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HOSTERÍA LAS ROSAS: EL ANTES Y DESPUÉS PARA LAS CARRERAS DEL CLUB HÍPICO

La orquesta de músicos de la Hostería Las Rosas, en 1952. Fotografía del archivo de Iván Díaz, publicada en "¡Hagan un trencito!" de Lorena Ardito Aldana, Eileen Karmy Bolton, Antonia Mardones Marshall y Alejandra Vargas Sepúlveda.

La quinta de recreo, centro gastronómico y dancing club Hostería Las Rosas estuvo en los altos de la desaparecida dirección de avenida Blanco Encalada 2785, casi con Bascuñán Guerrero, comuna de Santiago. Su espacio era el segundo piso de un edificio de zócalo comercial y planta trapezoidal que daba forma a esta esquina, cercana al Teatro Blanco Encalada. Esto es, a su vez, casi en las puertas de los barrios más relacionados con la Estación Central y a escasa distancia también del Club Hípico. Formó parte de las varias atracciones del barrio, de hecho, como la aún existente cantina El Hoyo y otras ya extintas, como el clásico restaurante Mervilles y después la boîte La Nuit.

El establecimiento se había enclavado en aquel lugar como restaurante con música y espectáculos en vivo, además de grandes bailables repetidos todas las semanas. Fueron famosas sus parrilladas y sus servicios de banquetes. Su cartelera, en tanto, incluía artistas nacionales e internacionales, generalmente provenientes de la actividad radial. Contaba con conjuntos musicales estables, algunas de largas temporadas allí, adquiriendo así cierto carácter de "filórica", como se llamaba entonces a los salones de baile herederos de las antiguas filarmónicas.

Como puede adivinarse por su ubicación "a un paso del Club Hípico" como enfatizaba en sus aviso, la hostería fue uno de los establecimiento favoritos para los concurrentes a las famosas carreras de caballos, especialmente de los apostadores y quienes trabajaban en el rubro. Por esta razón, el gremio hípico de Santiago (directores del llamado Comando Hípico, empleados de studs, preparadores, propietarios de caballos fina sangre, jinetes, cuidadores y demás relacionados con la hípica) escogió a aquel local para proclamar formalmente su adhesión al candidato presidencial Arturo Matte Larraín, hacia las 18 horas del miércoles 13 de agosto de 1952.

Más de 1.500 personas entraron en la ocasión hasta aquel cómodo y amplio espacio con pista de baile y mesas, portando banderas chilenas, afiches y retratos del presidenciable. Y, tras los encendidos discursos de apoyo, el acto político fue bastante bien utilizado como parte de la propaganda del comando de Matte Larraín y por la prensa comprometida con su candidatura. Sin duda, no debe haber sido el único evento de estas connotaciones realizado en la Hostería Las Rosas.

Una relación parecida conseguía el negocio con los obreros y funcionarios del cercano servicio de ferrocarriles, considerando que en la noche del martes 1 de septiembre del año siguiente los trabajadores ferroviarios ofrecieron allí un banquete en honor a don Pedro Foncea Aedo, por entonces candidato a las parlamentarias y quien había tenido un pasado como miembro del Movimiento Nacional Socialista Chileno, después militante de la Vanguardia Popular Socialista y del Partido Agrario Laborista. No consiguió el escaño de senador, pero sí se desempeñó después como director del Servicio de Seguro Social y luego como ministro del trabajo, durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo.

Otros concurrentes asiduos del establecimiento eran los deportistas de diferentes disciplinas y clubes, probablemente por la proximidad del Parque Cousiño, hoy O'Higgins. Su llegada era algo que despertaba pasiones entre sus respectivos admiradores y alguna vez también entre los propios protagonistas. Se cuenta al respecto que, en los años sesenta, hubo una riña allí entre el futbolista y ex seleccionado nacional Leonel Sánchez, símbolo perenne del Club Universidad de Chile y de Mundial del 62, y el boxeador profesional Alfredo Cornejo, ex medallista de oro en los panamericano de Chicago en 1959, con una brillante trayectoria junto a su hermano Joaquín... O Sánchez peleaba muy bien, o Cornejo habría estado pasado de copas, pero la misma historia dice que aquel no fue su mejor combate. Un testimonio asegurando real esta riña pertenece al ex cliente de la hostería, don Hernán Ávila, miembro del grupo Clásicos del Fútbol de redes sociales, asegurando haber estado presente en aquel pugilato cuyas razones ya se olvidaron.

Hay más información interesante en la entretenida obra "¡Hagan un trencito! Siguiendo los pasos de la memoria cumbianchera en Chile (1949-1989)", de las investigadoras Lorena Ardito Aldana, Eileen Karmy Bolton, Antonia Mardones Marshall y Alejandra Vargas Sepúlveda. Allí encontramos que el bongosero Iván Díaz, miembro de grupos como Los Caribes y más tarde Los Rumberos del 900, había comenzado su carrera en la Hostería Las Rosas cuando vivía a poca distancia de allí, según recordaba ya siendo un anciano:

Empecé, la primera actuación fue la Hostería Las Rosas póngale no más. 1953 debuté en Bandera, en una boîte que se llamaba Hollywood, en la orquesta Los Caribes que eran cinco no más en ese tiempo. Me llevó una bailarina a mí allí. Y el dueño me vio tocar y me dijo que me quedara con la orquesta y que acompañara el show...

(...) en Blanco Encalada quedaba la boîte Las Rosas, y yo vivía en San Alfonso, a dos cuadras de Blanco, y me bajaba siempre en Bascuñán, y ahí escuchaba a los músicos y no sabía qué era yo en ese tiempo, entonces yo siempre me pasaba a tomar una malta a una fuente de soda que había bajo de la... porque la quinta estaba en un segundo piso. Hasta que un día había unos músicos todos vestidos iguales, los que estaban por aquí, estos, ¿ve? Estos eran de la Hostería Las Rosas, en Blanco con Bascuñán.

Un día de aquellos, Díaz invitó a esos mismos músicos a tomar malta con él e hizo buenas migas con todos, subiendo poco después hasta los altos para conocer su música tropical en vivo. Allí hizo gran amistad con el tumbador Miguel Rivera, su gran compadre, el que lo metió en el grupo poniéndolo a cargo de unos bongoes que fabricó el propio padre carpintero de Díaz, aprendiéndolos a tocar de forma expedita. Era el año 1952, permaneciendo uno o dos más en la hostería antes de emigrar al boliche de calle Bandera, siendo ya más profesional.

El público del Club Hípico de Santiago fue proveedor de mucha de la clientela de la Hostería Las Rosas. Fotografía de la Imprenta Turismo, años treinta, publicada en el sitio de la Biblioteca Nacional Digital.

Club Hípico de Santiago, carrera El Ensayo en su versión de 1948, en la "Guía del Veraneante" de la Empresa de los Ferrocarriles del Estado. Fuente imagen: Memoria Chilena.

Atracciones de la ya entonces llamada Hostería La Rosa en agosto de 1955, publicado en el diario "El Clarín".

Vista del edificio de Blanco Encalada con Bascuñán Guerrero en donde estuvo la Hostería Las Rosas. El establecimiento se ubicaba en el segundo piso, en el lugar de las ventanas tapiadas, y el acceso era por atrás del paradero de locomoción colectiva que alcanza a verse. Imagen del año 2015, tomada de Google Street View.

Por razones que desconocemos, pasada la mitad de aquella década el negocio cambió su nombre al de Hostería La Rosa, en singular, o al menos así comenzó aparecer en la publicidad. El nuevo título no parece haber prendido mucho, ya que reaparece después con el original, pero el período destacó por sus variados artistas y espectáculos. En 1955, por ejemplo, su programa incluye al fonomímico Jorge Guerrero, al grupo Cuarteto de América y el guitarrista Campito. Tocaban las orquestas típicas y de  jazz dirigidas por el bandoneonista Manolito Buris y el maestro Lalo Navarro, con la voz del cantante Horacio Condal.

Otro conjunto presente en la hostería fue la Orquesta Pampa, en la que tocó por un buen tiempo el tanguero nacional Raúl Vargas. El puntarenense había aprendido a dominar el bandoneón gracias al maestro Pedro Martínez, tras llegar a Santiago y conocerlo hacia 1957. Después de su paso por la Hostería Las Rosas, Vargas se integró a la prestigiosa Gran Orquesta de Carlos Arce compuesta por cinco bandoneones, un piano, un bajo, dos cantantes y un presentador (ver revista "El Tanguero de Chile", 1 de diciembre de 2003).

El mismo texto "¡Hagan un trencito!" recupera el testimonio del trompetista Leonardo Núñez, quien sería miembro de La Sonora Palacios, La Sonora de Tommy Rey, Los Galos y el hombre escondido bajo el excéntrico disfraz de verdugo inquisidor del Chacal de la Trompeta, personaje encargado de descalificar con su infame diana a los concursantes de canto en el programa "Sábados Gigantes":

Las quintas de recreo eran muy de la gente, o sea, muy comunales. Por ejemplo, yo soy de Renca, entonces iba al Pájaro Verde, pero si soy de Quilicura me llevan a la Quinta de Quilicura, si era de La Cisterna me iba al Rosedal, yo no me iba a meter a otra, y los del centro iban a la Hostería Las Rosas, que quedaba en Blanco Encalada esquina de Bascuñán Guerrero, era un segundo piso arriba, pa' la gente que salía del Club Hípico, ¡pum!, al frente. Esa era pa' los de Santiago, y más que nada porque el día más fuerte era el día domingo ahí, por las carreras, y las orquestas empezaban a tocar a las cuatro de la tarde los días domingos. E inclusive nosotros, como éramos cabros, éramos medios pillos, y los que iban a la hípica para estar tranquilos iban a dejar sus mujeres a la Hostería Las Rosas, y nosotros, como éramos músicos, éramos medios pinchadores por ahí. Entonces mientras los otros jugaban a las carreras, las mujeres acá hacían su maldad con los músicos. La bohemia tiene muchas cosas, sí, la bohemia santiaguina.

Siguiendo con aquellos espectáculos, la hostería habría participado de la presencia y desarrollo del tango en Chile que había sido traído por artistas argentinos y otros chilenos andariegos, quienes hacían carrera en el apogeo de la bohemia y el espectáculo criollos, como fue el mencionado caso de Vargas. En octubre de 1967, por ejemplo, se estuvo presentando en el lugar Isabel de Grana, consagrada estrella de Buenos Aires quien fue cuñada y compañera de trabajo del eximio director musical Francisco Canaro. Nacida en 1930, Isabel venía llegando de una larga y exitosa aventura de giras iniciadas en 1964 y que la acababa de llevar a la escena de Montevideo, llegando a Chile para actuar también en la Radio Cooperativa, de acuerdo a la información que publica Roberto Gutiérrez Miglio en "El tango y sus intérpretes".

A pesar de su popularidad y su ubicación privilegiada vecina al público hípico, siempre sediento de alegría y copas, la opacidad de la Hostería Las Rosas habría sobrevenido después con la caída del propio ambiente de la noche santiaguina, a partir de sus primeras señales de ocaso visibles a fines de los años sesenta, y con el golpe de gracia recibido ya en los años de restricciones al trasnoche y la reunión recreativa. Esta fue una agonía larga y dolorosa para la actividad, de la que muchos de los sobrevivientes al peor período comercial en el rubro ni siquiera lograrían reflotar o recuperarse pasada la tormenta.

El sencillo edificio de siluetas geométricas en donde estuvo la famosa hostería permanecería utilizado varios años más, mientras el envejecimiento y la decadencia lo permitieron. La dirección precisa del 2785 y sus salón en lo alto pasaron a ser del Club Nova en tiempos finales, un centro de eventos y discoteca, mientras que la esquina del mismo inmueble alojó por largo tiempo al restaurante chino Leng Cheng; el otro extremo, en el ala oriente, fue de los pollos asados, colaciones y sánguches del Anton-Inn, en el 2777. A la vuelta, en Bascuñán 688, estuvieron las parrilladas Cavancha.

Las concurridas carreras del Club Hípico continuaron, pero todo aquello relacionado con lo que fue la hostería se acabó en 2020, luego de la venta y demolición total de la propiedad de avenida Blanco Encalada. ♣

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