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LA TRADICIONAL FIESTA DE LOS TIJERALES

El típico aspecto de una construcción en proceso al momento de la fiesta de los tijerales. Celebración en la Villa Moderna en la parte alta de Recreo, entre la estación y la planta industrial de Lever, Murphy y Ca. de Caleta Abarca. Imagen publicada por la revista "Sucesos" en febrero de 1907.

Una de los más simpáticas y pintorescas tradiciones del mundo laboral en Chile es la fiesta de los tijerales, a pesar de la poca valoración que a veces se le concede en el ambiente más docto de la investigación y el folclore. Explicado en simple, se trata de una celebración entre obreros, capataces y patrones dentro de un proyecto en construcción, que se realiza cuando han sido colocados ya los tijerales o el bien primero de ellos en la parte superior de la estructura. Para el caso de edificios e inmuebles de gran tamaño y más modernos en donde no se usan estas piezas arquitectónicas, la fiesta se realiza al momento de concluir la obra gruesa.

Por lo general, el festejo adopta la forma de un banquete sencillo al que asisten los involucrados en el desarrollo del proyecto, con la posibilidad de algunas manifestaciones artísticas en la misma. Guarda cierta semejanza también en forma y concepto con las fiestas de finales de cosecha, de la trilla y de la vendimia, tan propias de territorios agrícolas, encontrando por esta razón mucho arraigo también en el campo chileno, en donde corre a cuenta de los patrones y solía involucrar el sacrificio de un cordero para la comilona de peones e inquilinos.

En "Libro del huaso chileno" del  Instituto del Inquilino y publicado en los años cuarenta, encontramos estos versos titulados "¡Aquellos tijerales!", escritos por  Renato Sánchez para conmemorar la celebración correspondiente realizada en el fundo de don Fernando Errázuriz en Los Andes, hacia junio de 1949:

¡Qué linda que está la fiesta
que celebra don Fernando!
Con empanadas y cuecas
todos estamos gozando.

Ahí están los patroncitos
para dar la bienvenida,
a todos los convidados
que comparten su alegría.

Es su casa nuevecita,
que ya la van a terminar.
Es por eso que celebramos
la fiesta del tijeral.

¡Avívense las cuequitas,
pongan guitarra y canciones!
Para que todos bailando
alegren sus corazones.

Cómanse luego el asado
y tómense un trago de vino,
pero les recomendamos
que se lo tomen con tino.

Ahí está la patroncita,
que es florcita de alhelí,
que por cada tijeral
nos encontremos aquí.

Ahora nos despedimos
cantando lindas canciones,
y agradecemos la fiesta
a nuestros buenos patrones.

No era infrecuente que las fiestas de tijerales incluyeran discursos, pequeños homenajes con aplausos y lectura de algún texto de interés para los presentes. Incluso se veían fuegos artificiales al momento de colocar el primero de los tijerales de la obra. Autores como J. Estalisnao Pérez, en tanto, consideran que el tijeral es una forma laica o festivo-social de celebración, a la altura del rodeo y las Fiestas Patrias, a diferencia de otras que encajan más bien en propuestas religiosas y religioso-festivo-sociales. Con el tiempo, sin embargo, ha predominado en la misma celebración la propuesta más popular del asado a la parrilla, aunque con mucho vino y cerveza. Puede haber alguna influencia directamente española en esto último: en la Península se celebra con una gran "chuletada" para los trabajadores, barbacoa que puede incluir también panceta, chorizos y morcillas.

Para la ocasión, además, la altura de la quilla o viga maestra -en el principal de los tijerales o el más frontal de la edificación- es coronada con una o más vistosas banderas chilenas, adquiriendo ciertos rasgos hasta de fiesta patriótica con cueca y baile en ciertos casos, como dijimos sucede en algunas zonas agrícolas del país. La bandera en lo alto debe ser el símbolo más importante y característico de una fiesta de tijerales, de hecho. Según parece, la tradición antigua de este gesto era para celebrar también el que la obra, en lo ideal, no hubiese tenido accidentes ni hechos que lamentar.

Técnicamente, los tijerales o cerchas son las vigas en forma de escuadras que, a modo de costillas, se instalan entre cielos y techos, desde las soleras o junturas con los muros y hasta la viga maestra de la cumbrera. Las caídas de aguas o tejados y toda la techumbre en general se situarán sobre estas estructuras, por lo corriente de forma triangular o trapezoidal. Tal disposición de delta es la que le valió el nombre, al ser asociado con unas tijeras abiertas en el mundo de la arquitectura, la ingeniería, la carpintería y la construcción civil. El momento preciso que ocupa su instalación dentro de un proyecto de construcción explica que hayan sido elegidas como el elemento protagonista y nominal de la misma fiesta.

En cierta forma, la celebración del tijeral es el saludo y festejo por el hecho concreto de haber pasado el punto sin retorno de un proyecto de trabajo en la construcción, quedado asegurado su éxito y consumación total desde allí en adelante. Es como celebrar un nacimiento, en cierta forma. En el pasado, era también el momento de tranquilidad para los trabajadores, capataces, proyectistas y propietarios: al quedar sentada la estructura, podía darse por hecho que la naturaleza ya no podría echarla abajo con vientos o lluvias.

Con adaptaciones y formas especiales la fiesta se ha extendido también a algunos rubros como el mundo minero, metalurgia y maestranzas, la construcción de barcos en astilleros y otras tareas grupales que no guardan relación con las obras civiles de tipo inmobiliarias. Incluso han existido familias y compañías de artistas circenses que hacen una ceremonia parecida al momento de levantar la carpa del circo para empezar otra temporada, con asado y bebidas.

En el pasado también se suponía que la celebración con la bandera en lo alto de los tijerales inmunizaba a la obra del acoso de la mala suerte o de la desgracia. Esta promesa de buena fortuna se extendería hasta quienes llegaran a habitar u ocupar dicho inmueble. En contraste, una casa o edificio que no tuvo su correspondiente rito de tijerales podía quedar maldito, totalmente expuesta al infortunio, los fantasmas y la desdicha.

El origen de aquellas tradiciones está en una remotísima costumbre traída a las Américas por carpinteros germanos y del norte de Europa, misma que entre los ingleses suele ser llamada Topping Out y Topping Off, mientras que los polacos la denominan Wiecha, los belgas Planter le Meyboom, los alemanes Richtfest y los holandeses y flamencos Pannenbier, pues en ella el dueño solía regalar cerveza a los obreros. Al igual que sucede en los tijerales criollos, aquellas ancestrales costumbres exigían poner provisoriamente banderas en la parte más alta de la techumbre en proceso de construcción, aunque esto se hacía en un concepto mucho más pagano y primitivo: con un pequeño árbol, especialmente entre los pueblos escandinavos.

Aquel árbol del ritual en la altura solía ser una conífera, sencillamente decorada con cintas, flores o guirnaldas, de modo que podría tener contacto también con las mismas tradiciones que desembocaron en el pino navideño. Este rito ha sido llamado Coronación y aún se practica en varios países como Estados Unidos, Canadá, España, Noruega, Suiza y Australia. En otros lugares como Francia, sin embargo, la tradición se perdió durante el avance del siglo XX.

El sentido original del rito del árbol era "desencantar" la nueva casa o edificio, espantando a espíritus y seres elementales que habitaban los bosques desde donde proviene la madera usada en la obra o en los ejemplares que debieron ser cortados para abrirle espacio a la residencia, así como también los que pudieran estar escondidos también en forestas o arboledas alrededor del nuevo inmueble. Había una razón utilitaria en la misma, además: cuando las agujas de un pino dispuesto en el techo se secaban y caían, se consideraba que la madera de la obra ya debía estar ya sin humedad y así podía ser cerrado el techo. Su equivalente en este lado del mundo es procurar apartar de allí la mala suerte o los entes portadores de negatividad, entonces.

La fiesta correspondiente en el tijeral de las Habitaciones Obreras de la Compañía de Crédito y Construcciones, en calle Lord Cochrane. Revista "Pluma y Lápiz", enero de 1903.

Celebración con músicos incluidos en el tijeral de la nueva casa de la Imprenta y Litografía Universo, en la revista "Sucesos" del 28 de marzo de 1907.

Nota sobre la fiesta de los tijerales del Teatro Politeama, ubicado atrás del Portal Edwards cerca de la Estación Central. Propiedad de don Luis Bonzi, estaba en donde se construyó después el Estadio Chile. La garrafa tipo damajuana es parte de la fiesta. Revista "Corre-Vuela" del 14 de julio de 1909.

Celebración de los tijerales en las obras de construcción de la monumental Iglesia de los Sacramentinos, en el barrio de calle San Diego enfrente de la Plaza Almagro, hacia 1930. Fuente imagen: FB Fotografías Histórica de Chile.

Tijerales en Chalet del Teté Hotel, imagen del Archivo Fotográfico Octavio Cornejo, año 1938. Fuente: Biblioteca Nacional Digital.

Varios otros países con influencias británicas, germanas o danesas practican también aquellas formas rituales y tradicionales. En ciertos casos más contemporáneos, la fiesta en ellos adquiere también algunas características de relaciones públicas y facilitación para la camaradería. Las más producidas incluyen la contratación de espectáculos, artistas, animadores y organización de un evento ad hoc a la ocasión.

Sin embargo, es posible que en Chile la tradición se haya fusionado sincréticamente también con otras que eran propias del mundo indígena, pues era frecuente la realización entre ellos de festejos para la etapa de conclusión de un trabajo comunitario o con la excusa de un encuentro con carácter fraterno. Cabe señalar, al respecto, que entre los pueblos sureños el trabajo de construcción era colectivo y un acto de carácter comunitario, algo que los hispanos también verificaron al valerse de indígenas para la mano de obra.

En la "Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano", escrito en 1674 por el jesuita Diego de Rosales, el cronista deja escrito algo sobre aquella forma de interacción social entre los mapuches:

Y así el modo de ordenar alguna cosa conveniente para la paz o para la guerra, es juntado en su casa a los de su parentela y convidándolos a beber chicha y a comer: trátales de las conveniencias de la paz y de la guerra, y con gusto de todos y buena conformidad dispone lo que cada uno ha de hacer. Y es cosa tan asentada el haber de hacer estos convites a los parientes para tratar cualquiera cosa, que en ninguna manera los llama ni los junta si no hay chicha y qué comer, y fuera cosa vergonzosa juntarlos a secas y que le diera en cara con ello y le dijeran que era un pobretón o un menguado y no hicieran caso de él.

El mismo sacerdote y cronista deja escrito el siguiente texto que puede sonar muy sorprendente, al referiste a la construcción de las casas indígenas a las que dedica un capítulo entero de sus crónicas:

No usan estos indios sus casas (que comúnmente llaman ranchos, y en su lengua Tabu) de piedra, ni ladrillo, sino de madera, cubiertas con paja, de que tienen variedad, porque unos las cubren con junquillos, otros con carrizo y otros con cortadera, y en una parte lleva un género de estos la tierra, y en otras no, y en cada una se acomodan con lo que hallan. La armazón es de unas varas largas, clavadas en el suelo, ya en redondo, ya en cuadro, las cuales, juntas arriba y entretejiendo varillas delgadas a los lados y cubriéndola con paja, haciendo escalerillas de una sobre otra, queda hecha la casa sin más arquitectura, sin más trabajo ni dificultad. Pues esta casa tan fácil de hacer, tan breve de acabar y que cada uno la puede hacer con los de su casa, no la ha de hacer con los suyos, por ser cosa de menos valor y cosa afrentosa hacerse uno su casa, y si la hiciera le tuvieran por un hombre ruin y menguado y por persona desvalida y que no tiene amigos ni parientes de quienes valerse. Y así es costumbre asentada que el que ha de hacer una casa de estas ha de convocar a toda su parentela y a todos los de la provincia. Y esta casa se ha de hacer en una fiesta en que han de bailar, comer y beber tres o cuatro días. La una fiesta ha de ser al clavar las varas en el suelo, la otra al envarillar alrededor, y la última al cubrirla de paja. Todos son achaques para beber, y costumbres de la tierra que no quieren trabajarlo todo de una vez, porque les cuesta algún trabajo cortar las varas y traerlas, y así mismo las varillas y la paja. Y cada cosa se les ha de pagar aparte el trabajo que en ella ponen, y la paga ha de ser la chicha.

Los caciques y personas principales ponen su vanidad y grandeza en que las fiestas de su casa duren muchos días, principalmente la última que hacen al cubrirla: que para ese día traen todos sus parientes de sangre, y los que están casados con sus hijas, hermanas y parientas, gran cantidad de carneros, terneras, ovejas de la tierra, aves y caza. Y estando la gente junta cerca de la casa, entra toda esta parentela bailando alrededor de toda la gente, y como van dando vueltas van matando los carneros, las terneras y ovejas de la tierra y dejándolas tendidas allí en el suelo. Y luego se suben en unos bancos o tabladillos altos que llama Meliu, y allí prosiguen bailando y cantando, y al cabo de un rato habla uno y le dice al que hace la casa: que allí le han traído poquedad, que la reciba y en ella sus buenos deseos, que con eso tendrá algo con qué pagar a los que trabajan en cubrirle su casa. Y el agradecido les dice que se siente, que allí tienen un poco de chicha con qué servirlos.

Cuando don Benjamín Vicuña Mackenna leyó aquellas líneas mientras editaba y preparaba la publicación de la entonces inédita crónica de Rosales en 1877, no resistió hacer su aporte y dejar la siguiente anotación a pie de página:

Este es el genuino origen de los mingacos o reunión de trabajadores sin más paga que la comida y la bebida, como suele hacerse todavía en las trillas y otras faenas del campo en algunos lugares apartados. En las ciudades esta costumbre ha desaparecido por completo. Pero la mayor parte de las iglesias antiguas, inclusa la Catedral, fueron construidas en gran parte por el sistema de los mingacos indígenas. La última obra pública hecha por mingaco de que tengamos noticia, fue la construcción de la Casa de ejercicios de San José en 1821.

No deja de ser curioso el hecho de que los indígenas, cuyas costumbre observaba tan de cerca el historiador jesuita, celebrasen con fiestas la conclusión de ciertos detalles de la obra de una casa, lo cual se observa actualmente entre los constructores al poner el primer tijeral, disparando voladores, enarbolando banderas, y por supuesto bebiendo chicha u otro licor, porque nuestros paisanos, herederos legítimos de sus abuelos, "nunca tratan cosas a secas".

A una conclusión similar llegará un siglo después el autor Lonko Kilapán, aunque es sabido que sus textos y métodos de investigación resultan de gran controversia y descrédito. En otra de sus curiosas obras, titulada "O'Higgins es araucano", también decía que la fiesta de tijerales tiene su origen en el mingako, celebración hecha al momento en que alguien construye su ruca: "es ayudado gratuitamente por los vecinos, los que al colocar el techo son homenajeados por el dueño con una fiesta que dura en proporción a los días trabajados".

Nota sobre la celebración de los tijerales en las obras del Aula Magna del Liceo Manuel de Salas, en el diario "La Nación" del 10 de agosto de 1969.

Asados en los tijerales del grupo de edificios UNCTAD III, después llamado Edificio Diego Portales y actualmente Centro GAM. La celebración fue en noviembre de 1971, a la que asistió y dio un discurso también el presidente Salvador Allende. Fuente imagen: FB Fotografías Histórica de Chile.

Bandera chilena puesta por los obreros en los preparativos del tijeral celebrado en el Edificio Hotel Torremayor, avenida Providencia con Ricardo Lyon, verano de 2014.

Las piezas arquitectónicas llamadas tijerales, a la vista en el cielo de la Parroquia San Antonio de Chépica.

Antiguos tijerales en el cielo del salón de exposiciones del Centro Cultural Casas de Lo Matta, Vitacura, también al descubierto.

Los cahuines, en tanto, eran otras grandes fiestas mapuches con sus propios rasgos rituales desplegados alrededor del rehue familiar, aunque solían presentarse con manifestaciones de gula y ebriedad. Por estas razones, tal denominación se hará después sinónimo de conceptos muy diferentes pero igualmente peyorativos: desde casa de remolienda, hasta chisme mal intencionado. En "Diversiones y juegos típicos chilenos" dice al respecto René León Echaiz:

Los cahuines fueron también diversiones favoritas de los indígenas. Eran reuniones bulliciosas, con borracheras y comilonas, que generalmente se realizaban con ocasión de algún trabajo colectivo. El trabajo en sí mismo parecía no atraer al indígena y, por lo general, matizaba el esfuerzo que le significaba con alegres diversiones. Conocieron el rucancahuin, que era la festividad de la construcción de una ruca; el quiñelovcahuín, que lo era de la siembra; el malarcahuín, de la trilla; y, posteriormente, cuando usaron animales españoles, el ünel tun cahuín, que era la festividad de la marcadura de animales.

Las celebraciones al estilo de los mingacos y cahuines aún pueden observarse entre algunas comunidades indígenas de la Araucanía y en algunos poblados del mestizo archipiélago de Chiloé, que tanto debe a la influencia cultural y étnica huilliche, especialmente. Estos folclóricos encuentros, también como música, comida y bebida, se presentan precisamente en el contexto de grandes tareas de construcción u obras comunitarias en general. Se ve algo muy parecido en las famosas mingas o traslados de casas completas arrastradas con yuntas de bueyes y embarcadas por mar si se lo requiere, desplegándose así las jornadas en donde el trabajo se intercambia con la comida típica y la fiesta.

Para el caso concreto de los tijerales, sin embargo, los habitantes de Chiloé prefieren ejecutar la celebración al momento de quedar colocada la cumbrera, pieza correspondiente a la que une las dos aguas principales de un techo, tal vez por el comprensible temor a las lluvias sureñas que obliga a avanzar un poco más la obra antes de cantar victoria. Hasta esta fiesta, también de carácter totalmente costumbrista y folclórico, son invitados los trabajadores y quienes colaboraron en el proyecto, asumiendo como principales anfitriones los dueños de la casa con sus familias y amigos.

Así presente en Chile desde el siglo XIX cuanto menos pero remontado a prácticas parecidas que ya estaban presentes en el territorio prehispánico, el rito del tijeral se considera ineludible: desde la residencia más modesta hasta el centro comercial más moderno y tecnológico. Como llegó a ser sinónimo de celebraciones en general, además, los estudiantes del Campus Beauchef de la Universidad de Chile realizaban las llamadas Fiestas de Tijerales, uniendo a las diferentes generaciones de la Casa de Bello en una gran celebración. Poco después de regresar a Chile con su familia en 1933, el pintor Camilo Mori, contratado como profesor de Academia y Acuarela de la Escuela de Arquitectura, hizo los murales decorativos para una de aquellas fiestas, como recordaba Simón Perelman en una revista "Auca" de 1974:

Todavía recordamos la fabulosa decoración que pintó en el subterráneo de la escuela de Plaza Ercilla con ocasión de una de las "Fiestas de Tijerales" que, a la manera del Bal de Qat'z Arts, juntaba una vez por año a los viejos con los jóvenes en actos de inenarrable jolgorio y saludable amistad.

Las fiestas de los tijerales hoy se vuelve también un evento corporativo favorable a la imagen de las empresas involucradas, en muchos casos con la presencia de gerentes y altos directores de departamentos. En instancias políticas, en tanto, pueden servir también como ocasión de propaganda y promoción ante la opinión pública, o al menos así  se han utilizado los de ciertas obras por algunos ministerios y municipalidades.

En el ambiente urbano los tijerales ya no duran hasta dos o tres días como ocurría en el pasado, sino una tarde o medio día a lo sumo. Empero, para el caso de las grandes obras públicas o privadas se ha importado también la señalada forma de un evento con números artísticos, humoristas, contratación de servicios de banquetería, mozos atendiendo las mesas y animadores conduciendo el espectáculo. Uno de los más famosos y esperados tijerales de cada año en Santiago deben ser los de las instalaciones de las fondas del Parque O'Higgins, justo en la apertura de las Fiestas Patrias, aunque se le han sumado otros casos del mismo período como los del Parque Padre Hurtado.

Finalmente, cabe indicar que el tijeral sigue siendo una de las pocas instancias en donde pueden verse cara a cara y sentarse juntos todos los participantes de la pirámide jerárquica en una firma y proyecto inmobiliario. Esta celebración no significa que vuelva a festejarse al terminar completamente el proyecto de marras, también llamada erróneamente de los tijerales, cuando en realidad es de la conclusión. Más bien, forma parte ya de los protocolos y de las tradiciones, aunque es evidente que cumple con una excelente oportunidad para la recreación. ♣

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