Lugar que perteneció a la quinta de recreo El Barril Encantado en Vivaceta, en un inmueble de esquina ya desaparecido. Imagen de 1962 publicada en revista "En Viaje", cuando el bohemio boliche ya no existía. Alcanza a leerse la palabra "quinta" en uno de sus muros, sin embargo.
Uno de los más célebres bares y restaurantes de todo el inmenso ecosistema chimbero clásico, al norte de Gran Santiago, fue El Barril Encantado. Este pecaminoso, folclórico y popular boliche había nacido en avenida Fermín Vivaceta 1610, en el viejo barrio Las Hornillas de la actual comuna de Independencia. Estaba a la sazón entre las vías Nueva de Matte y la entonces llamada calle Miraflores, faltando aún para que se completara la distribución vial que hoy se observa allí.
Se trataba de un lugar modesto y acogedor pero con fama de bravo. Mantenía ciertas características propias de quinta de recreo y de boîte para público obrero, siendo una de las más antiguas casas recreativas en el barrio con estos rasgos. Su dueño era don Alberto Quiroga, un conocido personaje ligado a las actividades de deportes y juegos tradicionales chilenos.
Hubo quienes creían que había alguna picardía oculta detrás del nombre de El Barril Encantado: en aquellos años, pianistas de lupanares, bares y fondas, así como sus visitantes adictos al acordeón, habían puesto de moda el inconfundible ritmo de la polca llamada "El barrilito de cerveza", en realidad titulada "Rosamunde" en su versión alemana, obra del checo Jaromir Vejvoda en 1927. Sin embargo, el hecho de que esta melodía de paso doble tan usada -imprecisamente- para evocar a la cultura bávara y alpina se haya expandido por Europa recién a mediados de la década del treinta, cuando el boliche de Vivaceta ya estaba fundado con ese nombre, hace improbable tal suposición.
Sí era verdad que llegaban al lugar las clásicas e infaltables "niñas" de la noche en Las Hornillas, además de borrachos libidinosos buscándolas, y otros más pendencieros. Era parte de la fauna inevitable del barrio, en tiempos aquellos cuando los vecindarios aún formaban parte de Conchalí, antes de ser traspasados a la comuna de Independencia tal como sucedió con parte del territorio de Renca y Santiago Centro.
Fue también uno de los negocios favoritos para apostadores y trabajadores del cercano Hipódromo Chile, fuera de atraer a albañiles, empleados y residentes de la Población Vivaceta situada por enfrente del establecimiento. Además fue lugar de encuentro de los rayueleros de todo Conchalí y futbolistas de clubes como el General Baquedano. Con este ambiente, la curiosa quinta y cantina semejaba acaso a la posada de alguna aldea de campo pero enclavada en plena ciudad. Contaba con salas de recreación y un patio con arboledas y canchas de juegos típicos, la que funcionaba como terraza durante las estaciones cálidas.
A pesar de sus modestias, El Barril Encantado, o Barrilito como lo llamaban con cariño sus fieles, fue seductor por sus cervezas espumantes y de buena calidad, según lo informado por David Ojeda Leveque en un artículo suyo para la revista "En Viaje", en febrero de 1962 ("Ahora Vivaceta agrupa un barrio ágil y laborioso"). También lo fue por sus vinos, producto incluso más consumido y necesitado que la cerveza en esos barrios de Vivaceta "al fondo", al punto de que, según la leyenda, algunos encargados daban un potrillo de tinto a los caballos del Hipódromo, para "prepararlos". Las mismas barriadas serían recordadas por sus burdeles, como el de la célebre tía Carlina, Las Palmeras y uno del Maricón Condeza, además de las varias tabernas y garitos.
Ya en las Fiestas Patrias de 1932 se realizaban en sus descritas canchas abiertas del patio los campeonatos del Club Match de Rayuela, ese año entre los equipos Los Araucanos de Valparaíso, venidos a Santiago especialmente para el desafío, y El Riel, que solía tener su sede de juego y entrenamiento en la misma quinta. Y es que el señor Quiroga era un gran rayuelero, además de tesorero del Club Conchalí en esos momentos, razón por la que disponía de El Barrilito Encantado para estos concurridos encuentros. A los mismos asistían dirigentes de la Federación Nacional de Rayuela, además de miembros de la prensa y, en algunas, ocasiones hasta el alcalde de Conchalí, el señor Alberto González. La entrada al Barrilito era gratis durante estas competencias y el público llegaba en tranvías y góndolas de las líneas Ñuñoa-Maruri y Cartuchos-Las Hornillas.
Un domingo de noviembre de 1934, se realizaban también en sus dependencias las fiestas de aniversario del Sindicato Industrial Fabregrat, Lladser y Cía. Estas actividades de trabajadores, gremios y sindicatos iban a ser frecuentes en el lugar, de hecho. Ya a fines del mismo año estaba en el lugar el conjunto Los Criollos, quienes a partir de las 17 horas del día 30 de diciembre fueron parte de una manifestación de honor para el directorio, en el contexto del final de la temporada. Para fines de marzo del año siguiente, en cambio, el lugar servía de sede para actos de la Agrupación Demócrata de Conchalí.
Celebración sindical en El Barril Encantado, en imagen del diario "La Nación" en noviembre de 1934.
El gran cronista y bohemio Raúl Morales Álvarez, joven y viejo, en fotografías publicadas en el sitio web de El Funye. Fue un conocedor de aquel bravo boliche de El Barril Encantado.
Teatro Libertad, en la esquina con José Bisquert. El edificio en construcción de la cuadra vecina ocupa el lugar en donde estuvo la quinta de recreo El Barril Encantado.
En febrero de 1937, el mismo establecimiento fue elegido para un homenaje de los obreros del barrio Las Hornillas rendido al entonces candidato a diputado por el primer distrito, el militante conservador Carlos Estévez Gazmuri, quien logró un escaño en aquellas elecciones. A pesar del rasgo popular y algo temible de El Barril Encantado, esto no parece haber amedrentado a los varios dirigentes y delegados del Partido Conservador que asistieron al encuentro.
Tampoco sucedió con los radicales, cuyo Centro de Propaganda de Obreros realizó reuniones allí mismo en junio de 1940; ni con los integrantes de la Confederación de Rodado a Tracción Animal, celebrando con una comida a la chilena su 10° aniversario, en marzo de 1942. Esta celebración se hizo también en honor al presidente de la República, don Juan Antonio Ríos.
El popular negocio de Vivaceta justo en la esquina con José Bisquert continuó siendo siempre para valientes, especialmente en las noches, tal como sucedía con otros concurridos clubes de esos barrios como El Ukelele, La Higuerita y La Quintita, todos con algo de cabaret y night club. A pesar de esto, El Barril Encantado lograba convocar a muchos respetados hombres de crónicas y letras en general, caso del escritor Enrique Lafourcade, quien confesó alguna vez ir a devorar chafainas a sus comedores, además de sus platos arvejados y otras preparaciones típicas.
También asistía al lugar el cronista Raúl Morales Álvarez, quien lo conoció por primera vez siendo joven todavía y viendo en esa primera ocasión cómo una tragedia no llegaba a ser suficientemente grave para detener la fiesta. Recuerda este episodio en su artículo "Los boliches y los nombres", originalmente del diario "El Clarín", republicado por una antología del Centro Cultural El Funye:
En Hornillas abajo, cerca del Hipódromo, estaba "El Barril Encantado". Su nombre poético contrastaba violentamente con la muerte que lo visitaba de continuo. La primera vez que estuve allí, un fulano se desangraba en el suelo dos mesas más allá de la mía. Nadie le hacía caso. La policía no llegaba todavía, si es que la habían llamado. Ante mi asombro adolescente, la zalagarda proseguía como si tal cosa.
En 1951 fue inaugurado
el Teatro Vivaceta o Libertad, justo en la vecina esquina sur de Vivaceta con
Bisquert, a metros de la también una oscura plaza coincidente hoy con la que
lleva el nombre del dramaturgo Antonio Acevedo Hernández (1886-1962), cerca de
la Población Los Castaños, pues el connotado escritor había tenido su residencia
en esos mismos barrios, en calle Armando Quezada Acharan 2023. El Barril
Encantado podría haberse convertido en una buena opción de reunión
antes y después de las funciones o proyecciones de películas en el mismo lugar. Sin embargo, el teatro era también una demostración de los cambios que caían ya sobre aquellas manzanas, en desmedro de la continuidad de opciones como la del bar y restaurante.
A pesar de la convocatoria que llegó a tener entre habitantes locales y visitantes, El Barril
Encantado fue una de las primeras boîtes de perfil obrero en caer cuando
el comercio recreativo comenzó a aproximarse hacia otras opciones más
novedosas de diversión nocturna. No alcanzó a ver la luz ácida y gogó de los años sesenta, en consecuencia, pereciendo durante la década anterior. "El
viento se llevó a 'El Barril Encantado'", escribió Lafourcade en "El Mercurio",
en septiembre de 1999, rezando nostalgias a su ánima.
Aquel que había sido su local de un piso en la esquina, de ladrillos, adobillos y entablados, fue destinado a diferentes usos durante el resto del tiempo en que acumularía vejez y deterioro, principalmente para almacenes y formas de comercio parecidas. En 2019, la fachada en ruinas que quedaba dando forma al perímetro del terreno, con nada ya atrás de sí, terminó siendo echada abajo y se levantó el actual edificio residencial que ahora gobierna el cruce de calles. ♣
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