Una idea de cómo lucía, aproximadamente, El Estribo hacia 1987.
El Estribo fue una especie de cantina y fuente de soda que se hallaba en
avenida La Florida llegando a la calle Rojas Magallanes, remontada al pasado semirrural de estos mismos sectores ubicados casi en las faldas cordilleranas. El folclórico negocio encontraba casi en la
esquina norponiente del señalado cruce de vías, justo enfrente de la bajada
de la locomoción colectiva antes de arribar a la capital el infame sistema del Transantiago.
Aqella ubicación era diametralmente en oposición a la antigua
Casona de Adobe que, en la esquina suroriente, que albergó por muchos años a
un otrora famoso restaurante de aire campesino en el sector llamado El Rojas
Magallanes, del que quedan todavía en pie parte de los murallones con contrafuertes de la vieja bodega que había sido adaptada a tales servicios de comedor y quinta de recreo.
En términos generales, El Estribo una taberna de aspecto campestre aunque algo decadente, bastante rústica. Era de esas con techos parcialmente tapados
con planchas y muros mezclando etapas de adobe, madera y tabiquería ligera. A los primerizos quizá daba un poco de susto entrar allí, en especial cuando todos esos rostros cansados y
enrojecidos por el "bronceado de cantinas" (al decir de la canción del grupo Los Mox), algunos incluso con campesinas chupallas, se volvían coreográficamente hacia cualquier extraño que cruzara las puertas.
Aunque había también historias
un poco sórdidas circulando alrededor del local, los vecinos con más años viviendo y recreándose cerca del mismo boliche juraban que jamás vieron algo en ella que inspirara
miedo.
Como frecuencia, había viejitos y trabajadores en sus mesas y barra, todos de camino a quedar encañados dentro de aquel sitio, más algún perrito callejero que se metía al local
pidiendo compasivos bocados de los presentes. Lo curioso es que, sólo unos metros más allá, estaba y aún está el retén de Carabineros de Chile llamado de Los Jardines, cuyo personal era el terror de los ebrios callejeros entre fines de los años noventa e inicios de la década siguiente.
Con una presencia policial tan cercana, prácticamente vecina, la calma y la
tranquilidad estaban casi garantidas en El Estribo. La desparramada tendencia de muchos floridanos jóvenes de entonces, especialmente la de beber en la vía pública, hizo que varios terminaran detenidos pudiendo conocer bien el interior del retén y su oscura celda principal. Por esta misma razón, había varios de ellos capaces de reconocer a los funcionarios de carabineros del mismo retén que iban después a la misma cantina, ya vestidos "de paisa".
De hecho, contamos con testimonios de quienes vieron por entonces a muchos en uniforme dentro del mismo lugar, desafiando quizá las restricciones disciplinarias. Parece haber sido una especie de prolongación ambiental del retén en alguna época, inclusive. Es el caso de lo que reporta nuestro informante Andrés Vargas, quien nos proporcionó este interesante comentario en otro sitio patrimonial (octubre de 2019):
Llegué a vivir allá en 1990, con 17 años, en la villa del 7000 frente al
sector de parcelas de la familia Alesandri, paradero 16 de una avenida La Florida con sólo dos pistas, una en cada sentido. También era un fan
incondicional de las cervezas en las plazas y claro, con cero escándalo. Eran otros tiempos: esas ganas de creerse el cuento y ser alumbrado
aún no llegaban a la comuna. Una vez, en una tomatera con unos socios que
recién habíamos conocido, nos robaron un par de cosas en un sector
eriazo que estaba en calle México con Santa Julia, hoy abierto y hasta
con semáforos, pero en esos años hasta una acequia pasaba por ahí. Estábamos
tan borrachos con mi amigo que fuimos a la comisaria al lado de El Estribo. Los carabineros ni nos pescaron aunque nos habían robado el reloj y
billeteras a cada uno. En mi borrachera, vomité la entrada a los
carabineros, los cuales con senda patada en la raja nos echaron.
También recuerdo haber ido a El Estribo varias veces con mi socio el Gollo a beber malta en invierno, cervezas en verano y su sanguchote de
pernil. Varias veces vi a los carabineros de la comisaria del lado
bebiendo y comiendo, pero era normal en esos años. Varios pacos salían
de hay hechos bolsa, pero el ambiente rural de la zona de esos años lo permitía
La cantina era, de ese modo, un lugar único; un vestigio del pasado de campos y
parcelas de La Florida ya tragado por la urbanización. En pocos metros
cuadrados, se encontraba el cliente con un terreno agreste, chacarero, húmedo y con
pasto crecido. Hasta montículos había junto a la entrada, como esas
imperfecciones del suelo que uno encuentra en los potreros y que semejaban
un poco al mismo paisaje que había enfrente de este lugar, cruzando avenida
La Florida, en donde hoy están un supermercado, un boulevard y enormes condominios. Fue increíble que aquel pequeño cuadrante de El Estribo sobreviviera a la
ferocidad de los cambios en su entorno, mientras los caminos polvorientos eran convertidos
en flamantes avenidas y se levantaban muchos proyectos inmobiliarios
alrededor.
Vista actual del sector de la cuadra y esquina que ocupaba El Estribo, hoy
desplazados por un complejo comercial de farmacias. La casa que se observa
en la imagen de la derecha era justo la vecina a la cantina.
Aunque los propietarios pretendían adoptar algo de la estética de las fuentes de
soda modernas e hicieron colgar un cartel luminoso destartalado y polvoriento con su nombre en
lo que equivaldría al jardín, al interior dominaba una mezcla de ambiente
huaso y roto. Hasta el nombre de El Estribo
recordaba aquel pasado rural y campestre de la comuna. Banquetas cojas, mesas
patulecas con manteles a medias y sillas de madera con ataduras de mimbre
dominaban el mobiliario. Vino, malta, cerveza y jarras de ponches para la sed, como invariablemente
sucede en esta clase de cantinas. Solían atender los propios dueños más algún empleado.
Desconocemos si allí se vendía algo especial para comer, salvo platos de colación y esos típicos
bocadillos de cocina popular chilena para el bajón de hambre. Los favoritos parecen haber sido sánguches típicos, sin embargo.Parte de la importancia y la provisión permanente de parroquianos que
tenía
la poco iluminada sala interior se debió a que, durante varios años, El
Estribo fue la sede de un importante club de rayuela de
Rojas Magallanes, cuyos miembros se reunían en un galpón atrás por el
patio para
practicar tiros y quemadas con los tejos. Otro gran cartel, escrito a
mano y
con pulso tembloroso, anunciaba su presencia en esta cancha de juegos y
su club en el mismo sitio.
Siendo bastante bien conocida la devoción de los rayueleros por el vino
y la chicha, decían en La Florida que los veteranos de este deporte se
mostraban llanos a enseñar allí a
los curiosos. Algunas veces se los veía haciendo tiros de prueba en el
jardín, además, hacia las
horas de la tarde. En otras ocasiones, ya descansando, se sentaban en
el acceso y junto a la calle,
mirando pasar el tiempo mientras el pálido color amarillo del
cartel con tubos de luz interior comenzaba a encenderse ya pasado el
atardecer.
Sucedió también que, en una ocasión, por el año 1996, hubo un tremendo accidente media
cuadra más abajo, por Rojas Magallanes en la esquina de una calle llamada Honduras. Un automóvil acabó partido por la mitad al estrellarse de lado
contra un grueso álamo, mientras adentro de lo que quedaba de la cabina un ebrio atrapado en el cinturón de seguridad pero
casi ileso, intentaba salir. Fue el afortunado saldo del grave accidente. Por la proximidad con el retén
y la alerta general del estruendo, no tardaron en llegar los carabineros, pero también aparecieron varios de los
viejos asiduos al boliche. Cuanto menos un par de ellos
estaban tan ebrios y evidentemente pasados de garrafas que los propios
vecinos los mandaron de vuelta a la cantina: haberlos dejado a la vista del gran
contingente policial habría sido como dejar niños
cuidando huevitos de chocolate, y con sorpresas.
A pesar de la cantidad de años que llevaba en aquel lugar, El Estribo cerró de súbito hacia la proximidad del Bicentenario Nacional. No obstante, desde antes de su desaparición se había echado a correr ya la idea de que
abriría en otro sector de locales comerciales, probablemente allí mismo o en
el sector de Rojas Magallanes. Esto último terminó no siendo real, desgraciadamente.
Con
el boliche ya en oscuridad, entonces, hubo una enérgica y rauda demolición de todo ese
espacio de la cuadra. Segmentos de la calle que jamás en su vida habían
conocido asfalto fueron pavimentados y todo el recinto que pertenecía al
antiguo club quedó reducido a escombros lastimosos. La antes estrecha avenida La Florida ahora era una cómoda avenida con bandejones y grandes centros comerciales aparecían a todo su paso.
Con la misma velocidad, se construyó un centro comercial con un pequeño mall, vecinos a una sede bancaria. Las transformaciones asimilaron aquella superficie que antes perteneciera a cañas
de vino y tejos de rayuela. Nunca más se supo ese viejo y oxidado local de El
Estribo, perdiéndose en el camino sinuoso e impetuoso del progreso y el
desarrollo, aunque sí apareció un relevo más moderno y con su mismo nombre en otro lado de la comuna floridana, por el lado de calle Manutara cerca de Plaza Raúl Valenzuela, con bastante buena crítica para su cocina. ♣
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