuya vera levantábanse hileras de casuchas, dentro de las cuales la pobreza y la promiscuidad fermentaban en el vicio... No eran escasos los lenocinios de última categoría, ni tampoco lo eran las sórdidas cantinas. El pintor Benito Rebolledo Correa, muchacho muy valiente, tomó del natural un gran cuadro en que un grupo de mujeres de mala vida acechaba al viandante. Esta tela fue rechazada por inmoral en un Salón Oficial de aquella época, y nuestro querido Benito la exhibió en pleno centro de la ciudad, provocando en los timoratos verdadera indignación.

Los años pasan. El presidente es Germán Riesco, un hombre alto, "de bigotes y barba rubios, ojos azules claros, de mirar miope, cejas muy pobladas". Solían, en las caricaturas políticas, pitarlo con una cabeza cónica, como si fuese lo que no era: un hombre de pocas luces. (...)

En ese período difícil y confuso comienza a prepararse el milagro del Parque Forestal. El intendente Enrique Cousiño presidió una comisión designada el 18 de diciembre de 1900 por el gobierno. En sólo tres meses presentó un informe que proponía como obra de higiene y ornato la formación de un parque entre las calles Claras (hoy Mac Iver) y el Camino de Cintura (Avenida Vicuña Mackenna), y un plano que levantó y dibujó el arquitecto paisajista Jorge Dubois.

El intendente Enrique Cousiño Ortúzar iba a ser otra pieza fundamental para el éxito del inmenso proyecto, tomando la dirección de la comisión implementada para sacarlo adelante. Él era sobrino del fallecido Luis Cousiño Squella, quien junto a su esposa Isidora Goyenechea tanto apoyaran la modernización y transformación de Santiago, como fue con el caso del parque que llevaba su apellido y que hoy corresponde al Parque O'Higgins. Como varios otros de los comprometidos en el plan trazado junto al río, sin embargo, don Enrique enfrentó muchos problemas sobre la marcha, algunos descritos por Gonzalo Piwonka Figueroa en "Las aguas de Santiago de Chile".

En su libro sobre la historia de Santiago, Armando de Ramón también reconoce despliegue de voluntad de Cousiño Ortúzar para poder consumar el proyecto que en más de una ocasión pareció estar en riesgo:

Otro de los parques construidos por el fisco en esta época fue llamado Parque Forestal y se debió a los esfuerzo del intendente señor Enrique Cousiño Ortúzar (1900-1906), acreditando su linaje como el prolífico promotor de parques de la ciudad de Santiago. Los primeros intentos para llevarlo a cabo se hicieron a fines de 1899, avanzando los trabajos con gran rapidez (...)

A pesar de los desafíos y dificultades que se anticipaban ya en aquella etapa de preparativos de los terrenos y la logística, entonces, la determinación férrea de los comprometidos no echaría pie atrás. El paisajista Dubois lo había tomado sin vacilaciones, aunque cayendo por esto también en el balde de las críticas: hasta de "gabacho loco" habría sido tratado por algunos de los adversarios del plan de un parque. Volvemos al relato de Calderón para ir por algunos detalles relativos al cómo fue llevado adelante la etapa gruesa de las obras de construcción, a partir de 1901:

El proyecto fue aprobado y el 1° de abril los trabajos comenzaron. Dubois contaría que todo era fúnebre, "un verdadero basural, el depósito de todos los desperdicios, pero tenía un atractivo, en cierto modo histórico": el lecho del río.

Todo el parque es un lugar intolerable para quienes llevan encima lo que George Moore define como "la maldición del aburrimiento agudo". Dubois dirigió a cien hombres que ganaban un peso y vente centavos diarios.

Otro problema con el que lidiaron las cuadrillas fue la nivelación de los terrenos ubicados al norte del Cerro Santa Lucía, cerca de la actual Plaza Bello, en donde las entradas del río Mapocho durante los desbordes y turbiones desde tiempos ancestrales había dejado una gran hondonada que no pudo ser rellenada del todo. Se optó entonces por hacer en ella la alguna vez famosa laguna del parque, construida a partir de 1902 e inaugurada en 1904, en donde se podía pasear en botes, balsas y veleros. Así, se aseguró que el trazado del parque pudiese extenderse mucho más allá del original límite de calle Mac-Iver, además de instalarse por un tiempo un gran tobogán llamado la Montaña Japonesa, en donde se deslizaban las balsas con los visitantes hasta la laguna con una gran explosión de agua en el impacto.

Después de aquellos años de labores y lidias con los señalados problemas aparecidos en el camino, el parque pudo ser entregado al público en 1904. Sus características inaugurales precisas son comentadas también por Calderón:

En 1905, el Parque Forestal tenía mil cien metros de largo y ciento setenta de ancho. Los árboles eran siete mil setecientos, y los aportes vinieron de la Quinta Normal, el criadero de árboles de Nos, de Salvador Izquierdo; de Ascanio Bascuñán Santa María, quien donó algunas palmeras de su hacienda Ocoa. "La triple avenida de plátanos orientales que plantó paralela al río es quizá el mejor adorno de Santiago", asegura Hernán Rodríguez.

Dubois había traído 300 plátanos orientales desde Francia, siguiendo una recomendación del naturalista germano residente en Chile, Federico Albert. Unas décadas después la cantidad de estos árboles, tan odiados por los alérgicos, llegaba al triple aunque resultando mucho más prácticos de mantener y regar que álamos o sauces. Dubois fue premiado también con la Medalla de Oro de la ciudad por este inmenso trabajo y otros que ejecutó para el progreso material chileno. Entre estos últimos estuvieron las obras de la Quinta Normal, los jardines del Congreso Nacional, el Stade Francais, el Parque del Salitre de Viña del Mar y trabajos particulares para los presidentes de Germán Riesco y Federico Errázuriz Echaurren, sólo por mencionar a los principales.

Sin embargo, el paisajista francés que había cobrado 45.000 pesos por construir aquellos jardines y senderos, recibió pagos iniciales que sumaron 20.000 pesos y luego otros 10.000 pesos: según Julio Echeverría en artículo para la revista "En Viaje" (agosto de 1969), el resto, que sumaba 15.000 pesos más, se perpetuó en el abstracto de una deuda impaga que ninguna de las posteriores administraciones edilicias quiso asumir... Ya entonces hacían polémica los asuntos financieros de las municipalidades, como se ve.

La flamante laguna del Parque Forestal, con sus botes, balsas y el recientemente inaugurado tobogán de la Montaña Japonesa. Nota de la revista "Sucesos", 14 de octubre de 1904.

Aviso del Casino del Lago, primer establecimiento recreativo que ocupó el sector de la terraza en el recién inaugurado Parque Forestal. Imagen publicada en la revista "La Lira Chilena, enero de 1905.

Imagen de una postal de la romántica laguna del parque. Se observa su terraza con balaustras, el kiosco artístico y, al fondo, el Palacio de Bellas Artes y parte del obelisco francés obsequiado a Chile para el Centenario.

Corso de flores en el Parque Forestal, revista "Sucesos" del 18 de noviembre de 1909.

Fotografía del archivo de Chilectra tomada en febrero de 1923, con la fachada del bar-restaurante La Fuente en Merced 54, y los vecinos edificios construidos en el barrio. Era un pequeño vestigio de cómo era la básica arquitectura popular y el ambiente recreativo en el barrio hasta que el carácter del Parque Forestal se impuso.

El enamoramiento de la ciudadanía con el parque fue instantáneo. Se iba hasta él para hacer pic-nics, declaraciones de amor, a descansar, estudiar e incluso a dormir en el pasto. También se volvería cosa habitual ver a muchachos de la Escuela de Bellas Artes instalando sus atriles y pintando al óleo en los bastidores esas innumerables postales paisajísticas que ofrecía el lugar. No podía ser más grato y acogedor, en resumen.

El comercio acusó recibo de los cambios y llegaron así propuestas más apropiadas a ese nuevo rasgo. Se habilitó también un espacio para la diversión de las tardes llamado Casino del Lago, dotado de una cantina de licores importados por la casa Weir, Scott y Ca., demás de servicios de onces y horas del té con pasteles y helados de la fábrica de don León Mook. "Precios iguales a los de las pastelerías del centro, aunque haya fiestas", prometían sus avisos de inicios de 1905 este establecimiento que fue antecedente de la posterior Terraza del Parque Forestal, ubicada sobre el muelle de la laguna y que llegó a ser todo un símbolo de la vieja bohemia con sus bailables y orquestas en vivo, durante los "años locos" santiaguinos.

Cuando la Zona Central fue azotada por el devastador terremoto de Valparaíso el 16 de agosto de 1906, muchos de los que perdieron sus hogares o temían regresar a los mismos fueron a refugiarse al parque, curiosamente. Seis años después, a fines de septiembre de 1912, volvieron a aparecer campamentos de carpas y tiendas improvisadas en él: esta vez, los santiaguinos estaban alarmados con ciertos sismos repetitivos y la noticia de un pronóstico de terremoto hecho por el capitán Alfred J. Cooper, el mismo hombre detrás del anuncio del capitán Arturo Middleton que había anticipado con terrorífica precisión la anterior catástrofe telúrica de 1906.

Era previsible la incorporación del Parque Forestal a las actividades de las Fiestas de Centenario en 1910, además: incluyeron un festival de fuegos artificiales lanzados desde el lugar, el 15 de septiembre, y una gran feria organizada por los franceses el 22 de septiembre. También se hizo frecuente en esos años el que se realizaran los paseos de carruajes decorados llamados Corsos de Flores, por lo corriente hacia inicios de la primavera. Muchos de estos coloridos desfiles, a los que solía asistir algunos representantes de lo más granado de la sociedad santiaguina, tenían por objetivo favorecer a agrupaciones benéficas como la Sociedad y Patronato de la Infancia.

En tanto, el famoso Castillo o Castillito del parque que hoy es sede del café y restaurante  Brasserie du Castillo Forestal, iniciaría su propia semblanza allí. Mencionado por Luis Orrego Luco en su obra "Casa grande" de 1908, está ubicado al final de la Calle de los Tres Montes, que por ese mismo período de años pasó a ser José Miguel de la Barra, sería por un tiempo la residencia y oficina de su arquitecto y constructor, el pintor y diplomático Álvaro Casanova Zenteno, antes de entrar en funciones.

Aunque ha recibido algunas modificaciones importantes respecto de su aspecto original, el Castillo fue concebido para ser la sede de la administración del parque y de la pequeña capitanía del puerto de la laguna en aquellas primeras décadas. Desde allí se controlaba también la presa que desviaba agua del Mapocho para llenarla y se dirigía la actividad de los paseos en botes. Actualmente, una placa del Instituto de Conmemoración Histórica recuerda en los muros exteriores a su autor:

Álvaro Casanova Zenteno. 1857-1969.

Pintor, Arquitecto y Diplomático. Diseñó este Castillo para la administración del Parque Forestal. Fue miembro de la dirección de parques y jardines de la Municipalidad de Santiago y de la comisión que se ocupó de la construcción del Museo Nacional de Bellas Artes. Gran servidor público y eximio pintor de temas de nuestra historia naval.

Ilustre Municipalidad de Santiago. Diciembre, 2014

El Castillo serviría también como base de planificación para Guillermo Renner, ingeniero de origen alsaciano de quien se dice había sido colaborador de Dubois en las mismas primeras obras del parque. Apodado peyorativamente como el Pulgón entre los chilenos, aparentemente por su afición a la flora, el veterano Renner estuvo a cargo de varios mejoramientos y nuevos trabajos del Parque Forestal. En 1920, cerca del final de su vida y mismo año cuando se concluyeron las obras del paseo durante el mes de abril, él vivía en una casa atrás del parque, dentro del Criadero Municipal de Plantas. Así, además de tener una estrecha relación con el mismo lugar, testimonió impresionado el pésimo comportamiento de los chilenos, en especial de los más jóvenes, quienes vandalizaban o robaban constantemente los arbustos y árboles más pequeños que eran trasplantados a las plazas del paseo.

Empero, Calderón detalla también que el instinto nacional de inferioridad destructora que tanto afectara al parque, no provenía sólo de los chiquillos malcriados: un alcalde posterior hizo convertir en leña varios olmos y álamos que existían también por el lado del tajamar, por ejemplo, tiempo después de terminadas todas las obras principales. También ha sido maltratado un tramo del pretil de ladrillos que se dice es parte del antiguo tajamar y que quedó a la vista en calle Merced, frente a la actal Estados Unidos, y que ha servido para contrarrestar el cambio de alturas del terreno. A estos dolores se agregarían algunas intervenciones posteriores y modificaciones que no resultaron del todo felices en el paseo.

Muchos otros cambios, adiciones y sustracciones tuvieron lugar en épocas posteriores del Parque Forestal, etapa que veremos en la próxima entrada dedicada a su primer siglo de existencia. No puede negarse, sin embargo, que desde el Primer Centenario se ha incorporado en él muchos elementos artísticos y conmemorativos de gran belleza y simbolismo. Varias alteraciones experimentó el barrio del contorno, además, adquiriendo su aspecto actual con elegante arquitectura y edificios tipo palacetes, aunque esta nueva vida también queda fuera de los tiempos de la belle époque santiaguina.

Si bien dentro del paseo hay información relativa al mismo y otros datos como aquellos por los que acá hemos paseado, destaca en esta función otra placa del Instituto de Conmemoración Histórica, la que recuerda hasta nuestros días a don Paulino Alfonso y su legado en el lugar. La pieza de mármol está por enfrente y cruzando la calzada, sin embargo, empotrada en la esquina de calle Merced con el pasaje que lleva el nombre del homenajeado. Instalada por la institución el 26 de noviembre de 1960, se lee en sus inscripciones:

Paulino Alfonso, 1862-1923.

Concibió el Parque Forestal. Artista, escritor, académico, poeta, político, profesor y jurisconsulto. Su talento, ilustración y bondad hicieron de él un ciudadano eminente.

Instituto de Conmemoración Histórica, 1960.

Comentarios

♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣