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LOS CONVULSIONADOS AÑOS DEL CAFÉ EL VOLGA

Calle San Diego en 1931, en imagen de los archivos fotográficos de Chilectra.

El mítico café El Volga estuvo en el barrio donde se produce el encuentro de las vías San Diego y Manuel Antonio Matta. Su popularidad comenzó casi desde recién abierto en los años treinta, por tratarse de un negocio frecuentado por una generación romántica de socialistas transitando por la antesala la Segunda Guerra Mundial. Eran años de inmensa agitación política, tanto nativa como importada, con los efectos de la Gran Depresión habiendo hecho caer al gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y en los que se sacaban lecciones también desde los magros experimentos recientes, como la efímera República Socialista de 1932.

Establecimiento inició sus días al servicio de la bohemia y la intelectualidad hacia julio de 1935, tras ocupar un local comercial en la dirección de calle San Diego 1267, mismo que había pertenecido sólo hasta el mes anterior al emporio y depósito de licores Planas, puesto a remate por el martillero de hacienda don Julio J. Contardi. Muchos años antes, en 1917, la misma dirección había pertenecido a una peluquería que fue propiedad por don Antonio de Francisque; y, diez años después, todavía antes de volverse depósito de licores, habían sido también el local de un centro de costuras y tejidos.

El barrio estaba bastante influido por la actividad propia del cruce de los ejes San Diego y Matta, como podrá suponerse. Abundaban la vida recreativa, los espectáculos y las noches con algo de bravura. Al otro lado de la conjunción de calles, más al norte, brillaba ya el Teatro Esmeralda y estaba siendo construido el Teatro Circo Caupolicán. Los intelectuales más jóvenes se mezclaban con trabajadores del comercio o de algunos talleres del mismo sector en todos aquellos restaurantes y bares, como los obreros de una famosa fábrica de catres de entonces llamada La Iberia, con gran prestigio desde su fundación en 1926 y cuyo nombre aún se puede leer en la dirección de San Diego 1245-1249, a sólo pasos de donde se hallaba el café El Volga.

Las mismas cuadras concentraban, en consecuencia, a varios otros clubes, salones de dancing y algunas de las primeras fuentes de soda en ofrecer el aspecto comercial moderno que hasta hoy mantiene el rubro. Además, era un sector de Santiago en donde tuvieron sus sedes los miembros del partido demócrata y algunos radicales, así que producía cierta atracción connatural a determinadas corrientes políticas. Roberto Merino comenta también que, al lado de El Volga, estaba otro café llamado Los Inmortales, en donde trasnochaban el escultor Carlos Canut de Bon y sus amigos. El nombre se debía a que este negocio carecía de uno hasta que la dueña pidió a los comensales una sugerencia para bautizarlo, solicitud a la que estos habrían contestado: "No crea que porque nuestros zapatos están rotos y raídos nuestros gabanes la posteridad va a ignorarnos. Nosotros señora, somos inmortales, y este lugar de comunión debe llamarse así".

Inicialmente llamado Cafetería Popular y atendido por su propio dueño, a poco de haber abierto el negocio hacía un llamado a las señoritas que quisieran trabajar en ese local, pues sus meseras fueron principalmente chicas jóvenes. Su proximidad al desaparecido Teatro Imperial, en San Diego 1344 (en donde existe ahora un alto edificio residencial), parece haber aportado otra buena parte del público que frecuentó al café, ya que era frecuente que los concurrentes a las obras de comedia, revista, teatro y cinematógrafo hicieran paradas antes o después en los bares y restaurantes cercanos a las salas.

Sector de calles San Diego y Santiago en agosto de 1922, muy cerca de donde llegó a instalarse después el café El Volga. Imagen de los archivos fotográficos de Chilectra.

Héctor Barreto (1917-1936), poeta y cuentista caído trágicamente una noche de invierno, durante un enfrentamiento con nacionalsocialistas desatado en el café El Volga.

Nota del diario "La Nación" del domingo 21 de julio de 1935, sobre el llamado de El Volga, llamado por entonces Cafetería Popular, para damas que quisieran trabajar como camareras en el establecimiento.

Cabe observar que había otras Cafeterías Populares en San Diego, por esos años. Una llamada Cafetería Popular N° 3 se ubicaba en la esquina con Eleuterio Ramírez y fue propiedad de don Rafael Lasalvia, administrada por Carlos San Bosco Rolandi. Lamentablemente, se incendió en durante la madrugada del viernes 1 de noviembre de 1935, consumiendo parte del edificio de don César Augusto Errande en que se hallaba, aunque este contaba con seguros contratados.

No sabemos si fue la influencia de un público simpatizante del bolchevismo y los socialismos europeos lo que llevó al rápido cambio de nombre del Café Popular por el de El Volga, o si acaso fue esta denominación la que atrajo a izquierdistas que ya comenzaban a oír con atención las noticias sobre la crisis política que conduciría a la Guerra Civil Española, esa suerte de preámbulo o introducción a lo que esperaba a Europa sólo unos años después. El nombre evocando al conocido río ruso coincidía, además, con el período de la industrialización de la Unión Soviética tras la colectivización, con la figura de Iósif Stalin ya en la cúspide y faltando poco para el estallido de la Gran Purga. Eran graves sucesos históricos que también desataban pasiones a favor o en contra por este lado del mundo, evidentemente.

Siendo importante entre el público de El Volga la feligresía de filiación comunista y socialista, entonces, no es menos cierto que muchos clientes de otras tendencias llegaban hasta ese y los demás cafés del barrio, separándose por mesas para evitar los roces y las discusiones, aunque a veces sin conseguirlo. También arribaban al lugar pintores, artistas, escritores, miembros de la Escuela de Artes Aplicadas y de grupos gremiales.

Uno de aquellos jóvenes socialistas y quien figuró entre los fundadores de la Generación del 38, el escritor Héctor Barreto, llegó allí una noche en horas de la madrugada encontrándose con unos amigos también literatos. Lamentablemente, se produjo una riña con un grupo de nacionalsocialistas que entraron también a El Volga, continuando la escaramuza después en la calle, por el sector de Serrano con Matta. Allí murió Barreto a sus 19 años, alcanzado por una bala y golpeado en agosto de 1936, en un caso que produjo profundo impacto en aquellos años. Hablaremos más de su tragedia en una próxima entrada de este sitio, ya que fue un verdadero drama para el ambiente bohemio de esos años y la principal razón por la que muchos aún recuerdan a El Volga.

El café continuó siendo un centro de actividad social y popular durante todo el resto de aquella década y al menos una parte de la siguiente, con esa clientela tan adicta a los discursos políticos y las proclamas de la izquierda. Aparece también como lugar de venta de entradas para el homenaje que organizó en 1939 el Partido Comunista para el flamante presidente de la República, don Pedro Aguirre Cerda, realizado en el Teatro Caupolicán. Para alegría de los clientes de El Volga, el candidato del Frente Popular había logrado derrotar al ex ministro Gustavo Ross Santa María tras la unidad generalizada de los sectores populares del electorado que se desató contra el presidente Arturo Alessandri Palma, como consecuencia de la infame Masacre del Seguro Obrero ocurrida el 5 de septiembre del año anterior, tras ser aplastado un utópico intento de levantamiento de jóvenes nacionalsocialistas.

Ya hacia 1950 apareció un nuevo Café o Cafetería Popular en la misma calle, propiedad del destacado ex boxeador nacional Arturo Godoy. El lugar que ocupaba El Volga, en cambio, desapareció completamente y hoy está reemplazado por un feo y destartalado galpón que ocupa su ex dirección de San Diego 1267, usado alguna vez como espacio comercial.

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