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OTRA PILA DEL GANSO EN EL BARRIO DE LA ESTACIÓN CENTRAL

 

Fachada del establecimiento en la Alameda, año 2009.

Puede sonar raro, pero existieron dos fuentes llamadas Pila del Ganso en el mismo sector tan tradicional de la Alameda Bernardo O'Higgins en Estación Central. Sólo una de ellas es la conocida pileta todavía ubicada por ahí, por el cruce de la ex avenida General Velásquez, sobreviviendo a robos, atentados, daños accidentales, cambios de ubicación y mitos urbanos bastante especulativos sobre su supuesto origen como trofeo de guerra traído desde Lima durante la Guerra del Pacífico. La fontana con la estatua de bronce italiana, conocida como El Niño de la Oca, permanece aún en la proximidad de la ex Estación Pila del Ganso, hoy llamada San Alberto Hurtado.

La otra fuente, aquella que nos distrae, se ubicó por largo tiempo a sólo unos cuantos pasos de pasos de la original de bronce: era la fuente de soda, bar y restaurante Pila del Ganso, popular boliche remontado a los días en que viajeros de la estación de trenes y al público de las compañías de circos del barrio dan una animosa vida a aquellas cuadras, hoy bastante mustias, opacas y cada vez más peligrosas. Tal como la fontana original tuvo sus propios mitos, pues muchos decían en aquel sector al poniente de Santiago que el negocio llevaba varias décadas situado en el mismo lugar, en Alameda Bernardo O'Higgins 3889-3895. Su nombre lo tomó, obviamente, de esa misteriosa pileta ornamental que se ha vuelto el símbolo y topónimo local, uno de los ornamentos más históricos y costumbristas de toda la capital.

Sus carteles luminosos, señalando en grandes letras rojas el nombre del establecimiento también reproducían el icono del Niño de la Oca como símbolo casi corporativo del negocio, aunque con un acabado de cierta ingenuidad en el trazo artístico. Dada su su posición cómoda y quizá privilegiada en esta avenida, además, se pudo observar desde sus mesas y por las ventanas ambos dos pisos el paso de las épocas doradas del ferrocarril, de los viejos microbuses de colores y del comercio popular de Estación Central.

De acuerdo a la versión que daban los propietarios y algunas empleadas a los curiosos llegados hasta sus comedores, la historia del establecimiento habría comenzado con un local anterior y que había sido fundado hacia la década del cincuenta, aunque no tenemos claro cuál era el nexo entre ambos. La presentación para una desaparecida guía virtual de restaurantes y bares santiaguinos hacia los días del Bicentenario Nacional decía que fue en 1954, pero este dato parece impreciso. Lo seguro es que con el nombre de Pila del Ganso y sus primeros dueños destacados en la caña de gobierno, ya figuraba allí en la dirección en los ochenta.

Nacido con características de bar y restaurante popular, coqueteando con la identidad de las "picadas", al inmueble que lo alojaba se lo podía distinguir desde afuera por sus vistosos aleros de tejuelas clásicas. Detalle tan estético como funcional: durante las lluvias de invierno, alejaban generosamente el agua de la cabeza de los transeúntes marchando o esperando locomoción colectiva por este tramo de la cuadra, adyacente al famoso terreno de los circos de General Velásquez. Los dos accesos del local adelantan con varios carteles y anotaciones en los vidrios parte de la amplia carta de su cocina.

Pantagruel con el personal del restaurante Pila del Ganso en imagen publicada por "Las Últimas Noticias", febrero de 1990.

La Pila del Ganso original, de bronce y en el bandejón de la Alameda Bernardo O'Higgins. Ya no tiene su canto de aguas del pasado, pero sigue siendo icono y fuente toponímica del barrio.

 

La otra Pila del Ganso, que estuvo ubicada a escasa distancia de la fuente artística. Desde ella fluían cervezas y vinos en lugar de aguas.

Fachada del establecimiento Pila del Ganso, vista hacia el año 2009 desde el bandejón de la Alameda. Se distinguen sus mamparas, ventanales y el característico alero de tejuelas.

El negocio se puso en marcha siendo propietado por don Hernán Vives Ahumada, joven comerciante hijo de iquiqueños, quien era experimentado también en la cocina. Cuando Juan Rubén Valenzuela, el cronista Pantagruel, lo visita y recomienda en "Las Últimas Noticias" del domingo 4 de febrero de 1990, el negocio ya tenía incorporados también fuertes rasgos de fuente de soda en una de sus secciones. Los cocineros eran entonces los hermanos Julio y Luis Beltrán, más su discípulo y ayudante Enrique Sepúlveda. Así describe al lugar el cronista:

Este es un restaurante muy especial. Lo precede afuera, al oeste, la fuente de soda. Excelente cerveza para dar apetito. Y adentro el bar comedor, macicez en las mesas y sillas. El mesón del bar, al lado oeste, revestido de capitoné, tiene una barra espacial para pie andariego, y los tragos que el paladar requiera. En los muros, pinturas de egregio pincel, a tono con la construcción española colonial. Hay también un piano, en donde teclea el maestro Encina viejas romanzas y melodías actuales. Las mesas las atiende Juanita, "glamorosa" y sonriente. Detrás de esto, el cenadero del fondo, muy discreto a luz regulable (...) Se atiende de lunes a sábados. El segundo piso, elegante y cómodo, es pintado para bailes y recepciones.

Para aportar más detalles del período cuando había pasado a ser propietado por la la sociedad Gallardo y Beltrán hermanos Ltda., poco antes del Bicentenario Nacional, al entrar al Pila del Ganso el cliente podía encontrarse con la sala principal similar a la de otras antiguas fuentes de soda o cervecerías típicas de la Alameda, pero con la amplia y colorida barra descrita en donde abundaban los pitchers, las jarras de schops y las gaseosas. Tras ese mesón, una hilera de refrigeradores helaban bebidas y estaban a cargo de alguna de las jóvenes camareras que allí trabajaron, quienes los recorrían en toda su extensión durante los días de más actividad complaciendo los pedidos de la clientela. Se decía también que en las mesas del lugar solían reunirse grandes cantidades de comensales durante los días de partidos de fútbol, prefiriendo a veces una salita familiar con cuadros antiguos o bien el segundo nivel.

El establecimiento contaba también con la sala de bar y comedores algo más refinados, de moderna elegancia. Era un piano-bar como sugiere Pantagruel, aunque con características que no estarían lejos de algún pub nocturno. Mezclaba elementos de mayor intimidad con decoración clásica, pero la barra de tragos, incluso en su iluminación y repisas para licores, era la más sofisticada dentro de todo el conjunto. Se notaba que los administradores habían invertido esfuerzos en la ornamentación y el carácter de este salón, como puede deducirse.

Por las escalas al costado del local, en tanto, se accedía al indicado segundo piso, aunque al final había cambiado levemente respecto de cómo lo describen en la crónica citada. Allí el ambiente también era familiar y más reservado, tentación para reuniones de amigos. Correspondía a un comedor sencillo en donde predominaban las maderas y las tablas crujientes en el suelo, con otros cuadros o postales paisajísticas de gran tamaño decorando el muro principal, atrayendo -de paso- la atención de los clientes si la televisión no estaba encendida. Cómodo y acogedor, recordaba un poco a los típicos restaurantes de puertos, aunque por sus ventanas no se viera la cautivadora vastedad oceánica, sino la marea interminable de vehículos transitando por la Alameda.

Los estados históricos de crecimiento en la Pila del Ganso también habían quedado reflejados en su amplia carta, confiada al talento del entonces patrón, don Julio Beltrán, además de capitán de cocina. La oferta rápida era la típica de una fuente de soda nacional y también servicios de cafetería: completos, italianos, churrascos, perniles, chacareros, Barros Jarpa, Barros Luco, etc. Sin embargo, instalado en un barrio tan tradicional y folclórico como la Estación Central, el restaurante no podía desentenderse de la buena oferta general de comidas típicas chilenas y algunas delicadezas rayanas en el gourmet.

Acceso a la sala más reservada de los comedores y bar, desde el sector compartido con la fuente de soda hacia el frente del establecimiento.

 

Sector de la barra de la Fuente de Soda, en la sala junto a las escaleras que llevaban al segundo piso.

 

Barra del sector bar, con mesón de atenciones del sector pub dentro del mismo establecimiento.

 

Mesas populares, en la sala del segundo piso del local, cuyo aspecto tenía cierta evocación a los restaurantes de balnearios.

 

El trago terremoto que se ofrecía en La Pila del Ganso hacia sus últimos años, especialmente en las estaciones cálidas.

Destacaron en sus tenedores el chancho a la greda  y las parrilladas "completísimas", como enfatizaba Pantagruel. Estaban disponibles las económicas colaciones de carbonadas, pantrucas (o pancutras), tallarines o porotos granados. El menú ejecutivo, en cambio, contaba con entradas, plato de fondo que podía ser carne de vacuno, cerdo o pollo con los respectivos agregados. Había disponibles también escalopas a la milanesa, filete suizo con queso caliente, lomo a la peruana, etc. Hacia el año 2010, además, estaba disponible la opción comprar platillos para llevar.

Los productos marinos no se ausentaban en esos manteles: mariscos, pescado frito e incluso delicadezas como la corvina con salsa de camarones. Una especialidad de la casa creada por el propio Vives Ahumada fue el Congrio Pila: se preparaba con dos porciones de congrio al sartén y en mantequilla, más 500 gramos de camarones y luego se servía en un plato acompañado con machas a la parmesana y papas duquesa. Esta delicia parece haber dejado complacido a Pantagruel, dicho sea de paso, ya que elige esta receta para incluirla en su descripción.

Toda la variedad y pluralismo de la cocinería criolla y mixta se repetía en la carta de tragos, ciertamente: cervezas y shops en la fuente de soda; piscos sour, aperitivos y tragos de barra o en el piano bar. La oferta más tradicional y popular iba por los vinos. Se incorporó también al clásico trago terremoto (que es todo un símbolo del barrio Estación Central) en sus últimos años de actividad, junto a la ya clásica propuesta de los ponches, el borgoña y la irrenunciable malta con huevo.

Finalmente, cabe señalar que la clientela del Pila del Ganso había llegado a ser igual de surtida que su oferta, como suele suceder con las fuentes de soda y "picadas" populares. Su proximidad al barrio de la Universidad de Santiago la había hecho atractiva a algunos estudiantes, especialmente en las horas de colación o las salidas de clases al inicio del fin de semana. Lo mismo sucedía con los viajeros de los cercanos terminales de buses. Con 300 metros cuadrados y tres salas principales, entonces, a la sazón sus patentes eran como cantina, expendio de cervezas, restaurante diurno-nocturno y establecimiento comercial.

Constituyendo en su apogeo otro fuerte refuerzo nominal al nombre en el vecindario de la Pila del Ganso, todavía después de habérsele retirado tal denominación a la vecina estación del Metro, algunos cambios de políticas dentro del local fueron muy inapropiadas y hasta injustificadas en su último período, como no permitir tomar fotografías interiores por razones que sólo conocían y comprendían sus propietarios... Una lástima, porque quizá quedarían más imágenes para el recuerdo de un establecimiento cuya veta ya se acababa y que ya estaba cerca de cerrar su ciclo de vida.

Fue una alerta para todos quienes habían pasado por sus comedores la noticia de la puesta en venta de su derecho a llaves, hacia 2021, seguida del cierre del mismo establecimiento en plena crisis sanitaria del Coronavirus. El espacio comercial fue remodelado radicalmente, a continuación. Hoy, pertenece al restobar Imperium, que modificó también la pintoresca fachada y el interior para ofrecer allí su carta de comidas, principalmente peruanas y fusiones.

Corrieron algunos rumores entre los habitués de la Estación Central sobre las razones de fondo que hicieron sobrevenir su final del querido negocio, incluyendo noticias sobre drásticas bajas de público o supuestos síntomas negativos en la calidad de su oferta, anticipando lo que se venía. Nada seguro, pues todo indica que el público no le daba la espalda hasta muy poco antes del cierre, especialmente desde los usuarios de los terminales de buses. No pudiendo confirmarlos, es preferible pensar que al bar y restaurante Pila del Ganso sólo se lo llevó el tiempo. ♣

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