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DEL TEATRO ARTURO PRAT AL TEATRO COLISEO: LOS HITOS DE OTRA ANTIGUA SALA EN LA CIUDAD

 

Interior del Teatro Arturo Prat con masiva concurrencia en la Fiesta Patriótica del aniversario del 21 de mayon (Combate Naval de Iquique), en imagen publicada por la revista "Zig-Zag", año 1915.

Fue llamado también Teatro Coliseo y Coliseo Nacional en épocas posteriores, pero en sus inicios se trataba del Teatro Arturo Prat, ubicado en la calle del mismo nombre números 1041 a 1081, llegando a avenida Manuel Antonio Matta. Era otro de los cines más concurridos de su época, considerado un biógrafo con "enorme sala" por la crítica de la revista "Teatro y Letras" de 1909. También brilló como importante centro pugilístico nacional, dejando atrás la época en que este rol lo acaparaban otros rings pioneros de Santiago, como el American Cinema y el Hippodrome Circo.

Por varios años, el Prat atrajo a un público popular hasta su lugar en la cuadra ubicada entre Porvenir y Matta. Habría sido inaugurado hacia finales del siglo XIX, destacando sus inicios con el estreno de la obra dramática "Arturo Prat" de Carlos S. Latrop, el 21 de mayo de 1897 en el aniversario del Combate Naval de Iquique y en el marco de un programa literario de la Sociedad Artes Gráficas. La popularización de los biógrafos lo hizo adoptar pronto el rasgo de cinematógrafo, además, siendo presentado como uno de los más amplios y cómodos de su tiempo.

Se trataba de un edificio con influencia neoclásica muy propio del cambio de siglo, bastante parecido a otros interesantes casos de la arquitectura del mismo Barrio Matta como la casa del Liceo Manuel Barros Borgoño y la Escuela Francisco Andrés Olea, con sus fachadas y muros enladrillados. Interiormente, contaba con un gran salón de platea en disposición más o menos de hemiciclo, bien iluminada y bajo un gran cielo de hermosa bóveda artística con artesonado, más galerías de gradas laterales, platea de balcones contorneando todo el segundo y tercer nivel, además de la correspondiente área de palcos. 

Aunque se registra una gran cantidad de actividades deportivas y solidarias en él ya a inicios del siglo XX, como una velada a beneficio organizada por los obreros santiaguinos para la población de Valparaíso azotada por la crisis sanitaria de 1905, todo indica que tuvo su época dorada desde los alrededores del Centenario Nacional. Esa buena racha duró, cuanto menos, hasta los años cuarenta. También fue parte del importante grupo de salas cercanas a la conjunción de las vías San Diego y avenida Matta, como los teatros Esmeralda, Imperial, Avenida Matta, San Martín, Pepe Vila y Caupolicán. La actividad artística y deportiva eran sumamente intensa en esos vecindarios, por entonces.

Siendo también el templo del boxeo de Santiago desde principios de siglo, pasaron por su cuadrilátero campeones como Joe Daly, Heriberto Rojas, Jack Martínez o Juan Budinich. Uno de aquellos primeros encuentros de connotación mediática tuvo lugar el viernes 15 de mayo de 1908, con finish entre los pugilistas Ramírez y Beeche por el peso pluma, ganando el primero después de diez rounds y con un golpe que fue discutido pero, finalmente, aprobado por el jurado, entre los que estaba el campeón Heriberto Rojas. La misma velada contó con un programa complementario artístico, peleas preliminares y proyección de un filme.

Sin embargo, la que puede ser una primera tragedia del pugilismo profesional en Chile también sucedería allí en el Prat el sábado 9 de septiembre de 1911, cuando el boxeador Adolfo Segundo Morales colapsó y murió luego de la golpiza propinada por el temido peleador negro William Day. La noticia tuvo graves consecuencias para el gremio: se suspendieron las peleas durante un tiempo y hasta se consideró la posibilidad prohibirlas de forma definitiva. También se exigió, desde entonces, que los árbitros fueran instruidos para detener oportunamente los enfrentamientos, desoyendo la sed de sangre y protestas que muchas veces vociferaba el público. Si esta nueva política no siempre fue bien recibida por el respetable, sí lo sería por los combatientes, agentes y productores.

En esos mismos años alrededor del Primer Centenario, el Teatro Arturo Prat albergaría varias reuniones de corte social y asambleas de orientaciones más políticas, algunas con sus propias instancias de recreación formando parte del programa. Tal fue el caso de la grandes Fiestas del Trabajo Cristiano, organizadas y dirigidas a los obreros católicos en 1915 y 1916; o la reunión del Centro Santiago, realizada en agosto del año siguiente.

También se celebraban dentro de la sala los tradicionales aniversarios del Combate Naval de Iquique, por entonces con una gran manifestación cívica en cada 21 de mayo. Para inicios de 1918, además, se confirma que en parte de las dependencias en los altos del teatro tenía su sede el club de la Sociedad Estrella de Mar. Dos años después, en junio de 1920, la sala era el lugar de la proclamación del candidato presidencial Dr. Luis Barros Borgoño por parte de las fuerzas liberal-unionistas y los conservadores, pero perdiendo las elecciones por estrecho margen ante Arturo Alessandri Palma, solo dos semanas después.

El Prat fue también lugar de estreno de obras dramáticas costumbristas como "Adiós mi plata", "Durante la Reconquista" y "La ahijada", unas escritas y otras adaptadas por la dupla Carlos Mondaca y Max Jara. Curiosamente, la compañía teatral de Rafael Pellicer, quien trabajaba allí con su esposa Amparo Alsina y su talentosa hija Antonia Pellicer, contrató por entonces al aspirante a escritor y dramaturgo Antonio Acevedo Hernández para que trabajara como portero del mismo teatro, atendiendo los mandados desde camerinos y sirviendo de asistente del personal. Esto señaló su entrada al mundo teatral, justamente, involucrándose de a poco en arreglos de textos y otras tareas creativas.

No se apartaba el teatro de sus servicios como cinematógrafo, en tanto. Recuerda Jorge Iturriaga Echeverría en "La masificación del cine en Chile, 1907-1932", que el Prat había instalado en las carteleras los llamados "viernes policiales". Hacia fines 1913, sumando ya 33 sesiones con esta clase de filmes, proyectaba películas como "Johnson contra los bandidos del Círculo Negro" o "Nick Winter contra Satanás".

Durante los años veinte, sin embargo, el edificio y la clásica sala pasaron a ser el Teatro Coliseo. Ya en la década del 1930 y estando en manos de la empresa de don Ángel Martínez, destacaba como uno de los primeros cines probando las entonces precarias tecnologías de filmes con sonido, con proyecciones de películas como la recién rodada tragicomedia "El Ángel Azul" ("Der blaue Engel") de Josef von Sternberg, protagonizada por Emil Jannings, Marlene Dietrich y Kurt Gerron. Varias de las obras exhibidas por entonces eran solo para público adulto, curiosamente.

Edificio del Teatro Arturo Prat en 1917. Imagen publicada por la revista "Sucesos".

Velada obrera santiaguina en el Teatro Arturo Prat, a favor de los habitantes de Valparaíso durante la crisis sanitaria del puerto en 1905. Imagen y nota publicadas en la revista "Sucesos".

Imágenes publicadas por la revista "Corre Vuela" del 20 de mayo de 1908, con capturas fotográficas de la velada de boxeo recientemente realizada en el Teatro Arturo Prat.

Peleas de González vs. Galassi y Relly vs. Bradley en el Teatro Arturo Prat, 30 de mayo de 1908. Nota e imágenes de la revista "Sucesos".

Rojas vs. Budinich, también en el Teatro Arturo Prat, en 1908. Imagen de la revista "Sucesos".

La tragedia de septiembre de 1911 en el Teatro Arturo Prat, según la informó revista "Zig-Zag". El peleador Adolfo Morales muere por los golpes recibidos en el enfrentamiento con William Daly.

Publicidad para el Teatro Arturo Prat en 1913, antes que pasara a ser el Teatro Coliseo.

A pesar de aquel cambio de casa, buena parte de su actividad aún se sostenía con las proyecciones de películas, más algunas presentaciones de compañías de variedades. El nombre del Teatro Arturo Prat, en cambio, reapareció en la ex sala Teatro Franklin de calle San Diego 1240 llegando a Franklin, conocido a veces también como Teatro San Diego y, en sus últimos años, Cine Prat.

En aquel nuevo Teatro Arturo Prat se ejecutaron presentaciones del Orfeón Ormán Pérez Freire en el marco de un festival de la Academia de Escritores y Artistas Noveles en julio de 1934. Y, hacia inicios de los cincuenta, traer haber sido cerrado para mejorías, reparaciones e implementación decididas por la Organización Teatral Chilena S. A. que lo dirigía, el Prat fue reabierto a mediados de febrero de 1951.  Sería muy concurrido por entonces, a causa de las concentraciones políticas que hasta allí se convocaban, como las de grupos ibañistas. Hoy, este inmueble de calle San Diego es ocupado por un supermercado.

En tanto, fueron famosas las presentaciones en el Coliseo de calle Arturo Prat con “La gran revista” de la compañía de la artista argentina Hortensia Arnaud, bajo dirección de Arcady Boytler en abril de 1927. Todavía se realizaban en él algunos de los célebres encuentros de boxeo a la sazón, antes que el cercano Teatro Caupolicán de San Diego acaparara la totalidad de estas actividades pugilísticas en el barrio. También llegaban al Prat compañías circenses como el Circo Teseo, elenco artístico de los mismos años veinte que incluía números como Humberto y el Tobogán de la Muerte y animales amaestrados como monos, osos, perros y “mulas sabias”.

La abultada agenda cobra mucha vida allí durante esos años, con creciente participación escénica internacional. Mario Cánepa Guzmán va más allá en su "Historia del teatro chileno", asegurando que la sala no había sido realmente relevante al mundo artístico sino hasta que tomó este nuevo nombre y rumbo en el mismo lugar.

Para las funciones de agosto de 1930 aparece en cartelera el debut de la orquesta típica y de jazz Sudamérica, compuesta por su director, el compositor y pianista brasileño Pablo Coelho, el saxofonista Carmelo Dávila, los bandeonistas Miguel Zavala y José Auriol, el violinista Manuel Torrijos y el baterista Mario Morales, quien oficiaba también como chansonnier. Los acompañaban en el escenario los bailarines Betty Meyer y Charles Morris.

Durante la noche del 20 de abril de 1934, se realizó en el Coliseo una función de beneficio para el popular chansonnier y bailarín cubano Johnny Álvarez, quien se había establecido por una larga temporada realizando presentaciones en Chile con diferentes grupos musicales y compañías de revistas. Muy querido en el ambiente, el Negro Álvarez recibió así un homenaje de los artistas presentes: Emperatriz Carvajal, Berta Lehar, Adolfo Gallardo, Enrique Barrenechea, Pepe Rojas, Alberto Mery, Olga Donoso, Violeta Guzmán Lalo Maura, el dúo Font-Lehar, la orquesta Larenza, la orquesta Giordano y la orquesta del café Lucerna, entre otros. La función se abrió con una proyección de cine.

Ya en agosto de ese año, en el Coliseo se realizaban ahora las presentaciones de la obra satírica "Lo que no vio Velasco Ibarra" de Carlos Cariola, con su título alusivo a la entonces reciente victoria electoral del presidente electo de Ecuador y en plena Guerra del Chaco Boliviano-Paraguaya. Acompañando el programa con la revista nocturna "El mundo del jazz", el show de la Compañía Nacional de Revistas Sinetare incluía cuadros artísticos llamados "En la Guerra del Chaco" y "Orgullo araucano", además de los scketches titulados "Única salida del boliviano", "las carreras por radio" y "Las sesiones ordinarias de la Cámara". Los arreglos musicales quedaban a cargo del maestro Roberto Retes.

Muy poco después, debutó allí también la vedette porteña Sarita Watle, siendo incorporada al elenco artístico. Y hacia octubre llegó la revista "Jamás de los jamases" de Álvaro Puga Fisher, presentada por la Compañía Nacional y recreando juegos ecuestres como topeaduras y rodeos.

Una de las primeras grandes vedettes chilenas, la ya mencionada actriz Emperatriz Carvajal, también fue festejada en el Coliseo en agosto de 1935. El homenaje se realizó con un triple programa compuesto por el romance cómico “La calle del pecado y del dolor”, más una revista y un acto de variedades en donde actuaron Lucy del Río, Eugenio Retes, Ignacio Mateos, Gioconda Cappa, Daglio Lecaros, Pilar Sierra, Pepe Harold y María Godoy.

Ese mismo año, alrededor de las Fiestas Patrias de septiembre, tuvieron lugar en el teatro las presentaciones de las revistas "Instantáneas del 18" y "Ciudad de las Sonrisas", de René Hurtado Borne, Amadeo González y el maestro Luis Martínez Serrano. A la sazón, el Coliseo aún era conocido por sus exhibiciones de películas cómicas de Laurel y Hardy, filmes musicales y actuaciones en vivo de la Compañía Nacional de Revistas. Es el mismo período cuando se realizó en la sala un beneficio para Pepe Rojas, consistente en un festival popular con estreno de la revista de sainete "Del mismo barrio", de López Meneses y el propio Rojas, protagonizada por la mítica Olga Donoso; y la obra "Selecciones de 1935", con cuadros musicales a cargo de los Huasos de Chincolco, Amanda Concha, Carlotita, René Ureta y la propia comediante Donoso. La presentación tuvo lugar el martes 24 de septiembre.

Así eran las funciones que podían admirarse en el teatro, desde lo docto hasta lo más profano: la ópera "Mefistófeles" de Arrigo Boito en diciembre de ese año, abriendo la temporada lírica de primavera-verano; las frecuentes presentaciones de la compañía de los Pellicer; el maestro Alberto Mery como parte de la Compañía Inés Berutti; el trío femenino de Eva González, Carmen Hidalgo y Adriana Pimentel; la revista “Melo Díaz de Carrascal” (parodia del filme “Melodías de Arrabal”) de Gustavo Campaña; la obra cómica “Vampiresas de 1933” de Cariola, entre muchos otros hitos que pueden revisarse en las carteleras de espectáculos de la época o, si acaso se tiene prisa, en publicaciones como las del investigador viñamarino y realizador cinematográfico Gastón Centeno Pozo. Se presentaron exitosamente en él, además, Rafael de la Sotta, Rogel Retes, compañías de sainetes, zarzuelas, luchas romanas, vodevil, etc.

También se montaron en el Prat parte de los festivales de cine y variedades realizados en varios teatros del llamado Circuito de los Cuatro Diablos, destinados a reunir fondos para los viajes deportivos de la tenista chilena Anita Lizana, luego de sus triunfos en Inglaterra. Como el mismo teatro fue gentilmente dispuesto por la firma Salman y Cía. para algunos actos culturales, además, sería el espacio de algunos eventos del Consejo Nacional de Cultura Obrera, como el aniversario de la Revolución Francesa con participación de la Orquesta Sinfónica Nacional en julio de 1939.

Fuera de su buena cartelera de espectáculos y proyecciones de cines con funciones en horario especial y noche, siguieron realizándose muchos encuentros de beneficencia en el Coliseo. La dura competencia que comenzó a representar el tremendo Teatro Caupolicán una vez que fue comprado por el empresario Enrique Venturino, sin embargo, parece haber cambiado bastante las reglas del juego en los espectáculos ofrecidos por aquellos barrios, especialmente desde los años cuarenta.

En 1946, la sala de calle Prat fue adquirida por el empresario Jorge Guzmán Palacios y sometida a un intenso trabajo de reparaciones y refacciones, a partir de junio. Tras un tiempo cerrado por aquellas razones, fue reabierto y presentado ahora como uno de los teatros más modernos de todo aquel bohemio sector de barrio Matta. Muchas de las obras de marras se hicieron mejorando las aposentadurías y el proscenio, más algunas otras intervenciones destinadas a cumplir con la reglamentación municipal relativa a estos recintos.

Fiesta de los obreros católicos en el Teatro Arturo Prat, en 1915. Imagen publicada en la revista "Sucesos".

Otra fiesta obrera: celebración de los trabajadores cristianos en el Prat, en 1916. Imagen tomada de la revista "Sucesos".

Aviso del 13 de junio de 1920, anunciando la proclamación presidencial de Luis Barros Borgoño en el Teatro Arturo Prat.

Aviso del Teatro Coliseo en "La Nación", 22 de septiembre de 1935, a propósito del programa de Fiestas Patrias.

Baile en la terraza del Teatro Coliseo, en noviembre de 1946, diario "Las Noticias de Última Hora". Las estrellas principales son Elba Luna y Los Reyes del Ritmo, además de las orquestas de jazz y tropical.

Temporada de Ballet en el Prat, con la obra "Drosselbart" bajo dirección del maestro Uthoff. Aviso publicado en la prensa el 15 de diciembre de 1947.

Blanquita Amaro y su Orquesta Tropical en el Teatro Coliseo. Aviso para la presentación del 15 de septiembre de 1951.

Varios otro eventos tipo festivales o de beneficio se realizarían durante el siguiente período que sigue a su reapertura en grande. Y ya en su últimos tiempos y funcionando regularmente aún como rotativo de cine, uno de sus encuentros importantes será una fiesta del gremio artístico realizada a inicios de 1947, con premios para actores, músicos, estrellas circences y gente de teatro en general. El evento aquel era ocasión en que los trabajadores del mundo teatral expresaban también sus reclamos y críticas a la situación en la que se encontraba el rubro. En el mismo período se presentaba la obra de comedia pícara "Mi prima de Varsovia" de Louis Verneuil, en la versión traducida por Pepe Vizcaya Claro y con la actuación de Pepe Rojas.

Otra actividad importante de esos días fue el Festival de la Unión de Instituciones Femeninas de Chile, pero realizada en la terraza del mismo teatro durante una cálida noche estival hacia inicios de febrero de ese año. Contando con sesión bailable y orquesta típica, esta fiesta tenía algunas características de carnaval de verano.

Ya hacia fin de año, la misma terraza era ocupada para la gran fiesta bailable de la Federación Juvenil Socialista, realizada el 29 de noviembre. Luego, tiene lugar en ella el festival de la federación Nacional de Prensa, realizado el 20 de diciembre. Esta última contó con las orquestas de maestros y verdaderos baluartes de la bohemia de las noches de oro santiaguinas, como Natalio Tursi, Federico Ojeda, Porfirio Díaz, Armando Bonansco, Mike Florenz, Juan Saavedra, Paddy Kennedy y Ángel Díaz, entre otros. Los números artísticos estuvieron a cargo de figuras como Alejandro Flores, Luis Monicaco Rojas, Jorge Belmar, Mario Arancibia, el Trío Añoranza, Manolo González y otros artistas de diferentes disciplinas.

En esos mismos días, la sala del Coliseo prestaba su escenario a la sofisticada obra "Drosselbart o el Príncipe Mendigo" a cargo del ballet de la Escuela de Danza, con música de W. A. Mozart y dirección coreográfica del alemán Ernst Uthoff, quien se había establecido en Santiago en 1942 junto a su esposa, la bailarina húngara Lola Botka. La labor de Uthoff en Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile era fundamental en la escena chilena: había permitido conducir la etapa fundacional de la Escuela de Danza y del Ballet Nacional Chileno.

Pero, no mucho después, el Coliseo se había envejeciendo otra vez y de tal forma que generaba algunas críticas y alarmas por el estado del edificio, comenzando a caer también en la subutilización. Esto sería el preámbulo de su final.

Desde fines de los años cuarenta, entonces, su uso se estaba volviendo menos intenso, con encuentros como las funciones gratuitas realizadas en septiembre de 1951 y que fueron ofrecidas por la Compañía de Teatro para Niños "Tía Mirella", presentando una obra basada en el clásico cuento infantil "Caperucita Roja". Era parte del programa de apertura de la temporada de Fiestas Patrias en Santiago, en los mismos días cuando el Coliseo también fue escenario para el espectáculo de Blanquita Amaro ("El Ciclón de Cuba") y su Orquesta Tropical, acompañados por Lalo Maura.

Posteriormente, cerca de la Navidad de 1951, el Ballet Clásico de Ana Brunowa realizaba una presentación a beneficio de los niños pobres, para la temporada pascuera, en la que estuvo también el sexteto dirigido por Sara R. de González. Y, hacia fines de octubre de 1952, el Coliseo fue escogido como el sitio en donde se inaugura y realiza el Congreso Nacional de los Jubilados, organizado por la Unión Nacional de Jubilados y Montepiados de Chile, presidida a la sazón por don Víctor Catalán Marzant. Estas reuniones se extendieron hasta el 2 de noviembre, y no fue la única de tal perfil institucional y político.

Sin embargo, sus actividades artísticas y sociales iban cesando notoriamente ya, hasta concluir por completo en los años venideros. El edificio fue quedando reducido a usos muy ocasionales y, finalmente, reducido a bodega y almacén industrial. Olvidado y convertido en una reliquia sin uso artístico, habría acabado destruido por un posterior incendio, como recuerda Acevedo Hernández. En su lugar, retirados ya los escombros, se construyó un conjunto residencial llamado Edificio Coliseo, que recuerda con este gesto el nombre del desaparecido teatro.

Por mucho tiempo, pareció que aquel homenaje del edificio al extinto Coliseo era todo lo que había quedado de él para el recuerdo, reducido a un mero e inofensivo topónimo… Sin embargo, la historia es cíclica: la materia se expande hasta lo infinito pero reutilizando siempre las mismas energías, que son finitas, creando así los ciclos de retorno en el tiempo, incluso para las semblanzas urbanas. Por lo tanto, quedaba un giro más en la historia del Teatro Coliseo, sucedido tantas décadas después de habérselo dado por irremediablemente fenecido.

Durante el primer semestre de 2016, la productora de eventos Transistor logró un acuerdo para comprar el viejo Teatro Continental, que era ocupado ahora por una agrupación religiosa en calle Nataniel Cox a escasos metros de la Alameda Bernardo O'Higgins. El nombre que la firma dio a la sala, a partir de aquel momento, revive desde las cenizas ya esparcidas por el viento al antiguo edificio teatral de calle Arturo Prat: Teatro Coliseo, que regresa a la vida ahora como sala de conciertos y eventos.

Los nuevos propietarios iniciaron un ambicioso plan de restauración que incluso se extendió varios meses más de lo proyectado, debiendo trasladar algunas de las primeras presentaciones artísticas allí agendadas hasta el Teatro Cariola, de la cercana calle San Diego. La burocracia dificultando los permisos para poner en marcha el teatro también afectó bastante el inicio de las actividades, pudiendo debutar con público y filas bajo su marquesina recién en noviembre de ese año, con un recital del dúo estadounidense Capital Cities. Pocos días antes, la sala había sido visitada por la entonces presidenta de la República, Michelle Bachelet.

Recién a partir del año siguiente, la situación del Teatro Coliseo pudo normalizarse y comenzar a cosechar los frutos de esta inversión y de la actividad promocional y cultural que fluye desde la sala. También ha sobrevivido a la crisis social y sanitaria concluida recién en 2022.

Pocas veces suceden eventos felices en la historia de las salas teatrales como la resurrección simbólica de una que ya parecía sin más que dejar, salvo recuerdos a la deriva. Sin embargo, el caso del Teatro Continental-Coliseo se suma a un puñado de ejemplos parecidos entre los que están la recuperación del Teatro Caupolicán, tras haber caído al fondo del abismo al final de sus años como el Teatro Monumental; la encantadora Sala del Ángel, que también se había sumido en decadencia y olvido durante un largo tiempo de cierre, antes de ser rescatada; y el Teatro Oriente, que se creía ya a las puertas de una demolición cuando fue recuperado por la Municipalidad de Providencia y convertido en centro cultural, en 2015.

Son aquellos, quizá, casos que puedan dar alguna clase de esperanza para el retorno de la época perdida de las candilejas y de las noches de oro y plata que alguna vez tuvo Santiago, aunque fuese solo una modesta parte de ella. ♣

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