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EL BAR TURISMO Y SU APOLOGÍA DEL VIEJO BARRIO MAPOCHO

 

Ilustración digital con aspecto (aproximado) del local hacia 2010.
Del inicio de la antigua avenida Mapocho, en el barrio del mismo nombre, las modificaciones viales y urbanas sólo han dejado una calleja a modo de "cola" junto al Parque los Reyes: un residuo de la misma avenida que sigue hacia el poniente, pasada la Autopista Central, cuya única continuidad es el nombre.
Adyacente a ella y casi llegando a Mapocho, en la dirección específica de Hermanos Amunátegui 1052, se encuentra una máquina de viajes al pasado vestida de bar popular: el bar Turismo, un sitio en donde se ha escrito otra parte de la historia del vecindario, a pesar de lo quitado de bulla que resulta. También es un vestigio de la antigua y alegre bohemia de barrio Mapocho, de cuyo apogeo solamente quedan unas pocas reminiscencias románticas por aquellas cuadras.
El bar está en el primer nivel del inmueble de rotundo estilo art decó de la señalada dirección, con fachada pintada de inconfundible color rojo, ya un poco empalidecido por años de sol y la exposición a los elementos. Un eterno cartel facturado a mano ha anunciado por casi dos décadas los platos del día, afuera junto a la entrada. En tanto, un luminoso con una marca de cervezas se levantaba encima de la entrada, en el pretil de un pequeño balcón del segundo piso, aunque en algún momento parece que se acabó el convenio con la marca y fue pintado del mismo color rojo que el resto del caserón.
 Se entra al Turismo pasando por su arco de geometría modernista de los años veinte o treinta, y por un pasillo corto pero que da directamente al gran mesón con caja, un mueble de como medio siglo, con un clásico mostrador modelo Frio Star y una repisa colmada de botellas y recuerdos típicos de toda picada de barrio. Atrás del mesón está la cocina, cuyas proporciones más bien pequeñas sorprenden, si son contrastadas con la cantidad de platos que salen desde allí a ciertas horas del día.
El boliche cuenta con una sala junto a la cocinería y otra lateral, en la que duerme un piano cuya tapa sirve a veces de peana para el infaltable televisor. Estas características lo han hecho desde sus inicios una picada casi familiar y hogareña, al menos durante el día: de esas cuyos clientes se vuelven amigos leales, por lo que su carta popular pasea entre comidas típicas, tragos chilenos y cervezas. Incluso se adivina por la arquitectura y lo que fueron ventanas o pasillos, cómo esta fue una residencia adaptada para cantina y restaurante en un pasado remoto.
Vista actual de la fachada del inmueble y del bar.
Entrada del bar, hacia el año 2014.
 
Entrada del bar durante la noche, publicada en el diario "La Tercera", en 2012.
Hacia las horas de la noche, especialmente en la oscuridad temprana de otoño e invierno, sus mesas de colores -casi todas originales de cuando fuera fundado el local- suelen ser ocupadas por trabajadores y nocherniegos, en otra época de su historia viniendo desde las casitas de remolienda que quedaban en estas manzanas, además, según supimos por algunos clientes.
Echando cuentas por el tiempo, se sabe que este bar nació hacia el año 1965, aproximadamente. Lo hizo, al parecer, en las dependencias de otro establecimiento similar y más antiguo según tenemos entendido, aunque no confirmado. Lo cierto es que fue fundado en aquella década por la pareja Luis Ubilla Pérez y María Salomón, quienes decidieron (sin mucha meditación ni razones profundas) bautizarlo simplemente Turismo, tal vez aludiendo a esta actividad que era enérgica en esos años por la presencia de los ferrocarriles de la Estación Mapocho y la mucha hotelería para pasajeros de los mismos trenes.
Ubilla aparecerá con otra dirección en 1976, sin embargo: la cercana de General Mackenna 1542, cuando establece ante notario una sociedad comercial de responsabilidad limitada con su hijo Juan Ubilla Salomón, con la misma dirección, y don Francisco Oneto Serrano, quien ostentaba entonces la dirección de Amunátegui 1052. La intención de los asociados era explotar con el giro de discoteca y otros similares, un local denominado El Molino Loco o Pierrot, ubicado en Parque O'Higgins, por lo que es de suponer que el Turismo fue parte de un grupo de establecimientos que llegó a tener el fundador.
La época dorada y con clientela segura, habría estado ya en los años setenta y ochenta, cuando se encontraban allí visitantes de la desaparecida Cárcel Pública, hoy ocupada por los edificios de Aguas Andinas, y el Mercado Persa, en donde ahora está la Plaza Jerusalén de avenida Balmaceda, a pocos metros del bar y restaurante. El grueso del público, sin embargo, eran en esos años los trabajadores y pasajeros de la estación de ferrocarriles, cuyos trenes dejaron de correr desde y hasta ella en 1987, como se sabe. También asistían obreros y empleados de otros activos centros que se fueron retirando del barrio al transcurrir el tiempo, como empleados de la antigua terminal de buses y los de las fábricas y talleres que había cerca, además de los hoteles ya demolidos, etc. No faltaba el gentío.
Quienes conocen bien el pintoresco boliche, además, saben que en las alturas, en los segundos niveles -incluso desde el balcón vecino- se asomaban hasta hace pocos años por las ventanas y balcones, unas mujeres maduras, gordas y de brazos rollizos con feos tatuajes que alguna vez quisieron ser coquetos, intentando invitar a hombres que pasaban ya indiferentes a ellas por abajo a nivel de la calle. Como se podía adivinar, era este uno de los últimos lupanares que sobrevivieron hasta el siglo XXI desde la incorregible bohemia pasada de Mapocho.
 
A mayor abundamiento, aquella casa de remolienda de las antiguas y regentada por una mujeraza conocida como la Pálida y la Cara de Ave, o algo así. También dicen los chismosos del sector que la madam terminó por perder el negocio al echarse al vuelo todas sus chiquillas ya con alas propias (algunas de ellas demasiado buenas para las copas, por cierto) y por no poder competir con la penosa actual prostitución "de importación", misma que ya ha saturado el Centro de Santiago de cariñosas extranjeras. No es perverso suponer que pudo existir, entonces, algún grado de intercambio de clientes entre arriba y abajo, quizá en algún período.
Desde sus orígenes, en consecuencia, el bar Turismo pertenece íntegramente a la generación de cantinas históricas del viejo barrio Mapocho y sus curiosos ambientes. De hecho, algunos consideraban que completaba el "circuito" de aventura etílica que señalaban con inicio en La Piojera, en Aillavilú: una denominada Ruta de la Muerte, según decían  antaño, que incluía a otros célebres cuarteles de la ribera mapochina como el Touring de General Mackenna, el cercano Wonder Bar (remodejado desde 2022) y el desaparecido palacio de las superguatitas de Donde Piñita en Morandé, con sus refrescantes borgoñas.
Desde hace un buen tiempo, además, asisten al Turismo algunos músicos populares conocidos en el barrio, los mismos que aparecían en La Piojera o el extinto Chicha y Chancho cerca de la estación. Solían llegar algunos al local para ganarse algunas monedas y, en ciertos casos, a tomárselas de inmediato allí mismo. También concurren artistas del Centro Cultural Balmaceda, o público de eventos en la Estación Mapocho cuando hay ferias o conciertos. De vez en cuando, llegan turistas extranjeros, orientados por la guía de atracciones más populares de la ciudad de Santiago o sólo siguiendo alguna indicación pícara, casi como justificando el nombre de este sitio.
Los platillos típicos de la cocinería son los previsibles: prietas, arrollado y pernil con papas, empanadas y las populares colaciones de almuerzo casero, a precios bastante módicos. Sánguches, cazuelas, chuletas, pescado frito, pollo asado, té, café y la frescura de los productos provenientes de los mismos grandes mercados del barrio. 
En la barra de tragos, en cambio, el Turismo destaca por tener los mismos proveedores de importantes restaurantes populares, algunos famosos de este barrio o de otros sectores de Santiago, además. Brilla allí uno de los buenos terremotos que hay en Santiago, preparado "a la antigua", antes del actual boom absurdo que le bajó la calidad a este trago y le aumentó a niveles delirantes el golpe de azúcar a la receta, desde hace algunos años. Lo siguen en popularidad los arreglados, los pipeños, las chichas y los borgoñas, además de las infaltables cervezas y vinos.
 
Don Juan, el ya mencionado hijo de los fundadores, atendía hace varios años en persona con su esposa doña Florencia, tarea que fue quedando en manos de esta última. Fue entrevistado también por el diario "La Tercera" del lunes 26 de noviembre de 2012 (reportaje "Los bares bohemios de Barrio Mapocho"), en donde declaraba orgulloso confirmando parte de la fama que ha rodeado siempre al negocio:
"Mis padres lo instalaron aquí porque era un barrio muy concurrido", cuenta su actual dueño, Juan Ubilla (62), mientras devora un plato de arrollado con papas cocidas. La esquina de Amunátegui con Mapocho tenía una ubicación privilegiada a mediados de los años 60, cuando Luis Ubilla y María Salomón abrieron el bar Turismo (Amunátegui 1052) frente a la Cárcel Pública y a una cuadra de la Estación Mapocho. Pero los trenes dejaron de llegar hace 25 años, la ex cárcel es hoy el edificio corporativo de Aguas Andinas, y este rincón del barrio comenzó a perder comensales. "Pero la gracia es que aquí puedes tomar un terremoto bien sentado y conversado, sin estar apretujado o haciendo fila para entrar", agrega Ubilla. Además de los eternos vecinos, llegan artistas del centro cultural Balmaceda, y los músicos de La Piojera y El Hoyo aún tocan en el Turismo como parte del circuito. "Y no falta el que llega después de ir a una de las pocas casas de citas que van quedando", ríe. Sus mesas azules y rojas tienen más de 60 años, y una barra con botellas de hace medio siglo da la bienvenida al lugar.
"Somos una picada quitadita de bulla, siempre abierta, e ideal para venir en patota a probar pipeño, terremoto ($ 1.800), arreglados y chicha, todos con un plato de cabritas de cortesía", dice. Y para los curiosos por el nombre, ni hasta Ubilla lo sabe. "Le gustaba la palabra a mi papá nomás".
Desde hace tiempo, sin embargo, es doña Florencia quien se ha encargado de capitanear el lugar, casi siempre acompañada de su madre, una simpática excomerciante de Quilicura quien, a veces, se sienta a conversar con los comensales, si acaso no está en la barra, la caja o la cocina. A doña Florencia la llamaban afectuosamente la tía algunas chicas que llegan ocasionalmente hasta la añosa barra, por cierto.
Finalmente, ha sido inevitable que las actividades culturales arribaran para anidar a este lugar, por períodos con cierta frecuencia interesante. En octubre de 2015, por ejemplo, se realizó parte del ciclo titulado "Evas Inmorales 2.0" con una presentación de Fanny Campos Espinoza, en la que participaron escritores y músicos. Y en cuanto a ciertas relaciones con el mundo literario que han quedado felizmente establecidas en este lugar, sirvió como lugar de lanzamiento del libro "Dicen tiempo al tiempo dicen", del poeta Leo Paredes, en noviembre de 2017.
Sobreviviente de la última gran época de la diversión santiaguina en cantinas y tabernas, el bar Turismo ha ido consagrando y ampliando su nombre en los círculos, entonces: tras la roja fachada de calle Amunátegui y entrando de lleno ya a esta que puede ser una segunda vida, más actual y vinculada al mundo cultural... Larga vida al Rey. ♣

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