♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣

EL AMERICAN CINEMA EN LAS CANDILEJAS DE BARRIO SAN DIEGO

Aviso publicitario del American Cinema, año 1915.

La dirección del American Cinema, nombre que ostentó el aún existente edificio en sus mejores días, era en el número 100 de calle Arturo Prat, ex Nueva de San Diego, justo en la esquina con Alonso de Ovalle, a la sazón calle San Carlos (después conectada y convertida en una con Ovalle). Su volumen arquitectónico llega hasta la calle Serrano, sin embargo, por lo que ocupaba todo el extremo sur de la manzana vecina al Instituto Nacional: era una sala con más anchura que profundidad frontal, en consecuencia, en donde flanqueaba una gran gradería con asientos y palcos confeccionados en madera y con la estética de los corrales teatrales antiguos.

La sala de espectáculos deportivos y artísticos había sido en sus orígenes el Gran Frontón de Pelotas de jai-alai y luego el Skating Rink para los patinadores. Tras haber alojado en sus dependencias al espectáculo del Folies Santiaguino durante el Primer Centenario Nacional, el edificio contribuyó mucho a forjar el rasgo de “Pequeña Broadway” que tuvo el barrio San Diego de antaño, con antecedentes remontados a casos como el Teatro Romea, fundado en 1894 en el número 282 de la misma calle San Diego, después con el caso del Teatro Circo Popular, en el cruce con Matta, y el Teatro de Variedades de la Sociedad Andrés Bello, que hacia 1908 aparecía en la prensa por sus grandes bailes, veladas musicales y actividad social en el 154 de la misma calle.

De vidas cortas y lánguidas, aquellos pioneros fueron seguidos por varios ejemplos posteriores en las candilejas, como los teatros Roma (posterior bar Las Tejas), SATCH (hoy Cariola, con su sala inferior Alejandro Flores), los desaparecidos Almagro y Mundial (Plaza Almagro), la Sala del Instituto de Extensión Musical (IEM, después Teatro Silvia Piñeiro y hoy Cine Arte Normandie), el Circo Caupolicán (Teatro Caupolicán), el Esmeralda y los extintos Popular, Cine Sur, Imperial y Pigalle, entre otros que llenaron de luces centelleantes todas esas cuadras por un largo período, hasta inicios de los setenta. El edificio teatral del American Cinema, sin embargo, sigue siendo el más antiguo de los que sobrevivieron desde la generación anterior, ubicada alrededor del Centenario Nacional.

En su época dorada, entonces, la sala del American fue reconocida como la más importante de la capital de entre todas las de rasgo popular, a diferencia del perfil adoptado por los llamados teatros-palacios, más elegantes y aristocráticos. Así se presentaba al público una vez que llegó a relevar al Skating Rink, además: como biógrafo popular, con entradas a precios económicos. El edificio mantuvo algunos de sus elementos neoclásicos de transición modernista y sus proporciones originales, pero ya en esta época de cinematógrafo se lo ofrecía como “el más espacioso y seguro de Santiago”, aunque parece que no siempre cumplió esta divisa. Sus proyecciones comienzan en la mencionada época del cine mudo y alcanzaron a conocer algunos de los primeros rollos sonoros llegados al país, de hecho.

La breve vida del edificio ofrendada al patinaje había concluido por el año 1912, pasando a ser The American Cinema desde ese año. Representado comercialmente por don Miguel Morandé N., quien tenía oficinas en el Teatro de la Unión Central de calle Ahumada, para el año siguiente ya ofrecía funciones todas las tardes y noches con “proyecciones de anuncios comerciales intercalados entre las vistas biográficas”, según advertía en su insistente publicidad. “Las mejores vistas que se ofrecen en Chile” prometía también el biógrafo a su público. Y, de acuerdo a Carlos Orellana en “El siglo en que vivimos”, destacaría como atracción para curiosos “el gran invento de Edison”: el kinetófono, también llamado biógrafo parlante Edison.

Presentado frecuentemente en los avisos como “biógrafo comercial” (es decir, intercalando anuncios), The American Cinema también fue uno de los teatros más innovadores en su momento, tecnológicamente hablando. “El Empresario del American Cinema adquirió ayer una estufa belga de 22 pesos para calefacción de su salita”, informaba alegremente la revista “Cine Gaceta” de la segunda quincena de julio de 1915.

Ese mismo año, contando la sala con unas 2.000 butacas, cambió la empresa concesionaria y quedó a cargo ahora don Juan Ruiz, personaje con cierta experiencia y renombre en la actividad de los cinematógrafos, según se señalaba en la mencionada revista en el mes de octubre. A pesar del cambio de mando, The American Cinema continuaría siendo administrado por don Manuel Herrera, representante teatral conocido en el ambiente y quien lo había tomado desde hacía un tiempo, con bastantes buenos resultados.

Por la misma época, sin embargo, la revista “Chile Cinematográfico” criticaba duramente las características del American Cinema, generando una apasionada respuesta desde “Cine Gaceta” en su defensa. “El que fue ‘The American Cinema’, pues hoy no le queda ni el título, pasó a manos de un conocido comerciante pero que desgraciadamente no entiende nada de cuestiones cinematográficas”, insistía con insidia “Chile Cinematográfico” en ese mismo mes de octubre, reprochando la entrada de Ruiz al negocio, aunque deseándole éxito a renglón seguido casi como una burla.

Como dato ilustrativo, sin embargo, en el recuento de cines y teatros de la revista “Chile Cinematográfico” de ese año, se dijo sobre el American Cinema: “En la semana pasada inauguró este concurrido cine las Especiales con orquesta y con muy halagador éxito. El conjunto es bueno y muy aplaudido”. No cabe duda de la importancia y cualidades que la sala tenía en esos momentos, entonces, no sólo para las proyecciones de cine.

Un tiempo después, en el teatro volvía a montarse un ring tal como había sucedido en sus días siendo el Frontón de Pelotas y la sede del Club Deportivo Vista Alegre: el campeón nacional Heriberto Rojas peleaba ahora con el gladiador negro norteamericano Calvin Respress, en el primer encuentro de este tipo que se efectuó bajo patrocinio de la Federación de Box de Chile. Este combate contó con un semifondo en el que José Ramírez venció a Alberto Downey, siendo una revelación de 1916. Posteriormente, Respress venció allí mismo a Dave Mills, por puntos y tras 15 asaltos, el sábado 7 de julio de 1917, un año especialmente intenso para la sala.

El edificio del Frontón de Pelotas en la esquina de Arturo Prat con Alonso de Ovalle, mismo del posterior Skating Rink y del American Cinema, durante lo que parecen ser los trabajos de construcción o quizá una modificación del mismo. Fuente imagen: colecciones de Pedro Encina en Flickr Santiago Nostálgico.

Interior del American Cinema hacia 1910, antes de ser tal (iba a ser ocupado recién como pista de patinaje). Imagen publicada por Alfonso Calderón en "Cuando Chile cumplió 100 años".  Fuente imagen: "Residencia Estudiantil de Alonso Ovalle 945" de Osvaldo Luco R. (tesis de titulación).

Publicidad para el American Cinema en la revista "Sucesos", enero de 1914.

Publicidad del teatro en la revista "Cine Gaceta", gran aliada del American Cinema y de su cambio de concesión sucedido en esos días del año 1915.

Heriberto Rojas y Calvin Respress en el ring del American Cinema, con aforo lleno y triunfo del peleador nacional, en abril de 1916. Fuente imagen: revista "Sucesos".

Heriberto Rojas en la revista "Zig Zag". Tuvo importantes presentaciones en el mismo edificio de Arturo Prat con Alonso de Ovalle. Fuente imagen: Memoria Chilena.

Imágenes de la pelea entre Calvin Respress y Dave Mills en el American Cinema, revista "El Ring" de julio de 1917.

Aviso de las transmisiones en el American Cinema de la pelea entre Luis Vicentini y Johnny Dundee en New York, en el diario "La Nación" del martes 27 de mayo de 1924.

El boxeo se había vuelto ya uno de los eventos que más convocaban al American y así la revista “El Ring” anunció la pelea Respress vs. Mills en la arena de calle Arturo Prat ese año:

Cuanto a Dave Mills, podemos asegurar que se halla igualmente bien entrenado y dispuesto a liquidar a Calvin en el mejor tiempo posible para optar a la disputa del campeonato sudamericano que sustenta Heriberto Rojas.

El local donde debe verificarse el pugilato -el American Cinema- ha sido convenientemente adaptado para el objeto, tomándose todas las medidas tendientes a dar comodidades al público que acuda a presenciarlo.

Antes del match de fondo, se presentará en una academia, el nuevo pugilista peso liviano Juan Augusto, que ha regresado de los EE.UU. donde practicó mucho el arte del boxeo.

Conviene observar que, hasta antes de la construcción del célebre Teatro Caupolicán de calle San Diego, los coliseos boxísticos de esos años seguían siendo, entre otros, el propio American Cinema, además del primer Estadio Chile, el Teatro Nacional, el Arturo Prat y el Hippodrome Circo, transformado después en el Teatro Reina Victoria y luego el Balmaceda.

Paralelamente, la cartelera del American anunciaba dramas fílmicos, exhibiciones deportivas de otras disciplinas, obras musicales, disertaciones culturales y homenajes a personajes ilustres. En esos momentos era la entonces conocida empresa de espectáculos de Max Glucksmann la que estaba encargada de las proyecciones cinematográficas de la sala, junto a otras igualmente populares como los teatros Unión Central, Garden, Carmen, Colón y Brasil.

A fines de enero de 1924 se realizó en el teatro también un concierto y baile en honor y despedida del campeón sudamericamo de peso liviano Luis Vicentini Gamboa, en beneficio de los empleados más antiguos del mismo establecimiento. En la ocasión se presentaron artistas de las compañías Berutti y Retes-Jaques. El martes 27 de mayo siguiente, el diario "La Nación" anunciaba que se haría una función especial con transmisiones informativas desde el mismo teatro, con la próxima pelea de Vicentini contra Johnny Dundee, a realizarse en Nueva York. Para esto dispondría de un parlamente instalado al medio del escenario. Los precios populares incluían balcón a $1 y galerías a $0.40, pero las "señoritas no pagan":

Dadas las grandes proporciones de intereses que existe entre el público santiaguino por oír detalladamente mañana la relación del match que se efectuará en Nueva York entre el campeón suramericano, nativo de Chile, Luis Vicentini y Dundee, el empresario del Teatro American Cinema ha conseguido la relación directa del match dada por el diario "La Nación", de manera que el público podrá oír todos los detalles dados por el alto parlante cómodamente sentado.

Además se pasará un programado de vistas cómicas. La relación empezará desde las 8.30 P.M. y será dada round por round, detalladamente.

Dos orquestas amenizarán la función. Una regia iluminación se le hará al local.

En esos momentos, el peleador chillanejo se había vuelto en los Estados Unidos toda una estrella para las colonias chilena e italiana, tras derrotar a Barney Kelley, Jimmy Carrol, Herb Sonnenson y Pal Moran. Sin embargo, los concurrentes a la transmisión del American quedarían profundamente frustrados: Vicentini acabaría perdiendo aquel histórico desafío ante Dundee, tras 12 rounds y en circunstancias tan polémicas que el público de allá y de acá acabó la velada con un abucheo generalizado. El chileno al menos pudo sacarse esa espina unas semanas después, mandando a la lona al futuro campeón mundial Rocky Kansas (Rocco Tozzo), a mediados del mes de julio.

Tiempo después, fue realizada en el escenario del American Cinema una charla del conferencista Enrique Strachan, en octubre de 1928, titulada “Las maravillas de la ciencia y su relación con los chilenos”. No todo era vodevil ni boxeo, como queda claro, abriéndole espacio también a la cultura científica y la educación.

En aquel período de los "años locos" hubo hasta una marca de 200 horas danzando con diferentes parejas en el American: la hazaña de la bailarina Elli Brunner, conseguida en abril de 1929, en un gran evento con orquesta y dancing.  Ese mes se había estado ofreciendo  esta clase de grandes bailables para el público en horarios de las 18 a 20 horas de la tarde y desde las 22 horas hasta la 1 de la mañana, con músicos en vivo y acceso gratuito para las damas.

En "La ópera en Chile", Mario Cánepa Guzmán destaca especialmente el que la sala fuera una de aquellas por las que pasaban “compañías chilenas y extranjeras, en una época de febril actividad teatral”. De hecho, el crítico de espectáculos Osvaldo Rakatán Muñoz aseguró en "¡Buenas noches, Santiago!" que, además de ser un centro de atracción bohemia, en los mismos años veinte acogió a los primeros programas de espectáculos revisteriles y compañías de bataclán conocidos en el currículo del espectáculo nacional. La guía turística “El amigo del viajero en Chile”, por su lado, reseñaba en 1924: “Trabajan en él compañías de operetas, zarzuela, comedias nacionales y también biógrafo”.

Además de la sala principal, el teatro contaba con comercio en su primer piso y un buen local tipo café y confitería, lugar de encuentro antes y después de las funciones diarias. Su zócalo de arcadas se extendía de esa manera a la actividad social y comercial, entre las dos esquinas. Era un verdadero palacete de diversiones para los corazones aventureros y bohemios de la época, claramente.

Importantes figuras pisaron el escenario del American Cinema durante aquella racha de prosperidad: fue escenario de otras grandes revistas bataclánicas como la compañía de Renato Valenzuela y del entonces popular actor Adolfo Gallardo. Rogel Retes recordaba fugazmente en “El ultimo mutis” las presentaciones dramáticas que hacía allí también la compañía de Carlos Castilla con Ángela Benito, Miguel Moya, Leoncio Aguirrebeña, Luisa Otero y Pepita Garrido. Jorge Coke Délano, en tanto, incluye al teatro en las menciones de su libro “Botica de Turnio”, mientras que el literato Rosamel del Valle lo recuerda a la pasada en sus “Crónicas de New York”.

Vistas interiores del edificio: sala central con muros de albañilería simple con marcos de acero y crujía o pasillo longitudinal. Fuente imagen: "Residencia Estudiantil de Alonso Ovalle 945" de Osvaldo Luco R. (tesis de titulación).

Restos de un cartel luminoso que colgó por décadas en la fachada del edificio en donde se ubicaba el American Cinema.

El edificio en donde estuvo el American Cinema, ya en 2017, en la esquina de Arturo Prat con Alonso de Ovalle, cuando recién comenzaban los trabajos de restauración que le dieron a la fachada del inmueble el actual aspecto remozado en color gris.

Fachada del edificio con muy mal aspecto antes de la restauración que recién comenzaba, en 2017 (sector de los andamios). Esquina de Serrano con Alonso de Ovalle.

La misma esquina ya restaurada, a mediados de 2018.

El viejo edificio que albergó al Frontón Santiago, luego al Skating Rink y, finalmente, al American Cinema en la esquina de Arturo Prat con Alonso Ovalle. Acababa de ser restaurado en junio de 2018.

Sector de los accesos en arcos de Alonso de Ovalle, que estuvieron largo tiempo destinados al comercio.

Por su lado, el alguna vez famoso productor y empresario nocturno Humberto Negro Tobar, dueño de los clubes Tap Room y del cabaret Zeppelin, hizo parte de su tremenda leyenda también en el mismo teatro y como hombre de compañías, elencos y shows adultos. Allí conoció a una bailarina con la que tuvo una tormentosa aventura según manifestaría años después, ya en el ocaso de su vida, a su amigo Rakatán:

Te confieso que gocé bien mi vida. Y estuve enamorado muchas veces. Y una de ellas, allá por los años 20… de una hermosa bataclana. Era chilena, pero se hacía llamar Jacqueline. Era bailarina solista de una Compañía de Revistas que había armado el periodista Renato Valenzuela y funcionó -me acuerdo- en el Teatro “American Cinema”, que estaba ubicado en la calle Arturo Prat esquina de Alonso Ovalle.

Una de sus Revistas más famosas, fue titulada: “La fiesta del shimmy”, y en ella se lucía el actor Adolfo Gallardo, que fue el primer chanssonier chileno… Cuando la Compañía se fue al Perú, Jacqueline insistió en que me fuera con ella… Tuvimos una escena de celos muy fuerte en su Hotel que estaba en la calle San Antonio, y ante mi negativa, intentó suicidarse…

Me vi en grandes apuros, pero felizmente, todo al final se arregló a mi favor, pues ella se fue y yo, pese a que la amé intensamente, logré olvidarla, poco más tarde en los brazos amorosos de otra mujer…!

¿Sería aquella olvidada artista de la que se enamoró Tobar, la que encarnaba por entonces al alma después en pena y que algunos vecinos del barrio aseguran viviría dentro del teatro, todavía en nuestra época? Y es que ciertos relatos de vendedores y artistas populares de estas cuadras testifican que una mujer de aspecto fantasmal se asomaba a veces por los vanos del silente edificio, vestida como una bailarina antigua.

Entre sus servicios como cine, también con rasgo muy “del pueblo”, el American estuvo incluso vinculado a las actividades de la compañía Paramount en Chile. Había rotativos de películas y algunas exhibiciones especiales que fueron prácticamente su última actividad estable en cartelera cuando se alejaron de él las propuestas del género revisteril y bataclánico, encontrando acogida en mejores salas. Así, una caluga publicitaria aparecida en “El Mercurio” del viernes 20 de marzo 1925, anunciaba la presentación de un documental con sabor a propaganda:

Un nuevo esfuerzo de la cinematografía nacional será exhibido mañana en la sala del American Cinema. Ella es el triunfal regreso del Presidente constitucional, Excmo. señor Arturo Alessandri. La cinta se comprende desde el arribo del Presidente a Las Cuevas hasta el Palacio Presidencial.

Siempre fue reconocido, además, por tratarse de uno de los teatros que tenía las boleterías más baratas de la capital para los espectáculos familiares y adultos, por lo que su público era de estrato social modesto, principalmente, con algunos de los problemas que suele traer este rasgo a las autoridades, como era de esperarse. En “La masificación del cine en Chile, 1907-1932”, por ejemplo, Jorge Iturriaga Echeverría comenta que, en noviembre de 1914, la confitería del American Cinema había sido denunciada por un inspector municipal por vender cerveza a los clientes: ya era su tercera vez sorprendida en lo mismo, así que esta dependencia del teatro fue clausurada por la Municipalidad de Santiago en enero siguiente.

A pesar de todo, el teatro seguiría siendo un lugar de cierta reputación, concentrando manifestaciones, bailables y eventos masivos como los que se han descrito, aunque esto no iba a durar mucho tiempo más. Célebres fueron las presentaciones allí de reputados conjuntos y de artistas de danza como Hortensia Arnaud, en sus años de juventud. La Compañía de Revista Méndez, formada por artistas argentinos, habían traído a Chile la obra cómica "Hijas del placer", en la que se representaba a dos náufragos llegados hasta una isla llena de mujeres hermosas, en donde Hortensia era la figura principal. También se proyectaban unos divertidos telegramas humorísticos sobre un telón blanco que bajaba en cada intermedio. Sin embargo, en una posterior visita a Santiago, la misma compañía pasó por algunas malas experiencias en el American Cinema, a causa del mal comportamiento del público.

Todo indica que el cinematógrafo ya había dejado de existir en los años treinta, y que los eventos artísticos cesaron luego de otras agrias experiencias sucedidas en el American, derivadas de aquel actuar incivil de la audiencia, incluyendo una escandalosa última presentación bataclánica en la que el público descontrolado casi demolió la sala, haciendo fracasar un espectáculo en donde la estrella principal era el artista español Páez d'Alphonse. A este bochornoso incidente dedicaremos un capítulo enteramente propio, con las versiones aportadas sobre el mismo por Daniel de la Vega y Salvador Reyes.

No sobrevivieron en el edificio todas sus características como cine y teatro, que había sido modificado en cierto momento para una capacidad de hasta 5.000 personas: las galerías de madera acabaron desmanteladas y dejó de colgar su cartel luminoso, ese que pendía de los fierros empotrados en la fachada, sobre lo que fueron sus accesos. Tampoco se puede reconocer interiormente la sala antaño con graderías y palcos, por completo desmantelados para otros usos en arriendo que se dieron al lugar como bodegas y barracas, tras dejar de servir a las presentaciones de cinematógrafo, boxeo, vodevil y teatro de variedades. Acabó subdividido en diferentes espacios, muchos de ellos para venta de muebles y artículos sanitarios, como recordaba Reyes, testigo directo de la caída final del teatro.

Después de un largo período de decadencia, el inmueble comenzó a ser restaurado en 2018 por sus actuales propietarios, para evitar pleitos con la administración municipal según cuentan, cambiando felizmente su aspecto plebeyo y anciano por uno más recuperado. Esto no extraña: a pesar de su enigma y olvido, figura su caso entre las fichas de los Inmuebles de Conservación Histórica de Santiago, categoría recibida en 2014. Se trata, pues, de la única sala que queda en la ciudad junto al Teatro Municipal, de entre los cerca de 50 teatros en donde se alcanzaron a proyectar películas alrededor del Primer Centenario Nacional, tras la primera exhibición de cinematógrafo que había sido realizada en Chile en el Teatro Unión Central, en 1896.

Poco se habla hoy del alguna vez famoso lugar. De hecho, respira aún muy poca gente que reconoce ese viejo edificio, cuyo aspecto remozado da esperanzas de que no desaparezca. Entre los pocos que han dedicado líneas al mismo en nuestros días, están el grupo de investigación urbana Santiago a Pie, el investigador y coleccionista fotográfico Pedro Encina (fundador del sitio de imágenes históricas Santiago Nostálgico) y el también investigador urbano independiente Ricardo Chamorro, autor del libro y del sitio de divulgación llamados “Eje San Diego”. ♣

Comentarios

♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣