Ex local del Zurich ya convertido en farmacia, poco después de
cerrar en 1997 (Fuente imagen: diario "La Tercera").
El Zurich fue uno de los
núcleos culinarios más conocidos de la Plaza Baquedano de los años ochenta. Era parte del distrito llamado por los beodos como el "triángulo" o
"trilogía bohemia", que formaba con otros dos conocidos boliches del lugar:
el Bar Plaza Italia Tragos (PIT) y la Casa de Cena, todos del mismo
dueño.
Enormemente populares en su época de prosperidad, en nuestros días de aquella mítica trilogía sólo queda
en el barrio el último de los mencionados, en Almirante Simpson frente a la Embajada de la
República Argentina. Tanto el PIT como el Zurich partieron ya a dormir
el sueño del recuerdo y del olvido.
El nacimiento del Zurich se debía
a un intento por restaurar un espacio bohemio justo en Alameda Bernardo O'Higgins con Vicuña Mackenna: uno el que antes había existido en esta misma esquina de la conjunción
de avenidas y que perteneció al club Lido, famoso café-bar visitado antaño por noctámbulos,
intelectuales y artistas de la clásica vida nocturna en Santiago. Hasta
entonces, todos los huérfanos de esas correrías allí debían conformarse
con las largas jornadas en la abundancia y comodidad en la cercana Fuente Alemana,
pero sus horarios más diurnos de funcionamiento no se ajustaban a los
hábitos de las polillas de cervecería, siempre buscando ahogarse en alguna jarra.
A mediados de 1972, entonces,
el comerciante Sergio Olivares León fundó el Zurich, fuente de soda y restaurante que todos aquellos buscadores asumieron de inmediato como su nueva casa. Sus puertas abrieron en la
dirección precisa de Alameda 20, en el primer piso del
conocido edificio de la esquina surponiente, apodado el Edificio Xerox
en los ochenta y noventa por una famosa publicidad de neones que se
observaba en su azotea. Eran tiempos hacia los cuales ya se demolía al antiguo y enorme edificio del Hospital San Borja, un poco más al poniente, lo que significó una fuerte renovación de estos céntricos barrios.
Siendo algo así también como un bar, restaurante, café y
cotizada schopería, en sus mesas helvéticas fueron consumidas por universitarios y
aspirantes a escritores miles de cervezas, churrascos, crudos,
tablas, embutidos con chucrut y los enormes lomitos rebosantes de mayonesa y
palta, platillo principal y característico del barrio. De hecho, se convirtió en una decidida competencia para el reinado de la Fuente Alemana en aquel cuadrante, enriqueciendo así la larga tradición de las fuentes de soda que han abundado por la Alameda hasta y sus cuadras adyacentes.
En aquellos inicios, cada vez que
había protestas o celebraciones escogiendo -como siempre- a la Plaza
Baquedano como escenario, partían después los comensales, muchos de ellos
hippies y agitadores políticos, a degustar de las delicias más
terrenales y sibaritas del local. Sin embargo, con el Golpe Militar de 1973 se alejó por un
largo tiempo al público de manifestantes, aunquede todos modos el Zurich
siguió siendo sitio de reunión y grandes celebraciones.
Uno de aquellos encuentros recordados por el público fue la masiva
cantidad de clientes que anclaron en sus salas para ver allí las transmisiones
del Campeonato Mundial de Fútbol, durante el año siguiente. Este encuentro fue realizado en Alemania y
con los locales como campeones. Lo mismo sucedió con el mundial de Argentina 1978, también con
triunfo del anfitrión (aunque con menos entusiasmo acá, pues Chile no había
clasificado), en una de las primeras copas de este tipo con
transmisiones a colores.
Como ya se hacía tradición cada cuatro años, el Zurich volvió a reunir público durante el
Mundial de España 1982, aunque está demás decir que los chilenos no tuvieron
mucho que celebrar en aquella ocasión. Curiosamente, sin embargo, nunca varió la estética de bar setentero con el que fuera fundado, a pesar de introducir algunas novedades y modernizaciones en el mismo local.
Edificios de la Plaza Baquedano. Imagen de una publicación de Chilectra de
1996. En los bajos del edificio de más a la izquierda, el de la publicidad
luminosa "Xerox", se encontraba el famoso "Zurich".
Don Jorge Olivares, dueño y fundador del "Zürich" de Plaza Baquedano, poco
después del cierre del local (Fuente imagen: diario "La Tercera").
Con los años ochenta y el regreso
de las manifestaciones políticas en las calles, fueron complicados para
estos negocios en torno a la gallarda estatua ecuestre del General Baquedano.
A los efectos que tuvo la recesión mundial y las restricciones nocturnas en
el comercio, se sumó la agitación violenta que en algunas ocasiones estuvo
presente en la plaza, a pesar de que el local nunca fue atacado por las
turbas. Podrían parecer nimiedades comparadas con las revueltas iniciadas en 2019, pero ya eran suficientes en esos años para comenzar a afectar al comercio.
Pese a todo, al Zurich nunca le faltaron clientes durante aquel período, debiendo
acomodar su oferta bohemia a los horarios y permisos, sin embargo. Se recuerda, por
ejemplo, la noche en que Cecilia Bolocco se consagró como nuestra primera
Miss Universo en 1987, celebrada con un desordenado y apoteósico "carnaval"
en la misma plaza. La fuente de soda incluso aparece mencionada en algunas obras
literarias, de entonces, como el cuento "Plaza Italia" de Jorge Calvo.
El Zurich era, a fin de cuentas, un
territorio de paz: asistían políticos, autoridades y periodistas. Después
del retorno a la democracia, pudo ver en sus comedores grandes y regados nuevos
encuentros, como cuando cientos de clientes lo escogieron para ver en vivo
el triunfo del club deportivo Colo-Colo en la Copa Libertadores de 1991.
Continuando con la tradición pacífica, además, para ese y muchos otros festejos que estuvieron caracterizados por algún grado de
desmanes y enfrentamientos justo afuera de la fuente de soda, sucedía que los mismos exaltados y manifestantes entraban
después al Zurich comportándose como verdaderos caballeros, aunque sobre
sus hombros aún quedaran vestigios de la challa o bien de polvo
lacrimógeno, dependiendo de la naturaleza de cada reunión.
Pero los años que siguieron
fueron de ocaso. La caída del bar parece tener relación con el empeoramiento
del barrio en esa misma década del noventa, cáncer de peligros e inseguridades
que mataron a muchos otros negocios del sector, dicho sea de paso. No se sabe bien si el código de
paz que reinaba entre los clientes y meseros del Zurich fue violado en
ese período crepuscular.
En septiembre de 1997, tras 25
años de atento y querido servicio a los santiaguinos y los turistas, el Zurich
desapareció de esa esquina que señala el origen de la Alameda. Para peor, unos años
después, don Sergio decidió cerrar también el PIT y sólo mantener el Casa
de Cena, local con sus propias leyendas, unas de fama y otras de infamia. Empero, por lejos el local más querido por Olivares de entre
todos aquellos del triangulo (y posiblemente también de la mayoría de los aventureros de la mal
llamada Plaza Italia), había sido el Zurich.
En donde estaba el venerado
local de evocación suiza, se instaló rápidamente una farmacia, y esos
remedios para el alma en jarras de cerveza fría fueron cambiados
irreversiblemente por fármacos en tiras y jarabes amargos. ♣
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