♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣

EL PARQUE JUAN XXIII Y SU ANFITEATRO EN ÑUÑOA

Entrada al Parque Juan XIII, casi recién inaugurado. Fuente imagen: revista "En Viaje", 1964.

Es sabido que la comuna de Ñuñoa tiene un gran valor dentro de la historia urbana de Santiago, por tratarse de un territorio que convive con parte de su pasado a la vista y todavía después de haber sido devorada por el avance de la ciudad hasta las faldas precordilleranas. En efecto, la urbe fue absorbiendo lo que eran antiguos fundos, rancheríos, chacras, propiedades agrícolas, casas patronales y los caminos de la antigua comarca de Ñuñohue, desapareciendo algunos rasgos pero quedando otros en el tiempo.

El Parque Juan XXIII es un perfecto ejemplo de aquel fenómeno con estados vestigiales aún existentes. Abarca unos 750 metros de longitud y 28.870 metros cuadrados entre las vías Dublé Almeyda y Dr. Agustín Andrade. Está flanqueado por las residencias que se han construido en el borde de las vías de sus costados, correspondientes a las calles Los Jardines y Juan Moya Morales. Lamentablemente, la realidad social de nuestra época exige mantener el parque cerrado durante las noches, evitando la eventualidad de actos delictivos y malos comportamientos de personajes que, a veces, asoman también por este lugar dejando sus propias marcas. No obstante, algunos vecinos tienen en sus casas comunicación más directa con esta área verde, en la parte posterior de sus residencias.

La continuidad del paseo por el parque está cortada, sin embargo, o más bien segmentada: la necesidad de mejorar las conexiones viales en este lado del Gran Santiago seccionó su franja verde al trazar las calles Alcalde Eduardo Castillo Velasco y Los Almendros, dejando al parque en tres tramos. Y si contamos las áreas verdes que originalmente le pertenecían al Parque Santa Julia sobre el que nació este paseo, sus segmentos serían cinco, considerando el que corresponde al de la Casa de la Cultura de Ñuñoa y, en el extremo opuesto, el de las plazas y patios de un Centro Comunitario que daba hacia avenida Grecia.

Por su proximidad a las residencias de los contornos, el parque vino a servir como una especie de patio comunitario para todas ellas, por lo que se hizo un lugar esencialmente familiar en donde pasean padres con niños, grupos de jóvenes, ciclistas, personas haciendo picnics y parejas durante la luz del día. En el último tramo actual, el del anfiteatro, hasta hoy es frecuente encontrar grupos de personas realizando ejercicios, prácticas de acrobacias o artes marciales, entre el grato ambiente de viejos árboles, pastos y senderos peatonales, tesoritos de este casi oculto lugar de Ñuñoa.

Debe observarse -también en mérito de la historia comunal- que el parque es una reminiscencia de lo que había sido el antiguo fundo que apareció sobre el terreno de la encomienda colonial de Juan Jufré, otorgada por Pedro de Valdivia, y en la que se construyó la mansión patronal del siglo XIX que hoy es la Casa de la Cultura de Ñuñoa. Esta propiedad, conocida como Chacra San Nicolás y ubicada al oriente de Lo Infante, perteneció al empresario minero Luis Gregorio Ossa a partir de 1860, aproximadamente, y después a don José Pedro Alessandri Palma, hermano del futuro presidente de la república. Alessandri la compró en 1910 por la suma de $1.910.481 y rebautizó la propiedad como Fundo o Chacra Santa Julia, en homenaje a su esposa Julia Altamirano.

La chacra daba frente a la actual avenida Irarrázaval, en el llamado Camino de Ñuñohue. A su espalda, sin embargo, contaba con unas 305 hectáreas planas regadas de buena importancia agrícola, pues los Alessandri las explotaban para la producción de papas, alfalfa, trigo, frutales, ganadería y lechería. Eran 191 cuadras de cultivos y siete lotes de terrenos en la después llamada Población San Gregorio. Al mismo tiempo, el fundo ñuñoíno fue lugar de varios encuentros, celebraciones y paseos campestres de aquellos años, convertido en importante lugar de encopetadas reuniones sociales.

Parte de los atractivos de la propiedad de Alessandri, además, era un paseo que podían hacer las visitas a su extenso y fastuoso parque de jardines, que se extendía por atrás de la mansión como un sendero verde con glorietas y de un tremendo rosal, para el deleite de los paseantes. Se recuerda que dicho rosal producía una finísima y cotizada variedad de estas flores, por lo demás. Precisamente, ese sector posterior de la propiedad corresponde al actual Parque Juan XXIII.

Escenas finales del filme "Morir un poco", de 1967, con imágenes del entonces flamante Parque Juan XIII.

Árboles, sillerías y espejos de aguas. Fuente imagen: revista "En Viaje", 1964.

Línea de espejos de agua y pasillo con túnel de enredaderas. Fuente imagen: revista "En Viaje", 1964.

Sendero entre los arbustos y fuentes de aguas. Fuente imagen: filme "Morir un poco", 1967.

Fuente espejo de aguas y la cascada al fondo de la imagen, en el filme "Morir un poco".

Vista satelital del parque. El área verde que pertenecía a la ex chacra se extiende desde las avenidas Irarrázaval (Casa de la Cultura) hasta Grecia (ex Centro Comunitario), pero el área del Parque Juan XXIII propiamente tal, comienza en Dublé Almeyda y concluye en Dr. Agustín Andrade. Fuente imagen: Google Earth.

Reinauguración del mural de De la Fuente, en 2016. Fuente imagen: "El Mostrador".

Tras la creación de la comuna, sin embargo, había comenzado a ejecutarse una gran cantidad de loteos de propiedades, más o menos a partir de 1895. Según René León Echaíz en su conocida obra "Ñuñohue", del loteo de dos chacras vecinas comenzará a surgir lo que hoy es el Barrio Juan XXIII, el mismo alrededor del parque. Y con respecto al entonces denominado Parque Santa Julia, el autor detalla:

A poco andar, el señor Alessandri realizó en su chacra una gran obra de urbanización. Trazó por en medio de ella una gran avenida hacia el sur y vendió lotes de terreno a uno y otro lado de ella. La avenida fue llamada primero Gran Avenida, luego Avenida Macul, y actualmente Avenida José Pedro Alessandri. Los sitios vendidos fueron edificados con hermosos palacetes y chalets, que convirtieron el sector en un destacado barrio residencial. Posteriormente la parcelación continuó avanzando y se trazaron dentro de la chacra numerosas calles. Una de ellas, que lleva el nombre de Santa Julia, era un antiguo camino interior de la propiedad. Las antiguas casas de la chacra fueron donadas por la Sucesión de don José Pedro Alessandri a la Municipalidad de Ñuñoa y en ellas funciona actualmente la Casa de la Cultura.

La mencionada calle Santa Julia hoy se encuentra al poniente del parque, a unas dos cuadras para ser más precisos. La avenida Alessandri o Macul, en cambio, se halla a unas ocho cuadras, en la misma dirección al oeste. Y, en lo fundamental, el mencionado paseo al interior del fundo es lo que coincide u origina más actualmente al Paseo Los Jardines interior. Este corre paralelo a la calle Los Jardines, que bordeaba antaño aquel hermoso parque familiar. De ahí el nombre de la misma, como puede adivinarse.

Alessandri falleció en 1923, dejando la propiedad a sus herederos. Al final del año 1952, la Comunidad Alessandri Altamirano la donó a la Ilustre Municipalidad de Ñuñoa, creándose así la Casa de la Cultura en la vieja mansión georgiana y su terreno inmediato. Los que estaban a su espalda, en cambio, que se habían ido estrechando por planes de urbanizaciones en sus contornos, mantenían algo del aire campestre y recreativo con sus exuberantes jardines.

Existe un artículo interesante sobre el origen del parque en la revista "En Viaje", del literato y educador Benedicto Labarca Calvo ("El 'Parque Juan XXIII' de Ñuñoa”, junio de 1964). Recalca allí también el origen del nombre del paseo (que algunos aún confunden con la Plaza Juan XXIII de Providencia, dicho sea de paso), dedicado al célebre y reputado Papa Buono fallecido a inicios de junio de 1963:

Al parque Santa Julia, con cuyo nombre nació la iniciativa, en solemne sesión municipal se le dio el nombre de Juan XXIII en homenaje al Vicario-Pontífice recién fallecido. Papa talentoso, visionario, humilde, renovador, enemigo de las pompas mundanas, exponente de un siglo en sus postrimerías, quería restituir la primitiva pureza de la doctrina de Jesús que la había entregado como credo universal.

La idea de construir un parque público sobre el paseo de jardines y arboledas que quedó en manos de la municipalidad, había surgido durante la administración edilicia de José María Narbona. Este destacado alcalde de militancia radical estuvo al mando comunal entre 1947-1953, 1958-1960 y 1961-1963. Fue en este último período cuando se elabora el grueso del proyecto.

El siguiente alcalde ñuñoíno, don Raúl Cabezas Rodríguez, cuyo período tuvo lugar entre 1963-1967, heredó los planes en ejecución y pudo concretar la construcción e inauguración del parque casi un año justo después de asumir. Esto sucedía en medio de una gran cantidad de obras de remodelación de diferentes espacios de Ñuñoa por aquella época, además. Ciertas fotografías del período, de hecho, muestran que las casas de los contornos todavía estaban siendo terminadas cuando ya había sido entregado el parque a la ciudadanía.

El diseño había quedado encargado al arquitecto y paisajista Álvaro Covácevich, quien a la sazón se desempeñaba en la cátedra de artes plásticas y tenía su estudio de pintura en el Palacio de Bellas Artes. El artista había viajado a Medio Oriente y a Japón, en donde recogió muchas ideas para plasmar en este proyecto según observa Labarca. Su trabajo en este plan, sin embargo, fue complementado por el arquitecto Enrique Gigoux, quien también participó directamente del proyecto.

Covácevich concibió el parque con un surtido y ecléctico aspecto, dominado por los planos y lomas de céspedes, las fuentes espejos de agua, los emparrados y algunas sillerías de piedra entre los viejos pinos del fundo de los Alessandri, además de escaños para descanso del público. Destaca desde entonces su entrada con enfierrado formando una glorieta de túnel de cierta altura y con cúpula abovedada, hechos con varillas de acero y suelo embaldosado de ladrillos. 150 metros de antiguos parrones y otras plantas trepadoras se extenderían por esta estructura.

También resaltaba por entonces la cascada artificial hacia el inicio del paseo, con las mismas aguas que alimentaban las fontanas espejos con fondos de colores celestinos y peces de colores. Aquella caída acuífera cantaba entre jardines de flores de diferentes orígenes, acompañadas de juegos infantiles en un tramo del mismo sendero, los que han sido renovados con el correr del tiempo, además de sólidas pero simpáticas figuras zoomorfas de concreto. La flora mayor incluía araucarias, espinos, álamos, arrayanes y ciruelillos, a los que se sumó también la palma chilena. Así define Labarca el resultado del trabajo ejecutado por el artista y paisajista:

El proyecto es de largo aliento, fue concebido hacia el porvenir. En su conjunto es tan caprichoso como moderno y bello, diferente a los clásicos jardines conocidos, sin panoramas. Tiene líneas novedosas, atrevidas, revolucionarias en su conjunto, tramos donde se quiebra la línea con elegancia y gallardía sin que se pierda la continuidad de su hermosa estructura. Es un concepto nuevo y sugestivo de un parque también nuevo que ensambla con esta época de transición de un siglo que se va y otro que llega o viene hacia nosotros con promesas de luminosos conceptos de vida y estética.

Tras describir un paseo por el mismo parque y llegar a su extremo sur, el autor se refiere a su particular anfiteatro "el teatro al aire libre, de simple y espectacular arquitectura, su ubicación es de cierta originalidad". Era algo novedoso también para esos años, dándonos una descripción interesante del mismo:

Se excavó un espacio amplio de catorce metros de profundidad, al fondo el proscenio circular rodeado en la base de agua iluminada. Las galerías de cemento suben inclinadas a la superficie con capacidad para tres mil espectadores, y a los costados y detrás del proscenio los muros estarán pintados o decorados con motivos alusivos. Está dotado de excelentes camarines subterráneos, servicios higiénicos elegantes y completos. Nada falta.

A todo esto, Covácevich era también un cineasta. Orgulloso de su creación y uniendo ambas actividades, incluyó escenas en esos mismos jardines y ornamentaciones al final de su película documental "Morir un poco", obra de 1966-1967 con mucho de cine experimental. Allí pueden apreciarse sus espejos de aguas y la particular cascada, ya desaparecidos en nuestro tiempo bajo el peso de camionadas de tierra y césped, así como varios otros elementos que formaron parte del diseño que trazó el autor para este parque.

A pesar de los esfuerzos municipales en permanente despliegue para cumplir con los requerimientos del parque, no queda duda de lo más esplendoroso que lucía aquella versión original del Juan XIII en sus primeras décadas, cuando también era seducción para parejas y estudiantes del sector. El atractivo de sus entonces muy bien iluminadas plazas, árboles y jardines se testimonia con la referida obra cinematográfica y otros testimonios gráficos.

Integrado astutamente en el diseño del paseo, en tanto, al Teatro Griego o anfiteatro se incorporó una valiosa obra de arte en su muro de fondo, del pintor Gregorio de la Fuente (1910-1999): se trata de un mural abstracto  hecho durante su época de arte cubista. Está justo atrás del escenario y se titula "El ayer y hoy del hombre". Este trabajo lo ejecutó con algunos de sus alumnos, durante el año 1966. De la Fuente, ex discípulo de Juan Francisco González y antiguo miembro de la Escuela de Bellas Artes, era Director de la Casa de la Cultura de Ñuñoa (1962-1968) cuando le correspondió realizar esta obra. Eran conocidos por entonces sus murales en la Estación Ferroviaria de La Serena (1952), la Caja de Crédito Minero de La Serena (1952), la Estación Ferroviaria de Los Andes (1953) y la Caja de Empleados Municipales de Santiago de Chile (1957).

El pequeño circo de graderías fue lugar de interesantes presentaciones artísticas del período, así como de encuentros comunales de carácter más social. Algunas reseñas del mismo destacan la obra de teatro musical "Jesucristo Superstar", en los años setenta, así como otros shows musicales o de actuación juvenil de aquellos años.

El mismo anfiteatro fue refaccionado y mejorado a principios de los ochenta, pero el cierre del extremo del mismo que caía sobre la avenida Grecia, para la construcción de un recinto educacional y otro de salud, dejó obstruido el paso hacia ese tramo último y también condenó la posición en que quedó el pequeño anfiteatro. Con aquella modificación, el anfiteatro de Ñuñoa quedó un tanto marginado con respecto al resto del paseo por las áreas verdes, como arrinconado al extremo sur del mismo.

Desde muchos puntos de vista, entonces, el actual Parque Juan XIII es una versión simplificada del que fue creado y luego filmado por Covácevich, lamentablemente. Esto se nota de manera muy evidente en lo que fueron la presencia de cursos de aguas dentro del mismo, ahora inexistentes por daños y modificaciones forzadas. Gran parte de la destrucción y remodelación radical del lugar se debió no solo al envejecimiento de las estructuras, sino también a los nefastos aluviones que cayeron desde la Quebrada de Macul sobre la ciudad a inicios de mayo de 1993, especialmente lo que eran sus espejos de aguas y dañando también parte del anfiteatro.

El mural de De la Fuente, por su lado, debió ser recuperado tiempo después durante unas restauraciones que retiraron dos o tres capas de pintura y unos 20 años de olvido que mantenían escondida ahí la obra. Esto se consiguió después de un largo período de decadencia y vandalización del anfiteatro.

El mural estaba en muy mal estado de conservación para entonces, pero pudo ser reparado y presentado otra vez al público en 2016, gracias a una iniciativa de los vecinos agrupados en la Asociación de Amigas y Amigos del Parque Patrimonial Juan XXIII y al aporte de fondos concursables, realizando un exigente trabajo de recuperación entre mayo y octubre de aquel año. Entre otros profesionales, participaron de aquella tarea la restauradora italiana Marta Rebora, su colega Julio Acuña, la artista visual Millale Cordero y el gestor cultural Roberto Fuertes.

A pesar de todo, sin embargo, el parque y el anfiteatro han seguido siendo objeto de atentados neo-neandertales con pintura aerosol y otros parecidos, incluyendo el reinaugurado mural de De la Fuente, lo que ha obligado a nuevos desembolsos y esfuerzos municipales. Actualmente, este espacio ha sido utilizado también para festivales, algunos de ellos gratuitos, como "Rock en el Parque". Muchos grupos amateurs de baile y teatro se valen de este interesante espacio abierto para sus ensayos.

A pesar de los atentados, el encantador Parque Juan XIII continúa siendo un lugar de encuentro comunitario en Ñuñoa, como pocos hay disponibles en las ciudades del país. Fuera de la disponibilidad para el esparcimiento, el deporte y la recreación, los varios eventos interesantes ejecutados en su circo abierto han incluido celebraciones navideñas para niños, clases de prácticas deportivas o yoga, prácticas de patineta, festivales de poesía, reuniones de vecinos, obras de teatro, presentaciones musicales y eventos solidarios. ♣

Comentarios

♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣