Aviso con la fiesta de Navidad en la Quinta Gardel, en el diario "Las Noticias de Última Hora", diciembre de 1946,
La trágica muerte de Carlos Gardel, acaecida aquel negro día de junio de 1935, dejó muchas almas rotas también en Chile. La cantidad de establecimientos como bares y restaurantes que han hecho historia homenajeando al tanguero desde entonces, como el Restaurant Gardel de don Elizardo Vera en Mapocho con Chacabuco en los cuarenta, el también desaparecido Che Carlitos de avenida Grecia enfrente del Estadio Nacional o el aún vigente Gardel de cara a la Plaza Bogotá, confirman que la herida cultural nunca cerró del todo. Uno de los primeros de esta nómina, sin embargo, existió en el sector de avenida Independencia llegando a Santos Dumont, próximo al barrio de los cementerios y del Cerro Blanco.
Aunque usaba el engañoso eslogan "En el corazón de Santiago", la quinta de recreo, restaurante y boîte se ubicaba en los años cuarenta y cincuenta en la dirección precisa de Independencia 768, enfrente del también desaparecido Teatro Nacional. Situado a pasos de la Iglesia de la Estampa, el alegre negocio fue conocido por varios próceres de la intelectualidad y el mundo artístico de entonces, como el músico, cantante, compositor y escritor Nano Acevedo. Tampoco se ausentaban de sus modestas mesas los poetas y folcloristas. Pasaron por sus comedores, además, el querido periodista de espectáculos Osvaldo Muñoz Romero, más conocido como Rakatán, y la folclorista Margot Loyola.
Ocupaba por entonces un viejo inmueble con patio interior solariego que había sido antes la sede de la Casa de Préstamos y Remates República, con arquitectura del mismo estilo que aquellos señalando el rasgo dominante de entonces en el barrio, cada vez menos visible a causa de los conjuros del progreso. Era una ubicación favorable en aquellos años, cuando Independencia conservaba todavía parte de la fama de bohemia y la remolienda que acarreaba desde sus años coloniales, cuando era La Cañadilla de La Chimba.
Uno de los clientes destacados de la Quinta Gardel, el literato José Miguel Varas, dejó plasmada una descripción de memoria del lugar:
...un caserón añoso, de adobe blanqueado, en cuyo frontis colgaban grandes pizarras negras con letras blancas que anunciaban atracciones como "Empanadas", "Borgoña en frutillas", "Pastel de Choclo", "Chicha de Curacaví".
(...) Recuerdo que se entraba a un gran espacio desnudo, ancho y polvoriento. Sobre el largo mesón del bar, a un costado, sacaban pechuga gigantescas jarras de vidrio verde con tinto y del otro. En una esquina, como perdidas en la distancia, algunas mesas destartaladas y unas sillas de palo y paja. Sillas de cocina las llamaban. Esta extensión solía estar deshabitada en horas diurnas, si se exceptúan dos o tres gallinas acaloradas por sus plumas, escarbando a desgano; un niño vestido sólo con una camisa gateaba sorbiéndose los mocos y disputándoles a las gallinas un pedazo de pan rechupao; algún borracho profesional, gesticulante o en estado de éxtasis...
Llamado también Parque Gardel en algunas
reseñas de la época, sus años más prósperos y publicitados -dentro de su humildad- deben ser
aquellos de la Segunda Guerra Mundial, más los que seguirían durante la misma
década y la siguiente. Quizá respondiendo también a su ubicación geográfica, había cierto
acento obrero en su propuesta y público. No faltaba el tango en su salón, por
supuesto, pero la orquesta estable tocaba también piezas de jazz y ritmos más
modernos que cautivaban a los dancigns de aquellos años, cuando había
quedado atrás la clásica oferta de las filarmónicas y sus bailes. Aseguraba que en su pista de baile podían caber 500 parejas.
Definiéndose como bar, restaurante, pastelería y fuente de soda, la quinta tuvo en algunas de sus primeras temporadas a Chito Faró, Rosamel Sánchez y Roberto Acuña entre sus principales cantantes. Los bailables tenían lugar el sábado y domingo con dos grandes orquestas. En el conjunto instrumental principal estaba el saxofonista Carlos Soto como director. También se presentaba la Orquesta Típica de Benecchi, un respetado bandeonista argentino que se hallaba en la escena chilena en 1944.
Como ejemplo de lo recién señalado, puede observarse que el 24 de octubre de 1943 se realizó en la quinta una gran fiesta obrera y política: era el homenaje al consejero nacional de la Confederación de Trabajadores de Chile, don Juan Vargas Puebla, quien era miembro también de la comisión política del comité central del Partido Comunista. El acto con buffet, once-comida, programa de bailes y espectáculos comenzó a las 16 horas de aquel domingo, concurriendo también representantes de sindicatos y de la Alianza Nacional Democrática. El encuentro tuvo por objetivo paralelo rendir homenaje y reunir ayuda para el Ejército Rojo, que en esos días combatía en suelo propio a las fuerzas de la Wehrmacht.
Para el viernes 11 de marzo del año siguiente, el local era ahora lugar de la repartición de premios del Campeonato de Fútbol Futuros Cracks que había concluido en la cancha del Canódromo de Santiago, con la final entre los clubes Juventud Chilena y Unión 56. El trofeo principal había sido donado por la asociación Viejos Cracks, mientras que el segundo lugar recibió un obsequio de don Tibor Gordon, atleta y viajero checo por entonces residente en Chile. Durante la celebración en la Quinta Gardel se entregaron premios a todos los clubes ganadores de las diversas competencias del certamen: Ferroviario Llay-Llay, Deportivo Solari, Capitán Wood, Silvio Rossi, Gradin, Unión 56, Maturana Juniors, Juventud Chilena, Balmaceda de Bulnes, Ricardo Cumming, Unión Victoriano, Capri, Júpiter, Peñarol, Unión Católica de Bulnes, Venezuela y Atlético Chacabuco. La principal figura artística de la fiesta fue la actriz Anita González, famosa por su personaje humorístico La Desideria.
Posteriormente, el miércoles 17 de diciembre de 1946 y como había sucedido ya antes allí mismo, el restaurante acogió un acto social para familias de los empleados de la sucursal número seis de la Caja de Crédito Popular, la famosa Tía Rica. Los hijos de los funcionarios recibieron aquel día juguetes y una contundente once, siendo uno de sus generosos organizadores el administrador de aquella sucursal, don Alfredo Cardemil, algo que fue aplaudido en la prensa de la época.
Aviso de la Quinta Gardel en el periódico "Las Noticias de Última Hora", diciembre de 1944.
Aviso de la Quinta Gardel hacia mediados de los años cuarenta. Publicado en "Las Noticias de Última Hora".
"En el Corazón de Santiago", decía la publicidad de la Quinta Gardel en el diario "La Nación" hacia fines del año 1946.
Otro aviso horizontal publicado en "Las Noticias de Última Hora", también hacia fines de 1946.
Publicidad para el Gardel en "La Segunda", julio de 1955.
En la fiesta de Navidad ofrecida por el establecimiento a los pocos días, con cena familiar y bailable de amanecida, estuvieron presentes el asistente radial Eduardo Casas, el cantante melódico Omar Vargas, el guitarrista Manuel Wilkinson y el pianista Lalo Navarro, quien era también el director de la Orquesta de Jazz que tocaba en el mismo lugar. Estuvo con ellos el bandeneonista argentino Roberto Benecchi, quien había llegado a la escena chilena desde la Radio Belgrano de Buenos Aires hacía unos seis años. Lo acompañaba al piano la maestra musical Cora Molina.
Las celebraciones con trasnochada en la Quinta Gardel se repetían en varias otras fechas del año, como las Fiestas Patrias y el Año Nuevo. También continuaron realizándose los bailables de manifestaciones de homenaje, premiaciones deportivas y encuentros gremiales en general dentro del local, que mantenía a la sazón una de las carteleras de espectáculos más atractivos de aquellos barrios ultramapochinos y tan populares hacia el medio siglo.
También relacionado con lo anterior, podemos advertir que en marzo de 1948 se cerró en la quinta la temporada de celebraciones del Día del Trabajador Hotelero. Se había tratado de todo un festival que terminó allí en Independencia con la coronación de la reinas y un grana baile, como se estilaba en todas estas actividades sociales. Hubo varias otras fiestas y encuentros parecidos dentro del mismo establecimiento, de hecho, rastreables en la prensa durante aquel período.
El escritor Varas recordaba adicionalmente que, ese mismo año y prácticamente encima de la llamada Ley Maldita (Ley de Defensa Permanente de la Democracia) que proscribió al Partido Comunista durante el gobierno de Gabriel González Videla, hubo una fiesta-mitin en la Quinta Gardel, en donde actuó el dúo folclórico de las Hermanas Loyola, bastante comprometidas con el comunismo chileno por entonces y siendo ya los últimos años de actividad musical de Estela y Margot juntas. Esta última haría una tremenda carrera como músico, folcloróloga y escritora.
Cuando las hermanas bajaron del escenario aquella noche, el poeta Hernán Cañas Flores procedió a leer un poema de contenido muy combativo y ardoroso, reflejo de los días que se vivían. Lo curioso, comentaría Varas, es que el declamador fue presentado por el animador de aquella ocasión como "el hermano de un diputado conservador", aludiendo al abogado, profesor y diplomático Enrique Cañas Flores. Esta referencia del presentador dejó sorprendido al escritor, según confesaría tiempo después. La anécdota está descrita también en la obra "Memorabilia (Impresiones y recuerdos)" de Luis Sánchez Latorre.
Otro dato que llega desde Varas es la relación de la quinta con el vate Pablo Neruda. Aseguraba que vio al poeta por primera vez en este sitio durante esos mismos años adversos al comunismo, de acuerdo a lo que descrbe en la obra "En busca de la música chilena", coescrito con Juan Pablo González:
Se escucharon de pronto voces masculinas, gritos. Y entró Pablo Neruda a la Quinta Gardel, donde esperaban ya muchos comensales. Alto y corpulento en medio de un enjambre de gente morena, un grupo principalmente masculino, vestido de colores oscuros, que avanza a paso rápido llenando el local de muro a muro y obligando a retroceder a los que esperaban. Algunos alzaban el puño y emitía vivas estentóreas al Partido Comunista y mueras al "traidor González Videla". Pronto el local se repletó y la multitud se derramó hacia el gran patio donde estaban dispuestas las mesas formando una U bajo los árboles y los parrones.
Hacia fines de 1950, la orquesta y el show de la quinta eran sensación, con el programa "Noches Casa Blanca" que era transmitido por Radio Cervantes, en el CB-134 del dial. Los artistas del momento en el lugar eran Lalo Orfanoz, Lalo Pizarro, el Trío Añoranzas, Agustín Copelli y las Hermanitas Ortega, mientras animaba los encuentros Enrique Fernández. Es la época en que la quinta comenzará a preferir el nombre Gran Quinta Gardel para usarlo en sus avisos publicitarios.
A mediados de la misma década se han sumado a las temporadas los Hermanos Silva, quienes regresaron en 1955 tras una gira por países del norte; y el trío folclórico Los Mensajeros del Campo, con sus arpas y guitarras. Se presentan también la sensual Zelma Monte, joven bailarina que realizaba actuaciones especiales con otros artistas del mismo lugar; la Orquesta Espectáculos Los Tropicales, dirigida por Oscar Fonatt, plato principal de la parrilla artística a la sazón; el bandoneonista argentino Alberto Quiñones y su Orquesta Típica, con los vocalistas Sergio Delbene y Julio Flores; y el cantante y fonomímico Manolo Ibáñez, entre muchos otros.
Al avanzar ya los años cincuenta y a pesar de que era comparada con la celebérrima Quinta El Rosedal de Gran Avenida, el destino iría restando protagonismo a la Quinta Gardel dentro del ambiente recreativo de Santiago, sin embargo. Sin bien resistió durante varios de los años que continuaron, su perfil de boîte y centro de espectáculos se fue apagando, aunque conservando los rasgos originales de quinta de recreo. En este período, además, tocaron en el lugar músicos y folcloristas populares principalmente, como el acordeonista Egidio Huaso Altamirano, quien paseó su instrumento y cantó después durante varios años entre las mesas del bar Las Tejas en calle San Diego.
Lo poco que pudo quedar de la cuadra en donde estuvo alguna vez la boîte se esfumó bajo las dependencias de un centro educativo en el que han estado el Centro Educacional Pitágoras y después el Colegio Industrial Vasco Núñez de Balboa. Permaneció en dicha actividad enfrente de la actual Municipalidad de Independencia, hasta no hace muchos años. ♣
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