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EL JUEGO INFANTIL DE PARIR LA CHANCHA

 

Imagen base en: flickr.com/photos/jaguarsur/2139336735

Es curioso el nombre de este pasatiempo de los niños de antaño. Tan sugerente denominación podría hacer suponer que se trata de un juego proveniente, en lo fundamental, desde campos y zonas rurales familiarizadas con la ganadería, pues la comparación con el parto de un cerdo no es antojadiza: las madres porcinas dan a luz de manera agitada, tumbadas en el suelo y sacudiéndose de modo bastante violento mientras sale una cadena de varios cerditos por alumbramiento, los que después se aprietan casi en competencia para amamantar.
De origen posiblemente español, el aquí llamado juego de Parir la chancha, Al parir la chancha o Hacer parir la chancha partía con un grupo de niños sentados sobre un tronco, banca o borde de la acera, en donde forcejearían empujándose enérgicamente en direcciones opuestas. Otros colocaban varios bancos del colegio para esto, pero sucedía que, al igual que el pasatiempos como Al cargar la mata, el Caballito de bronce y después el controvertido Al pegar-pegar, el de connotación porcina solía estar prohibido en el patio y la sala escolar.

Generalmente y de casi manera improvisada, alguien del grupo gritaba "¡Parió la chancha!" para señalar el punto de partida de cada justa. Así, todos comenzaban a empujar hacia el lado opuesto, especialmente desde los flancos. Como comentara Verónica Herrera Vélez en "Juegos del folklore chileno para pre-escolares", la idea era que cayeran desde el borde del lugar en donde estuviesen sentados aquellos que estaban en los extremos, desalojándolos para dar espacio a un nuevo espacio para jugadores por el lado que quedaba desocupado.

Se trataba, entonces, de algo más o menos parecido a la situación de disputa que se da con frecuencia en la prueba de la llamada Silla musical, específicamente cuando se detiene la canción. Por esto, como el proceso podía ser sumamente físico y un tanto agresivo, las menos veces era practicado por niñas.

Es presumible su presencia en Chile al menos desde fines del siglo XX o principios del siguiente. El juego aparece mencionado a la pasada pero como algo ya bien conocido por Eulogio Gutiérrez, en su obra "Tipos chilenos" de 1909, cuando se refiere a un vendedor de motemey (mote de maíz):

Una banca incolora, cuando no coja, floja y desclavada, circunda el "negocio" de nuestro hombre, y allí los mozos, las mujeres y los niños, y hasta el mismo paco del punto pechan y se apiñan y hasta hacen "parir la chancha" por engullirse una dosis de manjar tan fresco y delicioso.

Décadas después, Oreste Plath comentaba en su "Aproximación histórico-folklórica de los juegos en Chile" que Parir la chancha era una de las entretenciones más viejas de los niños entre la sociedad criolla. Si su antigüedad es tanta, entonces podemos suponer otra vez que haya sido adoptado por las ciudades chilenas en los tiempos en que estos detalles de la vida ganadera no eran tan ajenos a la sociedad semi-rural y primitiva de Santiago, acaso por allá por los años de la Colonia inclusive o bien en los de la República.

A pesar de las advertencias y restricciones, los colegios y plazas eran los lugares favoritos para jugar aquel desafío. Las bancas de parques antiguos debieron soportar varios de estos partos imaginarios, y algunos adultos los imitaban también en las pruebas para el público de las ferias costumbristas, generalmente en el contexto de concursos. Todo entre muchas risas y respiración agitada.
Plath agrega que el hecho detonante principal y casi accidental del juego era cuando algún compañero o amigo aparecía en el recreo y no había más espacio para que se sentara. Espontáneamente, entonces todos empezaban a empujarse, defendiendo cada uno su estrecho espacio, al mismo tiempo que intentaban hacerle un hueco al recién llegado. Años después, durante los ochenta, también fue parte del libreto de etapas del a veces tortuoso pero entrentenido juego de Al pegar-pegar, aunque no llegó a ser tan popular como otras pruebas del mismo deporte.
Además de los señalados forcejeos y sacudidas recordando a la madre cerda, Al parir la chancha era comparado con el proceso de ir "naciendo" cada vez que jugador cae del lugar de asiento y otro nuevo ocupa el espacio liberado entre los empujones, como si fueran una hilera de cerditos dados a la luz. Recuérdese lo prolíficas que son las cerdas, pariendo varios lechones por camada.
En la Argentina, la misma práctica infantil era conocida  como Gata parida, con esa misma alusión al alumbramiento. Lo confirma Félix Coluccio en su "Diccionario Folklórico Argentino". En Venezuela, en tanto, se jugaba muy parecido, denominado Echar poja. Es probable que en Chile, entonces, el juego de la Gata parida u otro más cercano al original de la Península fuera adaptado a la posición sentada, adoptando así el nombre de Parir la chancha. Su popularidad fue mucha, pasando a ser uno de los entretenimientos de niños más típicos de los chilenos a pesar de tan sencilla modalidad para el mismo. Los juegos de lucha en una banca también se encontrarán más o menos dispersos por todo el continente.
De alguna manera, además, el juego de Parir la chancha simboliza muchos aspectos de la vida adulta, alegorizando la competencia, la pelea por los puestos, trabajos y escaños. No pocos han comentado esta posibilidad de comparación o han usado el nombre del juego para simbolizar algunas situaciones análogas de la vida profesional y de la política, por ejemplo.
La tradición de Al parir la chancha se ha perdido notoriamente en la ciudad de Santiago en el actual siglo, aunque aún se juega en ciertas provincias y áreas rurales del país. La era digital ha monopolizado toda la entretención infantil, y así los viejos juegos tradicionales de fuerza o destreza "a mano" van en inevitable retroceso. ♣

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