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EL LUJOSO CARRUAJE PARA PASEOS DE LA FAMILIA TORO HERRERA

El carruaje de los Toro Herrera en 1915, en la revista "Sucesos", y tal como luce ahora en el Museo del Carmen de Maipú.

En el Museo Histórico del Carmen, al pie del enorme Templo Votivo de Maipú, hay un singular y fino carruaje de dos ejes destacando entre la valiosa colección de la sala con carros antiguos. De hecho, este hermoso y elegante coche de paseo y cacería debe ser uno de los más valiosos de aquellas salas. En el pasado fue una de las atracciones del Fundo Lo Águila de Paine, alguna vez llamado también Hacienda del Águila por su primer propietario durante la Colonia temprana, el capitán español Melchor Jufré del Águila.

El carruaje estuvo entre las pertenencias de la reputada familia Toro Herrera, una de las más aristocráticas e influyentes del siglo XIX y buena parte del XX. La matriarca de este clan era doña Emilia Herrera de Toro, prominente dama considerada toda una celebridad por cerca de tres cuartos de un siglo. Fue retratada en su juventud por el francés Raymond Monvoisin, en un cuadro que también está en el Museo del Carmen.

En la muy poco abordada biografía de doña Emilia aparecen directa e indirectamente muchos de los hombres más prominentes y destacados de la historia chilena y argentina. Su influencia sobre aspectos diplomáticos y políticos desde los años de la República Liberal tuvieron ribetes diversos y hasta controvertidos, en ciertos casos: mientras historiadores y tratadistas como Oscar Espinosa Moraga o Exequiel González Madariaga consideraron que sus intervenciones fueron lesivas a los intereses chilenos en las cuestiones limítrofes con el país platense, en donde Emilia tuvo amistades tan cercanas que llegó a ser apodada la Madre de los Argentinos, otros autores la ponderan como una abnegada pacifista de olvidada importancia para las buenas relaciones entre ambas naciones. Seducidos con la distinción y prestigio de la ya anciana mujer, algunos hasta le dedicaron melosos poemas, como Belisario Guzmán Campos en la revista "Zig-Zag" de agosto de 1906:

Y objeto de mi culto fue esa dama,
Cuando a Chile, exaltado en su heroísmo,
La espada sujetó, ganando fama
De diosa de la paz y del civismo...

En aquel carruaje de doña Emilia se hicieron, durante décadas, sendos paseos campestres por el mismo Fundo Lo Águila. Se ejecutaban acompañados por una verdadera caravana de amigos, peones, huasos, jinetes y guías, pero con la patrona como estrella de cada ocasión y hasta el final de sus años más vitales. Su gran propiedad estaba en la entonces comuna de Hospital, contando hasta con una laguna propia que mandó a hacer uno de los hijos de doña Emilia, don Santiago de Toro Herrera, más una casa de botes y muelle propios, cinco lanchas a vela de buen tamaño y una islita al centro con bosque propio en donde se reunía la familia a almorzar cada domingo, más otros dos islotes menores. El diseño final de tales postales cruzadas por los senderos había quedado a cargo del paisajista George Dubois, el mismo del Parque Forestal de Santiago.

El carro de los periplos correspondía a un modelo con ruedas frontales de aro más pequeño que las traseras, todas amortiguadas. La cabina estaba techada con palio de tipo dosel y la estructura base general era de metal, madera y tela. Fabricado con terminaciones artísticas y decorativas por diestros artesanos carroceros del siglo XIX, servía principalmente para viajes cortos como paseos recreativos y caza en grupo. Tenía asientos pulcramente tapizados y capacidad para una docena de personas sentadas, aunque cabían perfectamente bien hasta 20 pasajeros cómodos. Era un modelo Break Char-à-Banes o Caraván Madera que había pertenecido nada menos que al Rey Luis Felipe de Francia (1773-1850) y del que sólo existían dos ejemplares: este y otro adquirido por la Reina Victoria del Reino Unido, hoy en las caballerizas del Castillo de Windsor y conocido como el Caraván de la Reina Victoria.

El carruaje había llegado a Chile en el contexto del rotundo afrancesamiento de la sociedad criolla y de la fuerte ostentación europeísta que magnetizaba la brújula de las clases aristocráticas en el país. Empero, también formaba parte del interés que hubo entonces por dar diversidad y amplitud a las posibilidades de las relaciones sociales y la vida recreativa, ya que en las elites preferían cada vez más salir de los sofocantes salones de tertulias, bailes filarmónicos y malones, volcándose de este modo a los paseos, los retiros campestres y las diversiones al aire libre. No era el único de la hacienda, por cierto: fotografías de la época confirman que había otros, destacando uno con el mismo propósito pero más pequeño, del tipo coloso y con un eje rotatorio vertical en las ruedas de enfrente.

El carruaje siendo paseado por Lo Águila, en la revista "Zig-Zag" del 13 de diciembre de 1905. Se ven los tres pares de caballos que lo tiraban.

Paseo en otro carro, uno tipo coloso con eje delantero articulado, por el Fundo Lo Águila. Varios huasos acompañan a los paseantes. Revista "Zig-Zag" del 15 de abril de 1911.

Imagen del carruaje de los Toro Herrera en la revista "Sucesos" del 11 de marzo de 1915.

Vista lateral del carruaje en la actualidad, en el Museo del Carmen de Maipú.

Vista posterior del mismo carruaje en el Museo del Carmen de Maipú.

Aunque algunos medios de comunicación de la época acogieron la especie de que el carro había sido adquirido primero por el aventurero y diplomático don Vicente Pérez Rosales, quien lo habría vendido a la familia, se sabe que fue comprado y traído en realidad por el agente representante Francisco Javier Rosales y de manera directa para el propio Gobierno de Chile. Sin embargo, pasado un tiempo fue vendido a don Domingo de Toro y Guzmán, nieto del Conde de la Conquista, don Mateo de Toro y Zambrano, y marido de doña Emilia Herrera. Esto sucedió durante el gobierno de Manuel Montt, pasado ya el medio siglo. La transacción se hizo por 500 pesos.

Tras la muerte del señor Toro, el carruaje quedó en manos de la viuda Emilia y sus hijos. Muchos personajes ilustres podrían sus posaderas sobre esos asientos durante las constantes visitas, celebraciones y paseos en Lo Águila: no cuesta imaginar las celebridades que lo abordaron, considerando que doña Emilia fue suegra del presidente José Manuel Balmaceda, comadre del ministro argentino José Uriburu, amiga cercana de intelectuales como José Victorino Lastarria, Benjamín Vicuña Mackenna y otros de los visitantes de su hacienda, además de figurar como una de las fundadoras de la Sociedad de Beneficencia de Señoras destinada a dar ayuda social a niñas y jóvenes, entre otros títulos. Su multifacético hijo Domingo de Toro Herrera, en tanto, era otra influyente figura política y militar, veterano de la Guerra del Pacífico, ex parlamentario, ex comandante naval y cofundador de varias instituciones, entre ellas el Club Hípico. Su nombre lo tiene hoy el Museo de la Guerra del Pacífico en Santiago. Los otros siete hijos Toro Herrera también fueron elementos conocidos en la alta sociedad a la sazón.

Lo más trascendente en la hoja de vida de doña Emilia, sin embargo, era el que en tiempos más jóvenes había recibido como huéspedes de honor a los entonces exiliados argentinos Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Juan Bautista Alberdi y su futuro yerno Nicolás Rodríguez Peña, entre otros perseguidos por la dictadura de Juan Manuel de Rozas que llegaron a tener gran importancia en la vida política platense. Había asignado a varios de ellos unos pabellones del fundo como habitaciones, pero que después acabaron destruidos por un terremoto. De ahí los profundos y algo polémicos lazos emocionales de doña Emilia con el Río de la Plata, tanto así que, gran medida, fue gracias a su intervención y la de algunos alojados que el argentino Roque Sáenz Peña se salvó del pelotón de fusilamiento y aun del presidio, tras haber sido capturado por los chilenos peleando por los aliados en el Morro de Arica.

Todavía en los años alrededor del Centenario Nacional, el elegante carruaje permanecía en posesión de la influyente familia Toro Herrera, realizando los tradicionales paseos por Lo Águila. De hecho, esta parece haber sido su época más activa, dada la intensidad con que se daban los encuentros sociales y visitas al fundo. Las páginas sociales en revistas de entonces publicaban constantes referencias y reportes gráficos cubriendo estos encuentros y apareciendo con frecuencia en ellos el elegante carro, como parte del protagonismo de sus jornadas de gratos paseos y almuerzos. La matriarca seguía ofreciendo también solemnes y elegantes fiestas en el lugar para ocasiones como su onomástico o ciertas efemérides, con mucha cueca en donde peones y patrones parecían confundirse por algunos ratos. Un reportaje de la revista "Sucesos" del 11 de marzo de 1915 decía, tras visitar la hacienda:

La dama que nos recibe tan amablemente es la señora Ana Astaguruaga de Toro, nuera de "misea" Emilia, casada con D. Domingo Toro Herrera, el Benjamín de los hijos y el más querido.

Mientras llega la hora de almuerzo, la señora Astaburuaga de Toro dice a uno de sus hijos:

-Lleva a los señores a que conozcan el Parque, la laguna, el sitio en donde estuvieron los emigrados argentinos... Es interesante. Muéstrale también el coche de Luis Felipe...

(...) Llegamos a un pequeño galpón en donde se guardan los coches y uno de mis acompañantes hace que un sirviente saque al exterior el famoso carruaje que perteneció a Luis Felipe, rey de Francia, que fue traído a Chile por Pérez Rosales y comprado después por la familia Toro. Es una magnífica pieza de museo, en perfecto estado. Coche de caza, tiene capacidad para 20 personas y necesita tres parejas de caballos para ser movido.

En aquellos paisajes idílicos por los que paseaba a sus visitas sobre el carro francés y parcialmente retirada ya de a vida pública, la longeva Emilia cumplió 93 años, celebrados el 1 de abril de 1916 con una gran reunión de amigos y parientes. Siempre era visitada por su numerosa familia, que incluía ya a los nietos y primeros bisnietos, también paseando en el precioso carruaje del clan. Pero aquel iba a ser su último aniversario: pocos meses después, a inicios de agosto, la anciana partiría de este mundo por causas naturales.

Después de la muerte de doña Emilia, los célebres paseos por Lo Águila fueron quedando en el desuso y el olvido, perdiéndose la tradición entre sus descendientes. Así, cargando encima sólo el peso de los recuerdos y de la propia historia, ya no más de pasajeros, el carruaje fue donado por don Raúl Phillips Toro al Museo del Carmen de la Corporación Voto Nacional O'Higgins, durante mayo de 1977. Es el lugar en donde aún permanece para admiración del público.

En tanto, la casona y el parque de Lo Águila en donde habitaron los Toro Herrera paseando sobre aquella joya con ruedas, hoy sirven como centro de eventos. Su dirección precisa es en el Camino Águila Norte 1115, Hospital, comuna de Paine. ♣

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