El Candilejas en las páginas de espectáculos del diario "Las Noticias de Última Hora", en junio de 1954.
Los años cincuenta parecen haber sido el apogeo de las boîtes en la bohemia de Santiago, por lo que la lista de principales establecimientos de este tipo llegaba a ocupar una sección completa de las páginas en las páginas de espectáculo de los periódicos de entonces. A aquella constelación de luces destellantes perteneció un par de estrellas, aunque muy fugaces: dos infortunados clubes en los bajos de calle San Antonio 385 llegando a Merced, el primero llamado El Infierno y el segundo Candilejas. El lugar que ocuparon era toda la planta subterránea del clásico edificio que allí existe aún.
En aquel lugar fue en donde estuvo por un par de años, a partir de 1952, la boîte El Infierno. Había sido concebida y organizada imitando los clubes recreativos parisinos, especialmente al celebérrimo Cabaret de L'Enfer que había en Montmartre desde 1892 hasta inicios de esa misma década de los cincuenta, con diseños propios de los cuadros infernales de El Bosco y Peeter Huys. La versión chilena ostentaba decoración alusiva a la capital francesa y a los avernos infernarles, elaborada por el artista escultórico y diseñador Germán Montero. Esta incluía llamas de fantasía, 60 calaveras, 20 cabezas de demonios, garras, azadones, símbolos de infierno de Dante, etc., todo bajo una intencional luz rojiza. Para aquellos conservadores e impresionables años, debió ser algo que muchos acobardados capitalinos no estaban tan abiertos a experimentar.
El Infiero fue presentado como "rincón existencialista" en los anuncios, para aquellos clientes "que se deleitan leyendo a Jean-Paul Sartre y que difieren del común de los mortales", según se publicitaba. Pertenecía a una sociedad liderada por el empresario Mauricio Fischmann, y había abierto sus puertas el viernes 17 de octubre de aquel año, iniciando su primera temporada con un concurso de piernas bonitas y un jugoso premio en dinero para la ganadora. Una hermosa muchacha vestida de diabla y con un tridente hacía anfitriona en las puertas del establecimiento, siendo invitados a la apertura el ministro de interior, el cuerpo diplomático residente, el intendente y el alcalde de Santiago, además de reporteros de prensa y radio.
Tocó la música desde aquella noche inaugural la orquesta Los Cascabeles del Infierno, con músicos dirigidos por Mario Ahumada. Las madrinas de la apertura fueron Rosita Díaz Díaz y Sarita Taulis Crovetto, ambas hermosas funcionarias de la Dirección General de Pavimentación. Casi no parecía haber márgenes en la cantidad de dinero dispuesto por los socios para la adaptación y celebración de la puesta en marcha del negocio... Algo de lo que, poco después, se lamentarían.
A los escasos días de abierto el local, en el diario "La Nación" del lunes 20 de octubre de 1952, Joaquín Edwards Bello escribía sobre el recién inaugurado establecimiento que se sumaba a otros de la bohemia alojada en escondites del subsuelo santiaguino, como El Pollo Dorado, el Goyescas, la Hostería El Laurel y el Patio Andaluz:
Me ocupo del candente asunto a causa del nuevo cabaret, boite o cave, recientemente abierto en la calle de San Antonio, con el nombre de El Infierno, en el subterráneo de un moderno edificio de departamentos. Los que fueron a la inauguración han dicho que está muy bien.
Seguramente, este nuevo cabaret, entre la proliferación de establecimientos similares de la ciudad, recordará a no pocos antiguos conocedores de París el otro cabaret del Infierno, o de L'Enfer, que junto a los del Cielo y de la Muerte, es una de las curiosidades de los barrios excéntricos de dicha capital.
En aquel período inicial hubo varias notas de prensa con características de publicidad aparecidas en los periódicos, recalcando los atractivos del establecimiento y su concurso de piernas bonitas. Tenían ciertas características de inserto, además de lo que entonces parecía una astuta jugada de los administradores, al estar invitando a la prensa a los eventos del local.
Nota dando aviso de la inauguración de la boîte El Infierno, en el diario "La Nación" del viernes 17 de octubre de 1952.
Candilejas, en publicidad del diario "Las Noticias de Última Hora", agosto de 1955.
Cartelera de la boîte durante la misma época, en el diario "La Segunda".
Aviso del Candilejas en el diario "La Nación", julio de 1954.
Pero las cosas no marcharon de manera óptima con El Infierno ni llegó hasta él un derrame de público con almas condenadas por tan diabólica tentación. Tras solo dos meses de funcionamiento, se hizo evidente el fracaso del negocio, no logrando compensarse tan enorme inversión y envenenando la estabilidad de los socios, según parece.
Las razones de La clausura de El Infierno serían dadas con bastante sátira por la revista "Ecran" del 30 de diciembre de ese mismo año. Las expuso mofándose también y haciendo un crossover con otra noticia, relativa a la exhibición de tres ayunadores (Blackaman, Tagoire y El Incógnito) que se realizó en esos mismos días tras unas urnas de vidrio en la Feria de Entretenimientos Diana en calle Ahumada 118, súbitamente concluido por un incendio del lunes 22 anterior:
Dos acontecimientos sensacionales han sacudido la vida nocturna de Santiago. Se cierran las puertas de la boite "El Infierno", y sorpresivamente termina la competencia de los tres ayunadores. Por extraña casualidad, las cosas ocurren al revés.
-Este negocio -dice uno de los socios de "El Infierno"-, no da nada. Es como morirse de hambre -y se entiende que dentro de una urna a pensar en algo mejor para el porvenir.
-¡Socorro! -gritan los ayunadores, rompiendo sus urnas y saliendo a toda carrera del local donde trabajaban-. ¡Que llamen a los bomberos! ¡Esto es un infierno! -y tiritando de miedo, comiéndose unas galletitas en la fuente de soda de la esquina, miran consumirse entre las llamas el lugar donde ayunaron de buena voluntad durante casi un mes.
Alguien se equivocó. O los ayunadores de la boite "El Infierno" debieron dedicarse al "ayuno", o los ayunadores debieron instalarse con una boite.
Una de las historias más cortas de los clubes bohemios nacionales llegaba a su inesperado y abrupto final, justo cerca de la Navidad de 1952... De esta forma, las efemérides del cristianismo habían ganado el gallito a las fuerzas infernales del sótano de calle San Antonio.
Con una propuesta menos hereje, entonces, aparecerá poco después allí el Candilejas, club y dancing que vino a ser heredero de aquella boîte, cambiando así de nombre y manteniendo parte de la infraestructura y decoración original que había instalado originalmente El Infierno. Su nombre provenía, muy posiblemente, de la influencia dejada por el filme "Candilejas" ("Limelight") de 1952, obra de Charles Chaplin en donde el ya maduro comediante actuaba con Claire Bloom, Nigel Bruce y Buster Keaton, además de sus hijos Sydney y Geraldine Chaplin.
Pasado ya el promedio del año 1954, el Candilejas comenzó a ofrecer en ese subterráneo los "aperitivos danzantes amenizados" con música a cargo de Osvaldo Silva y su Conjunto, reputado maestro de las bandas de la actividad bohemia en entonces, estrella del famoso cabaret Tap Room y artista de varios espectáculos internacionales. Se presentaron hacia el mismo período la cantante y bailarina española Ingustias Heredia, la pareja de bailarines Lazo-D'Artigas y el cantante tropical Luis Alberto Racchi.
La intensa agitación al interior del Candilejas comenzaba en la tarde, con los números artísticos y la llegada del público después de la jornada de trabajo. La hora del té empezaba a las 18 horas, mientras que la de comida a las 11.30 horas. El madrugador horario boîte era desde las 1.30 horas en adelante. Para celebrar su primer año de existencia, además, el 12 viernes de agosto organizó un gran show artístico y una cena bailable de amanecida con atracciones especiales.
Actividad navideña del Candilejas, en diciembre de 1955. Diario "La Segunda".
Entrada al edificio de San Antonio 385 y una de la las dos escaleras de acceso a los bajos en donde estuvieron El Infierno y el Candilejas.
Vistas actuales del restaurante Tentación (2017) que ocupa los bajos de San Antonio 385, publicadas en la Guía de Google por Alejandro Lima Texeira.
Como espacioso centro de eventos, también se realizó en su restaurante la comida mensual de la Mutual de Jugadores Argentinos de Fútbol en Chile, durante la noche del martes 3 de mayo de 1955. Al concurrido evento asistieron deportistas y entrenadores del vecino país que se desempeñaban en el medio chileno, además de periodistas e invitados especiales. No fue la única actividad social de este tipo allí en sus comedores, por supuesto.
Los artistas estables de aquel año eran ahora las jóvenes Hermanas Heredia, retratadas alguna vez por la cámara del fotógrafo de la bohemia, Alfredo Molina La Hitte; y el extraordinario fantasista negro norteamericano John Brown. También estuvieron en esta larga temporada las artistas Nana Kirbis, Lily Arce y el Ballet Natalia de los hermanos Sam Brown. No podía faltar el espectáculo folclórico de Fiesta Linda, además, con Marta Pizarro y el grupo Los Capataces. Lucho del Real, popular figura de la noche en esos años, estaba encargado de oficiar como maestro de ceremonias.
Los nombres de Lily, las Heredia y el ballet reaparecerán en la celebración de Nochebuena del mismo año, con los cantantes y bailarines españoles Rosario y Pepe Mairena en una fiesta con reservas especialmente programada para recibir la Navidad. La misma calidad de artistas se prolongará en el tiempo, permitiendo al Candilejas venderse especialmente como lugar de elegancia y amanecida.
Por alguna razón, sin embargo, da la impresión de que el salón invertía en publicidad mucho menos que otros centros de diversión de aquella época. De hecho, sus avisos solo aparecían ocasionalmente en espacios impresos, como los periódicos "Las Noticias de Última Hora" y "La Segunda". Quizá esta actitud timorata dificultó el avanzar posiciones frente a la competencia y después fue desapareciendo de las listas de espectáculos. Todo indica, en consecuencia, que su vida redituable también fue corta, aunque ciertamente mucho más larga que la de su predecesor El Infierno, muerto en pleno estado de neonato.
En otras palabras, puede ser que la maldición de aquel curioso sótano resultó capaz de cortar las cabezas de dos clubes, a pesar de toda la confianza y esperanzas de sus inversionistas. Los recuerdos y frustraciones acá revisados, por lo tanto, pertenecen a otra época de la fiesta, el bailable y la música de orquestas típicas en la ciudad.
Cabe comentar que hubo otra sala muy posterior llamada Candilejas, dirigida por el comediante Carlos Carloco Trujillo, miembro del trío humorístico Los Muleros. Ubicada en Bellavista 127 y, conocida en los años ochenta por sus cafés concerts y presentaciones artísticas, no guardaba relación con el desaparecido club homónimo Santiago Centro.
La elegante doble bajada con pasamanos de bronce aún existe en la dirección de San Antonio 385, con aquel descenso voluntario hacia luces de infierno y candilejas ya apagadas. El dueño de aquel espacio es un octogenario residente del mismo edificio, y fotografías del antiguo Santiago escoltan ese descenso hacia el espacio de los bares-restaurantes que han ocupado los mismos bajos: uno fue Al Merkén, conocido en los años del Bicentenario Nacional por sus colaciones económicas; ahora por el Tentación, recomendado por sus buenas comidas con carta de tipo platillos caseros. ♣
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