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QUINTA CASINO VALPARAÍSO: BOHEMIA Y DIVERSIÓN EN LOS GUINDOS

Fachada de la Quinta Valparaíso hacia la avenida Ossa, a fines de 1940, en imagen publicada por el diario "Las Últimas Noticias".

Hasta buena parte de los años cincuenta, el amplio sector de Tobalaba entre la Plaza Egaña y el Prince of Wales Country Club se encontraba en lo que eran casi las márgenes de la ciudad de Santiago. A pesar de esto, no había una situación inconexa o de aislamiento en aquellos barrios, pues eran capaces de atraer a muchos aventureros nocturnos con las varias quintas de recreo crecidas en los mismos parajes: la Roma, seguida de la Asturias, la Venecia y la Tobalaba, entre otras. Tan importante era este barrio falsamente arrabalero para las diversiones que, según decían en alguna época, quedó dentro de los circuitos de tranvías y microbuses del Gran Santiago por esa misma principal razón, faltando todavía para que se completase la extraordinaria urbanización que hoy vemos en esas abundantes manzanas.

Una de aquellas atracciones de Tobalaba era la Quinta Casino Valparaíso, ubicada en avenida Ossa 591-595, entre calles Bolívar y Dr. Genero Benavides del sector Los Guindos. Fundada en diciembre de 1930 y definida como un trozo de campo en la ciudad, se encontraba en lo que actualmente es la continuación de la Circunvalación Américo Vespucio hacia el norte en la comuna de La Reina. En este lugar, por el costado oriente de Ossa, existe ahora un grupo de locales comerciales y un gran taller automotriz, vecinos a un terreno al que llegaría a instalarse también el templo de la Parroquia la Navidad del Señor, creada en los cuarenta.

La quinta con restaurante, bar, centro de eventos y boîte pertenecía la sociedad Rubio y Tricio, fue inaugurada hacia fines de 1930 y reuniría una gran cantidad de buenos años de actividades recreativas en la misma dirección, atendida por sus propios dueños. Dos años después, dio inicio también la temporada de primavera-verano durante las Fiestas Patrias de septiembre, con iluminación "de estilo japonés" en sus bailables y presentaciones de la Orquesta Típica Argentina, dirigida por el bandoneonista platense Pedro Martínez. Capitaneada en la mayor parte de sus aspectos por el propio patrón Pedro Rubio, la quinta ofrecía también un estupendo servicio a la carta con posibilidad de reservaciones de banquetes y disponibilidad como centro de eventos o reuniones institucionales.

La quinta se jactó siempre de poseer un gran surtido de licores nacionales e importados en su bar de excelente categoría, además. Algunos de los más conocidos barmen de la época se encargaron de las preparaciones y de dar atenciones al público desde atrás de la barra, ofreciendo cócteles especiales para cada estación. En su cocina sucedía lo mismo: un equipo de reputados chefs demostraban su maestría en la cocina gourmet, área que ocupaba un sitio predilecto dentro del negocio.

Por sobre todo, sin embargo, la quinta era un lugar de árboles y tintes bucólicos dentro de su extenso perímetro. El establecimiento contaba así con hermosos jardines, matorrales y flores bordeados de césped, distribuidos entre pequeños senderos de viejos parrones desde los que colgaban grandes racimos listos para ser pellizcados por los visitantes. Estos exteriores era los preferidos para las reuniones familiares y los niños, por supuesto, especialmente un sector de sauces llorones con mesas bajo su sombra, ideales para las tardes soleadas. En este patio y para la señalada temporada estival, se recomendaban además los kioscos o cenadores que allí fueron dispuestos para mayores comodidades.

De acuerdo a un artículo con sentido publicitario del sábado 21 de diciembre de 1940 en "Las Últimas Noticias", la Quinta Valparaíso era para entonces "el sitio predilecto de todos los fines de semana de todos los santiaguinos que no pueden salir a veranear y que por diversos motivos se ven obligados a quedarse en Santiago". La gente llegaba hasta las mesas junto a los comentados sauces para tomar once o almorzar entre un paisaje todavía conservaba lo más clásico del barrio Los Guindos.

En el mismo período, el señor Rubio había hecho construir dos pistas de baile: la de verano y a de invierno. La primera era fresca y bien ventilada para la estación del estío, parcialmente abierta, con vista a los jardines y  una notable capacidad para 500 parejas. La otra, en cambio, era cerrada y calefaccionada para el invierno, dotada de grande ventanales y con capacidad para 300 parejas, pudiendo servir también como sala de reuniones durante las temporadas cálidas.

Publicidad de la Quinta Valparaíso tras incorporar a la Orquesta Olmos para sus bailables. Avisos publicados en "Las Últimas Noticias" en noviembre y diciembre de 1940.

Detalle de las dos pistas de la quinta: una de verano, parcialmente abierta (con el nombre de la orquesta Olmos sobre el odeón), y otra de invierno, cerrada y con calefacción. Imágenes tomadas de la propia publicidad del establecimiento.

La Orquesta Olmos de la Quinta Valparaíso hacia fines de 1940, poco después de su debut, en imágenes publicadas en "Las Últimas Noticias".

Otra imagen de la pista de verano de la Quinta Valparaíso, publicada en el diario "Las Últimas Noticias", año 1940.

Al igual que las otras atracciones del mismo sector Los Guindos, la también llamada Quinta Casino Valparaíso iría adoptando un semblante campesino y folclórico en su propuesta, algo que era un tanto visible en la ornamentación y el estilo formal del mismo establecimiento, con salas y mesas de patio en el terreno de los antiguos fundos. "Un ambiente de campo en plena ciudad", prometía por entonces. Disponía de sus comedores con música en vivo y organizaba celebraciones especiales en los períodos de fiestas del calendario, a veces ofreciendo cócteles gratuitos al público como enganche.

Una orquesta típica y otra de jazz sonaban allí en los años de la Segunda Guerra Mundial, y los grandes bailables iban sábado y domingo. Banquetes de hasta 1.500 personas habían sido realizados en el lugar por aquellos años, según declaraba el dueño, algunos de ellos de carácter político. A la celebérrima quinta se podía llegar en el transporte colectivo de micros y carros del tranvía: como el en caso de otras atracciones de Ossa y Tobalaba para entonces, aquellos paraban cada tres minutos en las puertas de la quinta, algo que facilitaba mucho la afluencia de público desde prácticamente todo Santiago, por la red tranviaria. Abría todos los días, pero sus festivales bailables eran principalmente los sábados, domingos y festivos desde la tarde hasta las 2 A.M.

Tras debutar allí el 15 de noviembre de 1940, haría furor en la quinta la Orquesta Olmos, conocida también como Olmos y sus Muchachos u Olmos y sus Swings, extraordinario conjunto de la época que el señor Rubio había logrado integrar como estables de la casa, después de largo tiempo de búsqueda y cuando aquella banda concluyó su contrato en la Quinta Asturias. Además del director, conocido como el Negro Hugo Olmos,  estaba integrada por Jorge López, Gastón Olmos y Ángel Valdés. La potente y particular voz llevada al grupo era de Eduardo Orfanoz, intérprete del ambiente bohemio quien se lucía especialmente con las canciones más sentimentales. En diciembre de 1940 también se incorporó a ellos Neno Tapia, diestro pianista presentado como "el mejor y más completo" del medio santiaguino, y el bandoneonista argentino Eleodoro Godoy (a veces nombrado como Esteban Godoy), traído por Rubio desde el Casino de Buenos Aires.

La Orquesta Olmos ejecutaba allí un repertorio de música bailable típica, jazz y swing. En aquellos días veraniegos se disponía de un escenario especial u odeón para la banda, contando con alero y de frente a la pista de baile principal, con el nombre "Olmos" en grandes letras colgando sobre la tarima. Gracias a un sistema de amplificación con parlantes repartidos por todo el recinto, la música en vivo allí tocada se escuchaba en la totalidad de la quinta durante cada sesión bailable, incluidos los exteriores, salones y la pista cerrada interior.

Durante aquella época dorada para la Valparaíso en los cuarenta, cuando fue conocida por jóvenes cronistas como Osvaldo Rakatán Muñoz y Enrique Lafourcade, la quinta reclutó también al cantante chileno Víctor Nadal, quien era director de la orquesta de jazz además de letrista-compositor. Aunque parece haber sido una estrella con desempeño un tanto fluctuante y quien se apartó bastante de las luces de candilejas antes de lo merecido, Nadal tuvo varios puntos altos en su carrera, como trabajar con el compositor Manuel Gaete en la producción de trabajos como el vals "Recordando el pasado" y el foxblue "Santiago Nocturno". Este último decía en su alegre letra, que parece un homenaje también a aquella perdida vida nocturna capitalina de entonces:

Santiago es la ciudad de la alegría
sus mujeres son más lindas que un sol
que alumbran con sus ojos más que el día
y tientan con su suave resplandor.

Cuando salgo de noche con mi nena
gozo de una felicidad
Santiago es la ciudad
donde Usted bailará
al ritmo de una orquesta
de una boite (buat).

La Quinta Casino Valparaíso en los avisos del periódico "Las Noticias de Última Hora", hacia fines de 1944.

Publicidad de la quinta en "Las Noticias de Última Hora", diciembre de 1944. Imágenes del cantante y director del orquesta Víctor Nadal y del dúo folclórico Los Huasos de Puente Alto.

Partituras del foxblue "Santiago Nocturno", cuyos autores eran Manuel Gaete y Víctor Nadal, este último estrella estable de la Quinta Casino Valparaíso.

Quinta Casino Valparaíso en "La Nación", anunciando su reapertura y cambio de dueños en octubre de 1948. Imágenes de Horacio Condal, Pedro Martínez, Enrique Cofré, el Dúo Rey-Silva, Juanita Montes y los hermanos Muñoz.

Anuncio de la misma quinta en el diario "La Nación", febrero de 1949, dando aviso de un campeonato de baile en el establecimiento.

Las celebraciones de Pascua de Navidad y Año Nuevo adquirían proporciones casi apoteósicas en aquel feudo del señor Rubio, en parte porque el período coincidía también con el aniversario de la fundación del establecimiento. Para las fiestas de diciembre de 1944 la Quinta Casino Valparaíso ofrecía a su público las presentaciones de Nadal acompañadas de "chayas, serpentinas y flores", junto con números de variedades que incluían a Los Huasos de Puente Alto, popular dúo folclórico que también se haría estable en la cartelera artística de la casa. Durante ese mismo año, en abril, la dupla de huasos había tenido una tremenda presentación junto a varios otros artistas en el Estadio Nacional, a propósito del masivo acto de la Fiesta de la Uva Chilena y la proclamación de la reina de la temporada, Su Majestad Eliana I, por lo que estaban en un buen momento artístico.

Aquella fiesta navideña contó también con la presencia y hermosa voz de Julita Campbell, distinguida cantante lírica de entonces y estrella relativamente estable en el local, entre otros artistas del ambiente trasnochador. Además, se rifaron entre el público valiosos premios como una ponchera de plata. "Carros 3-6, micros Tobalaba y góndolas Ñuñoa-Vivaceta lo dejarán en puerta", recordaba con majadería la publicidad, rematando su manifiesto al ofrecer el cotizado ponche cola de mono, que era la especialidad del negocio en el mismo período de Navidad y Año Nuevo.

Para ese año de 1945, sin embargo, el bar y restaurante de avenida Ossa cambia de capitanes: ahora pertenecía a la Sociedad Casino Valparaíso, regentada por el señor José Zúñiga Oliva. Esta sociedad, inscrita como Castillo y Zúñiga Ltda., se hizo cargo de todos los activos y pasivos en la contabilidad de la firma anterior, por retiro y traspaso efectuado por la señora Juliana Castilla Llorente. En era período la casa era llamada también como quinta La Valparaíso, nombre con el que aparece en las escrituras del cambio de administración.

Las cosas se verán inestables desde allí en adelante. La Quinta Casino Valparaíso salió a remate y quedó en manos de una nueva sociedad formada por los hermanos Guillermo y Osvaldo Muñoz Contreras, realizándose una gran reinauguración en la noche del sábado 16 de octubre de 1948. Artistas connotados llegaban al establecimiento para aquellas fechas, como el maestro Martínez quien seguía presentando allí a su orquesta propia, y el cantante y baterista Enrique Cofré, quien se lucía también con su banda en la que estaba el cantor melódico Horacio Condal. Se sumaban a la constelación la cantante de temas españoles Juanita Montes y la artista penquista Blanquita Sandoval, también cantante.

Las cuecas y tonadas, en tanto, iban a cargo del conocido Dúo Rey-Silva, estrellas de la RCA-Victor y quienes habían comenzado ese mismo año su extraordinaria alianza creativa con el zorzal veguino Mario Catalán Portilla. De tal unión estratégica saldrían piezas inmortales del cancionero popular de cueca chilena, como "Aló, aló". Animaba la quinta en esos momentos el presentador y locutor Fernando Quinteros Baquedano, quien trabajaba ese mismo año en la Hostería Los Tres Mosqueteros de avenida Matta, lugar en donde también se presentaba el Dúo Rey-Silva como parte de las atracciones principales.

Durante las Fiestas Patrias de aquellos años, la quinta convocaba feligreses con sus un programa propio de artistas con especial acento en el tema folclórico, como era esperable. Y si el cola de mono era uno de sus enganches al inicio de cada verano, en septiembre correspondía ofrecer al consumo en el local y para el comercio una chicha con el mismo nombre de establecimiento, de cierto prestigio entre los santiaguinos según parece. También realizó concursos especiales más allá de las Fiestas Patrias, como fue el Campeonato de Cueca y Boogie-Boggie del primer trimestre de 1949, fiesta que contó con el "astro del canto" Hugo Carreño.

Osvaldo Muñoz asumió la propiedad total poco después y la mantuvo durante los años cincuenta. Perseveró también con los tradicionales sábado y domingo de bailables en la quinta y a dos orquestas, que aún eran célebres en 1953. Fue un período en que la quinta recibió muchas manifestaciones de corte político y partidista, además de clubes y diferentes asociaciones que anunciaban por la prensa sus encuentros allí. Sin embargo, también fue el período en que comenzaría su decadencia o manteniéndose a duras penas por unos años más, según algunos testimonios sobrevivientes, aunque existen otras teorías sobre la razón de su cierre y venta final.

Lo cierto es que, tras agotar su veta de riqueza recreativa entre la bohemia que buscó cobijo alrededor de la Plaza Egaña, la Quinta Casino Valparaíso dejó el terreno de avenida Ossa y, en su lugar, vinieron otros proyectos. Fue más o menos en el lugar donde echaría anclas la entonces moderna Serviteca Goodyear, ya en el segundo lustro de los años ochenta. Actualmente, está reemplazada por otro taller mecánico, entre la mencionada parroquia del barrio y una estación gasolinera que hace esquina con la vía Simón Bolívar. ♣

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