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CRISTIÁN MARTÍNEZ, EL GORILA DE LA JAULA

 

Cristián Martínez, en su esplendor personal y deportivo. Imagen base facilitada generosamente por Andrea Martínez.

En una vida injustamente corta, Cristián Gorila Martínez fue todo lo que puede ser un auténtico pionero: impulsor, hacedor, mecenas, emprendedor, maestro y campeón, simultáneamente. Sabrá ese mismo destino intempestivo que decidió arrebatarlo de este mundo y de manera temprana cuántos logros más quedaron pendientes en su enorme currículo deportivo, tras ser derrotado por única y última vez, por fuerzas que escapan a las posibilidades humanas.

Martínez quizá había vivido demasiado en tan poco; más de una vida en solo una pasada, habiendo dedicado con esmero esta existencia y casi sin medir sacrificios a la pasión de un deporte guerrero que era prácticamente desconocido en Chile, antes que sonara con su propio nombre: el Vale Todo. Una disciplina en donde la demandas de valor o coraje exigían pruebas personales aún mayores para alguien joven, como un estilo de vida disciplinado y muy demandante, además.

Con su ojo organizador, el Gorila también supo comprender que la suya era una propuesta deportiva que debía atraer público y seguidores, con la categoría de espectáculo. De esta manera, logró montar ingeniosas instancias para elevar las luchas de la jaula a la dignidad de eventos deportivos y populares, abriéndole camino en tierras criollas al reino de las artes marciales mixtas.

Cristián Martínez Quezada había nacido el 10 de abril de 1966, heredando la pasión familiar por las disciplinas del combate. Era hijo de Mirla Quezada González y Hernán Martínez Hernández, campeón curicano de boxeo amateur y ex alumno del célebre maestro Curt Michel Gronow, profesor de educación física experto en jiu-jitsu, quien había sido contratado en 1948 por el gobierno de Gabriel González Videla para la instrucción en defensa personal de Carabineros de Chile. Y su abuelo, Humberto Gorila Martínez, había sido campeón de boxeo profesional y profesor directo de pugilismo para su hijo Hernán, llegando a ser contratado por la Organización de las Naciones Unidas para instruir en técnicas de jiu-jitsu y karate goju ryu a su personal de seguridad en América Latina.

Siguiendo la tradición, entonces, el pequeño Cristián comienza a recibir instrucciones de su padre en jiu-jitsu y karate Okinawa desde que tenía solo cuatro años de vida. Resultó ser un alumno de rápido aprendizaje, desarrollando sus capacidades durante la adolescencia y alcanzando así, hacia el año 1980, un título de campeón nacional en karate-do. Cuatro años más tarde, el muchacho ya formaba parte del Comité Olímpico de Chile y comenzaba a esbozar sus primeros proyectos y planes esencialmente personales en el mundo de las artes marciales.

A pesar de su juventud, por entonces Martínez participa de la fundación de la Federación Chilena de Lucha Olímpica, ganándose ya un gran prestigio en tan cerrados círculos. También comenzó a incorporar el judo en su meteórica formación, llegando a obtener importantes galardones en esta arte marcial de tan fuerte acervo deportivo, algo que influirá mucho en la orientación profesional que va dando a su actividad.

No cabía duda, a esas alturas, además, de que Cristián era una gran promesa chilena para la competición a nivel internacional. Su nombre comenzaba a proyectarse tibiamente más allá de los selectos medios de competición y aparecerá de cuando en cuando en trasmisiones televisivas de campeonatos, alcanzando el título de Gran Campeón en dos ocasiones, para torneos organizados por el área deportiva de la Estación de Televisión de Canal 13, por entonces de la Universidad Católica de Chile.

Con este promisorio currículo en marcha, fue invitado en 1989 al Torneo Mundial de Karate Do Okinawan Goju Ryu, realizado en los Estados Unidos. Aunque públicamente aún era poco conocido en su patria, su participación fue destacada tras ganar allá cuatro combates. Tanto fue así que el maestro Kansho Morio Higaonna, organizador de la competencia, llamó a Martínez para que se integrara a su cuerpo de entrenamiento. También iba a ser contratado como instructor en el dojo del campeón norteamericano Gabe Reynaga, quedando claro que en esas tierras se le abrían las posibilidades que aún eran mezquinas y pobres en Chile.

Quizá aún no era profeta en su tierra, es cierto, pero el shihan Cristián Martínez ya se codeaba en esos años con algunos de los más grandes maestros de las artes marciales internacionales, confirmando lo positivo del cambio de medio. Obtuvo así innumerables nuevos galardones y seguirá ganando una vertiginosa experiencia que acaba poniéndolo a la cabeza de los maestros chilenos de artes marciales combinadas, con tremendas nuevas proyecciones en su campo. Por entonces, también contrae matrimonio con Shambra Martínez, relación de la que nacerá su primer hijo llamado Cristiano.

El porqué Cristián decide volver a Chile teniendo semejantes expectativas y posibilidades de crecimiento ilimitado en el extranjero, es parte de los misterios que rondan siempre a estos personajes de existencias intensas pero fugaces. Suenan explicaciones como su ruptura marital o cambios de expectativas personales; tal vez nostalgias, tal vez deseos de enfrentar tareas pendientes... No era alguien que rehuyera a los desafíos o eludiera dificultades, precisamente. Además, todo indica que Martínez siempre estuvo soñando con la idea de extender en su país natal el culto a las luchas de artes marciales mixtas, primero divagando sobre las posibilidades y después decidido a empujar personalmente el ariete de estas disciplinas hasta las puertas de su patria.

Aquella audaz y por entonces riesgosa idea suya había surgido tras presenciar el espectacular Primer Campeonato de Vale Todo (Ultimate Fighting Championship, UFC), organizado en 1993 por la Seg Sports con el lema corporativo de "Anything Goes" ("Vale Todo"), basado en este estilo de combate con técnicas múltiples iniciado principalmente en Brasil. Tal vez no lo sabía bien en esos momentos, pero este sería un impulso por el que consagraría la mayor parte de sus mejores años, esfuerzos y sacrificios, ya que Martínez nunca pensó en poco.

Cristián Martínez siendo un infante, en el gimnasio de su padre y maestro Hernán, quien aparece al lado derecho. Al lado, una imagen junto a su madre Mirla Quezada

Un entonces delgado y adolescente Martínez, junto a su padre y entrenando.

Ocho sólidos bloques de concreto sucumben con un golpe de Cristián, durante una exhibición realizada en Santiago.

El Gorila, subiendo a combatir en el Maksoud Plaza de Sao Paulo. Imagen gentileza de Andrea Martínez.

Cristián durante una exhibición con sus alumnos, en la Embajada de los Estados Unidos.

Con su hijita y en un retrato mural que existió en el exterior de su gimnasio, hasta algunos años después de su partida.

Cristián junto a su padre, el maestro Hernán Martínez, ya más maduro.

Así las cosas, Martínez vuelve a Chile ese mismo año e inicia al instante una cruzada formidable, prácticamente desde la nada y con todo el peso en contra de las campañas histéricas que acababan de oscurecer al boxeo nacional, algunas de ellas con la complicidad del gremio médico. Instala su academia y oficina en el que había sido hasta entonces el dojo de su padre, quien fuera  hasta el final un gran colaborador de sus propósitos, además. Acto seguido, inicia un ciclo de charlas, entrevistas y exhibiciones que comienzan a introducir e interesar al público en su ambiciosa propuesta.

Desde su retorno, la mayor parte del tiempo de Cristián se consumía entre el entrenamiento personal y aquellos quehaceres. Coincidentemente, tiene su segundo retoño acá en Chile, en 1995: Victoria Martínez, hija de una relación que, sin embargo, no perduró demasiado.

El deportista buscaba tentar a los medios de comunicación con invitaciones y muestras de exhibición con las que esperaba dar a conocer su proyecto. Organizó así pequeños campeonatos por varias ciudades durante aquellos meses, logrando traer al país al prestigioso maestro daidojuku internacional Takashi Azuma. Hoy, un gran cuadro con el retrato de Cristián junto al maestro Azuma cuelga en el mismo gimnasio, por encima de las pistas de entrenamiento de los miembros del club.

Imparable e infatigable, el mismo tiempo Martínez crea las ligas de lucha deportiva de jiu-jitsu y de Vale Todo para agruparlas en la Federación de Lucha Vale Todo, que pasó a representar a Chile ante la Federación Internacional del maestro Marcos Ruas, con sede en Estados Unidos. Había comenzado formalmente, entonces, el impulso del MMA y las filiaciones UFC en Chile, siendo un logro suyo el que la bandera chilena aparezca entre los estandartes que penden en los contornos de los estadios y salones, durante los grandes encuentros de esta modalidad.

En aquellos momentos, ya no quedaba sombra de duda sobre las capacidades de organización, esmero y manejo de medios que Martínez podía desplegar, revelando de paso los talentos intelectuales que acompañaron estrechamente y como un todo a sus indiscutibles méritos físicos y técnicos. Asumiendo así el mismo apodo de Gorila que usara su abuelo y poniendo el nombre de Chile en el circuito del Vale Todo con peleas en Chile y el extranjero, Cristián era principal exponente nacional de estas disciplinas deportivas, a pesar de la curiosa humildad con que muchas tomaba para sí este esfuerzo y hazaña, sin hacer grandes alardes de sus logros.

Sin dejar de persistir en su cruzada, Martínez logró acceso a programas de televisión abierta y privada, en donde hace demostraciones de sus proezas y presenta a muchos de sus alumnos, demostrando que el Vale Todo ya está instalado en Chile y que cuenta con creciente público. Desde la novedad, entonces, comienza a surgir el interés, aunque también algunos de sus primeros críticos y detractores intentando levantar chismes o suspicacias sobre sus reales méritos marciales. Al parecer, el tiempo se encargaría de dar respuestas a todos ellos.

Por aquellas razones y tal como lo hiciera en su época Gronow, el mencionado maestro de su padre, Cristián ofrece por los medios de comunicación un gran desafío: un generoso monto de dinero (5 millones de pesos, y después más aún) a quien lograra vencerlo en combate con árbitro y público, recién iniciado el siglo XXI. Fue especialmente famosa la jornada de dos peleas consecutivas que ejecutó por entonces en la jaula del Gimnasio El Manzanal de Rancagua, derrotando al ex boxeador Andrés Serrano y al campeón local de artes marciales Alejandro Silva.

En todos los años que Martínez mantuvo en pie aquella controvertida oferta, nadie logró salir del gimnasio con un cheque: a pesar de las críticas, el muscular Gorila ya parecía imbatible y su leyenda crecía con vertiginosa velocidad. Entrevistado por la televisión, confesaba casi no tener tiempo de esparcimientos, salvo por cortos períodos y vacaciones, pues el galpón de su gimnasio en calle Coronel Robles 1187 de Quinta Normal consumía la mayor parte de sus energías y disponibilidades, cada jornada. De todos modos y de alguna creativa manera, se daba tiempo para su familia y a veces para la práctica de deportes de destreza.

Los videos de luchas protagonizadas por Martínez, en tanto, corren pirateados por ferias y mercados, aunque su presencia en internet ya se hace cada vez más popular. Llaman la atención sus modos afables, mesurados y calmos cuando no está en el ring: no necesita exhibicionismos ni proclamas con olor a bravatas, pues sabe que la temible y decisiva jaula enrejada es su "escenario"; su arena final para toda demostración. Una colección de premios, diplomas, medallas y reconocimiento en vitrinas y repisas de su gimnasio avalaban su prestigio... Y, como si toda aquella actividad fuera poca, al mismo tiempo se interesa en tratar de fomentar sus disciplinas entre gente joven: ve esta posibilidad como una alternativa provechosa y positiva para mejorar sus vidas y alejarlos de vicios y haraganerías.  

Hombre de gran cultura y experiencia reunidas en sus aventuras de vida, siempre de hablar pausado y amable contrastante con las fortalezas de su cuerpo y su alma, Martínez ya tiene leales admiradores que lo siguen en sus torneos y exhibiciones. "La máxima de un luchador es no menospreciar a nadie -declaró una vez-; si tú pestañeas, te pueden noquear". Y arriba, en la jaula, se transforma: se vuelve el Gorila; temible, invencible, destructor. Ataca sin piedad y hace gala de técnicas notables para someter al adversario, a golpes de rayo y llaves insoportables.  

Las  energías del peleador todavía parecen imperecederas: había logrado ya que el Vale Todo sea respetado como un deporte, y hasta se refieren a él en el programa "Zoom Deportivo" de Televisión Nacional de Chile, dirigido por Sergio Livingstone, tras la doble proeza de Rancagua. Conseguirá un espacio ocasional, además, en el show televisivo "Morandé con Compañía" del canal Mega. Con su propia productora, Gorila Producciones, lanza también un pequeño programa que realiza con sus asistentes y alumnos en una estación particular de televisión: "El Club de la Pelea", parafraseando el título del famoso filme del mismo nombre. Entre otros, lo acompañaría allí el también luchador, colega preparador físico y por entonces reciente celebridad de reality show, Gonzalo Egas.

Nota de "Zoom Deportivo" (TVN) con los enfrentamientos de El Manzanal, en Rancagua.

El campeón con su hermana Andrea Martínez, quien quedó a cargo de la academia del Gorila.

El Gimnasio del Gorila Martínez, hasta hace unos años. Hoy su fachada está más modernizada y con murales del artista Álvaro Stos.

Los funerales del campeón... El día más triste de la academia de Quinta Normal.

Momento de la despedida de Cristián, con aplausos y lágrimas en el gimnasio. Su padre lo seguiría, poco tiempo después.

La intensa actividad del gimnasio. Grandes retratos de Cristián Martínez junto al maestro Takashi Azuma, y al lado, un retrato de su padre Hernán Martínez hoy resguardan la actualidad del dojo.

La jaula del Gorila Martínez, con su siguiente generación de alumnos.

Era un hecho que Cristián estaba alcanzando la cúspide de su carrera y sentando su propio mito en el ambiente de los deportes de enfrentamiento. Se lo reconoce como un maestro pragmático y directo de lo suyo, muy práctico y técnico. Al igual que su padre, no se hace decorar con ensoñaciones orientalistas ni filosofías ornamentales: su objetivo como instructor era producir futuros campeones y orgullos para la actividad UFC en Chile.

Era tan querido como temido, por lo demás: el mismo hombre cariñosamente llamado Cristiancito afuera de la jaula, pasa a ser el temible Gorila adentro de la misma. Ha organizado cerca de 12 campeonatos en esos momentos, y varios otros guerreros lo acompañan en esta aventura. No solo había logrado instalar el Vale Todo y comenzar a producir campeones, entonces, sino que ha creado desde el vacío total al numeroso público que llena las galerías, logrando obtener la publicidad y los patrocinios para los eventos. Su gimnasio había sobrevivido a un sospechoso incendio, además, siendo remodelado durante el período de reconstrucción.

Entonces Martínez, en su auge profesional pero decidido a tomarse un merecido respiro, viaja por aquellos buenos días hasta las maravillas de Egipto. Sin embargo, imprevistos malestares durante su estadía lo llevan a preocuparse por su salud y a realizarse una serie de exámenes, ya su regreso... Una nefasta noticia fue dada a conocer por los facultativos, cuando los resultados ya estaban en sus manos: su cerebro está siendo afectado por un tumor maligno que avanza velozmente.

Los primeros esfuerzos por detener el crecimiento de aquella bomba dentro de su cabeza no rindieron frutos. Justo en aquel período, el Gorila acabada de ser padre de su última hijita, en lo que este que debía ser el tramo más feliz y fructífero de su vida, terminó apartándolo de las luchas para poder dar, así, la más grande de todas sus peleas: una larga batalla intentando salvar su  propia vida.

Fueron días de terribles angustias para Cristián, su familia, alumnos y amigos. Por primera vez en muchos años, sintió encima alguna fragilidad propia, no posible de derrotar con tesón ni entrenamientos. La nueva conclusión de los médicos no podía ser más desalentadora: nada se podía hacer ya; al promotor y campeón chileno del Vale Todo le quedaban solo unos cuantos meses de vida a lo sumo. No había posibilidades científicas de recuperación para el guerrero chileno de la jaula.

Martínez pasó sus últimos meses intentando con procedimientos alternativos de sanación. Su vida se volvió introspectiva y sumida en un retiro muy reflexivo, rara vez interrumpido por alguna entrevista a la que accedía. Su habitual y característica corpulencia física se perdió, desapareciendo muchos de esos kilos de masa muscular que caracterizaban la figura imponente del luchador. Y a pesar de ciertos métodos casi desesperados que usó en esta durísima última pelea, nunca cayó en desaliento y se mantuvo estoicamente firme, hasta el final, aunque confesando a sus seres queridos, en algún momento, que prefería la muerte antes que sobrevivir sin poder practicar más el deporte de sus pasiones.

Cristián Gorila Martínez falleció rodeado de su familia en la madrugada del martes 27 de octubre de 2009. A pesar de que todos esperaban la noticia, su partida causó un hondo pesar en el medio de la lucha deportiva y las artes marciales, abriendo una herida que nunca cerró entre los practicantes del MMA. El velatorio de sus exequias se realizó en el propio gimnasio que albergó todas sus energías y sueños, con su ataúd cubierto por una bandera chilena y rodeado de un verdadero jardín de flores de esa última primavera de su vida. Sus restos fueron cremados en el Parque del Recuerdo, despedidos por una gran multitud.

Para peor, profundizando la ya suficientemente dolorosa tragedia, don Hernán Martínez, el apreciado padre de Cristián, falleció pocos meses después, el 5 de abril del año siguiente. Según muchas opiniones de cercanos, acaso todas, esto sucedió por una profunda depresión provocada por la pérdida de su hijo que agravó su ya afectada salud. El peleador curicano investigador de temas mistéricos, tan seguro de sí que en los setenta había sido noticia internacional al hacer un llamado retando al campeón Muhammad Ali, moría débil y postrado hacia sus 70 años de vida.

Se hace inevitable pensar en cuántas cosas quedaron pendientes con la partida del inquieto e incansable Cristián, o cuántos títulos y nuevos logros se volvieron paradigmas de una posibilidad incumplida: medallas, reconocimientos, entrevistas, agradecimientos, exhibiciones, torneos y triunfos que naufragaron en la convulsión del tiempo, en las torceduras inesperadas de un destino humano. Con él se fueron también reflexiones, enseñanzas y filosofías de un retiro en la madurez a la que nunca pudo llegar el maestro de este espectáculo deportivo, del que fue padre en Chile.

Desde el enfoque más positivo, la leyenda de Cristián dejó un enorme esfuerzo con resultados a la vista y se convirtió en el indiscutible blasón del Vale Todo en Chile. El gimnasio de Quinta Normal, timoneado después por su hermana Andrea Martínez, continuó adelante creciendo y participando de importantes eventos y seminarios. La Federación Chilena de Luchas Vale Todo realizaría, por su lado, los encuentros memoriales de esta modalidad en recuerdo del legado de Cristián, el primero de ellos en el Estadio Municipal de Recoleta, año 2011. Un gran apoyo para continuar la obra de Martínez y mantener el dojo sería también Marcelo Machuca, gran amigo y colaborador de Cristián y de su padre.

Se podría decir que el gimnasio, después de un tiempo de transición, tuvo un segundo aire incorporando a varios de los antiguos alumnos de Cristián, quienes volvieron al lugar ahora para ayudar entregando conocimientos y formando nuevos peleadores. Gracias al incansable esfuerzo de su fiel alumno, el instructor Diego Castro Huerta, logró trascender también parte de la esencia de las clases que allí dirigía el Gorila, sumado al esfuerzo de todas aquellas personas que están en el dojo aunando energías para lograr que brille como lo hacía cuando su creador aún vivía. Su retrato está también afuera del mismo recinto, en las paredes, hecho por el pintor muralista Álvaro Stos.

Finalmente, cabe señalar que la comunidad del gimnasio de Quinta Normal mantiene también especial gratitud para Mauricio González y las filiales de Arica con Dennys Quijada, en Puerto Montt con Fabián Cañulef y otros que ayudaron a prolongar por todo Chile la escuela sembrada por el llamado Rey de la Jaula y su memoria, como el hombre que introdujo exitosamente en Chile la disciplina y el espectáculo de las artes marciales mixtas. ♣

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