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ALMAS DE LA FIESTA EN LA HOSTERÍA LAS PERDICES

Publicidad para la Hostería Las Perdices en la revista "Mensaje", año 1972.

Un par de aves del mismo nombre solían aparecer como el símbolo de la Hostería Las Perdices, una divertida y folclórica quinta de recreo nacida en el Camino a Las Perdices 276, en lo que iba a ser después la comuna de La Reina, por allá cerca de las márgenes precordilleranas al oriente del Gran Santiago. Había sido inaugurada en noviembre de 1955 por el folclorista, pintor, escultor, diseñador y hombre de varias otras habilidades, José Manuel Herrera, en la que fue una parcela de su propiedad desde hacía 15 años.

Antes de decidirse por abrir allí ese negocio propio tipo posada, el mismo terreno había sido alquilado por Herrera una sociedad formada por Mario Montero, Mario Gaete y Mario Fuenzalida, siendo llamado el lugar como la quinta Los Tres Marios, por lo mismo. Se trataba de una parcela de 4.000 metros cuadrados sembrada de naranjos, limones y membrillos, con muchas comodidades para el descanso y también espacios para quinchos. Sin embargo, iba tanta gente a la sazón hasta la misma parcela, especialmente los días festivos, que se organizaban espontáneamente celebraciones y la función de hostería o de fonda surgió por sí sola. La idea de habilitar una gran quinta de recreo allí le vino a la cabeza a Herrera cuando no encontró arrendatario para la misma y tras ofrecerla durante el año anterior, según parece.

Curiosamente, justo cuando el dueño estaba organizando la inauguración de la hostería sufrió un accidente vehicular, una medianoche a inicios de ese mismo mes y mientras venía con un amigo acompañante en un Jeep desde la localidad de Talagante a Santiago. Después de constatarse cuán machucados estaban en la Asistencia Pública, ambos quedaron detenidos en una comisaría pasando toda la noche allí, hasta que pudieron ser liberados gracias a afanosas gestiones y telefonazos de familiares y amigos. Herrera había mandado a tallar unos estribos y venía de comprar cerámicas talagantinas y pomairinas para la decoración de la quinta cuando venía de vuelta aquella noche, perdiéndose todo aquel material al volcar en el automóvil.

De esa manera, el patrón estaba totalmente golpeado, con tres costillas rotas y cojeando con un bastón cuando llegó el sábado 19 de noviembre a la apertura de su hostería. Su ilusión de conseguir una perdiz viva para la noche inaugural y mostrarla como mascota se había hecho imposible. Como pudo, entonces, arregló un gran almuerzo campestre con tarjetas de invitación pintadas a mano, en donde aparecía un huaso "mata caballo" con su china al anca. Este almuerzo correspondía a perdices escabechadas, como homenaje al nombre que adoptó para su amplio establecimiento.

La celebración inaugural tuvo por invitado a Manuel Danneman vestido de huaso y haciendo rimas popularmente asociadas al oficio del payador. Bailaron cueca y tonadas Virginia Contreras, Cuca Valenzuela, Marta Achondo, Fernando Moro, Maruja Zamudio y Humberto Ovalle, mientras tocaban las guitarras Roberto González, Raúl de Ramón, Manuel Rodríguez y Hernán Undurraga, acompañando los temas cantados por María Eugenia Silva. La crítico de espectáculos Yolanda Ross estuvo en el evento y recordaba sólo unos días después, en "La Nación":

Entre "tamboreos y huifas" la fiesta de inauguración de Las Perdices, que comenzó con un almuerzo campestre, se juntó con un cóctel al que habían sido invitadas otras personas y, con la comida, a la que no se había invitado a nadie, pero que reunió a los que llegaron antes, a los que llegaron después y a los que llegaron en la noche a ver la iluminación, la luna y las estrellas.

Desde aquella apertura, la carta del establecimiento tendría propuestas típicas y tradicionales para el paladar, como la cazuela de ave, las empanadas de horno, asado a las brasas, ensalada a la chilena y el mote con huesillos. No se privó de sofisticaciones más internacionales, sin embargo. Vino y borgoña se bebían en grandes jarras, en sus mesas bajo techo y en los comedores de verano. Y a pesar de su perfil un tanto más popular y rústico que otros centro bohemios, tenía también su espacio reservado a comentarios de las páginas sociales, en especial durante los años cincuenta.

Fotografía histórica fechada en 1958, con las inundaciones del sector de avenida Ossa y Príncipe de Gales. Atrás se observa un vistoso cartel publicitario de la Hostería Las Perdices.

Lucho Gatica y Mapita Cortés bailando cueca en la hostería, en julio de 1968. Imagen de revista "Ecran".

Imágenes de la misma celebración a Lucho Gatica en la hostería, año 1968, en la revista "Ecran".

Cronistas, escritores, dramaturgos y poetas no pudieron faltar a la convocatoria de la Hostería Las Perdices. Para qué decir los artistas escénicos, plásticos y músicos, quienes la volvieron su casa. El periodista Luis Sánchez Latorre, usando el pseudónimo de Filebo, escribía en "Las Últimas Noticias" del domingo 6 de marzo de 1988, bajo el título "Recuerdos de Armando Cassigoli (1928-1988)":

En 1965, con Braulio Arenas, Fernando Alegría, Eduardo Frenk, Guillermo Blanco y Arturo Aldunate Phillips organizamos, en el mes de mayo, un encuentro de Escritores en La Reina. Lo llevamos a cabo en la Hostería Las Perdices. Alrededor de la convocatoria se reunieron unos cien hombres de la cultura. Desde Samuel Román Rojas, escultor, hasta Raúl Ruiz, entonces incipiente autor teatral, no todavía cineasta, pasando por el P. Alfonso María Escudero y Nicanor Parra. No olvido que el simposium obligaba a encender fogones y a descorchar botellas por tratarse del día más frío del año. Julio López Blanco, cronista de “Las Ultimas Noticias”, tuvo a su cargo la reseña cuidadosa y perspicaz del acontecimiento. Nadie sospechaba que un día unos partirían para un lado y otros para otro. Hugo Correa, autor de “Los Altísimos”, abrazaría la causa del régimen militar que nos gobierna. Fernando Alegría se encargaría de hacer la virulenta crítica del sistema. Hacia el fondo del enorme salón que ocupábamos en la hostería a la hora del almuerzo, unos ventanucos casi inadvertidos servían a dos “veedores de piedra” para mofarse a su gusto de los numerosos comensales. Dichos “veedores”, que habían rechazado de antemano cualquier invitación, eran Enrique Lafourcade y Armando Cassigoli. Sólo querían mirar y reír. Así funcionaba su vena humorística. Más tarde, en agosto de 1969, al comenzar en Viña del Mar (Hotel O'Higgjns) el coloquio de escritores latinoamericanos preparado por la SECH, Armando Cassigoli se nos acercó alegre y paladinamente para decirnos que “tenía la misión de promover la ruptura del encuentro”. Sorprendidos, le preguntamos por qué y para qué. Nos contestó: “Porque sí y para bueno”. En verdad, sólo la amargura del destierro pudo borrar la simpatía de su peculiar nihilismo.

Después de creada la comuna de La Reina en 1963, la municipalidad había hecho algunas actividades interesantes de instrucción ciudadana en la misma quinta vecina. Una de ellas tuvo lugar a las 11 horas del domingo 18 de diciembre de 1966, con una exposición sobre políticas de desarrollo comunal. También era un lugar de reunión de políticos y partidos, pues, según una superstición más basada en chistes que en creencias reales, la hostería atraía la buena suerte a los hombres públicos y conglomerados por corresponder a un local con nombre de ave "sin cola".

Las celebraciones de septiembre y diciembre de cada año eran enormes en la hostería, incluso prolongándose hasta los años con dificultades para la reunión y el trasnoche. Varias veces estuvo allí folclorista Margot Loyola y su conjunto, en los sesenta. En julio de 1968, el fotógrafo de la revista de espectáculos "Ecran" retrató también al bolerista Lucho Gatica bailando cueca dentro de la hostería, junto a su esposa la hermosa actriz protorriqueña-mexicana Mapita Cortés (María del Pilar Mercado). "Nos confesó Lucho Gatica que uno de los momentos más felices que pasó en esta breve temporada suya en Chile fue aquella simpática fiesta que le ofreció ECRAN en el restaurante de turismo Las Perdices (Comuna La Reina)", diría la nota.

Puede decirse que, alrededor de ese mismo año, la Hostería Las Perdices estaba en su punto más alto como parte de la moda al final de las noches de oro y plata de Santiago, junto a otros establecimientos famosos de avenida Apoquindo, La Reina, Irarrázaval y Las Condes. Sucedía que el público de alta sociedad los tenía por favoritos de la noche a fines de la señalada década y el poder de compra de la clase media permitía imitarlos y seguirlos. Esto sucedía mientras otras formas de diversión popular y bohemia ya iban a la baja. Entre ellos estaban también clubes y drives como la famosa discoteca Las Brujas, el Sheraton San Cristóbal, La Pirámide y unos años más tarde el Bali Hai de avenida Colón, espacios que tomaron la posta de boîtes que ya habían caído, como el Tabaris, el Club de la Media Noche, el Orleans, el restaurante del Cerro San Cristóbal y el café El Mundo, entre muchos otros.

La agenda de centros como Las Perdices absorbió la clientela y la cartelera que se iba perdiendo del Santiago más céntrico, en consecuencia. Hubo, así, otros eventos relacionados con la Radio del Pacífico en el restaurante, además, con un desfile de artistas que duró 24 horas, a propósito del aniversario 36° de la estación. Tocaría música en el lugar el flamante quinteto Los Áureos, dirigido por Tito Contreras. Y, ya en octubre, se celebró en el lugar a los premiados del recién concluido Festival de Aviación, con presencia de periodistas de la revista "Ecran" y el periódico "La Tarde". Tocó en vivo el grupo Los Troveros, integrado por alféreces de la FACH, el cantante Badi y una orquesta en la que el baterista era Juan La Rivera y el guitarrista Miguel Ángel San Martín, ambos figuras de Radio Chilena. También hubo exposiciones de arte en la quinta, como la del artista sanfelipeño Alfredo Osvaldo Aliaga Santos en 1970, quien había sido amigo del dueño.

Herrera cuidaba la presentación y agrado de la quinta, no sólo en los espacios principales de convivencia social en su interior. Se sabe que cultivaba allí rosas de todo tipo, con jardines que parecían vergeles, y mantenía también un bosque casi como de cuentos dentro de la propiedad, en donde había algunas de sus esculturas entre sombras, senderos y árboles. Modernizado en sus conceptos y ofertas, además, implementó servicios de discoteca, drive-in y abrió los clásicos jardines y pérgolas alrededor de su piscina.

Sin embargo, a pesar del más bien relativo compromiso político de Herrera en aquellos años, la hostería se volvió un lugar atractivo para los personeros del gobierno de la Unidad Popular y sus simpatizantes durante el mismo período. Entre los soñadores aquellos estaba el folclorista Roberto Parra, quien de hecho pasó una larga temporada quedándose allí desde 1972-1974, más o menos. A veces, cuando había paro de transportistas, era llevado hasta allá por Víctor Jara conduciendo su automóvil, después de las presentaciones en la quinta de calle Carmen.

Roberto Parra en la Hostería Las Perdices, 1974, en fotografía de María Isabel Fernández. Publicada en "Roberto Parra. La vida que yo he pasado".

Aviso y nota sobre la celebración del Año Nuevo 1978 en la hostería en "La Segunda".

Roberto y Nicanor Parra, Catalina Rojas y José Manuel Guerra hacia 1980, reunidos en la Hostería Las Perdices en los últimos tiempos de actividad de la misma.

La viuda de Parra, doña Catalina Rojas, recordaba que el primo del dueño de la quinta, el abogado y ex candidato a diputado radical de 1972, Patricio Hurtado, había pedido a su marido que compusiera una cueca para su campaña política. De esta petición nació "Escobar pescó la rienda" (ver "Soy zurdo de nacimiento", editado por Micaela Navarrete y ‎Maximiliano Salinas):

Escobar pescó la rienda
de su caballo alazán
lo apoya toda la juerza
de la Unidad Popular.

Médico es Escobar
igual que Allende
el pueblo está conciente
y lo defiende.

Y lo defiende sí
los compañeros
triunfaremos en marzo
saldrá primero.

Escobar ya es nombrado
el diputado.

Sin embargo, estos enredos con el oficialismo allendista traerían grandes problemas al dueño, después de septiembre de 1973: dicen que Herrera acabó detenido y pasado por el temido cuartel de Tejas Verdes. A pesar de todo, quedó en libertad y la hostería pudo continuar funcionando y recibiendo a algunos ilustres, siendo aún presentada frecuentemente como "Restaurant de turismo" en aquellos años.

Para el Año Nuevo de 1978, en un engañoso y efímero resurgimiento de la bohemia nacional, la fiesta incluyó al Conjunto Trigal y un espectáculo de cantos y bailes de la Isla de Pascua. La noche incluyó cotillón, regalos importados, magnífica iluminación, "sour goteado en whisky importado" y shows programados para las 1, 2 y 3 de la mañana. La cena fue de centolla seven seas, salsa americana, crema de espárragos, filete o pavo sauce financiére, panadfé de verduras, las infaltables papas duquesas o doradas y una especialidad de la casa llamada bomba helada Las Perdices, además de café moca, champagne y media botella de vino de las viñas Concha y Toro o Santa Helena... Todo por 430 pesos.

La crítica culinaria de ese mismo mes de diciembre de 1977 decía sobre Las Perdices, en la lista de recomendaciones para el Año Nuevo del "Rey señor de las Picadas Chilenas", Pantagruel (Juan Rubén Valenzuela), en el diario "La Segunda":

En el camino de Las Perdices N° 276, fono 274238, está la preciosa "HOSTERÍA LAS PERDICES", del famoso globe trotter José Manuel Herrera, pintor, folclorista y tañedor de guitarra. Su cena de Año Nuevo dará mucho qué hablar por su fastuosidad y moderado precio. Tomemos en cuenta que todo el mundo tendrá acceso a su fantástica piscina iluminada y a contemplar en sus aguas las evoluciones del Ballet Acuático. Asistirán de invitados interesantes artistas, probablemente, entre ellas, Fresia Soto y Rosita Salaverry. Es un magnífico lugar para manifestaciones y banquetes. Bellos jardines. Moteles familiares. Terrazas con barbecúe. Es un lugar como para no moverse, y en donde se puede disfrutar de sabrosas comidas chilenas e internacionales.

Todavía hacia 1980 continuaban asistiendo a la hostería Catalina y los hermanos Roberto y Nicanor Parra, participando de alegres reencuentros con Herrera. El público del restaurante envejeció con él, aunque la actividad de los artistas y músicos de antaño se fue haciendo menos. Sin embargo, la persistencia de la famosa quinta en aquel barrio cada vez más moderno y urbanizado, ya estaba sentenciada.

Después de cerrado el restaurante y vendido el terreno, el lugar en donde existió la Hostería Las Perdices fue reconvertido. Hoy está desaparecida la quinta como tal, de hecho: se hizo humo con dirección y todo, dados también los cambios en la vialidad de aquellos barrios alrededor del sector en donde están la Municipalidad y el Campo Militar de La Reina. ♣

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