Reconstrucción aproximada a cómo debió lucir la Casa de las Siete Puertas en sus tiempos de remolienda desenfrenada.
A mediados del siglo XX, gran parte de la avenida Diez de Julio Huamachuco era un hervidero de prostíbulos, garitos y cabarets de mala muerte repartidos entre las cuadras de los barrios llamados San Camilo (calle Fray Camilo Henríquez), Los Callejones (sector de calle Lira), la vecina calle Eyzaguirre y después la vía de Emiliano Figueroa, más al poniente. Famosas cabronas de la época, como la Lechuguina, la Guillermina, la Tía Rosita y la Nena del Banjo fueron algunas de las regentas de aquellos circuitos. El trajín nocturno fue de una intensidad asombrosa, comparable solo a la de los vecindarios bohemios de nuestro tiempo, por lo que iba acompañado de formas de comercio complementarias como restaurantes de cena, cafés y botillerías en todo el sector.
Casi al centro de la agitada y trasnochadora Diez de Julio, en la cuadra entre calles San Francisco y Nueva de Valdés, entre los actuales números 755 a 767 existió uno de los lupanares más curiosos de la historia de la remolienda en Santiago: la denominada Casa de las Siete Puertas, de la que hoy poco y nada se recuerda. Aunque había un aire romántico y clásico alrededor de ella, tan curiosa denominación no era alusiva a las famosas siete puertas de la ciudad greca de Tebas, sino que provenía de un hecho muy concreto: era un caserón con siete puertas, en donde se instalaban las "niñas" coqueteando a los posibles clientes.
En el también denominado "barrio chino" (como sucedía con otros sectores populares de la ciudad), el burdel de la Casa de las Siete Puertas había aparecido allí hacia la década del cuarenta o cincuenta, calculamos. Un poco divulgado trabajo recopilatorio de M. Parada que lleva por título "Calles de Santiago", publicado por la Ilustre Municipalidad de Santiago y llegado a nosotros por intermediación del investigador independiente Alan Bruna, decía en su página 49 refiriéndose a la misma avenida: "La Nena del Banjo, la Lechuguina de calle Serrano con Diez de Julio, Las Chicas de las Siete Puertas que en la actualidad, al frente hay un jardín municipal". Dicha área verde correspondería hoy a la Multicancha 10 de Julio, ubicada en el número 760, aún dependiente de la Municipalidad de Santiago.
El nombre del burdel aún suena extraño y casi esotérico, como para título de una novela de misterio. Solo la mítica Casa de los Siete Espejos de Valparaíso podría ser más mistérica e intrigantemente pintoresco, en su caso por tener este mismo número de artículos dentro de su decoración y de gran tamaño. La gente llamaba también al lugar y a sus trabajadoras como las Las Niñas de las Siete Puertas, ya que su característico e inusual número de puertas era determinante en la identidad del mismo. Fue señalado, además, como una de las mejores casitas de huifa disponibles en toda la venida Diez de Julio (con lo que quiera que eso signifique), compitiendo en fama, oficio y clientela con las otras innumerables opciones locales para la diversión capitalina menos decorosa.
Junto con confirmar la ubicación precisa que tenía la legendaria casa de huifa, la productora audiovisual Stgo B se arrojó a la tarea de reunir testimonios interesantes de vecinos que conocieron el lugar, en un corto documental actualmente publicado como maqueta en su canal de internet, hacia 2015. Uno de ellos era el señor Hugo Funes, presidente del Club de Adulto Mayor Vida Sana, quien explicaba a sus entrevistadores:
Claro, el comienzo es que yo tenía como 12 años, pero eso había en Diez de Julio: había muchos prostíbulos, y había una casa muy especial que se llamaba Las Siete Puertas. Habían siete puertas y siete ventanas... Las "niñas" se sentaban en las ventanas a atajar a la gente que pasaba, y resultaba que eran unas casas con dos patios: las casas eran al fondo, tenían dos patios y ellas tenían comunicación por dentro, porque eran casi todas conocidas; trabajaban en lo mismo... Tenían contacto porque a veces venían radiopatrullas o una ronda de carabineros y ellas se escondían. Y a veces los carabineros allanaban las casas, entonces ellas se iban escondiendo por los fondos de los patios: daban una pasada para la otra, para la otra, y salían por otro lado. De eso me acuerdo muy bien...
El mismo informante asegura que al lado de la Casa de
las Siete Puertas había un centro de entretenciones de la conocida cadena de juegos Diana, a cuya rueda de
la fortuna iban los niños del barrio para divertirse durante las más quietas y benignas
horas del día, aunque a veces alargando la diversión hasta la medianoche. Se sabe también que tanto el ambiente diurno como el de huifa en las noches era muy frecuentado por folcloristas, particularmente por los cuequeros.
Técnicamente, sin embargo, más que una casita propiamente dicha la Casa de las Siete Puertas era una secuencia con este número de compartimentos o locales correctamente decorados y amoblados para los servicios que las "niñas" prestaban en cada uno. En efecto, estaban unidos por su parte posterior, hacia donde había otras dependencias y un par de patios con pequeños árboles, según los testimonios.
Aspecto de los viejos barrios de Diez de Julio en los años veinte, en el cruce con Santa Rosa una cuadra al oriente de donde iba a quedar instalada la Casa de las Siete Puertas. Imagen tomada de los álbumes de fotografía histórica de Chilectra.
Esquina de Diez de Julio con San Francisco, en el barrio donde solían pulular las "chiquillas" que trabajaban en las pecaminosas noches del vecindario. Esta imagen es gentileza del señor Alan Bruna.
Sector de la calle Diez de Julio en donde están los siete locales comerciales que ocupan los espacios antaño pertenecientes a la Casa de las Siete Puertas. Fuente imagen: Google Street View.
Las chiquillas que vivían y trabajaban en esas mismas dependencias se paraban a "regalonear" en la hilera de esas antiguas puertas con marcos de enladrillados, postigos y cuarterones, luciéndose allí a los clientes en una imitación bastante más modesta del Barrio Rojo de Amsterdam. Algunas eran muy conocidas en el barrio, de día y de noche. Solían permanecer allí de pie, sentadas sobre las gradas de cada acceso o descansando en los marcos.
También decían los viejos de los barrios Matta y Matadero que la Casa de las Siete Puertas tuvo por largo tiempo a uno de sus costados un concurrido bar tipo cantina pobre, en donde los comensales alternaban entre la fiesta del burdel y la jarana alcohólica de este mismo local. Al respecto, existe un dato interesante aportado por el periodista y cronista Raúl Morales Álvarez, en un capítulo de su "Antología" en donde describe las veces en que debió testimoniar homicidios en los tugurios y antros de Santiago. Según lo allí reproducido, la taberna que se encontraba vecina al burdel era un bar llamado Nunca se Supo, y cuya ubicación era "casi tocándole los lomos de adobe a una famosa casa de remolienda conocida como 'Las Siete Puertas', porque las tenía".
Agregaba el famoso reportero que debió ir a cubrir un delito sangriento en el Nunca se Supo: un hombre apuñalado y desangrándose en el lugar. Cuando llegó tras ciertas dificultades, ya se estaban llevando al moribundo. Decidido a no perder la noticia, el periodista se arrojó sobre el herido y le preguntó desesperado por obtener alguna información, antes de que desapareciera por la ambulancia: "¿Quién te mató? Dime... ¿quién te mató". Pero el agonizante, casi desfallecido, atinó solo a sonreír y responder con una sorna final de su existencia: "¡Nunca se supo!".
Otro negocio célebre en esta cuadra fue el Milonga, uno de los primeros que instaló el empresario nocturno José Padrino Aravena, ubicándolo por la esquina de San Francisco. Tenía la característica de atender de forma continua durante las 24 horas del día, sirviendo de parada o estación para muchos visitantes de estos barrios saturados de casitas de huifa. Más arriba, en la cuadra del 400, estaba el Bar del Chinito, alguna vez famoso entre los noctámbulos del sector.
El largo burdel no se encontraba solo en la cuadra del 700 de Diez de Julio, sin embargo: el 3 de octubre de 1950 las autoridades hicieron allí una redada para verificar el cumplimiento de patentes, del Código Sanitario y la observación de las buenas costumbres, abarcando todos los lenocinios en el tramo de la avenida, entre Santa Rosa y San Francisco. Una docena de huifas fueron multadas y momentáneamente clausuradas en aquella ocasión, entre ellas la propia Casa de las Siete Puertas.
De acuerdo a los testimonios disponibles, sin embargo, el final de la Casa de las Siete Puertas podría hallarse en nuevas y mayores embestidas realizadas hacia los años sesenta, cuando muchas de ellas acabaron clausuradas de manera definitiva e incluso demolidas. Influyó mucho en esta situación una cruzada iniciada con la Ley Nº 11.625 de Estados Antisociales, que había sido promulgada en 1954 durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y que buscaba regular aspectos de la moral pública, además de cerrar espacios a la delincuencia de aquellos años.
Barrio Diez de Julio se vería especialmente afectado con aquellas varias arremetidas, que acabaron desplazando la actividad del comercio sexual desde sus manzanas. Y aunque se lo romantice en el recuerdo de los veteranos que vivieron aquellas epopeyas, cuesta evadir el hecho de que aquel sector de Santiago se había ido volviendo sumamente peligroso, sofocado por delincuencia y crímenes en ciertos períodos.
La mítica Casa de las Siete Puertas fue otra de las históricas residencias afectadas por la ola de demoliciones y remodelaciones que convirtieron esas cuadras de Diez de Julio Huamachuco en una concentración de comercio de repuestos, casas automotrices, desarmadurías y talleres de vehículos. El inmueble acabó totalmente transformado para aquel nuevo destino, al punto de que, prácticamente, se perdió todo lo que había en sus tiempos de lupanar.
Sin embargo, a pesar de las dramáticas modificaciones de aquella manzana, aún se pueden reconocer muchos vestigios de esa época en el barrio: los siete cubículos del alguna vez famoso prostíbulo, ahora corresponden a siete tiendas de repuestos para automóviles muy sencillas y con cortinas metálicas, además de quedar vivos un par de árboles por atrás, en el desaparecido sector de los patios del caserón. ♣
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