Publicidad para el primer Tap Room en "El Mercurio", año 1940.
Si el nombre del empresario nocturno Humberto Negro Tobar quedó asociado a la más grande de las edades que haya tenido en Chile el espectáculo y la diversión, además de lo que fuera su trabajo en el cabaret Zeppelin de calle Bandera, esto se debió, especialmente, por su enorme favor a la historia de la ciudad tras propietar la boîte Tap Room. Este mítico centro de entretención marcó la memoria de generaciones de nocherniegos en la capital chilena, realmente.
El primero de los famosos Tap estuvo en el entonces concurrido Hotel Ritz de Santiago Centro, uno de los lugares más amados por las camadas de artistas y bohemios de la época. Es la razón por la que fue conocido este local de su zócalo como el Tap Room Ritz, además. Por las noches funcionaba como boîte y cabaret, mientras que en el día operaba como salón de té y centro de reunión con sus famosas onces. Innumerables encuentros de páginas sociales fueron realizados allí, y muchos solían ser anunciados o cubiertos por la prensa.
En sus entretenidas memorias de “Una mirada hacia atrás”, Jorge Orellana Mora describe la forma en que Tobar tomó la bandera de aquel primer Tap Room, junto con referirse el ambiente con el que se codeaba allí:
Juntó algún dinero y adquirió categoría de socio en el Zeppelin. A los pocos años se transformó en único propietario; sin embargo, su intención era seguir subiendo. Por eso, vendió el Zeppelin y compró el Tap Room, en la tercera cuadra de la calle Estado.
Era un hermoso local, equipado con focos que iluminaban, desde abajo, su célebre pista de cristal. Ahí actuaron muchos famosos: Harry Roy y su orquesta, Los Panchos, Los Lecuona Cuban Boys, El Trío Calavera, Elvira Ríos, Ernesto Mesta Chayres...
Ese primer Tap quedaba exactamente calle Estado 230-248, ocupando el mismo espacio comercial de primer nivel y bajos del hotel en donde estuvo después el Cine Florida. Ostentaba un moderno y tecnológico escenario "móvil" y un espacio de cabaret. Originalmente habría sido fundado por Alberto Miño, de acuerdo a la información disponible.
El establecimiento prácticamente inició su vida comercial con algunos conflictos, en lo fundamental con representantes sindicales, hacia 1938 y 1939. Esta clase de entuertos eran un problema bastante frecuente entre los locatarios de la diversión adulta en esos años, dicho sea de paso, abundando los pleitos judiciales entre locatarios, artistas y empleados. En su caso, el conflicto se debió a acusaciones contra Miño por no pago del monto mínimo estipulado para empleados hoteleros y otros desencuentros posteriores, según informaba por entonces el diario "La Nación".
El negocio sufrió ciertos cambios de dirección con aquellas y otras disputas posteriores, sucedidas incluso cuando el club ya estaba en manos del Negro Tobar, después de haber entrado al mismo como socio. El nuevo empresario llegó a tomar las riendas completas del negocio para establecer, de esta manera, una verdadera dinastía del Tap Room, que pasaría por una secuencia que incluyó a otros dos establecimientos con el mismo nombre.
En lo formal, aquel primer local al pie del Ritz tenía la lujosa pista transparente e iluminada descrita, sensación de la época y a la vanguardia tecnológica. Contaba también con sistemas de punta para calefacción interior en invierno y aire acondicionado en verano, con equipos Carrier. Aunque no era económico (un vaso de jugo o refresco podía costar seis pesos de entonces, por ejemplo), se volvió el lugar de moda para las reuniones sociales y esparcimiento en esos años, tocando también los gustos de la clase media.
Los autores Juan Pablo González Rodríguez y Claudio Rolle, en su “Historia social de la música popular en Chile. 1950-1970”, señalan otra información interesante sobre la boîte, también estando ya al mando de Tobar:
En el primer aniversario del nuevo Tap Room, Humberto Tobar mejoró aún más su escenario e inició la modalidad de intercalar cantantes solistas durante el baile, según la costumbre de las grandes metrópolis. A las siete de la tarde se iniciaba la sesión que, a medianoche, podía tematizarse con una Fiesta de la Rumba o en una Noche de la Conga.
Anuncio de una actividad festiva en el Tap Room, en agosto de 1940, en su primera dirección de calle Estado abajo del Hotel Ritz.
Celebración de cierre del programa de Fiestas Patrias en
el Tap Room Ritz, en el diario "La Nación", septiembre de 1941. El cantante y pianista mexicano Agustín Lara estuvo entre los presentes, aquellos días.
Publicidad para los festivales del Tap Room con la Lecuona Cuban Boys, en 1943.
Izquierda: Humberto Tobar, en una de sus escasas imágenes fotográficas, publicada en "La Nación". Derecha: aviso del Tap Room en revista "En Viaje", año 1944.
Como céntrico lugar de la recreación capitalina, entonces, en el Tap Room Ritz actuaron innumerables estrellas de categoría internacional. Entre ellas, las jóvenes artistas mexicanas de teatro y radio Joyita y Maravilla, quienes venían del cabaret El Chico de Nueva York y ya se habían abierto paso en el cine. También se presentó la actriz y cantante nacional Hilda Sour, y la célebre orquesta dirigida por el maestro inglés Harry Roy; y el compositor cubano Isidro Benítez con sus músicos. Además, este primer local permaneció hasta el final de sus días siendo la sede de las referidas reuniones sociales, despedidas, banquetes, tés de homenaje y fiestas particulares, muy intensas a inicios de los años cuarenta.
Los bailables del lugar llegaron a erigirse como parte del nuevo legendario nocturno de Santiago, algo que resultaba esperable. Eran transmitidos por la Radio Agricultura, además de otros eventos realizados allí y cubiertos permanentemente por los medios, como concursos de elegancia femenina y certámenes de baile. Sorprende enterarse que, desde aquel cómodo y elegante sitio, incluso se transmitieron por un tiempo algunos programas de esa misma estación radial, por carecer entonces de buenos estudios en los cuarenta, ante un público respetuoso y perfectamente callado. Sobre este período, recordaba con nostalgia también Orellana Mora:
Agricultura hizo un acuerdo con el Tap Room, el de la pista iluminada, de la calle Estado. El local tenía un buen escenario y en la pista se hacían filas con sillas y sillones, como si fuera una platea de teatro. Curioso resulta recordar que El Repórter Esso, el de las 22 horas, yo lo leía frente al público asistente y que este escuchara las noticias en silencio, prestando mucha atención.
Y así trae recuerdos perdidos desde los innumerables pasajes históricos del Tap Room, en “Que Dios me pille confesado”, otro hombre de medios como Germán Becker Ureta:
Ese fue el lugar santiaguino, donde tuvo su apogeo la conga ese baile en que se armaban filas, llamadas colas, y se avanzaba al compás de la música, sacando un pie para el lado, cada tres tiempos: “Uno dos y tres, qué paso más chévere”. Esta graciosa sacada de pierna hacia el costado se hacía en forma alternada: la izquierda, la derecha, y así sucesivamente. Me confidenciaba Willy Arthur, que durante su soltería, él era número puesto en las noches del Tap, y que la fiesta culminaba cuando la gigantesca cola de “La Conga”, salía bailando a la calle, dando vuelta a la manzana y volviendo al local. El Negro Tobar, canchero y avisado, hacía que los mozos siguieran discretamente la fila de danzantes, para detectar si alguno se retiraba del baile y no pagaba su cuenta. Pero como me decía Willy, toda era gente conocida y nunca hubo nada que lamentar. Salvo, una vez que venía un grupo de gente por la calle Moneda, y se incorporaron a la cola.
Aquellas alegres filas de bailarines entrando y saliendo del Tap Room también fueron comentadas por Orellana Mora:
La orquesta estable la dirigía el cubano Isidro Benítez, que hizo bailar la conga a medio Santiago y, aunque ahora no parezca creíble, es verdad que todas las noches, pasada la hora de la Cenicienta, la cola de congueceros, encabezada por Isidro y sus músicos abandonaban el establecimiento para ir bailando por la aceras de Estado, Agustinas, Ahumada, Huérfanos y, de nuevo Estado, para reincorporarse al local y seguir bailando en la pista luminosa.
Las historias que se han contado en torno al Tap Room Ritz y al Negro Tobar son interminables; mitológicas más bien. Osvaldo Muñoz y Oreste Plath hablaron de lo ocurrido en una ocasión en que llegó al mismo el embajador de México, Octavio Reyes-Spíndola, acompañado del compositor y cantante Agustín Lara, quien gozó de gran fama gracias a los clásicos temas “Noche de ronda”, “María bonita” y “Granada”. Flaco y de mirada mortuoria, talentoso al nivel de influir en Nat King Cole, el prodigioso intérprete veracruzano cargaba marcas de sus inicios cantando en cabarets: una fea cicatriz de su rostro, venganza con botella o copa rota de una corista despechada. También arrastraba secretos vicios…
Mientras Reyes conversaba con Tobar, el diplomático propuso que Lara tuviera presentaciones en este escenario, a lo que el empresario respondió: “Ni soñarlo… No tendría cómo pagarlo. Agustín es muy caro para este negocio”. Sin embargo, el mencionado refutó: “No tanto… Tenme todas las noches un papelillo de la buena y una botella de whisky y asunto arreglado”. Con este particular contrato, entonces, Lara estuvo presentándose en el Tap Room durante los doce días que pasó de visita en Santiago de Chile.
El Tap Room en 1944, en aviso de "Las Noticias de Última Hora".
Más avisos publicados en el mismo medio impreso aquel activo año.
Otro aviso publicitario del Tap Room Ritz en 1944, anunciando la fiesta de Navidad. Fue uno de los últimos eventos sociales importantes que se hicieron en este local antes de tener que emigrar dentro de la misma calle Estado, a inicios del año siguiente.
Así luce en la actualidad aquella que fuera la ubicación del primer Tap Room, en paseo Estado, abajo del ex Hotel Ritz.
La constelación de estrellas no cesaba. En abril de 1940, se presentó el Ballet Húngaro de Montecarlo, con hermosas bailarinas vienesas y que por entonces ofrecían su espectáculo también en el Teatro Balmaceda. La cartelera tenía también a la pareja de artistas franceses Lisette y Filip Cairoli, estrellas de sus llamadas "Noches de Fiestas Danzantes". Ya en 1943, bailaba ante el público la artista Maruja Burgos, cantaba Sevilla y tocaba en vivo la Gran Jazz Melódica de Samuel de Rosas. Los festivales caribeños eran al son de la Lecuona Cuban Boys, anunciados como los Reyes del Ritmo.
Presentándose a esas alturas como "la mejor boîte del Pacífico" en los avisos, su soberbia crecería unos peldaños más arriba hasta publicitarse en la revista "En Viaje", en junio 1944, como "la más elegante boîte de la costa del Pacífico", persistiendo con tan curiosa insistencia oceánica. "Presenta continuamente novedades de artistas internacionales", decía, agregando como atracciones su "desfiles de artistas a la hora del té, de 5 a 7 de la tarde; y en la medianoche". Como si fuera poca tanta seducción, invitaba al lector con el siguiente mensaje: "Baile Ud. el aperitivo de 7 a 9 de la tarde con la Típica de Rodolfo Biaggi y Samuel Rosas".
Poco después, incorporaba también a la Orquesta de Jazz de René Cospito, mientras la Orquesta Chilena del maestro Rojas contaba con la voz del cantor argentino Roberto Arrieta. Luego, es reclutada la Orquesta de Jazz de Richard Suey y la cantante Alicia Lizárraga, al tiempo que debutan allí los llamados Reyes de la Risa, el dúo argentino Buono-Striano. Ese año 1944 vino también la Orquesta Típica de Gabriel Clausi y la intérprete de canciones tropicales La Negra Toña. Estuvieron los shows de baile y cuadros artísticos de Eugene D'Arcy y María del Villar, las fantasías de tarantela de Mónica Val y las presentaciones del Victory Ballet, principal cuerpo dancístico en el programa de aquella Navidad.
Sin embargo, duras diferencias entre el dueño del establecimiento y la sociedad propietaria del espacio en arriendo desencadenaron un complicado nuevo asunto de alcances judiciales, en el que el esplendoroso Tap Room terminó siendo desalojado del Hotel Ritz a inicios del año siguiente. Lo que parecía proyectarse hasta entonces como una vida sempiterna allí, ahora llegaba de manera súbita a su inesperado fin. El espacioso local pasó a ser ocupado después por el Teatro Florida y la boîte emigró así, casi a la fuerza, hasta la cercana dirección de Estado 265 casi esquina Huérfanos, con el llamado Tap Room 2.
Un nuevo y suculento capítulo en la historia de la bohemia chilena iba a comenzar a escribirse en aquella dirección, en los altos del antiguo edificio vecino al Teatro Imperio y en el llamado barrio del Broadway Santiaguino. ♣
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